Petro exige que ELN diga si está usando el proceso para fortalecerse militarmente
La orden del primer mandatario a sus negociadores fue pactar un cese al fuego y de hostilidades bilateral durante el tercer ciclo. ¿Cuáles fueron las opciones que se barajaron antes de tomar la decisión de continuar en la mesa?
Gloria Castrillón Pulido
El balón quedó en la cancha del ELN. Será esta guerrilla la que debe decirle al Gobierno y al país si está en la mesa de diálogo buscando fortalecerse militarmente o está allí con una vocación de paz real. Ese fue el mensaje que el presidente Gustavo Petro le dio, el viernes en la noche, a su equipo negociador, encabezado por el jefe de la delegación, Otty Patiño, y el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda.
Y lo hizo delante de los acompañantes del proceso representados por monseñor Héctor Fabio Henao, de la Conferencia Episcopal, y Carlos Ruiz Massieu, jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia. También estuvieron los embajadores y embajadoras de los países garantes: Venezuela, Cuba, Noruega, Brasil, Chile y México y del Grupo de Países de Acompañamiento, Apoyo y Cooperación (GPAAC), Alemania, España, Suecia y Suiza.
Esta fue una sesión convocada de urgencia por el jefe de Estado ante la crisis generada en la negociación por cuenta del ataque del ELN a una patrulla del Ejército en el municipio de El Carmen, Norte de Santander que dejó nueve muertos y nueve heridos. Es la primera de este tipo en esta negociación con el ELN y congregó a cerca de 30 personas en la Casa de Nariño.
En contexto: Tercer ciclo con ELN debe culminar con cese al fuego y de hostilidades: Petro
El encuentro estuvo precedido por una reunión de casi tres horas del equipo negociador de gobierno. Allí se analizaron las diversas posturas de los negociadores que iban desde suspender el diálogo, pasando por la exigencia a la guerrilla de un cese al fuego unilateral, hasta la postura más moderada de Otty Patiño de seguir adelante en la negociación de cese bilateral, pero poniéndolo como precondición para avanzar en el punto de participación de la sociedad civil.
Los primeros en intervenir fueron el comisionado Danilo Rueda, el jefe negociador Otty Patiño y el senador Iván Cepeda, quienes presentaron al presidente y a la comunidad internacional y acompañantes un balance de lo logrado hasta ahora en la negociación. Luego el presidente Petro hizo una exposición de media hora en la que presentó un contexto histórico de los procesos de paz en Colombia, para concluir que se han desarrollado dos modelos: uno en el que las partes han usado la negociación para acumular fuerzas y otro en el que han usado la mesa de diálogo para buscar la paz.
Acto seguido le dio instrucciones a sus negociadores para que le pregunten al ELN si tiene voluntad de paz o está buscando fortalecerse militarmente y para que en el tercer ciclo que se cumplirá en La Habana pacten con la contraparte un cese al fuego y de hostilidades, como antesala para que se cumpla la participación de la sociedad civil en el proceso.
Petro también dijo que adelantará unas sesiones para escuchar a las comunidades de territorios que están bajo la influencia del ELN para escuchar sus quejas y sus clamores. Pero aclaró que el gobierno no hará convocatorias, sino que serán las mismas comunidades las que organicen los encuentros.
Le sugerimos: ¿Cómo seguir negociando con el ELN después del ataque al Ejército en el Catatumbo?
Contrario a lo que se pensó no fue el presidente quien emitió la declaración final. Lo hicieron el jefe negociador y el comisionado de paz. “El ELN se reclama como organización política, pero esto no tiene que ver solo con lo que diga el papel, sino con sus actitudes y hechos. La paz es la demostración más clara de que es una organización política o si por el contrario usa lo político para fortalecerse en otros aspectos”, dijo Patiño. Rueda indicó: “El ELN tiene en sus manos una responsabilidad inmediata de generar esperanza. Esperamos que escuchen al pueblo colombiano, el gobierno ofrece esas posibilidades”.
Culminó así una jornada larga y agotadora que en realidad comenzó desde el mismo jueves en la mañana cuando se conoció el ataque del ELN en el Catatumbo. El presidente había convocado esta reunión para el lunes, pero sorpresivamente la adelantó para el viernes a las 7 p.m.
Desde muy temprano este viernes comenzaron las consultas internas en el equipo negociador y en el gobierno. Llamadas iban y venían analizando los escenarios. Suspender la negociación o pausarla no apareció como la jugada más opcionada. Finalmente, el talante de Gustavo Petro no es el de un líder que opte por las posiciones guerreristas. Su propósito sigue siendo cerrar definitivamente los ciclos de violencia y no sería consecuente una decisión que lleve a escalar la confrontación de esa manera.
Cerrar las puertas -así sea temporalmente- al diálogo con la principal guerrilla que queda vigente en Colombia significaría el fracaso estruendoso de su política de Paz Total, en vista del naufragio por el que atraviesan los acercamientos con los grupos posdesmovilización de los paramilitares y lo marginales que resultan, por ahora, los acercamientos con las disidencias de las FARC, conocidas como Estado Mayor Central.
Lea también: Políticos piden al ELN que demuestre su voluntad de paz por fuera de la mesa
La otra opción que defendió un sector, encabezado por el presidente de Fedegán y miembro del equipo negociador, José Félix Lafaurie, argumentaba que la única opción era exigirle al ELN un cese al fuego unilateral. Este escenario llevaría, con seguridad, a un endurecimiento de la posición de los “elenos”, quienes se han mostrado muy sensibles ante este tipo de exigencias unilaterales. No se entendería, en la lógica de la guerrilla, que sin haber avanzado en la agenda se hagan este tipo de exigencias.
Una posición maximalista como esta podría llevar a una suspensión o parálisis de la mesa, que en la práctica llevaría las cosas al primer escenario: un indeseable freno en la negociación que tendría, como ya se ha visto, graves consecuencias en la situación humanitaria de territorios como Arauca, Catatumbo, Chocó, sur de Bolívar, norte del Cauca y Bajo Cauca, zonas donde el ELN tiene un nivel importante de control territorial.
Lo más preocupante de este escenario era que la radicalización de las posiciones de las partes le impediría al Gobierno retractarse al tratar de encontrar una salida ante un posible congelamiento de las negociaciones.
Lo ideal era encontrar la manera de que el gobierno pudiera hacer exigencias fuertes al ELN, pero que le dejaran un margen de negociación. En ese escenario estaba la propuesta que lanzó el jefe del equipo negociador Otty Patiño, quien planteó la idea de “condicionar” la participación de la sociedad civil en el proceso a la concreción de un cese al fuego y de hostilidades. Este fue el escenario de mayor acogida por parte del presidente y de la comunidad internacional, cuyos representantes no estuvieron inclinados por un rompimiento ni por las posturas más radicales.
“El ELN se reclama como organización política, pero esto no tiene que ver solo con lo que diga el papel, sino con sus actitudes y hechos
Otty Patiño
Para que este escenario funcione se requieren varias condiciones. Primero, hacer un preciclo o reunión previa para acordar los términos y condiciones mínimas que garanticen que al final del tercer ciclo se logra un acuerdo viable en los dos puntos: cese al fuego y de hostilidades bilateral y participación.
En lo que hubo consenso es que el acuerdo que se buscará no puede ser solo de cese al fuego sino que debe incluir el cese de hostilidades, es decir, que el ELN pare la voladura de oleoductos, la extorsión, la instalación de minas antipersona, el control social sobre las comunidades y la presión sobre el campesinado que ha incidido, por ejemplo, en la crisis del comercio de la pasta de coca que tiene al borde de una crisis alimentaria a zonas como el Catatumbo, sin contar con las acciones que han desplazado y confinado a numerosas comunidades en el Chocó.
Sobre el segundo ciclo en México: Esta es la agenda de negociaciones con el ELN
En los análisis se calculó que cualquiera de los escenarios analizados, incluso el que se eligió, puede traer una radicalización de las posturas de los delegados del ELN, quienes ven muy natural el ataque perpetrado en Catatumbo, tal como lo dejaron ver los trinos de la delegación de paz y del Antonio García, máximo líder de esa guerrilla, en los que consideran que se están defendiendo de los ataques del Estado.
Haciendo el balance general las dos partes tienen mucho para perder en este momento de la negociación. Si las posturas se radicalizan, el Gobierno perdería todas sus cartas en la apuesta de la paz total. Se enredaría la posibilidad de consolidar el gran acuerdo nacional que ha liderado el senador Iván Cepeda y que está descrito en el preámbulo de la agenda suscrita por las partes. El ELN perdería su única opción de reivindicarse como lo que pregona: la guerrilla que lucha por los ideales de las comunidades más oprimidas.
La realidad ha mostrado que sus frentes no están del todo conectados con la dirigencia que está sentada en la mesa. Así quedó ratificado con el reciente comunicado del Frente de Guerra Occidental, que se aparta de la negociación.
Lea: Frente Occidental del ELN en el Chocó critica los diálogos y la Paz Total de Petro
La otra “paz total”
Este momento difícil y definitivo por el que pasa la negociación con el ELN contrasta con el avance incompleto que se dio en el intento de llegar a un acuerdo con el sector político liderado por el expresidente Juan Manuel Santos, en temas claves como la implementación del Acuerdo Final y el consenso sobre el modelo de negociación con el ELN.
La ausencia del presidente Gustavo Petro en la cumbre que organizó el jueves pasado el canciller Álvaro Leyva en Cartagena dejó un sinsabor que sin duda opacó el gran acuerdo al que llegaron: volver a crear la Alta Consejería que lidere la implementación del Acuerdo Final y dejarla en cabeza de un representante del santismo.
Los nombres que se barajan son el exministro de Defensa Luis Carlos Villegas, el exministro Juan Fernando Cristo y el cuñado del presidente Santos, el exembajador Mauricio Rodríguez.
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Pero más allá de este acuerdo que puede sonar burocrático, hubo coincidencias que no salieron a relucir en la declaración final del encuentro: la Jurisdicción Especial para la Paz no ha cumplido en otorgar las amnistías más amplias posibles y hay lentitud en su otorgamiento.
En el ajedrez político la paz es apenas una estrategia sobre el tablero. La partida también se juega en el Congreso, donde Petro está a punto de perder todas sus apuestas en las grandes reformas que no logran el apoyo de los seguidores del expresidente Santos.
Por eso la ausencia de Petro en el encuentro de Cartagena podría tener repercusiones más hondas. Tal vez no quería ceder demasiado apareciendo en la foto con el expresidente Santos por el riesgo que corren sus proyectos en el Congreso, pero sin duda el expresidente es un participante clave en el juego de la “paz total”, que por ahora enfrenta riesgos inminentes.
El balón quedó en la cancha del ELN. Será esta guerrilla la que debe decirle al Gobierno y al país si está en la mesa de diálogo buscando fortalecerse militarmente o está allí con una vocación de paz real. Ese fue el mensaje que el presidente Gustavo Petro le dio, el viernes en la noche, a su equipo negociador, encabezado por el jefe de la delegación, Otty Patiño, y el alto comisionado para la paz, Danilo Rueda.
Y lo hizo delante de los acompañantes del proceso representados por monseñor Héctor Fabio Henao, de la Conferencia Episcopal, y Carlos Ruiz Massieu, jefe de la Misión de Verificación de la ONU en Colombia. También estuvieron los embajadores y embajadoras de los países garantes: Venezuela, Cuba, Noruega, Brasil, Chile y México y del Grupo de Países de Acompañamiento, Apoyo y Cooperación (GPAAC), Alemania, España, Suecia y Suiza.
Esta fue una sesión convocada de urgencia por el jefe de Estado ante la crisis generada en la negociación por cuenta del ataque del ELN a una patrulla del Ejército en el municipio de El Carmen, Norte de Santander que dejó nueve muertos y nueve heridos. Es la primera de este tipo en esta negociación con el ELN y congregó a cerca de 30 personas en la Casa de Nariño.
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El encuentro estuvo precedido por una reunión de casi tres horas del equipo negociador de gobierno. Allí se analizaron las diversas posturas de los negociadores que iban desde suspender el diálogo, pasando por la exigencia a la guerrilla de un cese al fuego unilateral, hasta la postura más moderada de Otty Patiño de seguir adelante en la negociación de cese bilateral, pero poniéndolo como precondición para avanzar en el punto de participación de la sociedad civil.
Los primeros en intervenir fueron el comisionado Danilo Rueda, el jefe negociador Otty Patiño y el senador Iván Cepeda, quienes presentaron al presidente y a la comunidad internacional y acompañantes un balance de lo logrado hasta ahora en la negociación. Luego el presidente Petro hizo una exposición de media hora en la que presentó un contexto histórico de los procesos de paz en Colombia, para concluir que se han desarrollado dos modelos: uno en el que las partes han usado la negociación para acumular fuerzas y otro en el que han usado la mesa de diálogo para buscar la paz.
Acto seguido le dio instrucciones a sus negociadores para que le pregunten al ELN si tiene voluntad de paz o está buscando fortalecerse militarmente y para que en el tercer ciclo que se cumplirá en La Habana pacten con la contraparte un cese al fuego y de hostilidades, como antesala para que se cumpla la participación de la sociedad civil en el proceso.
Petro también dijo que adelantará unas sesiones para escuchar a las comunidades de territorios que están bajo la influencia del ELN para escuchar sus quejas y sus clamores. Pero aclaró que el gobierno no hará convocatorias, sino que serán las mismas comunidades las que organicen los encuentros.
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Contrario a lo que se pensó no fue el presidente quien emitió la declaración final. Lo hicieron el jefe negociador y el comisionado de paz. “El ELN se reclama como organización política, pero esto no tiene que ver solo con lo que diga el papel, sino con sus actitudes y hechos. La paz es la demostración más clara de que es una organización política o si por el contrario usa lo político para fortalecerse en otros aspectos”, dijo Patiño. Rueda indicó: “El ELN tiene en sus manos una responsabilidad inmediata de generar esperanza. Esperamos que escuchen al pueblo colombiano, el gobierno ofrece esas posibilidades”.
Culminó así una jornada larga y agotadora que en realidad comenzó desde el mismo jueves en la mañana cuando se conoció el ataque del ELN en el Catatumbo. El presidente había convocado esta reunión para el lunes, pero sorpresivamente la adelantó para el viernes a las 7 p.m.
Desde muy temprano este viernes comenzaron las consultas internas en el equipo negociador y en el gobierno. Llamadas iban y venían analizando los escenarios. Suspender la negociación o pausarla no apareció como la jugada más opcionada. Finalmente, el talante de Gustavo Petro no es el de un líder que opte por las posiciones guerreristas. Su propósito sigue siendo cerrar definitivamente los ciclos de violencia y no sería consecuente una decisión que lleve a escalar la confrontación de esa manera.
Cerrar las puertas -así sea temporalmente- al diálogo con la principal guerrilla que queda vigente en Colombia significaría el fracaso estruendoso de su política de Paz Total, en vista del naufragio por el que atraviesan los acercamientos con los grupos posdesmovilización de los paramilitares y lo marginales que resultan, por ahora, los acercamientos con las disidencias de las FARC, conocidas como Estado Mayor Central.
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La otra opción que defendió un sector, encabezado por el presidente de Fedegán y miembro del equipo negociador, José Félix Lafaurie, argumentaba que la única opción era exigirle al ELN un cese al fuego unilateral. Este escenario llevaría, con seguridad, a un endurecimiento de la posición de los “elenos”, quienes se han mostrado muy sensibles ante este tipo de exigencias unilaterales. No se entendería, en la lógica de la guerrilla, que sin haber avanzado en la agenda se hagan este tipo de exigencias.
Una posición maximalista como esta podría llevar a una suspensión o parálisis de la mesa, que en la práctica llevaría las cosas al primer escenario: un indeseable freno en la negociación que tendría, como ya se ha visto, graves consecuencias en la situación humanitaria de territorios como Arauca, Catatumbo, Chocó, sur de Bolívar, norte del Cauca y Bajo Cauca, zonas donde el ELN tiene un nivel importante de control territorial.
Lo más preocupante de este escenario era que la radicalización de las posiciones de las partes le impediría al Gobierno retractarse al tratar de encontrar una salida ante un posible congelamiento de las negociaciones.
Lo ideal era encontrar la manera de que el gobierno pudiera hacer exigencias fuertes al ELN, pero que le dejaran un margen de negociación. En ese escenario estaba la propuesta que lanzó el jefe del equipo negociador Otty Patiño, quien planteó la idea de “condicionar” la participación de la sociedad civil en el proceso a la concreción de un cese al fuego y de hostilidades. Este fue el escenario de mayor acogida por parte del presidente y de la comunidad internacional, cuyos representantes no estuvieron inclinados por un rompimiento ni por las posturas más radicales.
“El ELN se reclama como organización política, pero esto no tiene que ver solo con lo que diga el papel, sino con sus actitudes y hechos
Otty Patiño
Para que este escenario funcione se requieren varias condiciones. Primero, hacer un preciclo o reunión previa para acordar los términos y condiciones mínimas que garanticen que al final del tercer ciclo se logra un acuerdo viable en los dos puntos: cese al fuego y de hostilidades bilateral y participación.
En lo que hubo consenso es que el acuerdo que se buscará no puede ser solo de cese al fuego sino que debe incluir el cese de hostilidades, es decir, que el ELN pare la voladura de oleoductos, la extorsión, la instalación de minas antipersona, el control social sobre las comunidades y la presión sobre el campesinado que ha incidido, por ejemplo, en la crisis del comercio de la pasta de coca que tiene al borde de una crisis alimentaria a zonas como el Catatumbo, sin contar con las acciones que han desplazado y confinado a numerosas comunidades en el Chocó.
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En los análisis se calculó que cualquiera de los escenarios analizados, incluso el que se eligió, puede traer una radicalización de las posturas de los delegados del ELN, quienes ven muy natural el ataque perpetrado en Catatumbo, tal como lo dejaron ver los trinos de la delegación de paz y del Antonio García, máximo líder de esa guerrilla, en los que consideran que se están defendiendo de los ataques del Estado.
Haciendo el balance general las dos partes tienen mucho para perder en este momento de la negociación. Si las posturas se radicalizan, el Gobierno perdería todas sus cartas en la apuesta de la paz total. Se enredaría la posibilidad de consolidar el gran acuerdo nacional que ha liderado el senador Iván Cepeda y que está descrito en el preámbulo de la agenda suscrita por las partes. El ELN perdería su única opción de reivindicarse como lo que pregona: la guerrilla que lucha por los ideales de las comunidades más oprimidas.
La realidad ha mostrado que sus frentes no están del todo conectados con la dirigencia que está sentada en la mesa. Así quedó ratificado con el reciente comunicado del Frente de Guerra Occidental, que se aparta de la negociación.
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La otra “paz total”
Este momento difícil y definitivo por el que pasa la negociación con el ELN contrasta con el avance incompleto que se dio en el intento de llegar a un acuerdo con el sector político liderado por el expresidente Juan Manuel Santos, en temas claves como la implementación del Acuerdo Final y el consenso sobre el modelo de negociación con el ELN.
La ausencia del presidente Gustavo Petro en la cumbre que organizó el jueves pasado el canciller Álvaro Leyva en Cartagena dejó un sinsabor que sin duda opacó el gran acuerdo al que llegaron: volver a crear la Alta Consejería que lidere la implementación del Acuerdo Final y dejarla en cabeza de un representante del santismo.
Los nombres que se barajan son el exministro de Defensa Luis Carlos Villegas, el exministro Juan Fernando Cristo y el cuñado del presidente Santos, el exembajador Mauricio Rodríguez.
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Pero más allá de este acuerdo que puede sonar burocrático, hubo coincidencias que no salieron a relucir en la declaración final del encuentro: la Jurisdicción Especial para la Paz no ha cumplido en otorgar las amnistías más amplias posibles y hay lentitud en su otorgamiento.
En el ajedrez político la paz es apenas una estrategia sobre el tablero. La partida también se juega en el Congreso, donde Petro está a punto de perder todas sus apuestas en las grandes reformas que no logran el apoyo de los seguidores del expresidente Santos.
Por eso la ausencia de Petro en el encuentro de Cartagena podría tener repercusiones más hondas. Tal vez no quería ceder demasiado apareciendo en la foto con el expresidente Santos por el riesgo que corren sus proyectos en el Congreso, pero sin duda el expresidente es un participante clave en el juego de la “paz total”, que por ahora enfrenta riesgos inminentes.