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El café Costal Campesino es una prueba irrefutable de la reconciliación que se ha construido en el suroccidente colombiano tras la firma del Acuerdo de Paz. Su aroma suave y preparación meticulosa dan muestra de un producto de máxima calidad, cuyo mensaje no es más que el de transmitir confianza en la ruralidad colombiana y en las segundas oportunidades después de la guerra.
Jonathan Sierra firmó la paz y se desmovilizó de las filas de las extintas FARC en 2016. Inicialmente, cuando comenzó su tránsito a la vida civil, soñaba con un proyecto ganadero para él y su comunidad. En el trabajo con los animales veía una forma idónea y digna de salir adelante lejos de los fusiles. Sin embargo, por falta de acceso a tierras, la vida le dio un giro que lo llevó hasta los cafetales sembrados en el Cauca y el Valle del Cauca.
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“Mi proceso de reincorporación comenzó en la zona veredal El Oso (vereda Marquetalia, en el municipio de Planadas). Allí en el Tolima, cuna de resistencia, comenzaron a aflorar nuestros sueños y cuando supimos que lo de ganadería no se podía créame que jamás bajamos los brazos. Trabajar en la línea del café era una posibilidad remota que poco a poco se fue dando y que hoy nos tiene orgullosamente con granos que cuentan con calidad de exportación”, narra Sierra.
La Cooperativa Multiactiva Coomulnes, organización de la que Jonathan hace parte, llegó al Cauca para aprender sobre el mundo del café. Hicieron acercamientos con otras asociaciones y en el municipio de Cajibío encontraron todas las respuestas que buscaron en medio de tantas dudas sobre este gremio. Allí la confianza fue la base de todo.
“No teníamos café para producir y los campesinos caucanos y vallunos nos dieron los primeros insumos. Nos dieron café de una forma increíble, porque nos lo fiaron. Contamos con el aval de la comunidad, no les importaba nuestro pasado, sino que trabajáramos todos juntos. Quién diría que ahora tenemos uno de los mejores cafés del suroccidente colombiano, que nuestra primera carga hacia el cauca sería de 10.000 kilos o que ahora lo que cosechamos acá lo consumen en países europeos”, agrega Jonathan.
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La Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) se ha articulado para que Costal Campesino se afiance como un referente de café producido en los campos colombianos que hace diez años veían pocas cosas que no fueran una guerra cruenta al lado de sus hogares.
La pedagogía para la paz ha sido también esencial para impulsar este café desde adentro. Así fue como los firmantes de paz se acercaron a los campesinos al inicio del proyecto cafetero para generar lazos de amistad y camaradería. Para mostrar con acciones que tenían una voluntad genuina de resarcir los daños que les hicieron en el pasado; deseo que hoy es una realidad a través de granos cotizados y pedidos en ciudades europeas. Barcelona fue el punto de partida y los caficultores como Jonathan esperan que sea la primera de muchas ciudades en ese hemisferio por conquistar.
“Constantemente necesitamos capacitarnos y formarnos para que la calidad aumente. Hay un tema sobre esto, no menos importante, que me llena de alegría. Con nuestro café hemos logrado que no nos estigmaticen como exguerrilleros. No nos ven como beneficiarios sino como sujetos políticos de derechos, que se reconocen con la comunidad desde las diferencias. Somos conscientes de que no todo es asistencialismo; por el contrario, todos los frutos vienen de un trabajo fuerte sostenido en el tiempo”, concluye el caficultor Jonathan Sierra.
Ser barista es un arte genuino. Respetar las proporciones, temperaturas y cantidades son el paso esencial para que un café servido le haga honor a un buen cultivo. Así lo entiende Silverio Cardozo, otro firmante de paz al que estos granos le cambiaron la vida para siempre.
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“Acá hacemos café en taza limpia y con orgullo sabemos que tenemos uno d ellos mejores cafés. Si bien centramos nuestras operaciones en Cauca, en el centro y norte del Valle, comenzando por Tuluá que es nuestra casa matriz, la proyección es a nivel nacional” comenta.
El café Costal campesino cuenta con el apoyo de la Mesa Nacional de Café, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), la Embajada de Noruega en Colombia, el Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz, la Misión de Verificación de las Naciones Unidas en Colombia y la ARN.
“Acá no hay techo. Queremos llenar al mundo, o donde más alcancemos, con el aroma de nuestro café. Las víctimas y exguerrilleros hemos creado un café pensado en la esencia d ellos colombianos; íntegramente cultivado y sostenible para cuidar el medio ambiente. Las comunidades locales que viven de primera mano nuestros procesos respaldan esta idea y por eso hemos conseguido un apoyo tan incondicional como el que tenemos”, resume Jonathan Sierra.