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Nacida en María La Baja (Bolívar), desde sus ocho años Ceferina Banquez ha sido una de las voces que mantiene viva la tradición del bullerengue en esta región de Colombia, un baile cantado que nació en los cimarrones de San Basilio de Palenque y de los negros esclavos que luchaban por su libertad. El bullerengue se instaló a la región de Urabá y los departamentos de Bolívar y Córdoba.
Al ser cantadora mantiene un acervo que nació en el siglo XVIII y a través del cual las mujeres, principalmente, narraban las historias de sus pueblos, recordaban dolores y viejas tristezas o animaban a los negros y negras que querían dejar atrás sus penas.
Ilustración de La Ché
"El bullerengue no se componía de palabras románticas, sino de dichos y de versos de cosas que pasaban", recuerda que le decían sus tías. Y a Ceferina lo que le pasó fue la guerra. Fue desplazada en 2001 de su finca en Guamanga, hechos que recuerda y narra cada vez que canta "Si yo me voy pa" Guamanga" y en su disco Cantos ancestrales de Guamanga, que en ganó en 2013 el Premio a la Dedicación del Enriquecimiento de la Cultura Ancestral de las Comunidades Negras, Raizales, Palenqueras y Afrocolombianas, otorgado por el Ministerio de Cultura.
Sus versos no solo le cantan al desplazamiento forzado y a la guerra de la que fue testigo, sino que también se convierten en símbolo de resistencia y de preservación de la cultura afrocolombiana. Su hija Guadalupe y una de sus nietas quieren conservar su legado y convertirse también en cantadoras.
Esta es su historia.