Posesión de Maduro: las claves de la encrucijada para Petro y la paz con el ELN

La influencia del vecino país en los diálogos con esa guerrilla es evidente desde hace años. Por eso, la posesión de Nicolás Maduro como presidente de Venezuela le pone un reto a Petro. El dilema no es menor: legitimar las cuestionadas elecciones o apartarse del régimen venezolano y, al tiempo, del garante más importante que tiene en ese diálogo de paz.

Cindy A. Morales Castillo
10 de enero de 2025 - 01:59 p. m.
La posesión de Maduro pone en el centro la influencia de Venezuela en los diálogos de paz que adelanta el gobierno de Gustavo Petro con la guerrilla del ELN.
La posesión de Maduro pone en el centro la influencia de Venezuela en los diálogos de paz que adelanta el gobierno de Gustavo Petro con la guerrilla del ELN.
Foto: Archivo Particular
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Venezuela no es un vecino cualquiera. En la política, y mucho más en la paz de Colombia ha sido, es y será un actor estratégico cuya participación o neutralidad (incluso su animadversión) puede alterar de manera significativa la dinámica del conflicto armado colombiano y sus posibilidades de resolución.

La influencia de Venezuela en los diálogos de paz con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN) es un tema histórico que trasciende los límites de la diplomacia convencional y se sitúa en un terreno complejo, determinado por la geografía compartida -casi 2.200 kilómetros de frontera (que ha servido como trinchera del grupo)-, los intereses políticos, y una densa red de relaciones históricas y sociales.

Este contexto es particularmente relevante de cara a la posesión de Nicolás Maduro nuevamente como presidente de Venezuela. Un hecho que pone al presidente Gustavo Petro y a su Gobierno frente a un complejo dilema político y diplomático que va más allá de la relación bilateral y podría afectar directamente las negociaciones con el ELN, además de influir en el panorama regional.

Desde la llegada de Petro al poder, la relación con el gobierno de Maduro ha sido objeto de escrutinio, tanto en el ámbito nacional como internacional. Petro asumió la presidencia con la promesa de buscar la “paz total”, un concepto ambicioso que implica negociaciones simultáneas con diferentes grupos armados, incluido el ELN.

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En este esquema, la participación de Venezuela ha sido clave desde el principio. Caracas fue elegida como una de las sedes para los ciclos de negociación y, el apoyo político del gobierno de Maduro -que también es un dilema- ha sido interpretado como una suerte de respaldo tácito al proceso.

Los retos de un respaldo controversial

Sin embargo, la situación actual presenta desafíos particulares. Las elecciones venezolanas del 28 de julio han sido objeto de controversia, con acusaciones de fraude y falta de transparencia. Mientras Maduro se declara vencedor, la oposición, encabezada por Edmundo González Urrutia, sostiene haber ganado los comicios y cuenta con el respaldo de parte de la comunidad internacional.

De hecho, sendas manifestaciones han sido convocadas por líderes como María Corina Machado, lo que refleja una inestabilidad que podría repercutir en su participación en las negociaciones. La tensión diplomática es tal que tanto Paraguay como Chile retiraron sus embajadores de Venezuela, por lo que consideran un “fraude” de Maduro.

Este contexto coloca al gobierno colombiano en una posición delicada. Por un lado, la asistencia a la posesión de Maduro podría interpretarse como un respaldo a su legitimidad, lo que podría generar tensiones con países que no reconocen su reelección.

Por otro lado, la ausencia podría afectar negativamente las relaciones bilaterales y, por ende, el papel de Venezuela como garante en los diálogos con el ELN (aunque según el senador Iván Cepeda, delegado de Petro en la mesa con la guerrilla, el país vecino seguirá con ese rol).

La decisión del presidente colombiano de enviar al embajador Milton Rengifo a la ceremonia de posesión de Maduro muestra un intento de equilibrar estas consideraciones. Al no asistir personalmente, Petro busca mantener una postura diplomática que no comprometa las relaciones con otros actores internacionales, mientras asegura la continuidad del apoyo venezolano en el proceso de paz.

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De hecho, solo este 8 de enero se conoció un pronunciamiento de Petro sobre la situación en Venezuela, pero no fijó una posición concreta más allá de aclarar que no romperá relaciones diplomáticas y ofrecer su apoyo para que el país encuentre una salida democrática.

Esta estrategia, sumada al envío de Rengifo a la ceremonia, no escapa a las críticas. Algunos sectores consideran que cualquier representación oficial en la posesión de Maduro podría ser vista como una legitimación de un proceso electoral cuestionado. Unas 500 figuras públicas, entre ellas el expresidente Juan Manuel Santos, han rechazado la asistencia de Colombia, a través del embajador.

Petro, ¿entre la espada y la pared?

“Me parece que mantener esa doble condición -de no reconocimiento y que vaya el embajador- a algunos les suena rara, pero a mí me suena pragmática y es la medida más sensata pensando en todo lo que está en juego. Por un lado, está todo el tema de los 2.200 kilómetros de frontera, por el otro el de garantizar un proceso de paz y uno que no es menor que es del tener casi 3 millones de inmigrantes acá. Creo que la salida que ha optado sobre todo el canciller, Luis Gilberto Murillo, es pragmática porque, entre otras cosas, no es tan sencillo para este gobierno simplemente decir que corta relaciones. Lo que pasó con Paraguay, lo que acaba de hacer el presidente Gabriel Boric con Chile de retirar su delegación diplomática por completo es muy costoso para nosotros”, explicó a Colombia+20 Gerson Arias, investigador de la Fundación Ideas para la Paz (FIP).

Hace unos días, la excanciller de Colombia, María Ángela Holguín, dijo en una columna publicada en este diario que la posición que adopte el Gobierno el próximo 10 de enero frente al nuevo Gobierno de Maduro en Venezuela y su reconocimiento sería “la gran pregunta de estos días”.

Su conclusión fue que “no sería raro que Petro decida que la esencia de la Doctrina Estrada -una que usa México y que establece que el Estado no debe intervenir en asuntos internos de otros países: interpretan que reconocer o no a gobiernos o regímenes no les corresponde- es lo que le conviene para justificar su decisión, con la cual no reconoce, pero mantiene el embajador, siguen las relaciones comerciales y sale de la crítica del 10 de enero”. Y agrega que “de esta forma, quedará atrapado, avalando una dictadura cada vez más brutal”.

La logística del proceso con el ELN y los vínculos con el régimen

Pero aquí, de nuevo, se debe poner en consideración un tema que no es menor: la participación de Venezuela como garante en las negociaciones con el ELN es esencial debido, entre otros temas, a la influencia que ejerce sobre este grupo armado.

Fuentes cercanas al proceso de paz con el ELN afirman que como la paz es una política de Estado, esa definición se extiende a la esfera de las relaciones exteriores. “La condición de garante de Venezuela no está puesta en duda” y “no dependen de las decisiones que tome el Gobierno con relación a lo que vaya a ocurrir en los próximos días en Venezuela”, dicen las fuentes.

Y agregan que el vecino país ha cumplido ese rol durante décadas. Dentro de los garantes, explican, Venezuela tiene el papel de ser el país que posibilita los tránsitos de la delegación del ELN bien sea hacia su territorio cuando se dan en Caracas los diálogos o ya sea hacia otros países, pues la delegación de la guerrilla confía en ese país para esa tarea.

Si ya no hubiera esa función logística, ambas partes tendrían un serio problema sobre el desplazamiento de la delegación del ELN. La frontera compartida y la presencia del ELN en territorio venezolano otorgan a Caracas una capacidad única para facilitar o entorpecer el proceso de paz.

Además, la colaboración de Venezuela es crucial para abordar temas como el control de la frontera, la seguridad regional y la lucha contra el narcotráfico, todos ellos interrelacionados con la actividad del ELN. No obstante, la situación interna de Venezuela, caracterizada por una crisis política y económica profunda, plantea interrogantes sobre su capacidad para desempeñar eficazmente el rol de garante. La falta de reconocimiento internacional del gobierno de Maduro por parte de algunos países podría limitar su influencia y credibilidad en el proceso de paz colombiano.

“El ELN sigue confiando en que Venezuela ejerza como garante en el proceso. Logísticamente, ha sido conveniente que se hagan todos los traslados desde allá o hacia allá. Me atrevería a decir que el 80% de la dirección nacional del ELN está del otro lado de la frontera y eso facilita las cosas. Ahora, sin eso, tocaría buscar a otro aliado que podría ser Cuba, pero eso también tiene sus implicaciones”, explica Arias.

Cuando el gobierno de Duque rompió el proceso con el ELN le pidió al gobierno cubano que entregara a la cúpula de la guerrilla, lo que no podía hacerse por los protocolos establecidos en la negociación. Cuba ingresó a la lista de países que apoyan el terrorismo por una petición del expresidente Iván Duque al gobierno de Trump. Ese antecedente podría hacer que Cuba no acepte.

Los escenarios que sea abren

La otra alternativa, dice Arias, podría ser que los ciclos se trasladen a Colombia, pero la guerrilla ha insistido en que no tiene garantías ni de seguridad ni jurídicas para ello.

Y otro punto que no es menor es el actual estado de esa negociación de paz que pasó de ser uno de los procesos estrella del Gobierno con avances lentos, pero significativos como la firma del acuerdo de participación, un cese al fuego -que ya terminó- y un compromiso de no realizar secuestros extorsivos -que también ya finalizó-, a ser un diálogo en el limbo.

En septiembre pasado, el Gobierno suspendió el proceso de paz tras un atentado en una base militar en Puerto Jordán, Arauca, que dejó 25 heridos y tres uniformados muertos. Desde entonces las delegaciones tuvieron dos encuentros, ambos en noviembre pasado, en los que hubo anuncios poco sólidos, por decir lo menos. Entre ellos, una petición de esa guerrilla para tener un nuevo modelo de negociación.

El pasado 25 de noviembre, al término de la segunda reunión, ambas partes acordaron una nueva reunión en enero de 2025, que aún no tiene fecha. Pero mientras el Gobierno quiere darle premura a este proceso, la respuesta del ELN parece ser la de siempre a la luz de las declaraciones de Pablo Beltrán, jefe negociador de esa guerrilla, en las que afirmaba que la meta es avanzar todo lo que se pueda hasta el 2026 y “dejar este proceso lo más avanzado posible para que próximos gobiernos le den continuidad”. En su momento, Petro le respondió que no creía que otros gobiernos hicieran la paz con el ELN.

“Que Petro no vaya va a tener una repercusión en el ELN y por ende en la mesa. Y cuando digo esto puede ser que siga pasando lo que ha pasado en los últimos meses. Dilatar todo. Es posible que se sigan haciendo reuniones extraordinarias, pero un nuevo ciclo, lo veo muy difícil”, afirma Arias.

En contexto: La ola de violencia del ELN ad portas de reunión de paz con Gobierno; ¿qué esperar?

A ese eventual coletazo de la ausencia de Petro hay que sumarle la desconfianza que ha creado la ola de ataques del ELN en el inicio de 2025, que ya cobraron la vida de dos soldados, el desplazamiento de cientos de familias, la incineración de un camión, el secuestro de varias personas, entre otros hechos violentos que no facilitan la búsqueda de soluciones a la crisis del proceso.

Para Carlos Ruiz Massieu, representante especial del secretario general de la ONU y jefe de la Misión de Verificación de la ONU -que es acompañante en el proceso de paz con el ELN- no solamente hay esperanza de que el proceso pueda avanzar, sino que reconoce que Venezuela ha sido un actor clave.

“Las dos reuniones que han tenido lugar para tratar las dificultades que han puesto a la mesa en crisis, nos siguen dando esperanza de que este proceso puede avanzar. Todavía queda tiempo en este gobierno para llegar a resultados concretos y esperamos que así sea. Sobre Venezuela, pues ha sido un actor clave, es un garante, ha sido sede de diferentes ciclos y creo que lo va a seguir siendo. Siempre hemos reconocido esa voluntad de Venezuela por apoyar los esfuerzos de paz de Colombia y esperamos que lo siga haciendo”, afirmó.

El nexo entre el ELN y el chavismo

La influencia de Venezuela en la paz de Colombia no solo se puede circunscribir a su rol como garante. Los vínculos entre las guerrillas colombianas y el chavismo han generado suspicacias sobre la verdadera naturaleza de la influencia venezolana en los procesos de paz.

Durante años, se han denunciado presuntos vínculos entre el régimen venezolano y el grupo guerrillero, incluyendo acusaciones de colaboración en actividades de contrabando y tráfico de drogas.

Estos vínculos, reales o percibidos, complican la narrativa del gobierno Petro al tratar de presentar a Venezuela como un socio neutral en las negociaciones. No obstante, Petro parece haber optado por una estrategia pragmática, alejándose de la confrontación y buscando un acercamiento que permita garantizar la continuidad de los diálogos.

¿Qué se puede esperar?

Y por último, la relación entre Colombia y Venezuela también está mediada por una historia compartida y por la presencia de millones de venezolanos que han migrado hacia Colombia en busca de mejores condiciones de vida: al menos 2,8 millones en el registro oficial de Migración sin contar quienes hicieron tránsito de manera irregular.

Petro ha tratado de proyectar una imagen de acogida e inclusión hacia los migrantes venezolanos, lo que contrasta con las políticas de rechazo y exclusión promovidas en su momento por sectores conservadores. Esta postura también refuerza su necesidad de mantener relaciones diplomáticas estables con Caracas, ya que la colaboración binacional es esencial para abordar problemas como el contrabando, el narcotráfico y la crisis humanitaria en la frontera.

El futuro de los diálogos de paz dependerá en gran medida de la capacidad del gobierno Petro para manejar esta situación con destreza diplomática y claridad estratégica.

Esto implica no solo mantener una relación funcional con Venezuela, sino garantizar que dicha relación no comprometa los principios fundamentales que guían su gobierno. Para ello, será crucial que Petro articule una política exterior, junto con su canciller Luis Gilberto Murillo -próximo a irse del Gobierno, pues suena con fuerza para las elecciones presidenciales y para el Congreso- que se logre equilibrar los intereses nacionales con las dinámicas internacionales, al tiempo que preserva la confianza en el proceso de paz.

En última instancia, la posición de Venezuela y Maduro en los diálogos con el ELN pone a Petro a enfrentar un equilibrio delicado, donde cada decisión tiene implicaciones tanto para la paz interna como para su proyección internacional.

La geografía compartida, los lazos sociales y las necesidades políticas obligan a una colaboración pragmática que, aunque controvertida, podría ser la clave para avanzar hacia una paz sostenible en Colombia.

En este contexto, se espera que el tratamiento sobre el régimen de Venezuela no sea solo una cuestión diplomática, sino una estrategia calculada que busque abrir nuevas oportunidades para este y otros procesos de paz.

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Cindy A. Morales Castillo

Por Cindy A. Morales Castillo

Periodista con posgrado en Estudios Internacionales. Actualmente es la editora de Colombia+20 de El Espectador y docente de Narrativas Digitales de la Universidad Javeriana.@cinmoralejacmorales@elespectador.com

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rodrigo(82201)Hace 35 minutos
Ciny bala es lo que quierese pero con muertos ajenos a sus afectos
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