“Preocupa el ruido que nos arma el fiscal”: “Timochenko”

Desde El Diamante, finca de la que salió “Romaña”, Rodrigo Londoño, el jefe de la FARC, llama a sus excombatientes a la calma y pide que les cumplan con el acuerdo.

Gloria Pinilla-Especial para El Espectador
21 de septiembre de 2018 - 11:00 a. m.
Rodrigo Londoño, jefe del Partido FARC, hizo un recorrido por varios espacios de reincorporación.  / José Miguel Sierra
Rodrigo Londoño, jefe del Partido FARC, hizo un recorrido por varios espacios de reincorporación. / José Miguel Sierra
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Tras un recorrido de cinco días por varios de los espacios donde sus excombatientes hacen el tránsito hacia la vida civil, Rodrigo Londoño, jefe del ahora partido FARC, visitó el nuevo punto de reagrupamiento del que salió hace unas semanas Henry Castellanos Garzón, conocido como Romaña. Su llegada al sitio El Diamante, ubicado en la vereda El Vergel, en el municipio de Uribe, Meta, no causó mayor revuelo entre los casi 300 exguerrilleros que siguieron su rutina, dispersos en los cultivos de hortalizas y peces, el criadero con casi 100 marranos, los pastizales con las 500 cabezas de ganado y su mayor apuesta, los cultivos de maíz y girasol.

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Timo, como le dicen todos, llegó el pasado viernes rodeado de cuatro camionetas, una docena de escoltas y su jefe de prensa a calmar los ánimos de los militantes de su partido, en medio de las fuertes críticas que varios de sus excomandantes le han hecho de manera pública por la forma como viene liderando este proceso. Justamente desde este mismo lugar, el propio Romaña lo cuestionó en una entrevista concedida a este diario. Aquí pudo apreciar que las 12 hectáreas sembradas de girasol ya están convertidas en 30 toneladas de silo y que ya se están empezando a cosechar las 200 hectáreas de maíz. Y también comprobó que, aunque no esté de cuerpo presente, el liderazgo de Romaña sigue intacto. El Viejo, como le dicen los muchachos, está cerca y se comunica constantemente con los líderes de este espacio.

¿Cuál es su mensaje en esta correría?

El mensaje es de optimismo y de entusiasmo, a pesar de las dificultades. El Estado no ha cumplido con la reincorporación, entonces la gente no tiene norte y las dificultades se multiplican, se hacen más pesadas. Tengo entendido que el nuevo Gobierno va a restablecer la institucionalidad creada en el Acuerdo, a ver si se rectifica lo que no se está haciendo bien.

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¿Qué espíritu ha encontrado entre sus militantes?

Entusiasmo de la gente. Esta es una posibilidad de dar información. Una de las dificultades en las diferentes zonas es la falta de conectividad: la internet no llega o es muy mala. Eso hace que la gente no esté bien informada y en detalle. Estas visitas me posibilitan dar información, aunque estoy quedando desinformado porque como no hay señal, no sé qué está pasando (risas).

Los excombatientes dicen que la falta de vías, pone en peligro la comercialización de los productos.

Exactamente. En el primer punto está planteado acompañar ese tema con carreteras, para que la gente saque sus productos, las escuelas, los centros de salud. Y es muy triste. Pasé por esta misma carretera hacia la Julia y es la misma trocha de hace 15 años.

Por otro lado, ¿Qué significa que haya nuevas zonas de agrupamiento?

Esa es la creatividad de la gente por sacar adelante los proyectos. La Pista, de donde acabo de venir, es un nuevo sitio de agrupamiento. Ahí está la gente entusiasmada. Eso les permite llegar a los espacios de donde salieron y estar con la comunidad con la que se encontraba en la guerra, con sus familiares.

¿Cómo ve el futuro de losespacios de reincorporación?

Recuerde el nombre: son Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación. No son espacios para quedarnos eternamente, son para capacitar la gente en función de la reincorporación, de los proyectos productivos. De acá podemos salir en función de un proyecto productivo al otro lado de la serranía.

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¿Cómo ha visto, en particular, a El Diamante?

Si usted va a todas las zonas ve a la gente tratando de salir adelante, comprometida con el proceso. Ese es el mensaje que tratan de distorsionar los que no quieren la paz, los que quieren que continúe la guerra. Esos hechos muestran que el conjunto de nuestra gente, mandos y combatientes, está empeñado en sacar adelante este proyecto.

¿Y el balance de estas visitas?

Es de optimismo, que se acrecienta cuando logramos explicar y dar esa información que se desconoce. Tenemos que presionar mucho al Gobierno, porque sí hay deserciones, sí hay gente que se ha marginado. Eso es triste. Esa es una de las cosas que estoy tratando de impulsar para que les demostremos que sí hay futuro.

¿Qué es lo que más le preocupa?

Hay muchos obstáculos con la posibilidad de estudiar. Quienes lograron hacer el bachillerato están pensando cómo hacer una carrera universitaria. Esa es una gran preocupación.

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¿Y la seguridad jurídica?

Hay preocupación por tanto rumor y por tanto ruido que nos arma el fiscal. Eso genera desconfianza a cada rato. Pero hay que decirle a la gente que este señor no tiene el poder en su mano para volver trizas lo que estamos haciendo. La gente tiene temores de que les van a cobrar lo que pasó en la guerra. El llamado es a que (el fiscal) no genere esos ruidos innecesarios y sin fundamento.

¿Otro temor?

Que se cumplan las fechas y se acabe la bancarización y la comida. Se partió de la idea de empezar los proyectos para que la gente se capacitara en ellos, mientras recibían para el mantenimiento y sostenimiento. Entonces se acaba la bancarización -que es bien poquita- y se acaban los poquitos granos de arroz que traen. Esperamos que el presidente Duque se amarre los pantalones.

¿Cómo ha sido volver a esta zona ya sin el fusil?

Yo creo que una reunión como en la que participé con las autoridades civiles y militares, los presidentes de las Juntas de Acción Comunal, con los representantes del colegio, el rector, no hubiera sido posible en medio de la guerra. El no tener el fusil al hombro permite participar en ese tipo de reuniones en las que se busca darles solución a las problemáticas de la comunidad.

¿Cómo superar el ruido que genera la salida de los comandantes?

Por eso estoy hablando con la gente, respondiendo a los interrogantes, siendo sincero con ellos. En la guerra era más duro. Cuando desertaba alguno del mando que dejaba una unidad sola, era la vida de la gente. Esas situaciones se daban y se superaban. Ahora se superan sin el riesgo de que se muera la gente.

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¿Qué le dice a la sociedad civil?

Que crea, que esté convencida de que este es el camino. Debemos trabajar en la reconciliación. La confrontación dejó heridas muy profundas de lado y lado. Sanarlas no es fácil. En medio de la confrontación la estigmatización del otro cumplió un papel determinante.

¿La vinculación con la comunidad es un paso para hacer la paz?

Claro. La población que estaba alrededor, que no era combatiente y que sufrió los rigores de la guerra, debe ahora sentir los efectos de la paz, gracias a iniciativas impulsadas por nuestros combatientes.

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Por Gloria Pinilla-Especial para El Espectador

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