“La Niebla de la Paz”: el relato de los exguerrilleros de las Farc llega al cine

Este jueves 23 de febrero se estrena en Colombia esta película, que documenta los últimos meses de los guerrilleros de base antes de la firma del Acuerdo de Paz y el detrás de cámaras de las negociaciones en La Habana. Colombia+20 habló con los protagonistas, el director y la productora del filme.

Julián Ríos Monroy
23 de febrero de 2023 - 05:21 p. m.
Wilson Ramírez fue conocido en la guerra como Teófilo González.  En 2017 publicó el libro 'Adiós a las armas', con memorias sobre la vida en la guerrilla y el tránsito a la vida civil.
Wilson Ramírez fue conocido en la guerra como Teófilo González. En 2017 publicó el libro 'Adiós a las armas', con memorias sobre la vida en la guerrilla y el tránsito a la vida civil.
Foto: Cortesía La Niebla de la Paz
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La carcasa de un radio desvencijado y el rostro cobrizo de Teo son lo único que resalta en el encuadre. De resto, todo es verde: la camiseta que lleva puesta, el uniforme camuflado colgado detrás suyo, las lonas que cubren la habitación, el pedazo de monte que alcanza a colarse en el fondo. Su mirada vacila mientras le habla a la cámara, pero su voz va segura: “Uno siempre lee biografías de los grandes: Simón Bolívar, el Ché Guevara, Manuel Marulanda… Pero yo me pongo a pensar que esos personajes han llegado a ser grandes por los que están abajo. Esos de abajo, que han muerto y han regado con su sangre esta tierra, casi no aparecen. Y claro, yo no soy un escritor, soy un campesino, pero la idea de escribir es que no quedemos borrados de la historia”.

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La escena, grabada en las montañas del suroccidente colombiano en 2016, es una de las primeras de La Niebla de la Paz, una película documental -dirigida por Joel Stängle y producida por Carolina Campos- que se estrena en Colombia este 23 de febrero y retrata el tránsito a la vida civil de dos guerrilleros de las extintas Farc.

Uno es Boris Guevara, que desde su ingreso a ese grupo armado hizo parte de los equipos de comunicaciones y aparece en la película justamente en ese mismo rol: filmando los momentos clave de las negociaciones de paz de La Habana, entre los máximos comandantes de las Farc y el gobierno colombiano.

El otro protagonista es Teófilo González (Teo), quien busca una caleta llena de archivos audiovisuales de la guerra, mientras escribe las memorias de sus compañeros en el campamento.

Así se construyó la película

A eso se dedicaba Teo cuando conoció a Stängle, a escribir para que él y sus compañeros no quedaran borrados de la historia. Ese “señor alto, flaco, que estaba filmando todo con una cámara” conoció su interés por la escritura, leyó apartes de su libro y tres meses después le propuso participar en la película.

Para entonces, Boris ya llevaba cerca de cuatro años documentando en video la negociación en La Habana, y dos trabajando con el director en La Niebla de la Paz. Su acceso privilegiado al detrás de cámaras de la mesa de diálogos de paz le permitió grabar un material inédito que muchos perseguían, pero él tenía claro cómo debía ser utilizado.

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“En los documentales, por la arrogancia de los directores, solemos decir que ‘le damos voz’ a alguien, pero en este caso fueron Teo y Boris quienes me dieron a mí las herramientas para ponerlo todo en imágenes. Lo que nos unió fue que cada uno tenía un interés por la memoria”, cuenta Stängle, un estadounidense de origen alemán que ha autoproducido, filmado y editado un puñado de proyectos sobre multiculturalismo y memoria en Europa y América, incluyendo Tranquilandia: la guerra contra el campesino colombiano, que salió a la luz en 2014.

Apenas unos meses después del estreno de esa película, el director y Boris empezaron a planear un nuevo documental que retratara el proceso de paz que estaba en marcha desde la mirada de los guerrilleros de base. No contaron con ninguna financiación externa, era un desafío, sí, pero también una garantía de libertad que supieron aprovechar.

“Para mí fue una catarsis, la oportunidad de preguntarnos muchas cosas sobre lo que estaba pasando y lo que vendría. Pudimos mostrar la cotidianidad de la guerrillerada en los campamentos, pero también cómo la comandancia veía ese mundo, qué pasaba con quienes negociaban, cómo fueron las rupturas del partido político (Comunes), las discusiones que llevaron a que a muchos nos expulsaran, el regreso de compañeros que se fueron al monte…”, dice Boris, y resalta que “a los excombatientes pocas veces se les escucha desde su propia experiencia, no interpretados ni reinterpretados por externos”. En 85 minutos, La Niebla de la paz abrió la ventana a escuchar ese relato.

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En una de las secuencias de la película, sobre el día a día en La Habana, los pasos de Boris se escuchan mientras graba un pasillo del recinto de negociaciones y suelta una reflexión desprevenida: “Este es otro campo de batalla complejo, como otra parte. Uno se imagina en paralelo qué estarán haciendo los muchachos allá en la montaña”.

Lo que para él era un pensamiento a 2.000 kilómetros de distancia, el espectador lo encuentra de inmediato. Aparecen las largas caminatas de la guerrillerada para moverse de campamento en campamento, las entrevistas de Teo recogiendo las memorias de los marquetalianos, el testimonio del guerrillero al que enterraron vivo y se salvó, de la guerrillera que perdió a su compañero en combate y aún lo llora, de la que vio en la insurgencia el único escape a la violencia intrafamiliar y del Estado, los anuncios que llegaban desde Cuba, las ilusiones que se formaban sobre el futuro, y también las desesperanzas que generaban los tropiezos de la negociación.

Aparecen las caras largas y las miradas perdidas de la noche del 2 de octubre del 2016, cuando por un estrecho margen ganó el ‘No’ en el plebiscito para refrendar la negociación de paz de La Habana. Aparece una combatiente narrando lo que sintió: “Es duro porque uno tiene muchas ilusiones y le acaban los sueños de seguir adelante, de ponerle un fin a la guerra y ya, porque uno también está cansado de estar correteado y correteando”.

Todo aquello por lo que la película fue aplaudida en el Festival de Cine de Biarritz, en Francia -donde resaltaron su “entrada privilegiada a la cotidianidad de los excombatientes”-, se yuxtapone con los momentos cruciales de los diálogos entre la comandancia guerrillera y la delegación del Gobierno, lo que vino después de la firma del Acuerdo Final, los desafíos de transitar de las armas a la vida civil, de pasar del monte a la ciudad, y se alimenta con un material de archivo que permite comprender buena parte de la historia y evolución de las últimas seis décadas de guerra en Colombia.

La socióloga Carolina Campos, quien produjo el documental, asegura La Niebla de la Paz logra “mostrar, a través de la historia de Boris, el macrocontexto del conflicto a grandes rasgos, el proceso de paz como coyuntura y el inicio de la implementación; y a través de Teo, las microhistorias de sus protagonistas en los campamentos”. Para Campos, que se internó por meses en la selva junto a Stängle durante la filmación de la película, uno de los principales retos fue juntar el rompecabezas del contexto para lograr que se entendiera.

“En Colombia hay una ignorancia tremenda sobre el conflicto y los procesos de paz. A veces, lo que algunos quisieran oír desde los excombatientes está guiado de una manera, pero eso no es real. Acá tratamos de mostrar diferentes posturas, de hacer autocrítica. No tener financiación de nadie nos dio toda la libertad: sabemos que generamos incomodidad en algunas partes, pero este es el resultado, que consideramos es muy honesto”, cuenta la productora.

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Todo eso es lo que marca la principal diferencia entre este y otros documentales sobre el proceso de paz con las Farc. No se trata de una narración desde la óptica del Gobierno ni del Secretariado de las Farc ni de un periodista externo. Son las miradas, voces y sentires de los exguerrilleros apuntando a la memoria como foco.

“El rol de Joel fue muy importante para hacer que el documental se entienda. Nosotros como excombatientes hablamos de cosas dando por hecho, volvemos todo un panfleto de sublevación y agitación, porque en eso estuvimos durante muchos años, pero acá lo que tratamos fue de cumplir el deber de rescatar esos materiales para que no se olviden, porque eso sería gravísimo para la memoria histórica del país, y de dar una visión un poco más crítica del proceso de reincorporación”, dice Boris.

Se trata de una visión crucial en un momento en el que varios excombatientes sienten que no solo el Estado, sino sus antiguos comandantes en la guerrilla, los abandonaron a su suerte en el tránsito de las armas a la vida civil.

Una frase de Teo lo resume en la película: “Toda la vida luchando por el campo, y ahora estoy luchando para sobrevivir en la ciudad. El régimen es rebuscarse la vida las 24 horas. Hay incertidumbre: nos van a citar o nos van a matar. En medio de esto seguimos: vivimos en la niebla de la paz”.

Un recuerdo del 2016, cuando la firma del Acuerdo estaba por materializarse, aún le ronda la cabeza. Él y otros 80 guerrilleros iban saliendo de la zona del cañón del Naya hacia La Elvira, Cauca. Transitaban esa trocha que fue epicentro de guerra por décadas y empezaron a imaginarse que, con la paz, la vía sería pavimentada.

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Unos se soñaban aprendiendo a manejar la maquinaria amarilla para trabajar en esas obras; otros, que sabían de electricidad, decían que podían ayudar a llevar energía a esas veredas olvidadas. Los médicos que se las ingeniaban para hacer cirugías complejas en medio del monte pensaban en validar sus saberes, estudiar y ejercer. Pero poco o nada de eso se cumplió: los territorios abandonados por ellos fueron copados por otras estructuras armadas y las posibilidades de entrar a universidades se convirtió en una lotería a la que muy pocos han podido acceder.

Abrir la discusión sobre los retos de la reincorporación

La Niebla de la Paz se estrena en las salas de cine independiente del país luego de una espera de tres años. Todo estaba listo para su estreno en 2020, pero la pandemia se atravesó y cambió los planes. La película llega a Colombia después de haber sido presentada y premiada en festivales de cine de Estados Unidos, Francia, Austria, Noruega, Italia, Alemania, entre una lista extensa de países.

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Una primera presentación no oficial se hizo el sábado 18 de febrero en Viotá, Cundinamarca, donde se reunieron excombatientes de las Farc y víctimas de esa guerrilla y del Estado para verla. Luego de la presentación de este jueves en la Cinemateca Distrital de Bogotá empezará una gira por Cali, Medellín, Pereira, Barranquilla, Popayán y varias comunidades rurales afectadas por el conflicto (a muchas otras no se podrá llegar porque fueron tomadas por grupos disidentes y herederos del paramilitarismo).

“Queremos hablar con las víctimas, con los militares, con las entidades del Estado responsables de la reincorporación, gente con otras visiones para conversar de estos temas. Y también esperamos que el documental sea un pretexto para volvernos a encontrar con los excombatientes, saber cómo va su vida en lo civil, porque en muchos lugares ya nadie sabe de nadie”, dice uno de los protagonistas.

Una de las preguntas que nunca faltaron en las giras internacionales de La Niebla de la Paz fue cómo se había recibido la película en Colombia. Ahora, por fin, podrán responderla.

Julián Ríos Monroy

Por Julián Ríos Monroy

Periodista y fotógrafo. Es subeditor de Colombia+20 y profesor de cátedra en la Universidad del Rosario.@julianrios_mjrios@elespectador.com

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