“Puercas y bandidas”: agresiones a mujeres que hacen en política en el Caribe
Relatos de dos lideresas del Caribe que se han enfrentado a los códigos machistas de hacer política en su región.
Un liderazgo que hace frente a las calumnias
“Por mucho trabajo que hagas, los que terminan tomando decisiones son los que tienen el poder”, se lamenta desde Cartagena la psicóloga Lidy Ramírez, puntualizando que el poder, en la costa Caribe, lo manejan a su antojo los hombres de los clanes políticos.
Intentar romper esa lógica le costó una feroz oposición de la que aún es víctima, con insultos, agresiones, amenazas y estigmatizaciones en redes sociales. Según Ramírez, una vez su liderazgo tomó fuerza empezaron los comentarios: “¿esta aparecida quién es?, esta tiene que hacer fila, es la amante de fulanito, seguramente es una recomendada, y por eso es que esta aquí como una aparecida”, agresiones y comentarios que tienen un único propósito “desconocer a la mujer en su rol político por el simple hecho de ser mujer”.
Lidy Ramírez no venía de ninguna militancia, ni de izquierda, ni de derecha, pero decidió ingresar a la política en 2016 en una campaña autogestionada de apoyo al Sí en el plebiscito por la paz. Ella y otras personas que tampoco tenían una tradición en la política comenzaron a encontrarse con sectores progresistas de Cartagena, pero allí estuvo su mayor sorpresa: “no esperaba encontrarme con esas lógicas violentas dentro de un movimiento alternativo”, asegura, “fue un choque”.
En contexto: Lea acá el especial completo ‘Las mujeres escribimos la historia’
Dice que ya estaban acostumbrados a “una derecha que mentía y nos enfrentamos a eso y no le teníamos miedo, pero cuando nos metimos al progresismo organizamos un evento en Cartagena con Gustavo Petro y desde ahí aparecieron los ataques de líderes y lideresas en la izquierda.
De acuerdo con un estudio del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria, en Colombia el 63% de las mujeres que participan de la política fueron víctimas de agresiones específicas en su ejercicio, el 47% de los responsables son colegas y 34% miembros de su propio partido. La violencia simbólica es la más común, según el IHDM.
En su último informe de violencia política contra mujeres en Colombia la Misión de Observación Electoral (MOE) registró 103 casos en 2020 y un ligero aumento de 115 casos en 2021. La mayoría de casos son amenazas en razón de su actividad, aunque también se registran atentados, asesinatos e incluso desapariciones.
Lidy Ramírez se describe a sí misma como una mujer joven, racializada, negra, cuyo origen viene de sectores empobrecidos. Eso en la costa Caribe es disruptivo, según ella, pues para ejercer la política en la región “las mujeres llevan la voz de un hombre: la esposa de, la hija de, mi liderazgo está fundamentado en mis criterios, no soy la voz de un varón, eso significa que no hay respaldo de un macho o un patrón político”.
Las agresiones en su contra van desde amenazas por redes sociales hasta publicaciones en prensa y difamaciones en las que siempre se apela a su condición de mujer para desacreditarla: unas veces acusándola de ser la amante de caciques, otra señalándola de ser la testaferra de su ex esposo, otras simplemente agrediéndola con insultos machistas como “puerca” y “bandida”, como lo hizo Eva Durán, una conocida influenciadora y animalista cartagenera, cercana a las candidaturas de Gustavo Petro, quién hizo circular un audio viral en redes sociales con dichos insultos, además, acusándola sin pruebas de haberse robado dineros de campaña en el 2018.
Lea: Un grito de auxilio para que no asesinen a las mujeres del Catatumbo
“Yo he sido incómoda desde que empecé en la política por no someterme a las mafias”, asegura Ramírez, quien fue candidata al Concejo Municipal de Cartagena en 2019. “Siempre he hablado fuerte y he hablado claro, no me cuesta denunciar a las personas con nombre propio. Yo no estoy en ese espectro político que siempre ha tenido el poder. Ellos me ven como una figura de amenaza”.
Entre todas las calumnias de las que ha sido objeto una de ellas es particularmente curiosa: la acusaban en redes sociales de estar vinculada con clanes paramilitares, además, señalaban a su ex pareja de ser cercano a la condenada empresaria paramilitar Enilce López “La Gata”, algo que Ramírez desmiente, aclarando que ella misma es víctima de los paramilitares, cuando salió desplazada de Sincé, Sucre, por la violencia.
Esas acusaciones “las reproducían por los medios de comunicación, los hombres empezaron a instrumentalizarlas en un ataque sistémico”, dice.
Hoy Lidy Ramírez continúa liderando actividades de la Colombia Humana en Cartagena y el Caribe, pero tiene claro que “más que obedecer los estatutos de un partido, yo obedezco mis criterios”. Su forma de superar los señalamientos, las calumnias y las agresiones ha sido precisamente reafirmar que tiene una agenda propia, que no depende de ningún hombre poderoso, sino de sus convicciones e ideales, por eso mismo su liderazgo, paradójicamente, se ha fortalecido después de los ataques. Como ella misma dice no es “la mujer de, ni la hija de, ni la hermana de...”. Y esa proyección propia, que no depende de nadie más sino de su propio trabajo, la ha hecho más fuerte.
Vea también: Los horrores de la guerra que vivieron barrios de Cúcuta
La lucha de una edilesa en La Guajira
Johanna Osorio ingresó a la política electoral en 2018 con el Partido Colombia Humana, pero su activismo venía de antes: “inicié en mi barrio, con mi familia, oponiéndome a los malos servicios públicos en Maicao”, cuenta, mientras hace memoria que la experiencia de vivir doce años en Bogotá le sirvió para entender que no es normal que el suministro de agua domiciliaria se suspenda cada semana o que las fallas en el servicio de luz eléctrica sean el pan de cada día, como suele ocurrir en el Caribe.
Esa consciencia de que las cosas pueden ser diferentes la llevó al activismo cuando regresó a la costa y vivió la precariedad nuevamente en carne propia.
Desde entonces su lucha estuvo ligada a buscar transformaciones para su comunidad, pero también a las coyunturas electorales. Osorio se vinculó de lleno con la consulta anticorrupción del 2018, luego con las elecciones atípicas en la alcaldía de Riohacha y apoyó los paros nacionales en 2019 y 2021. También ha sido cercana a las luchas de sindicalistas y por los derechos humanos.
Todo esto la llevó a postularse como edilesa de la comuna dos del municipio de Maicao en una lista conjunta de la Colombia Humana con la Unión Patriótica, para asumir lo que ella llama el reto de “hacer una política diferente, crítica, argumentada y propositiva”.
En el segundo año de su labor como edilesa fue elegida presidenta de la Asociación de Ediles de Maicao, porque quería “entrar al activismo político desde los partidos y las comunidades y no desde la casa como lo hacía antes”.
Ahí empezaron los ataques y agresiones contra ella, cuando empezó a ejercer oposición al alcalde Mohamad Jaafar, quien, aunque fue electo por un partido alternativo, viene de una corriente política tradicional.
“El alcalde se refería a mí de una forma bastante déspota por mi liderazgo”, asegura Osorio. “Yo no me conformaba con escuchar lo que él decía ante la comunidad, yo me documentaba y luego salía a decir las cosas que en verdad estaban pasando, donde se evidenciaban anomalías”.
Le puede interesar: Las mujeres cuidadoras de la Primera Línea
Johanna Osorio en su rol de veedora encabezó denuncias en redes sociales y emisoras, lo que dice que le ha traído la animadversión de los grupos políticos tradicionales, que la ven como una líder incómoda: “esto nunca se había visto aquí en el municipio, los ediles son bastante ajenos a la realidad social”.
Entre los ataques que Osorio sostiene haber experimentado hay desde insultos machistas y amenazas de muerte, como las que recibió firmadas por la banda criminal Los Pachenca el pasado 25 de agosto vía WhatsApp mientras viajaba de Bogotá a Maicao, lo que fue desestimado incluso por uno de sus propios compañeros de partido, quién dijo que ella no representaba ningún liderazgo como para que mereciera ser amenazada.
Johanna también ha vivido hostigamientos sutiles, como que le apaguen el micrófono en los actos públicos para impedirle usar la palabra, o que le negaran los viáticos para asistir a un congreso nacional de ediles, por lo cual ella tuvo que hacer una colecta con alcancías que molestó mucho al alcalde, quien en un programa de la Emisora Frontera llegó a acusarla sin pruebas de que ella lo estaba extorsionando. “En pueblo chiquito, infierno grande”, dice Osorio citando el famoso refrán, “es normal que en las reuniones clasifiquen a las personas según su grupo político”.
“Ha sido una persecución durante todo este tiempo”, dice Johanna Osorio, asegurando que ha bloqueado a más de cien personas en sus redes sociales “porque salían todos en gallada a atacarme, me trataban con injurias de que yo me acostaba con otros hombres”.
La agresión a las mujeres que ejercen la política no es una práctica exclusiva de un sólo partido, ni tiene que ver con afinidades ideológicas o corrientes determinadas de izquierda o de derecha, al contrario, es un fenómeno generalizado que afecta a todos los partidos por igual. De acuerdo con el Consejo Nacional Electoral, que hizo un diagnóstico en su documento Ruta Pedagógica, Preventiva e Institucional para la Atención de la Violencia Contra Mujeres en Política en Razón de Género, esta violencia “es una de las expresiones más importantes de las limitaciones, frenos y barreras que, en diferentes formas y matices, deben enfrentar gran parte de las mujeres que se aventuran a competir por los cargos de elección y a ejercer los mismos”.
Tampoco es un fenómeno que afecte sólamente a mujeres que inician sus carreras, pues este mismo documento asegura que “todas las mujeres en mayor o menor medida, enfrentan barreras importantes para acceder a la política y permanecer en ella, es decir, para ejercer con plenitud sus derechos políticos. Estas barreras están revestidas de obstáculos legales del propio sistema político, de una cultura patriarcal que domina los partidos y movimientos como los principales vehículos de conformación del poder y de estereotipos de género que predominan en el debate público y democrático”.
Johanna, que no se ha dejado amilanar ni por las amenazas de los grupos armados, ni por las agresiones de sus opositores políticos, hoy continúa su proceso más fuerte que nunca. Durante diciembre recorrió Maicao y realizó gestiones en otras partes del país para lograr colectas y donaciones de juguetes que esperaba llevar a los barrios más populares de la ciudad, con una meta de recolectar más de mil juguetes.
El 25 de noviembre de 2022, día de la No Violencia contra la mujer Osorio publicó un video en sus redes sociales reafirmando su compromiso con el liderazgo que ejerce: “hoy es un día para que todas las mujeres recordemos que no es una batalla que vinimos a perder, sino que somos las protagonistas de escribir nuestra propia historia. La violencia no nos va a dejar en paz fácil, pero debemos sacar nuestra valentía y salir de ella. Las mujeres somos la fuerza del futuro [...] el derecho a una mujer ser libre no es negociable”.
Vea: Lo que viven las migrantes en Nariño
*Esta nota fue realizada con una lideresa de Bolívar en el marco de varios productos periodísticos construidos con lideresas sociales de Santander, Córdoba, Sucre y Cundinamarca con apoyo del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.
Un liderazgo que hace frente a las calumnias
“Por mucho trabajo que hagas, los que terminan tomando decisiones son los que tienen el poder”, se lamenta desde Cartagena la psicóloga Lidy Ramírez, puntualizando que el poder, en la costa Caribe, lo manejan a su antojo los hombres de los clanes políticos.
Intentar romper esa lógica le costó una feroz oposición de la que aún es víctima, con insultos, agresiones, amenazas y estigmatizaciones en redes sociales. Según Ramírez, una vez su liderazgo tomó fuerza empezaron los comentarios: “¿esta aparecida quién es?, esta tiene que hacer fila, es la amante de fulanito, seguramente es una recomendada, y por eso es que esta aquí como una aparecida”, agresiones y comentarios que tienen un único propósito “desconocer a la mujer en su rol político por el simple hecho de ser mujer”.
Lidy Ramírez no venía de ninguna militancia, ni de izquierda, ni de derecha, pero decidió ingresar a la política en 2016 en una campaña autogestionada de apoyo al Sí en el plebiscito por la paz. Ella y otras personas que tampoco tenían una tradición en la política comenzaron a encontrarse con sectores progresistas de Cartagena, pero allí estuvo su mayor sorpresa: “no esperaba encontrarme con esas lógicas violentas dentro de un movimiento alternativo”, asegura, “fue un choque”.
En contexto: Lea acá el especial completo ‘Las mujeres escribimos la historia’
Dice que ya estaban acostumbrados a “una derecha que mentía y nos enfrentamos a eso y no le teníamos miedo, pero cuando nos metimos al progresismo organizamos un evento en Cartagena con Gustavo Petro y desde ahí aparecieron los ataques de líderes y lideresas en la izquierda.
De acuerdo con un estudio del Instituto Holandés para la Democracia Multipartidaria, en Colombia el 63% de las mujeres que participan de la política fueron víctimas de agresiones específicas en su ejercicio, el 47% de los responsables son colegas y 34% miembros de su propio partido. La violencia simbólica es la más común, según el IHDM.
En su último informe de violencia política contra mujeres en Colombia la Misión de Observación Electoral (MOE) registró 103 casos en 2020 y un ligero aumento de 115 casos en 2021. La mayoría de casos son amenazas en razón de su actividad, aunque también se registran atentados, asesinatos e incluso desapariciones.
Lidy Ramírez se describe a sí misma como una mujer joven, racializada, negra, cuyo origen viene de sectores empobrecidos. Eso en la costa Caribe es disruptivo, según ella, pues para ejercer la política en la región “las mujeres llevan la voz de un hombre: la esposa de, la hija de, mi liderazgo está fundamentado en mis criterios, no soy la voz de un varón, eso significa que no hay respaldo de un macho o un patrón político”.
Las agresiones en su contra van desde amenazas por redes sociales hasta publicaciones en prensa y difamaciones en las que siempre se apela a su condición de mujer para desacreditarla: unas veces acusándola de ser la amante de caciques, otra señalándola de ser la testaferra de su ex esposo, otras simplemente agrediéndola con insultos machistas como “puerca” y “bandida”, como lo hizo Eva Durán, una conocida influenciadora y animalista cartagenera, cercana a las candidaturas de Gustavo Petro, quién hizo circular un audio viral en redes sociales con dichos insultos, además, acusándola sin pruebas de haberse robado dineros de campaña en el 2018.
Lea: Un grito de auxilio para que no asesinen a las mujeres del Catatumbo
“Yo he sido incómoda desde que empecé en la política por no someterme a las mafias”, asegura Ramírez, quien fue candidata al Concejo Municipal de Cartagena en 2019. “Siempre he hablado fuerte y he hablado claro, no me cuesta denunciar a las personas con nombre propio. Yo no estoy en ese espectro político que siempre ha tenido el poder. Ellos me ven como una figura de amenaza”.
Entre todas las calumnias de las que ha sido objeto una de ellas es particularmente curiosa: la acusaban en redes sociales de estar vinculada con clanes paramilitares, además, señalaban a su ex pareja de ser cercano a la condenada empresaria paramilitar Enilce López “La Gata”, algo que Ramírez desmiente, aclarando que ella misma es víctima de los paramilitares, cuando salió desplazada de Sincé, Sucre, por la violencia.
Esas acusaciones “las reproducían por los medios de comunicación, los hombres empezaron a instrumentalizarlas en un ataque sistémico”, dice.
Hoy Lidy Ramírez continúa liderando actividades de la Colombia Humana en Cartagena y el Caribe, pero tiene claro que “más que obedecer los estatutos de un partido, yo obedezco mis criterios”. Su forma de superar los señalamientos, las calumnias y las agresiones ha sido precisamente reafirmar que tiene una agenda propia, que no depende de ningún hombre poderoso, sino de sus convicciones e ideales, por eso mismo su liderazgo, paradójicamente, se ha fortalecido después de los ataques. Como ella misma dice no es “la mujer de, ni la hija de, ni la hermana de...”. Y esa proyección propia, que no depende de nadie más sino de su propio trabajo, la ha hecho más fuerte.
Vea también: Los horrores de la guerra que vivieron barrios de Cúcuta
La lucha de una edilesa en La Guajira
Johanna Osorio ingresó a la política electoral en 2018 con el Partido Colombia Humana, pero su activismo venía de antes: “inicié en mi barrio, con mi familia, oponiéndome a los malos servicios públicos en Maicao”, cuenta, mientras hace memoria que la experiencia de vivir doce años en Bogotá le sirvió para entender que no es normal que el suministro de agua domiciliaria se suspenda cada semana o que las fallas en el servicio de luz eléctrica sean el pan de cada día, como suele ocurrir en el Caribe.
Esa consciencia de que las cosas pueden ser diferentes la llevó al activismo cuando regresó a la costa y vivió la precariedad nuevamente en carne propia.
Desde entonces su lucha estuvo ligada a buscar transformaciones para su comunidad, pero también a las coyunturas electorales. Osorio se vinculó de lleno con la consulta anticorrupción del 2018, luego con las elecciones atípicas en la alcaldía de Riohacha y apoyó los paros nacionales en 2019 y 2021. También ha sido cercana a las luchas de sindicalistas y por los derechos humanos.
Todo esto la llevó a postularse como edilesa de la comuna dos del municipio de Maicao en una lista conjunta de la Colombia Humana con la Unión Patriótica, para asumir lo que ella llama el reto de “hacer una política diferente, crítica, argumentada y propositiva”.
En el segundo año de su labor como edilesa fue elegida presidenta de la Asociación de Ediles de Maicao, porque quería “entrar al activismo político desde los partidos y las comunidades y no desde la casa como lo hacía antes”.
Ahí empezaron los ataques y agresiones contra ella, cuando empezó a ejercer oposición al alcalde Mohamad Jaafar, quien, aunque fue electo por un partido alternativo, viene de una corriente política tradicional.
“El alcalde se refería a mí de una forma bastante déspota por mi liderazgo”, asegura Osorio. “Yo no me conformaba con escuchar lo que él decía ante la comunidad, yo me documentaba y luego salía a decir las cosas que en verdad estaban pasando, donde se evidenciaban anomalías”.
Le puede interesar: Las mujeres cuidadoras de la Primera Línea
Johanna Osorio en su rol de veedora encabezó denuncias en redes sociales y emisoras, lo que dice que le ha traído la animadversión de los grupos políticos tradicionales, que la ven como una líder incómoda: “esto nunca se había visto aquí en el municipio, los ediles son bastante ajenos a la realidad social”.
Entre los ataques que Osorio sostiene haber experimentado hay desde insultos machistas y amenazas de muerte, como las que recibió firmadas por la banda criminal Los Pachenca el pasado 25 de agosto vía WhatsApp mientras viajaba de Bogotá a Maicao, lo que fue desestimado incluso por uno de sus propios compañeros de partido, quién dijo que ella no representaba ningún liderazgo como para que mereciera ser amenazada.
Johanna también ha vivido hostigamientos sutiles, como que le apaguen el micrófono en los actos públicos para impedirle usar la palabra, o que le negaran los viáticos para asistir a un congreso nacional de ediles, por lo cual ella tuvo que hacer una colecta con alcancías que molestó mucho al alcalde, quien en un programa de la Emisora Frontera llegó a acusarla sin pruebas de que ella lo estaba extorsionando. “En pueblo chiquito, infierno grande”, dice Osorio citando el famoso refrán, “es normal que en las reuniones clasifiquen a las personas según su grupo político”.
“Ha sido una persecución durante todo este tiempo”, dice Johanna Osorio, asegurando que ha bloqueado a más de cien personas en sus redes sociales “porque salían todos en gallada a atacarme, me trataban con injurias de que yo me acostaba con otros hombres”.
La agresión a las mujeres que ejercen la política no es una práctica exclusiva de un sólo partido, ni tiene que ver con afinidades ideológicas o corrientes determinadas de izquierda o de derecha, al contrario, es un fenómeno generalizado que afecta a todos los partidos por igual. De acuerdo con el Consejo Nacional Electoral, que hizo un diagnóstico en su documento Ruta Pedagógica, Preventiva e Institucional para la Atención de la Violencia Contra Mujeres en Política en Razón de Género, esta violencia “es una de las expresiones más importantes de las limitaciones, frenos y barreras que, en diferentes formas y matices, deben enfrentar gran parte de las mujeres que se aventuran a competir por los cargos de elección y a ejercer los mismos”.
Tampoco es un fenómeno que afecte sólamente a mujeres que inician sus carreras, pues este mismo documento asegura que “todas las mujeres en mayor o menor medida, enfrentan barreras importantes para acceder a la política y permanecer en ella, es decir, para ejercer con plenitud sus derechos políticos. Estas barreras están revestidas de obstáculos legales del propio sistema político, de una cultura patriarcal que domina los partidos y movimientos como los principales vehículos de conformación del poder y de estereotipos de género que predominan en el debate público y democrático”.
Johanna, que no se ha dejado amilanar ni por las amenazas de los grupos armados, ni por las agresiones de sus opositores políticos, hoy continúa su proceso más fuerte que nunca. Durante diciembre recorrió Maicao y realizó gestiones en otras partes del país para lograr colectas y donaciones de juguetes que esperaba llevar a los barrios más populares de la ciudad, con una meta de recolectar más de mil juguetes.
El 25 de noviembre de 2022, día de la No Violencia contra la mujer Osorio publicó un video en sus redes sociales reafirmando su compromiso con el liderazgo que ejerce: “hoy es un día para que todas las mujeres recordemos que no es una batalla que vinimos a perder, sino que somos las protagonistas de escribir nuestra propia historia. La violencia no nos va a dejar en paz fácil, pero debemos sacar nuestra valentía y salir de ella. Las mujeres somos la fuerza del futuro [...] el derecho a una mujer ser libre no es negociable”.
Vea: Lo que viven las migrantes en Nariño
*Esta nota fue realizada con una lideresa de Bolívar en el marco de varios productos periodísticos construidos con lideresas sociales de Santander, Córdoba, Sucre y Cundinamarca con apoyo del proyecto de International Media Support (IMS) “Implementando la Resolución 1325 a través de los medios”, en asocio con la Alianza Iniciativa de Mujeres Colombianas por la Paz y el apoyo de la Agencia Noruega para la Cooperación al Desarrollo.