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Desde la firma del Acuerdo de Paz, entre el Estado colombiano y las antiguas Farc, han pululado diversas iniciativas de paz en lugares que antes vieron los destrozos más grandes que dejó la guerra. El arte, desde la pintura, la danza, la moda y hasta la fotografía han estado en el centro de estos proyectos que, incluso ante la escalada de nuevas violencias armadas, prevalecen y son muestra de que las voluntades de reconciliación y de una genuina transición a la vida civil pueden superar cualquier barrera.
Bajo este tipo de premisas nació ‘Puntadas por la paz’, un taller de costura a cargo de 25 mujeres en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) Caño Indio, en Tibú, Norte de Santander, que si bien apela todos los días a la solidaridad entre mujeres en esa zona del Catatumbo, no siempre lo hizo desde el arte de coser e impulsar el talento de esta manufactura local.
En 2019, 21 mujeres de allí comenzaron a promover campañas de derechos sexuales y reproductivos. Entre todas se enseñaban conceptos, compartían experiencias y forjaban comunidad. Sin embargo, para la tan anhelada unión femenina que querían construir en Caño Indio, un día decidieron que debían dar un paso adelante y llevar sus charlas y prácticas a algo material que pudiera perdurar en el tiempo.
Fue así que en uno de los encuentros para hacerle seguimiento a su transición a la vida civil, el British Counsil y la Agencia para la Reincorporación y la Normalización (ARN) ofrecieron una ayuda inicial para que este grupo de mujeres pudiera materializar su idea de poner a sus actividades como corazón de los procesos de enfoque de género en Tibú.
“Entre todas concertamos qué tipo de actividades queríamos hacer y llegamos a la conclusión de que un taller de confecciones aportaría a que estuviéramos más unidas. Antes en Caño Indio no contábamos con espacios para compartir, entonces decidimos que naciera una idea que nos ayudara a luchar juntas y salir adelante. Si bien al comienzo había pocos recursos, el British Counsil nos dotó con seis máquinas de coser y así empezamos”, explicó Katerine Costa, exguerrillera e impulsora del emprendimiento femenino.
El inicio no fue sencillo. Además de contar con pocos materiales e insumos de costura, la mujeres en Caño Indio no tenían dónde poner sus máquinas y el panorama se veía con poca rentabilidad. Según Costa, “tocó comenzar en un cuarto de 6x4 metros y tomar recursos de otros proyectos productivos para impulsar este. En el comité de género del ETCR contaba con algo de recursos que dejaron iniciativas de agendas, camisetas y vasos, entonces de allí tomamos un préstamo para no dejar morir el tema de la confección”.
Llegó la pandemia y, contra todo pronóstico, el préstamo interno comenzó a funcionar. Llegaron más materiales y se formó la mesa de diálogo “Catatumbo, la paz es el rumbo”, un espacio para discutir avances del proyecto y para hacerle una veeduría especial a las dinámicas que les permitieran ampliar las garantías de enfoque de género en Caño Indio.
A pesar de que esa mesa aún no tenga personería jurídica, eso no ha sido un pretexto para no avanzar. Los éxitos han sabido llegar paulatinamente, cuestión que ha exaltado la labor de la mujer en el ETCR, marcando la ruta para afianzar la construcción de paz en el Catatumbo.
‘Puntadas por la paz’ hoy cuenta con 21 máquinas de coser, entre collarines, fileteadoras, planas, bordadoras y motoneras. En sus filas hay mujeres con deseo constante de seguir aprendiendo sobre este oficio y, según dicen varias de sus fundadoras, “alcanzar algún día calidad de exportación”.
Ensayo y error
Este proyecto productivo de confección parece llevar una larga trayectoria por la historia de lucha y arduo trabajo de sus miembros. Sin embargo, no fue sino hasta el 25 de noviembre del año pasado cuando la empresa se inauguró oficialmente.
Los meses antes de hacerse formales les sirvieron para trabajar en temas de convivencia interna y a proyectarse para ser rentables. Pocas de las ahora 25 mujeres de ‘Puntadas por la paz’ sabían sobre confección. Las que no sabían coser, cortaban; y en viceversa, y poco a poco, con ayuda externa, se fueron puliendo para tener lo que trabajan hoy.
A los ojos de la ARN, esta idea puede ser de largo alcance, en la medida que en la subregión del Catatumbo hay poca oferta sobre este tipo de actividades por parte de personas en proceso de reincorporación. “Aquí hay un potencial alto porque aquí hay poca oferta en confecciones, lo cual vuelve a ‘Puntadas por la paz’ un modelo de negocio innovador”, dijo Luis Carreño, coordinador de la ARN en Norte de Santander.
Sumado a esto, estas 25 mujeres, de las que ahora no solo hay exguerrilleras, sino también compañeras sentimentales de reincorporados o vecinas campesinas del ETCR, han tenido un respaldo importante de la comunidad educativa.
“Desde antes, pero especialmente ahora, pasamos por una etapa de capacitación en la que estudiamos jueves y viernes (seis horas cada día) para apropiarnos de conocimientos del oficio que llevamos adelante. La Pastoral Social nos capacita en ello y por eso ahora todas nosotras cursamos un diplomado con la Fundación de Estudios Superiores Comfanorte de Cúcuta”, afirmó Katerine Costa.
Moda para la memoria
Inicialmente, ‘Puntadas para la paz’ tenía dentro de sus planes confeccionar ropa hecha a la medida para los oficios rurales que se hicieran en Tibú y otros municipios del Catatumbo. Pero el paso del tiempo fue especializando su técnica, hasta el punto que en la actualidad las mujeres en sus filas se dedican al diseño y posterior elaboración de faldas, que en sus telas cuentan historias de la identidad del Catatumbo, narran memoria histórica sobre dolores y alegrías de sus creadoras y pretenden ser un símbolo manifiesto contra la violencia de género en la subregión.
“En cada puntada está la identidad de nuestros pueblos. La Organización Internacional para las Migraciones (OIM) y el proyecto UNLAB 4.0 de la Universidad Nacional de Colombia nos ayudaron con nuestra marca, línea y slogan. Nuestras faldas son marca Ixora -en honor a la flor típica de Norte de Santander y nuestro slogan es “inclusivas y autónomas”. Con esto queremos que todos vean que acá y en todo lado la mujer puede ser libre desde cualquier punto de vista, ya sea en pensamiento, en sus finanzas, o en lo que sea. El sello nuestro es que también estampamos las faldas, para que se muestren las insignias de la subregión y nuestra identidad territorial crezca”, dijeron ‘Johanna’* y Katerine Costa, voceras de la iniciativa.
Día tras día, ‘Puntadas por la paz’ se hace más visible en Norte de Santander y los cardenales, canarios, ixoras, flores, chocolate y animales nativos que adornan las faldas son un sello de calidad que empodera y fortalece a las mujeres de Caño Indio; 25 arriesgadas que en poco tiempo han logrado mostrar que con coraje y trabajo constante se puede alcanzar la paz.
Además de este proyecto, en el Catatumbo se llevan a cabo iniciativas de ganadería bufalina, escuelas rurales ganaderas y decenas de proyectos de comercializaciones varias que buscan más protagonismo que los grupos armados y violencias recicladas que se resisten a irse de esta zona del país.
*Nombre como la conocieron en la guerra.
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