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La imagen de Nelson Enrique Díaz, conocido en la guerrilla como Iván Alí, dándole la mano al alto comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, y al jefe de la Misión de Verificación de la ONU, Jean Arnault, durante la visita de los funcionarios al espacio territorial de Colinas (Guaviare), abre aún más interrogantes acerca de las razones de la salida de él y otros cinco excomandantes de las Farc de esos lugares donde lideraban los proyectos productivos y los procesos de reincorporación de sus compañeros de armas.
Esta visita se produjo el 16 de agosto pasado. Dos días después, Iván Alí viajó a Bogotá, habló con Rodrigo Londoño, jefe del partido FARC, y Mauricio Jaramillo, su comandante mientras estuvo en armas. El 19 de agosto se perdió el rastro de este guajiro de 42 años, ingeniero químico que militó en la insurgencia por 24 años. Por esos días pasó lo mismo con otros líderes que fueron mandos medios en la guerrilla y que seguían ejerciendo su liderazgo en el tránsito a la vida civil. Tres más, que no tenían cargos de responsabilidad en los espacios territoriales, se sumaron a la lista, dejando un registro preliminar de nueve jefes de los que hoy no se tiene noticia de su paradero, y una gran incertidumbre y un amago de crisis en el proceso de reincorporación de los excombatientes.
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Además de la sospecha de que estos hombres, curtidos en la guerra, con capacidad de conseguir recursos en economías ilegales, con vocación de liderazgo, con base social y conocimiento del territorio en zonas donde operaron los bloques Sur y Oriental de la antigua guerrilla, vuelvan a las armas, está el hecho de que hubieran abandonado los pocos proyectos productivos que estaban andando y recibían financiación internacional, principalmente de los gobiernos de Suecia, Noruega y el Reino Unido.
Iván Alí, por ejemplo, estaba a la cabeza de 470 personas, entre excombatientes y civiles. Había denunciado en Colombia 2020 en junio pasado que, a pesar de sus esfuerzos por sacar producción agrícola, el Gobierno no les había ofrecido asistencia técnica ni apoyo en las rutas de comercialización. Tuvieron que acostumbrarse a que las cosechas de pepino y habichuela se pudrieran. “Esta es la demostración palpable de que las Farc hemos hecho lo humanamente posible por crear un clima político diferente. El problema es que el paraguas lo tiene el Gobierno y no nos lo quiere lanzar”, sentenció.
Junto a Iván Alí, salió de Guaviare Élmer Mata Caviedes, conocido en la guerra como Albeiro Córdoba, quien lideraba el otro espacio territorial del departamento, en Charras, donde hoy quedan 156 excombatientes tratando de sobrevivir porque su proyecto productivo no ha podido arrancar ya que no consiguieron quién les arrendara un terreno, pues esta zona es protegida por la Ley Segunda de Reserva Forestal. Mata Caviedes es hijo del fundador de las Farc Efraín Guzmán y era conocida su inconformidad con el Acuerdo de Paz.
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Hernán Darío Velásquez, el Paisa, lideraba en Miravalle (San Vicente del Caguán) un espacio territorial en el que viven 109 personas y que era reconocido por ser el que más había avanzado en sus proyectos productivos. Antes de perderse en la clandestinidad logró que le aprobaran recursos para unas granjas integrales, unas piscinas de piscicultura y un proyecto de ecoturismo llamado Caguán Expeditions, que incluye rafting por el río Pato y recorridos por esta zona cargada de historia insurgente. Además de embajadores, el Paisa recibió al presidente de la Federación Internacional de Rafting, quien hizo el recorrido y lo certificó.
Fabián Ramírez, conocido en la guerra por su habilidad para conseguir recursos del narcotráfico y segundo al mando del bloque Sur, estaba en el Espacio Territorial de La Montañita, Caquetá, aunque no tenía cargo de dirección, ni esquema de seguridad personal de la Unidad Nacional de Protección. Hay 130 personas.
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José Manuel Sierra Sabogal, también conocido como el Zarco Aldinever, fue conocido como uno de los herederos del Mono Jojoy, tiene 41 años y era uno de los coordinadores del espacio territorial en Mesetas (Meta), donde había montado proyectos agrícolas y un proyecto educativo junto a Alberto Cruz Lobo, uno de los hijos del fundador de las Farc Manuel Marulanda y conocido como Enrique Marulanda, quien también abandonó el espacio. Sus otros dos hermanos siguen en Mesetas conviviendo con 220 excombatientes.
Olivo Merchán, conocido en la guerra como el Loco Iván, fue integrante del estado mayor del bloque Oriental y era el encargado de coordinar el espacio territorial en La Macarena (Meta), donde vivían 125 personas.
A ellos se suman Iván Márquez, exjefe negociador y cabeza de la lista del Senado por el nuevo partido, quien no tenía cargo en el espacio territorial de Miravalle, donde estuvo los últimos meses, y Henry Castellanos, Romaña, quien estaba al frente de proyectos de ganadería, maíz y girasol en Uribe (Meta).
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Miembros de las Farc resumen las razones que tuvieron estos hombres para irse de los espacios territoriales en el fracaso del proceso. Hacen énfasis en que los asusta el hecho de que el gobierno de Iván Duque insista en hacer cambios al Acuerdo Final de manera unilateral. Los persigue el fantasma de ir a la cárcel o de una orden de extradición. También aducen motivos internos, como desacuerdos con la forma como Rodrigo Londoño y Carlos Antonio Lozada “se entregaron al establecimiento” e ignoran las necesidades de la base del partido, ni aceptan la conformación de las listas al Congreso y de los equipos de los congresistas, que, según ellos, no representan a la base.