¿Qué pasó con los monumentos hechos con las armas de las Farc?
El Gobierno y la exguerrilla acordaron crear tres monumentos con el armamento fundido. En Bogotá se inauguró “Fragmentos”; en Nueva York se instaló, sin pena ni gloria, el segundo, y el tercero, que debe quedar en Cuba, no ha tenido ningún avance.
Carolina Ávila Cortés
En el punto 3 del Acuerdo Final el Gobierno y las Farc dispusieron que las armas dejadas por los exguerrilleros tendrían como destino final la construcción de tres monumentos, como símbolo del adiós a la guerra en Colombia. Tres años después de que las 8.994 armas y municiones quedaran en manos de la Misión de Verificación de la ONU, organismo que las fundió y las convirtió en algo más de 37 toneladas de metal, solo se han construido dos de esos monumentos. Uno está en Bogotá: es el piso que cimienta el espacio de arte y memoria Fragmentos, de la artista Doris Salcedo. El segundo se llama Kusikawsay, del artista chileno Mario Opazo, y aunque ya está emplazado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, no ha sido inaugurado y poco se sabe de él en Colombia. El último y tercer monumento, que estaría en La Habana (Cuba), sede de la negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y los voceros de la exguerrilla, es el que más retrasos presenta.
“Fragmentos”
Este espacio cultural, ubicado en el centro de Bogotá, fue inaugurado el 26 de noviembre de 2018. Está construido sobre una superficie de 1.300 láminas hechas con el metal fundido de las armas de la exguerrilla. Un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual moldearon este piso que ha sido testigo de eventos y obras relacionados con la memoria del conflicto armado.
Doris Salcedo lo concibió como un “contramonumento”, es decir, un espacio donde se reinvirtiera esa relación que ha tenido el país con las armas. “Imponen una violencia dura a la población civil. Frente a las armas el habla no existe, entonces lo que quería era que todo aquel que visite el espacio se pueda parar sobre ellas y borrar la jerarquía que imponían”, explica.
(Le puede interesar: “Duelos” y “Antibalas”, las primeras exposiciones de arte en Fragmentos)
Fragmentos ha albergado exposiciones como Duelos, de la artista Clemencia Echeverry, y Antibalas, de Felipe Arturo. Y eventos sobre violencia sexual y otras actividades como la rendición de cuentas de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) o eventos de la Comisión de Paz del Congreso. Antes de la pandemia por el COVID-19 había recibido a 72.125 visitantes. Sin embargo, este espacio piensa seguir funcionando de manera virtual. Para el segundo semestre de 2020 inaugurará Salam Tristesse, Irak, 2016-2020, en la que el artista Francis Alys abordará el impacto de la guerra en la niñez. Se podrá visitar virtualmente con un recorrido de 360° y se espera que en noviembre pueda visitarse presencialmente. En el primer semestre de 2021 también abrirá la exposición Mesa verde, de la artista Ana María Millán.
“Cuando salí del espacio la primera vez”, recuerda Pastor Alape, excomandante de las Farc, “entré en un proceso de asimilar esa visión de contramonumento, si era esa la razón de pisotear las armas que representaban para uno la resistencia y la defensa de la vida, pero para otros, como cualquier tipo de violencia, la vulneración de los derechos. Era entender que aquí se trataba de construir una nueva realidad”. Aunque Salcedo lamenta que la guerra en este país no se ha terminado, asegura que “Fragmentos” adquiere un valor aún más impactante porque representa la hoja de ruta que debemos seguir los colombianos para salir de la guerra: el diálogo.
(Lea también: El Orejón: un laboratorio de paz a merced de las disidencias)
“Kusikawsay”
Según su creador, el artista chileno y director de la Escuela de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional, Mario Opazo, esta palabra significa en quechua “vida nueva y venturosa”. Opazo ganó la convocatoria del Ministerio de Cultura en mayo de 2018 para hacer esa segunda obra.
Consiste en una canoa que sale de la tierra hacia el cielo como un misil y está enclavada en una tumba. Desde distintas perspectivas parece un proyectil, pero al estar cerca y recorrerla se descubre su cavidad. “La canoa es un medio de transporte importante en el país, pero además ha sido testigo silencioso del cementerio en el que se convirtieron nuestros ríos en las épocas más crudas de la violencia”, señala. Está hecha con el bronce de siete toneladas de balas que antes pertenecían a la guerrilla.
El monumento lo culminó con apoyo del fundidor Luis Castillo, el 8 de septiembre de 2018, y solo hasta el 23 de agosto de 2019, de acuerdo con el periódico Arteria, fue instalado en el jardín de esculturas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. La tardanza en la instalación se dio inicialmente por la llegada de la época de invierno a Estados Unidos, lo cual incrementaba para el Gobierno colombiano los costos de transporte, almacenamiento e instalación. Aunque por esa época la ministra de Cultura, Carmen Vásquez, aseguró que la instalación se haría a más tardar el 15 de mayo de 2019, lo hicieron efectivo solo tres meses después.
(Lea también: El duelo de la paz donde las Farc dejaron las armas)
No hubo pronunciamientos oficiales por parte del Ministerio de Cultura sobre su instalación ni se definió un acto de inauguración. Ni siquiera el mismo Opazo presenció el montaje de Kusikawsay: “No tengo una sola fotografía tomada por el Ministerio de Cultura. Me encontré en Instagram fotos tomadas por colombianos que seguramente viven allá y me etiquetaron en las fotos”.
Al consultar al Ministerio si se tenía previsto un acto de instalación, contestó que por la crisis de salud pública por el coronavirus no se ha contemplado un evento para lo que resta del año. De hecho, desde la oficina de prensa confirmaron que nunca se planteó la realización de la inauguración del monumento, ni siquiera antes de que llegara la pandemia a Estados Unidos o Colombia.
¿Y el monumento de Cuba?
“El Gobierno colombiano continúa a la espera de recibir por parte del gobierno cubano la información relacionada con el lugar específico de emplazamiento, las condiciones y los requerimientos físicos del lugar, como el tamaño de la escultura (ancho, largo y alto), estudio de terreno para anclajes y demás información relacionada con el ensamblaje, traslado y entrega del monumento”, es la respuesta del Mincultura.
Dice, además, que sin estos detalles no pueden realizar la convocatoria pública para definir al artista que haría dicho monumento. La Embajada de Cuba aseguró que el tema estaba coordinándose con el Ministerio de Cultura, pero que quedó suspendido por la pandemia, sin dar más detalles. Para Alape, ahí se refleja el momento tenso por el que pasan las relaciones diplomáticas entre la isla y el gobierno de Iván Duque.
“Creo que el monumento más importante tendría que ser el cumplimiento de los Acuerdos. No hay conmemoración ni habrá una memoria trascendente y más significativa que hacer las transformaciones que el país tiene aplazadas hace muchos años. De lo contrario sería una mofa tener tres monumentos de algo que no existe”, sostiene la comisionada de la Verdad Lucía González.
En el punto 3 del Acuerdo Final el Gobierno y las Farc dispusieron que las armas dejadas por los exguerrilleros tendrían como destino final la construcción de tres monumentos, como símbolo del adiós a la guerra en Colombia. Tres años después de que las 8.994 armas y municiones quedaran en manos de la Misión de Verificación de la ONU, organismo que las fundió y las convirtió en algo más de 37 toneladas de metal, solo se han construido dos de esos monumentos. Uno está en Bogotá: es el piso que cimienta el espacio de arte y memoria Fragmentos, de la artista Doris Salcedo. El segundo se llama Kusikawsay, del artista chileno Mario Opazo, y aunque ya está emplazado en la sede de las Naciones Unidas en Nueva York, no ha sido inaugurado y poco se sabe de él en Colombia. El último y tercer monumento, que estaría en La Habana (Cuba), sede de la negociación entre el gobierno de Juan Manuel Santos y los voceros de la exguerrilla, es el que más retrasos presenta.
“Fragmentos”
Este espacio cultural, ubicado en el centro de Bogotá, fue inaugurado el 26 de noviembre de 2018. Está construido sobre una superficie de 1.300 láminas hechas con el metal fundido de las armas de la exguerrilla. Un grupo de mujeres víctimas de violencia sexual moldearon este piso que ha sido testigo de eventos y obras relacionados con la memoria del conflicto armado.
Doris Salcedo lo concibió como un “contramonumento”, es decir, un espacio donde se reinvirtiera esa relación que ha tenido el país con las armas. “Imponen una violencia dura a la población civil. Frente a las armas el habla no existe, entonces lo que quería era que todo aquel que visite el espacio se pueda parar sobre ellas y borrar la jerarquía que imponían”, explica.
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Fragmentos ha albergado exposiciones como Duelos, de la artista Clemencia Echeverry, y Antibalas, de Felipe Arturo. Y eventos sobre violencia sexual y otras actividades como la rendición de cuentas de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) o eventos de la Comisión de Paz del Congreso. Antes de la pandemia por el COVID-19 había recibido a 72.125 visitantes. Sin embargo, este espacio piensa seguir funcionando de manera virtual. Para el segundo semestre de 2020 inaugurará Salam Tristesse, Irak, 2016-2020, en la que el artista Francis Alys abordará el impacto de la guerra en la niñez. Se podrá visitar virtualmente con un recorrido de 360° y se espera que en noviembre pueda visitarse presencialmente. En el primer semestre de 2021 también abrirá la exposición Mesa verde, de la artista Ana María Millán.
“Cuando salí del espacio la primera vez”, recuerda Pastor Alape, excomandante de las Farc, “entré en un proceso de asimilar esa visión de contramonumento, si era esa la razón de pisotear las armas que representaban para uno la resistencia y la defensa de la vida, pero para otros, como cualquier tipo de violencia, la vulneración de los derechos. Era entender que aquí se trataba de construir una nueva realidad”. Aunque Salcedo lamenta que la guerra en este país no se ha terminado, asegura que “Fragmentos” adquiere un valor aún más impactante porque representa la hoja de ruta que debemos seguir los colombianos para salir de la guerra: el diálogo.
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“Kusikawsay”
Según su creador, el artista chileno y director de la Escuela de Artes Plásticas y Visuales de la Universidad Nacional, Mario Opazo, esta palabra significa en quechua “vida nueva y venturosa”. Opazo ganó la convocatoria del Ministerio de Cultura en mayo de 2018 para hacer esa segunda obra.
Consiste en una canoa que sale de la tierra hacia el cielo como un misil y está enclavada en una tumba. Desde distintas perspectivas parece un proyectil, pero al estar cerca y recorrerla se descubre su cavidad. “La canoa es un medio de transporte importante en el país, pero además ha sido testigo silencioso del cementerio en el que se convirtieron nuestros ríos en las épocas más crudas de la violencia”, señala. Está hecha con el bronce de siete toneladas de balas que antes pertenecían a la guerrilla.
El monumento lo culminó con apoyo del fundidor Luis Castillo, el 8 de septiembre de 2018, y solo hasta el 23 de agosto de 2019, de acuerdo con el periódico Arteria, fue instalado en el jardín de esculturas de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en Nueva York. La tardanza en la instalación se dio inicialmente por la llegada de la época de invierno a Estados Unidos, lo cual incrementaba para el Gobierno colombiano los costos de transporte, almacenamiento e instalación. Aunque por esa época la ministra de Cultura, Carmen Vásquez, aseguró que la instalación se haría a más tardar el 15 de mayo de 2019, lo hicieron efectivo solo tres meses después.
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No hubo pronunciamientos oficiales por parte del Ministerio de Cultura sobre su instalación ni se definió un acto de inauguración. Ni siquiera el mismo Opazo presenció el montaje de Kusikawsay: “No tengo una sola fotografía tomada por el Ministerio de Cultura. Me encontré en Instagram fotos tomadas por colombianos que seguramente viven allá y me etiquetaron en las fotos”.
Al consultar al Ministerio si se tenía previsto un acto de instalación, contestó que por la crisis de salud pública por el coronavirus no se ha contemplado un evento para lo que resta del año. De hecho, desde la oficina de prensa confirmaron que nunca se planteó la realización de la inauguración del monumento, ni siquiera antes de que llegara la pandemia a Estados Unidos o Colombia.
¿Y el monumento de Cuba?
“El Gobierno colombiano continúa a la espera de recibir por parte del gobierno cubano la información relacionada con el lugar específico de emplazamiento, las condiciones y los requerimientos físicos del lugar, como el tamaño de la escultura (ancho, largo y alto), estudio de terreno para anclajes y demás información relacionada con el ensamblaje, traslado y entrega del monumento”, es la respuesta del Mincultura.
Dice, además, que sin estos detalles no pueden realizar la convocatoria pública para definir al artista que haría dicho monumento. La Embajada de Cuba aseguró que el tema estaba coordinándose con el Ministerio de Cultura, pero que quedó suspendido por la pandemia, sin dar más detalles. Para Alape, ahí se refleja el momento tenso por el que pasan las relaciones diplomáticas entre la isla y el gobierno de Iván Duque.
“Creo que el monumento más importante tendría que ser el cumplimiento de los Acuerdos. No hay conmemoración ni habrá una memoria trascendente y más significativa que hacer las transformaciones que el país tiene aplazadas hace muchos años. De lo contrario sería una mofa tener tres monumentos de algo que no existe”, sostiene la comisionada de la Verdad Lucía González.