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Aunque en lo corrido del año han aumentado la cifra de ataques de esta guerrilla, los analistas coinciden en que su accionar no significa su consolidación como fuerza nacional. De acuerdo con un informe de la Fundación Ideas para la Paz (FIP), en febrero pasado aumentaron los ataques ejecutados por el Eln en comparación con otros años, alcanzando números que no se producían desde 2001. Sin embargo, dicha escalada tuvo dos características claves: duró un lapso corto y tuvo como eje central la conmemoración de los 50 años de la muerte del cura guerrillero Camilo Torres, ícono del ELN.
Otro hecho trasversal y determinante para la ofensiva, señala la FIP, fue el proceso de paz con la guerrilla de las Farc. “Los ataques del Eln en los últimos meses se han dado como telón de fondo de las aproximaciones de paz con el Gobierno Nacional, a lo que se suma el aniversario de la muerte de Camilo Torres, lo que sirvió para darle impulso a la ofensiva que esa guerrilla desató en febrero con un paro armado. Desde entonces han buscado proyectarse y posicionarse como una fuerza vigente militarmente hablando, susceptible de una negociación política. Esta forma de actuar es frecuente al inicio de negociaciones o acercamientos con el Gobierno”, reza el documento.
Un escenario que se ve reflejado en datos concretos, como que sus ataques se han concentrado en municipios y departamentos donde se han arraigado con el paso de los años. En Arauca, por ejemplo, se registraron el 22% de los ataques y en Norte de Santander, el 18%, es decir, el 40% del total.
Los cálculos arrojados por investigaciones de la Fundación Paz y Reconciliación señalan que actualmente el Eln hace presencia en 109 municipios del país: en 99 de ellos de forma activa, mientras que en los otros 10 operan pequeños reductos que luchan por recuperar zonas de incidencia.
Su base militar se divide en cinco frentes de guerra (oriental, nororiental, Darío Ramírez, suroccidental y occidental), que a su vez se agrupan en frentes, compañías, columnas e incluso un batallón. Otros dos grandes frentes de guerra —el central y el urbano— operan esporádicamente.
Aunque tiene incidencia en departamentos claves como Arauca, Cesar, sur de Bolívar, Santander, Tolima, Norte de Santander, Antioquia, Cauca y Nariño, de acuerdo con un informe del Centro de Análisis de Recursos para el Conflicto (Cerac), desde 2010 se ha observado una reducción del accionar en varias de sus regiones estratégicas. En el caso de Santander y Tolima, por ejemplo, a partir de 2011 su actividad armada cayó en más del 80%, mientras que en Nariño fue del 34%.
No obstante, la estrategia de posicionamiento del Eln no está solamente enfocada en los ataques. En departamentos como Arauca y Casanare, y regiones como el Catatumbo, se mueven alrededor del petróleo, mientras que en el sur de Bolívar y el Bajo Cauca Antioqueño el campo de acción está vinculado a los cultivos de coca y la extracción de oro.
En el caso de las ciudades, según la Fundación Paz y Reconciliación, el Eln ha mantenido desde sus orígenes redes de colaboradores que se encargan de desarrollar labores logísticas y políticas. “Desde la experiencia de las milicias urbanas en Medellín, se había evitado la creación de fuerza bélica en las ciudades. Sin embargo, desde 2006 se hace un replanteamiento táctico en el que deciden conformar grupos y colectivos expertos en labores de guerra con el objetivo de golpear centros de poder económico, político y hacer propaganda”, explican en un reciente informe.