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En la Feria internacional del Libro de Bogotá (FILBO) se presentó el libro titulado “Realidades imaginadas. Idearios e imaginarios anticomunistas en Colombia de la CSTC a la CUT, 1958-1986″. Su autor, Eder Maylor Caicedo, politólogo, magíster en sociología y doctor en historia de la Universidad Nacional de Colombia, a partir de un rastreo inicial por escribir la historia de la antigua Confederación sindical de trabajadores de Colombia (CSTC), encontró desde su archivo una serie de ataques contra organizaciones sindicales a nivel general entre 1958 y 1986, marcados principalmente por el uso de discursos anticomunistas, piezas angulares para el posterior escenario de violencia contra el movimiento sindical en Colombia.
“Realidades imaginadas” tiene entre líneas una importante intención: analizar todas aquellas “amenazas anticomunistas” que existieron más allá de los discursos y que siendo soportadas bajo imaginarios trajeron como consecuencia afectaciones reales directas sobre la vida cotidiana de miles de sindicalistas organizados en el país. En esta entrevista, Eder Maylor Caicedo explica sus hallazgos.
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¿Por qué es importante estudiar el periodo de 1958 a 1986 como escenario de la construcción de imaginarios antisindicales y anticomunistas en Colombia?
De 1958 a 1986 es el periodo previo a lo que conocemos como “Violencia contra el sindicalismo en Colombia”. Este periodo ya ha sido ampliamente estudiado por autores como Mauricio Archila (Violencia contra el sindicalismo 1984-2010); León Valencia (Sindicalismo asesinado) y Renán Vega Cantor (Sindicalicidio), arrojando como resultado la escabrosa cifra de 3.250 sindicalistas asesinados en Colombia entre 1984 y 2012. Sin embargo, la pregunta que yo me planteo en este trabajo es ¿Cómo y por qué llegamos hasta allí?
¿Y cuál fue la respuesta?
El periodo entre 1958 y 1986 fue la antesala ideológica perfecta para la barbarie antisindical posterior alimentada por una serie de imaginarios que justificaron la persecución sindical en Colombia hasta nuestros días. Son varios los eventos históricos que a su vez soportan esta hipótesis dentro del libro. En 1960, bajo el XII Congreso de la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), sectores liberales alimentados por discursos de odio expulsaron a los comunistas de la organización y estos a su vez formaron el Comité de Unidad de Acción Sindical (CUAS), base de la posterior Confederación sindical de trabajadores de Colombia (CSTC). Posteriormente, la CTC en cabeza de José Raquel Mercado y la Unión de Trabajadores de Colombia (UTC), en cabeza de Justiniano Espinoza suscribieron en enero de 1963 un pacto anticomunista que rechazaba cualquier presencia comunista en sus agremiaciones sindicales tradicionales.
Ese mismo año ocurrió la terrible tragedia del asesinato de 11 trabajadores adscritos a Cementos El Cairo y una niña (conocida como la masacre de Santa Bárbara, Antioquia), con el agravante de que periódicos como El Siglo crearon un relato de justificación de la masacre por parte de militares del Batallón Girardot debido a que supuestamente los trabajadores allí se estaban armando en función de su ideología comunista. Años más tarde, los paros sindicales de 1965, 1969 y 1971 fueron acusados por el periódico El Tiempo de ser amenazas por parte de sectores comunistas sindicalizados creando un estigma social de enemistad entre los sectores sindicales y la población lectora de este medio, la cual para esa época resultaba ser mucha.
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Su texto está lleno de referencias a caricaturas y narraciones de prensa de la época que cuestionaban directamente al comunismo y a los sectores sindicales por diferentes eventos históricos. ¿Por qué tenía tanto impacto este uso anticomunista de la imagen a través de caricaturas y titulares en estos medios de comunicación tradicionales?
Expresiones latentes de anticomunismo durante el Frente Nacional y bajo el pos-frente fueron llevadas a cabo por la prensa nacional de la época. El uso de las caricaturas, particularmente, sellaban los discursos editoriales anticomunistas que para ese momento tenían ciertos medios de comunicación en el país. Tenemos, por ejemplo, las caricaturas de Hernando Turriago Riaño, “Chapete”, en el periódico El Tiempo, un asiduo lector del periódico y que en sus ilustraciones mostraba una completa alineación con las ideas anticomunistas del mismo medio. Igualmente, estaba “Tadeo”, caricaturista del periódico El Siglo que dibujaba mensajes altamente ideologizados desde el anticomunismo. La perspectiva pintoresca y humorística de estas caricaturas introyectaban entre la población imaginarios anticomunistas bastante fuertes.
Para el caso de los titulares de prensa, podemos hablar de dos ejemplos que ilustran muy bien el uso maniqueísta e ideológico de la prensa colombiana para entonces. El primero, es la referencia al secuestro y posterior asesinato de José Raquel Mercado en 1976 a manos del M-19, el cual desde el primer momento fue endilgado por parte de cierto sector de la prensa nacional. El título de El Tiempo, en la página 4 del 22 de abril de 1976 fue “Fueron los comunistas”, alineado con el expresidente Alfonso López Michelsen al Partido Comunista Colombiano, especialmente a su secretario general, Gilberto Vieira. Esto lo hicieron sabiendo incluso con antelación del juicio público que el M-19 adelantó en las calles a Mercado bajo la consigna de Sí culpable o No Culpable.
El segundo ejemplo, ocurre justo un año más tarde, durante el paro cívico de 1977. Este paro sería acusado a su vez por ciertos sectores de la prensa nacional de ser subversivo y tomado por parte de las centrales sindicales comunistas. El Tiempo, por ejemplo, titularía en la pagina 4 del 15 de septiembre de 1977, “Jornada de auténtica subversión” dominada por las centrales comunistas. Y nuevamente titularía en su página 4 del 17 de septiembre de 1977, “Movimiento ilegal, antinacional y antipatriótico” que buscaba generar “sentimientos de terror y pánico entre la población”.
¿Cómo cambiaron los actores y las dinámicas de violencia antisindical y anticomunista en el país después de 1980 y hasta la primera década del siglo XXI?
Después de 1980, la violencia física de grupos como Muerte a secuestradores (MAS) en alianza con sectores del Estado colombiano, derivaron en el asesinato de sindicalistas bajo el argumento de ser identificados política e ideológicamente cercanos a sectores comunistas del país. Puede decirse que estos imaginarios e idearios anticomunistas empezaron a visibilizarse mayormente en la vida real con la matanza indiscriminada a sindicalistas. Colombia posee una de las mayores tasas de sindicalistas asesinados en todo el mundo. En los años 90 y con la aparición formal de las Auc, estos índices de violencia contra sindicalistas aumentaron y el panorama para sus luchas no resultó favorable. Frecuentemente en las calles escuchábamos: “¿Por qué lo mataron? – Porque era Comunista”, “¿Por qué lo mataron? – Porque era Sindicalista”. El asesinato y la persecución a sindicalistas desde entonces han sido el pan de cada día en nuestro país.
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¿Qué pasó después?
Ya después del 2010 y tras la suscripción de Colombia del Tratado de Libre Comercio (TLC) con los Estados Unidos, curiosamente empezaron a surgir propagandas pagadas por el gobierno de Juan Manuel Santos mostrando una supuesta “bondad” con la práctica sindical y la importancia del diálogo entre patronos y trabajadores. Nada más hace falta recordar cómo durante la instalación del IX Congreso Nacional de la Confederación General del Trabajo (CGT), a finales de abril de 2011, Santos prometió ampliar en más del 50% los fondos para el programa de protección de sindicalistas en el país. A lo que asistimos en ese entonces fue a una especie de retoma y relegitimación del discurso sindical a favor del gobierno puesto en práctica dentro del marco de la adscripción de Colombia a convenios neoliberales de envergadura global.
¿Cómo sigue operando este anticomunismo y antisindicalismo hoy día en el país, con la llegada al poder de un gobierno que considera como aliados centrales de su mandato a comunistas y sindicalistas?
Tras el Acuerdo de Paz de La Habana entre las FARC y el gobierno nacional en 2016, muchos líderes sociales hasta el día de hoy han sido asesinados. Lo importante a resaltar con esto es que muchos de estos líderes sociales también fueron sindicalistas afiliados a sectores agrarios y urbanos. Yo creo que aquí se dio un cambio radical en las prácticas violentas de corte anticomunista en el país: se pasó del exterminio de organizaciones sindicales enteras a asesinatos selectivos de líderes sociales sindicalizados. Los imaginarios y discursos anticomunistas y antisindicales aún perviven fuertemente en Colombia. Todos los días y en diferentes escenarios (radio, prensa y hasta en el Congreso de la República, como el caso de Miguel Polo Polo) vemos el rechazo marcado al comunismo - incluyendo al mismo Partido Comunista, legalmente constituido y con personería jurídica en firme-. El mensaje sigue siendo explícito por parte de sectores de la élite colombiana: el comunismo no tiene cabida aquí.
El actual gobierno en cabeza del Presidente Petro en múltiples ocasiones ha reconocido al Partido Comunista Colombiano como un sector importante dentro de su gobierno. Hoy día, el Partido Comunista Colombiano cuenta con representación a la Cámara de representantes, al Senado y en el ejecutivo con una ministra claramente comunista. Aun con esto, el Partido Comunista Colombiano sigue siendo objeto de sospecha, de dudas, de cercamiento con lo armado. El anticomunismo en Colombia nunca ha desaparecido, solo ha mutado en las formas, sigue siendo hoy en día muy presente.