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Violencia intrafamiliar, inseguridad, falta de oportunidades laborales y educativas, amenazas contra la vida de líderes sociales, reclutamiento de menores de edad y desplazamiento forzado. Estas son algunas de las problemáticas y escenarios de riesgo a los que se enfrentan cientos de municipios del país que históricamente han estado marcados por el conflicto armado y la baja presencia del Estado.
Para contribuir con la superación de esa realidad, Somos Comunidad, una actividad de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo (USAID) implementada por FUPAD, ha impulsado la creación de planes municipales de resiliencia en 35 municipios afectados por la guerra. En la formulación de estos instrumentos de política pública participaron más de 1.535 representantes de la sociedad civil y los gobiernos municipales.
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“La sostenibilidad y la eficiencia de las políticas públicas están ligadas a los espacios de participación ciudadana y control social. Los planes de resiliencia municipal son una herramienta de planeación local que permite generar acuerdos y establecer hojas de ruta para la prevención de crimen y violencia en zonas afectadas por el conflicto armado. La metodología para la construcción de los planes de resiliencia incluye elementos de la comunicación para el cambio social en entornos de construcción de paz”, explica Alejandro Cruz, líder de cohesión social de Somos Comunidad.
El trabajo conjunto de varios meses dio como resultado la formulación de estos planes, que —aprovechando la llegada de alcaldes y gobernadores— están siendo socializados con los nuevos mandatarios para que las propuestas y estrategias allí consignadas se incorporen a los Planes de Desarrollo, que serán la hoja de ruta de estos municipios durante los próximos cuatro años.
¿Cómo se construyeron los planes? La experiencia en Montes de María
Uno de los municipios donde se trabajó en la creación de los planes de resiliencia es María La Baja. Somos Comunidad llegó en octubre de 2022 a esta población —ubicada en el norte de Bolívar, en la subregión de los Montes de María— con el objetivo de mejorar su resiliencia comunitaria ante el crimen y la violencia. La violencia es una tragedia que esta zona del país enfrenta hace décadas y que tuvo su máxima expresión a finales de la década de 1990, cuando el accionar de grupos guerrilleros y paramilitares obligó a más de 215.000 montemarianos a desplazarse forzosamente.
Fidel Cervantes, líder social histórico de María La Baja, recuerda bien esos años y asegura que “los planes de resiliencia resultan muy importantes para superar las secuelas que dejó esa época”.
Cervantes pertenece hace 44 años a la Asociación de Juntas de Acción Comunal (JAC) del municipio y dice que haber participado en la construcción de este instrumento “empoderó a la comunidad para generar una mayor incidencia en el Estado, para trabajar por el territorio y hacer lazos con las instituciones y organizaciones”.
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El plan de resiliencia municipal de María La Baja quedó consignado en un documento de 40 páginas que contiene información de contexto y de las dinámicas sociales propias del municipio, propuestas para resolver las problemáticas y prevenir los riesgos, una guía para dar el salto de las ideas del plan a proyectos y una serie de pautas para impulsarlas y hacerles seguimiento.
“Tuvimos reuniones mensuales en las que escuchamos la voz de distintos sectores —población afro, indígena, campesina, jóvenes, mujeres, JAC, organizaciones de víctimas—, en clave de reflexionar conjuntamente qué acciones pueden dar respuesta a las situaciones originadas por el conflicto, y también pensando cómo se puede tener un municipio resiliente pensando en la paz y fortaleciendo el tejido social”, cuenta Tatiana Vega, coordinadora regional de Somos Comunidad en Montes de María.
La Casa de la Cultura, los espacios comunales o las casas de vecinos se convirtieron en el punto de reunión de 15 a 30 personas que le apostaron a crear el plan de resiliencia de María La Baja.
Tras estos encuentros y jornadas de trabajo, la comunidad produjo una completa matriz con los problemas identificados, acciones de incidencia, resultados, indicadores y actores claves. Entre sus propuestas aparecen desde jornadas pedagógicas y de fortalecimiento de emprendimientos hasta reuniones con las autoridades locales para exponer las preocupaciones en temas de inseguridad y promover medidas para su mitigación.
Sin embargo, los planes van más allá. A través de una serie de acciones en el campo de la cultura y el deporte, también le aportan a los objetivos del Programa. Una de las experiencias destacadas es la del corregimiento de Robles, que, dice el plan, es conocido por su complejo de ciénagas, cuerpos de agua, la agrupación artística El Pajarito y la vocación deportiva de sus habitantes.
Allí, Somos Comunidad fomentó espacios protectores para los jóvenes a través del apoyo al béisbol, fútbol y sóftbol. “Aprovechar el tiempo libre de los jóvenes y ofrecerles actividades acordes a sus intereses y habilidades ha sido una preocupación constante de sus habitantes, pues son los jóvenes quienes se encuentran mayormente vinculados a las riñas, el consumo problemático de sustancias psicoactivas, la delincuencia, las faltas de respeto hacia la autoridad y la deserción escolar”, se lee en el documento.
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De otro lado, uno de los resultados de la construcción del plan de resiliencia fue la creación de lazos entre la comunidad y la institucionalidad. Cervantes lo ejemplifica con la Policía Nacional: “Antes no teníamos empatía con los agentes, pero ahora que hemos tenido la oportunidad de trabajar con ellos en temas de jóvenes, deportes y actividades de Navidad, entre otros, se ha visto una mejor respuesta y también desde esa confianza nos hemos dado a la tarea de alertar sobre varios temas, porque vemos que es un ejercicio recíproco”, cuenta el líder comunal.
Impactos de esta dimensión también se han visto en otros municipios del país donde se han formulado estos instrumentos. La lideresa social Carmen Sierra Díaz, quien participó en la construcción del plan de resiliencia de San Onofre (Sucre), destaca que el trabajo adelantado muestra “que somos capaces de trabajar en colectivo para minimizar los riesgos y afrontar las amenazas que se mantienen en los territorios”.
Para Sierra, quien se desempeña como secretaria técnica del Consejo Territorial de Paz de su municipio, es crucial que estos instrumentos queden incluidos en los Planes de Desarrollo que están formulando los nuevos alcaldes.
“Para que esto sea real, para que no sea letra muerta, debe quedar allí y empezar a influir en las políticas públicas del municipio, bien sea la de mujeres, víctimas, jóvenes o cualquier otra”, dice la lideresa, quien hace parte del Comité de Veeduría y Gestores de Resiliencia que le hace seguimiento el plan.
De la formulación a la ejecución
Desde esa misma perspectiva de garantizar el impacto de los planes de resiliencia en las administraciones entrantes, Stephanie Goldstucker, especialista de Desarrollo Comunitario de Somos Comunidad, asegura que una de las apuestas de este instrumento es que cualquier miembro de la comunidad pueda hablar de manera propositiva con la institucionalidad.
“Los planes se cimentaron bajo los principios de inclusión, diversidad, participación y colaboración, e incluyeron el enfoque de género e inclusión social. Estos espacios de participación ciudadana buscan generar diálogos y acuerdos relevantes para los actores del sistema local de seguridad, en clave de acciones ejecutables y medibles”, asegura Goldstucker.
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En esa vía, la formulación de los planes está pensada como un paso a paso desde el diagnóstico hasta la ejecución. En total, son seis espacios de diálogo comunitario con distintos actores, en los que los participantes comienzan hablando de lo que cada uno necesita y finalizan reflexionado sobre lo que la comunidad en conjunto requiere en materia de convivencia, seguridad, prevención y educación, entre otros temas.
Luego de evaluar las herramientas, los recursos y capacidades de los participantes, empiezan a salir a la luz las problemáticas y riesgos del municipio, cuya respuesta se aterriza en estrategias puntuales que se puedan articular con la ruta PDET, con los Planes Integrales de Seguridad y Convivencia Ciudadana (PISCC), con los Planes Integrales de Prevención y Protección y con los Planes de Desarrollo Municipal.
Para Carmen Sierra, lideresa de San Onofre, el apoyo brindado por Somos Comunidad ha sido clave al establecer puentes con las nuevas administraciones locales, para construir sobre lo construido con las alcaldías salientes.
“El apoyo de la cooperación internacional ha sido muy importante para continuar este trabajo con los actuales mandatarios electos. Ya tuvimos una mesa de trabajo con la nueva administración del municipio y están abiertos a que saquemos adelante las propuestas del plan de resiliencia”, cuenta Sierra.
Una estrategia para replicar
Luego de dos años de trabajo en la creación de estos planes en 35 de los municipios más afectados por la violencia y la debilidad estatal en Colombia, desde Somos Comunidad aseguran que hay varios aprendizajes que podrían contribuir a consolidar la paz y el desarrollo desde las comunidades.
Valorar el conocimiento de los liderazgos sociales y su capacidad para identificar las problemáticas municipales, fortalecer los espacios de diálogo para tener una mejor relación con la institucionalidad y promover las reflexiones entre distintos sectores de la población son tres lecciones que destaca Tatiana Vega, coordinadora regional en los Montes de María.
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“Lo que más resalto es cómo la comunidad se dio cuenta de que cada uno trabajando por su lado no iba a llegar a ningún lado, sino que los aportes de cada sector y cada organización son importantes en este ejercicio. Desde las organizaciones en conjunto se puede lograr un todo para la construcción de un nuevo modelo de vida en paz, en convivencia, con un tejido social fuerte que se sobreponga a toda esta situación de conflicto y violencia que se ha vivido en la región”, destaca Vega.
Su reflexión resume parte de los anhelos de estas poblaciones, que tienen sus expectativas fijadas en que las propuestas que construyeron sean incorporadas a los Planes de Desarrollo y, desde allí, se empiece a construir una nueva realidad lejos de la violencia.
*Este artículo fue construido en alianza con la Fundación Panamericana para el Desarrollo (FUPAD).