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“La manguera fue mi primer instrumento; todo lo que yo tocaba con esa manguera me parecía música, yo lo saboreaba, para mí era música”. Este es el principio vital de Yeison Moreno, más conocido como “el chico orquesta”, por su talento para tocar varios instrumentos, la destreza para la producción musical y el acompañamiento de muchos procesos artísticos.
Junto a su compañero Luis Alfredo Martínez, a quien llaman Timmy, la Trompeta Loca, por tímido y también por su forma arrebatada de tocar ese instrumento, se ha dedicado a explorar las músicas del Pacífico con nuevas narrativas desde la fusión de géneros y ritmos musicales, lo que Yeison llama “el soul del Pacífico”.
Estos dos personajes juntan sus conocimientos para situar sus melodías en un nuevo ritmo que nace de la chirimía y en Quibdó se conoce como ritmo exótico.
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En palabras de ambos, el ritmo exótico es como una revolución: empieza en el 2015, con un formato musical burlesco y satírico, promovido por DJ que evidenciaban situaciones conflictivas y penosas, buscando viralizar sus producciones en las redes sociales.
La vieja chirimía se tocaba y se sigue tocando con platillos tradicionales, tambora chocoana, redoblante, clarinete y bombardino: es un sincretismo africano con instrumentos europeos. Esa vieja chirimía, aunque modificada, conserva su tradición. Pero el ritmo exótico es la evolución de esa tradición: contiene una mezcla de géneros musicales modernos como el reguetón, la salsa, el vallenato o la champeta, y suele acompañarse por música tocada por un DJ.
El golpe percutivo de la chirimía hace que resalte el sonido, lo que en palabras comunes significa que es muy pegajoso. Pero las letras del ritmo exótico no aportaban mucho a la construcción social, por ello Yeison y Timmy decidieron incursionar con letras que proponen el cambio y sensibilizan sobre la situación del Chocó.
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Una de sus canciones más famosas y virales fue dedicada al paro cívico del Chocó, aquel movimiento en el que la sociedad chocoana se unió para protestar por el abandono oficial que castiga al departamento.
La resistencia, dicen ellos, se hace de muchas maneras, entre otras en las propias calles de Quibdó, donde al son de redoblantes y clarinetes se ha fusionado la cultura europea con la ancestralidad africana.
Chocó ha resistido desde sus tradiciones y sobre todo desde la música. César Ampudia, maestro de ambos, es reconocido por su escuela donde se han formado miles de jóvenes. El profe César cuenta que su historia es muy semejante a la de ellos, y a la de muchos que como él eran apenas niños cuando descubrieron que tenían habilidades especiales para la música.
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El maestro César integró la escuela San Francisco de Asís, dirigida por el padre Isaac Rodríguez, quien, con métodos de los grandes conservatorios europeos, formó a varias generaciones. “Quien hacía parte de esta escuela generalmente pertenecía al coro de la iglesia San Francisco de Asís”, recuerda César Ampudia.
El profesor, conocido también como César Tuba (por el instrumento que mejor interpreta), creó después la Escuela Música y Vida, donde comparte sus conocimientos con jóvenes de Quibdó. De este proceso de formación artística y musical han salido centenares de talentosos artistas locales que se han salvado de caer en la delincuencia y las bandas que azotan la ciudad. Yeison y Timmy son dos de estos chicos.
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Ambos coinciden en que la música les ha salvado la vida, en todo el sentido de la palabra, y cuentan anécdotas terribles pero graciosas al mismo tiempo, como que en medio de la violencia desatada en Quibdó ninguna banda se atreve a robar ni atacar a alguien que vaya con un instrumento al hombro, porque los músicos “son intocables”.
O anécdotas como la vez en que sentían que se desdoblaban y su alma abandonaba el cuerpo, mientras tocaban en las comparsas de las fiestas de San Pacho, unas celebraciones tradicionales que llenan las calles de la capital chocoana en septiembre. Al fin y al cabo el mundo, como dicen ellos, está hecho de música.
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*Comunicadora de Educapaz.