La salud no llega a la vereda de Nueva Colombia, Meta

Los habitantes deben hacer vaca para trasladar a sus enfermos o atender emergencias médicas, dada la escasa conectividad terrestre y fluvial, que a su vez incrementa el costo del transporte.

Voces del Guayabero
09 de octubre de 2022 - 07:40 p. m.
Las motos hacen el recorrido hasta cierto punto y luego se debe seguir a través de Caño Cabra.  / Lina Álvarez - El Cuarto Mosquetero
Las motos hacen el recorrido hasta cierto punto y luego se debe seguir a través de Caño Cabra. / Lina Álvarez - El Cuarto Mosquetero
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Los habitantes de Nueva Colombia —una vereda a la que solo se accede tras horas de camino desde Puerto Rico, Meta o San José del Guaviare— deben hacer vaca para sacar a sus enfermos y enviarlos a la ciudad más cercana. Pero, aun recogiendo el dinero, nunca saben si llegarán a tiempo cuando se trata de una emergencia o si podrán garantizar que tendrán un medio de transporte. “El único transporte con que contamos en el momento, dos o tres veces a la semana, es la ‘voladora’ —embarcación que tiene techo y un motor con más potencia que una lancha—, pero es demasiado costoso”, comenta Jefferson Parrado, presidente de la Junta de Acción Comunal.

Hay dos formas de llegar a Nueva Colombia, ambas largas y complejas. Para hacer la primera parte del camino terrestre se debe llegar a San José de Guaviare o a Puerto Rico, Meta.

Desde San José hay varias opciones: se paga el servicio de línea —que solo sale a una hora específica durante el día— o se puede tomar un servicio expreso por tierra —que puede costar por trayecto unos $450.000—. La otra manera es llegar al centro poblado Puerto Nuevo en moto, a la orilla del río Guayabero.

En cualquiera de estas opciones, el resto del recorrido se debe hacer por vía fluvial. Hay que esperar un bote o canoa, cuyo pasaje puede costar hasta $100.000. Se navega por el río Guayabero durante 40 minutos hasta detenerse en la orilla contraria, en el centro poblado Nueva Colombia, del municipio de Vista Hermosa; en ese instante se ingresa a tierras metenses. En total, son de cuatro a cinco horas de viaje.

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Si se llega por Puerto Rico, Meta, se toma una carretera sin pavimentar por la que es necesario transitar en un vehículo para andar por trochas. Luego de diez minutos se llega al ferri, un planchón que transporta desde una orilla a la otra a motociclistas e incluso carros pequeños, para que el río Ariari no interrumpa el trayecto. Desde ahí son otras tres horas de camino hasta La Esperanza, en donde la vía aún es relativamente uniforme, y una hora y media más de una trocha con lodazales cuando es temporada de lluvias.

Finalmente, la opción más sencilla es pagar la voladora, que sale dos o tres veces por semana desde puertos como Nueva Colombia hasta San José del Guaviare. Se pagan $80.000 por persona o bulto por cada trayecto.

Este es el viacrucis que viven los campesinos de Nueva Colombia y de toda la región del Guayabero, la cual comprende el sur del Meta y parte del Guaviare. La falta de conectividad vial los ha aislado dentro de su mismo país, donde la presencia gubernamental es poca o solo a través de la Fuerza Pública, con quienes, dicen los campesinos, han tenido múltiples desencuentros y entablado denuncias sobre violaciones de derechos humanos. “Aquí lo único que hemos recibido es atropellos por parte de la Fuerza Pública”, afirma uno de los habitantes del sector.

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Solo hay farmacias

Al excesivo costo del transporte se suma lo que deben llevar para el hospedaje y la comida durante los dos o tres días que deben esperar a que llegue el transporte fluvial de nuevo para regresar a sus hogares. Además, normalmente los enfermos deben ir con un acompañante, pues saben que si no logran salir del sector, los escasos servicios de salud que se prestan en la zona no serían suficientes para preservarles la vida.

La comunidad de Nueva Colombia solo cuenta con farmacias, una de ellas atendida por María Manrique, quien tiene conocimientos en enfermería y presta servicios de primeros auxilios.

Manrique cuenta que antes hubo un puesto de salud que tenía una voladora tipo ambulancia, equipo odontológico e instrumentación de pequeña y alta cirugía, pero hace unos veinte años retiraron al promotor y de la dotación que había queda muy poco. “Cuando uno mira que son cuestiones de que se puede hacer alguna sutura, de que no hay comprometidos demasiados en tejidos, que todo es superficial, pues uno le da la atención primaria acá, pero nosotros no estamos aptos para una atención de alto riesgo o de emergencia”, comenta María.

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Si el caso es grave, realiza una curación y suministra analgésicos para que el paciente sea enviado al hospital, como hizo con un joven que se accidentó el año pasado cuando chocó contra Kevin Villa, otro motociclista. Villa dice que, el pasado 7 de junio, sobre las 5:30 a.m., transitaba por la vía que conecta a Nueva Colombia con Caño Cabra junto a su hermano. Debido al mal estado de la carretera, chocó contra otra motocicleta en la que iba un campesino con su esposa. El hombre resultó gravemente herido y fue trasladado a la farmacia de María, quien apenas pudo prestarle los primeros auxilios e indicó que lo mejor era llevarlo a un hospital. La espera no solo incluyó la llegada de la voladora que los llevara hasta Puerto Nuevo para luego llegar al Hospital Departamental de San José del Guaviare, sino las seis horas que tarda ese recorrido. Cuando el hombre llegó a San José, ya había muerto.

El inexistente sistema de salud pública en Nueva Colombia también ha causado estragos en niños y adolescentes. Por ejemplo, Ronald Jr., de once años, contrajo paludismo y tuvo que esperar más de cuatro horas para ser trasladado hasta el centro poblado de La Carpa, donde está el único centro de salud que puede suministrar los medicamentos necesarios para sortear este tipo de enfermedades, tan comunes en zonas de Parques Nacionales Naturales.

Al preguntar a la comunidad cómo hacen ante casos urgentes como picaduras de serpientes o fracturas, la mayoría manifestó que ponen su salud en manos de curanderos, pues es más efectivo que lanzarse a una travesía de tantas horas soportando dolores muy fuertes o donde pueden llegar ya muertos.

Los sobrecostos en productos de primera necesidad

El alto valor del transporte también influye en los precios del mercado local. Rocío Trujillo, comerciante de la vereda, afirma que frecuentemente sus clientes le cuestionan el costoso precio de los productos de primera necesidad en comparación a lo que cuestan en San José del Guaviare. “El transporte fluvial es carísimo. Si hubiera alternativa, el beneficio no solo sería para mí, sino para todos”, explica.

Pero si ingresar los productos ya es complejo, es mucho más caro sacarlos y casi que no dejan ganancia alguna para los agricultores. Esa es la situación que vive Pablo Vargas, campesino de Nueva Colombia que, ante la dificultad de transportar sus cultivos para comercializarlos, optó por sembrar alimentos exclusivamente para el sustento propio y dedicarse en mayor medida a la ganadería y a lo que la mayoría de pobladores cultivan, debido al abandono estatal: la hoja de coca. “Cultivamos la hoja de coca por la última necesidad y alternativa que tenemos. Si yo saco una carga de maíz, plátano o yuca a San José, ya llega deteriorada”, relató un campesino.

Además, “el valor del transporte fluvial y terrestre de una carga tan pesada no da la base para poder seguir adoptando la agricultura como actividad económica principal, pues siempre se van a pérdidas”, explica Vargas.

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Depender de la vía fluvial ha causado que en ocasiones las comunidades queden completamente incomunicadas. Así ocurrió durante el aislamiento obligatorio que hubo en el país en 2020 a causa de la pandemia, que llevó a la suspensión del servicio de voladora durante seis meses. Entre agosto y septiembre pasado, el transporte fluvial fue de nuevo interrumpido, pero esta vez porque El Porteño, la única empresa que presta el servicio en esa zona, no actualizó el permiso de operación, el cual se renueva cada tres años ante el Ministerio de Transporte.

Según Hugo Pinto, inspector fluvial del Guaviare, debido al incumplimiento de este requisito, no le fue posible entregar a la empresa la autorización de zarpe, la cual se otorga para que una embarcación pueda iniciar o continuar un viaje. Dada esa situación, El Porteño tuvo que interrumpir sus operaciones durante cinco semanas. Por su parte, Julián Camacho, representante legal de la empresa, señaló que en agosto se realizó la solicitud de renovación del permiso de operación y desde el 6 de septiembre tienen la resolución que les permite prestar el servicio público de transporte fluvial de pasajeros. El proceso, según Jhorman Saldaña, defensor del Pueblo regional Meta, pudo haber tardado hasta seis meses si la entidad no hubiera elevado una solicitud al Ministerio de Transporte para agilizar el trámite, porque los pobladores habían quedado totalmente aislados.

Que la comunidad quede atrapada en su territorio, por la inoperancia de una empresa, es inadmisible. Adán Murillo, habitante de la vereda Caño Cabra, comenta que su vida se solucionaría si la comunidad tuviera conectividad vial, pues con esta llegaría un acceso óptimo a salud, educación, internet y trabajo. “Le pedimos al Estado de que nos arreglen las vías, nos hagan puentes, nos construyan vías hacia nuestros territorios para poder cambiar nuestros cultivos (coca) y subsistir acá”, pidió, pues, en el caso de ellos, primero deben caminar unas tres horas para llegar hasta Nueva Colombia y tomar la voladora, pero antes deben atravesar un caño donde varias personas han perdido la vida por pasar a nado. “El Caño Cabra es el más grande y peligroso, porque ahí es problemático cuando la balsa está enredada, así no se puede cruzar la balsa, entonces se queda uno varado”, señala Jaime López, residente de la vereda. En múltiples ocasiones, las comunidades han solicitado a entidades nacionales y territoriales la construcción de carreteras y puentes. Sin embargo, la respuesta es siempre la misma: no es posible por habitar en zona de parques.

El Guayabero fue colonizado hace más de 40 años como iniciativa del gobierno de turno, que invitó al campesinado a llegar a tierras inexploradas y establecer viviendas. Pero hoy son tratados como invasores y el abandono del Estado ha condenado a varios de ellos a una sentencia de muerte que se habría podido evitar.

Por Voces del Guayabero

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