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Este martes Salvatore Mancuso, quien fuera el máximo jefe del Bloque Catatumbo y uno de los fundadores y líderes de las Autodefensas Unidas de Colombia, reconoció su responsabilidad por una de las más aberrantes prácticas del conflicto colombiano: el uso de hornos de ladrillo que rudimentariamente fueron instalados por los paramilitares en Juan Frío, un pequeño corregimiento en Norte de Santander, para desaparecer a sus víctimas, con una clara similitud con los hornos crematorios que utilizaron los Nazis en los campos de concentración durante la segunda guerra mundial.
Mancuso, quien asistió de forma virtual al acto público propiciado por la Cancillería, en cabeza de Álvaro Leyva Durán, dijo que sus abogados pedirán a la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) que tome medidas cautelares para proteger el horno de Juan Frío.
“Tuve vergüenza dolor y rabia por lo qué pasó en este lugar y de verlo en abandono, cuando debía ser camposanto. La Cancillería hizo una primera recuperación para el acto de hoy, pero no es suficiente. Con los abogados vamos a pedir medidas cautelares ante la JEP. Este debe ser un mausoleo, un lugar de memoria, recuerdo y homenaje a las víctimas”, dijo Mancuso.
Además, el exjefe paramilitar también asumió la responsabilidad por las víctimas de violencia sexual y dijo que dedicará lo que le queda de vida a que esto jamás se repita”
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“Cuenten conmigo para desentrañar las verdades, me pongo a disposición para esto. Durante más de 16 años he comparecido a. 2.500 audiencias en la justicia transicional, en la justicia de Estados Unidos, de Italia y de la justicia ordinaria en Colombia. Le he respondió al país, he estado en la cárcel, pero es un castigo que no reconoce la reparación con las comunidades de Juan Frío. La deuda sigue″, dijo Mancuso.
Y agregó: “He aprendido estos años, cuando me encuentro con las víctimas, que en el proceso de reparación y reconciliación hay que conocerse y reconocerse, mirarse a los ojos. Si me dieran la oportunidad quiero que conozcan no al hombre que tomó decisiones en el conflicto, sino el que tomó una decisión de vida indeclinable por la paz. Mi reconocimiento del daño causado proviene de escuchar a las víctimas”.
El exjefe paramilitar también reconoció que ese grupo armado arrojó muchos cuerpos al río Tachira y por ello se comprometió a apoyar personalmente la búsqueda de desaparecidos en la frontera con Venezuela. Para ello, le pidió al ministro Leyva y a la Cancillería de Venezuela un acuerdo binacional para ese propósito. A su turno, Leyva se comprometió a buscar la manera de acordar con Venezuela esa búsqueda de desaparecidos.
“Es imperativo recuperar los restos de estos desaparecidos. En esta tierra yacen los restos de las personas cuyas vidas que fueron frenadas en ese horno. Otros están en territorio venezolano. Espero que logren un acuerdo de cooperación binacional para recuperar los cuerpos y repatriarlos a Colombia. Estoy dispuesto con la ONU y MAPP-OEA a ir a Venezuela personalmente a buscar esas víctimas y ayudar a cerrar esos duelos. Canciller Álvaro Leyva ayúdenos a que sea realidad ese acuerdo. Al Gobierno de Venezuela le pido ayuda para que permita esa intervención humanitaria y una colaboración para esta causa”, dijo Mancuso.
A su turno, Leyva dijo: “Me conmueve volver a este lugar aquí estamos en un proceso larguísimo, esto no se agota en un solo cuatrenio, tiene que tomar una dinámica que engendre una necesidad colectiva, por eso la importancia de destrozar esa cultura de la violencia”. El canciller agregó que le cree a Mancuso y que este es apenas el primero de muchos actos de reconocimiento.
En el evento de reconocimiento estuvieron presentes representantes de víctimas, organizaciones sociales, el representante de la Misión de Apoyo al Proceso de Paz de la OEA (MAPP-OEA), Roberto Menéndez, así como María Inés Rus y Martha Patricia Ruíz, embajadoras de Chile y México, respectivamente. También estuvieron Armando Rodríguez, primer secretario de Cuba; Juanita Méndez, coordinadora Regional de GIZ, Sophia Dohmen, jefe de cooperación de la embajada de Suecia; Axel Storen, consejero de la embajada de Noruega; y Alessandro Preti, director de reincorporación y reforma rural de la Misión de Verificación de la ONU.
Además, Jens Schuering y Pierre David Jean, consejeros políticos de la embajada de Alemania y de Canadá, respectivamente, y Neidy Guayazán, delegada de la directora de la ONG Fundación País Posible. Por el Gobierno de Venezuela hubo tres representantes: Javier Zambrano, cónsul en Cúcuta; Sergio Arias, segundo cónsul y Jhoel Arellano, agregado cultural.
Durante su intervención, Mancuso mostró las cartas que varias mujeres familiares de desaparecidos le enviaron a la cárcel y dijo que sus relatos “lo habían conmovido hasta la vergüenza”.
“Tengo las cartas de las víctimas, las tengo en mis manos. Esas historias que me contaron me partieron el alma. Pienso en miles de personas que murieron bajo la exigencia de nuestra organización. Soy conciente que las órdenes que impartimos desatarían esta barbarie. Lo siento mucho, sé del dolor que cargan en sus espaldas. Estoy dispuesto a trabajar de la mano de las organizaciones internacionales”, afirmó Mancuso.
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La ceremonia empezó sobre las 12 del día con un minuto de silencio que fue roto, tal como estaba previsto en la agenda, por la chelista Sandra Parra con la pieza El canto de los pájaros, una composición en honor de la España en paz después de la Guerra Civil de ese país. También hubo intervenciones de varias víctimas que también pidieron que el lugar donde está el horno crematorio sea convertido en un lugar de memoria. Leyva se comprometió con esta petición y dijo que la zona también tendrá un jardín para rendir un homenaje a las víctimas. En un acto simbólico fue sembrado un árbol y se entregó una ofrenda floral.
El exjefe paramilitar se conectó vía a streaming al acto porque sigue recluido en una cárcel en Estados Unidos a la espera de que se defina su situación jurídica, pues fue expulsado de la ley de Justicia y Paz y extraditado a ese país bajo cargos de narcotráfico durante el gobierno de Álvaro Uribe Vélez.
Mencionó que en las sentencias de los tribunales de Justicia y Paz está documentado que el Bloque Catatumbo de las AUC buscaban sacar a las guerrillas, mientras los habitantes quedaron en medio del fuego. El río fue el lugar para desaparecer a las víctimas y cuando el río no era suficiente y buscaron otra manera de desaparecer a seres humanos. Así convirtieron un antiguo trapiche en un horno para desaparecer a quienes consideraban sus enemigos. Otros más fueron construidos y luego destruidos.
En su discurso, Helena Urán Bidegain, asesora para la no repetición de la Cancillería, hizo un recuento del recorrido que hicieron los paramilitares desde Córdoba para llegar a este corregimiento de Villa del Rosario, en la frontera con Venezuela, justo al borde del Río Táchira. “Este acto es una señal que queremos dar desde la cancillería de nuestros esfuerzos para fortalecer los procesos de verdad, justicia, reparación y no repetición”, puntualizó Urán: “La Cancillería asume responsabilidad con los habitantes de territorio de frontera. Tenemos que acercarnos a la verdad y mostrar que esto nunca más se volverá a repetir”.
Este acto extrajudicial de reconocimiento con Mancuso, dice la Cancillería, se adelanta en cumplimiento de las recomendaciones para la No Repetición del informe de la Comisión de la Verdad, y se da un día antes de se lleve a cabo la Audiencia Única de Verdad ante la JEP en el Centro de Convenciones de Montería, durante los días 10, 11, 15 y 16 de mayo.
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Esta será la última oportunidad que tiene Mancuso para probar que tuvo un rol de “bisagra” o punto de conexión entre los paramilitares y la fuerza pública durante el conflicto y así aspirar a que la Sala de Definición de Situaciones Jurídicas le conceda su entrada a la JEP.
El acto en Juan Frío es el primero de este tipo que realiza la cancillería desde la oficina de Asuntos de Paz y No Repetición que dirige Helena Urán Bidegain y que prepara acciones de carácter restaurativo en la frontera, así como con las víctimas en el exterior, con la idea de reconocer su dolor e impulsar que la justicia transicional llegue a todos los colombianos, incluso los que viven fuera del país.
La aberrante práctica de utilizar hornos para desaparecer a sus víctimas fue implantada a finales del año 2000 por el Frente Frontera de las AUC, dirigido por Jorge Iván Laverde, conocido como el Iguano. En septiembre del 2000, los paramilitares ingresaron al corregimiento de Juan Frío, donde asesinaron a seis de sus habitantes para instalar los hornos crematorios en los que desaparecían a sus víctimas.
“Las órdenes que impartí desde el Nudo de Paramillo con Carlos Castaño en 1999 fue la de recuperar estos territorios. Dimos las órdenes a “Camilo” y al “Iguano” y entramos a la Gabarra. Entramos a apoyar a las fuerzas militares que no tenían recursos, sino hasta que llegó el Plan Patriota”, explicó Mancuso.
Se estima que más de 500 personas secuestradas por los paramilitares en la región de Catatumbo terminaron asesinadas y sus cuerpos incinerados en dichos hornos, como lo contó el propio Laverde durante un evento organizado por Colombia+20 en el 2019.
“Nos estigmatizaron, los medios contribuyeron porque ponían el nombre de Juan Frio en letra grande y de color rojo. Nos acusaron de lo sucedido. Tuvimos muchas afectaciones, hubo atraso en la economía, no podíamos vivir según nuestras costumbres. El 30 por ciento de los estudiantes desertaron del Colegio Agropecuarios de Juan Frio, porque cuando asesinaron al rector del colegio, las vacantes no fueron suplidas”, aseguró la señora Fidedigna Gómez Oviedo, líder comunal y sobreviviente del conflicto armado.
“Muchos estudiantes no pudimos terminar el bachillerato, no pudimos hacer 10 y 11 por el conflicto. No nos pudimos graduar. Los rectores no querían venir. Sufrimos de miedo, depresión, y estigmatizacion. No nos daban trabajo, cuando decíamos de dónde éramos nos decían paramilitares. Nuestras costumbres cambiaron bruscamente. Este es corredor fronterizo y los negocios quebraron. Nadie sabe lo que el río se llevó, lo que se comieron los chulos y los perros”, dijo doña Fidedigna bajo una carpa que la cancillería adaptó para este evento de reconocimiento.
Ella siguió con su relato: “muchos sufrieron por la pérdida de la tierra que la trabajaban por huir de la violencia. Nuestras vidas dieron giro y muy rápido tuvimos que aceptar sus condiciones (de los paras) y vivir con ellos. Estos trapiches daban olor a miel, y luego a carne quemada, las cenizas fueron botadas al tío Táchira, contaminando y afectando al territorio”.
“Nosotros salimos adelante, el conflicto nos mostró que somos valientes, resistentes y forjadores del futuro. Ya estamos construyendo la parroquia y por primera vez vamos a celebrar fiestas patronales el 12,13 y 14 de mayo”, concluyó Gómez Oviedo.