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Los grupos paramilitares, desde las antiguas Autodefensas Unidas de Colombia (Auc) hasta los Pachencas, han dejado una huella de terror en la Sierra Nevada de Santa Marta, en el Magdalena, que es difícil de borrar. Quedan cientos de verdades por contar y, por la dimensión de las atrocidades perpetradas durante la guerra, hay relatos que han sido ajenos a la educación para la paz en niños y jóvenes.
Para intentar cubrir ese vacío, Fabio Silva Vallejo, antropólogo e investigador de la Universidad del Magdalena, escribió Sami el saíno y la búsqueda de dos verdades, un libro infantil que busca acercarse a los más pequeños para que entiendan, de una forma didáctica, cómo fueron las afectaciones que ocasionaron estos grupos armados en familias indígenas y campesinas, así como en la fauna silvestre y los recursos naturales de la Sierra.
En las páginas del libro, Sami, un saíno de la región, emprende una travesía con Lautaro, un niño wiwa a quien los “paras” le secuestraron a su padre. En sus charlas se cuentan verdades que otros no se atreven a mencionar. Se trata implícitamente, entre otras cosas, de algunos delitos cometidos por Hernán Giraldo Serna, el Taladro o el Patrón, temido paramilitar que tenía el control de la Sierra Nevada de Santa Marta y quien justamente llegó al país el pasado 25 de enero, después de pagar 12 años de prisión en Estados Unidos, por el delito de narcotráfico.
“Las dos verdades que Sami y Lautaro buscan hacer referencia es a dos tipos de crímenes que cometían los paramilitares, especialmente cuando las Auc estaban activas. Por un lado están las cazas masivas que los hombres de Giraldo les hacían a los saínos de la zona, para poder comer cuando las condiciones en la Sierra eran hostiles; por supuesto, ellos eran ley y nadie hacía nada. La misión de Sami, dentro de la ficción de su personaje, es encontrar a Paquita, una saína que huye de los “paras” y tiene su propia lucha para no ser cazada. Esto fue inspirado en una pareja de biólogos alemanes que crearon un reservorio allí para cuidar a estos mamíferos. Por el otro está Lautaro y su ruta incesante para buscar a su padre secuestrado”, relata Silva.
Los calvarios que pasa Lautaro en el libro son los horrores que vivió Juan en la vida real. Según Silva Vallejo, este personaje nació a raíz de la historia de un niño indígena wiwa al que le secuestraron y asesinaron a su padre algunos miembros del bloque Resistencia Tayrona, estructura liderada por Giraldo. Sin embargo, para apelar a lo que el autor llama “inocencia relativa de los niños”, decidió que el epílogo del libro no se iba a basar en la realidad, sino en la voluntad de sus potenciales lectores.
“Hice un taller con niños wiwas para definir el destino del padre de Lautaro. Hubo un sondeo y de manera unánime decidieron que él tenía que seguir desaparecido, para que no se perdiera la esperanza de un regreso. Eso me hizo entender, entre otras cosas, que en la práctica a los niños no les interesa aprender que las atrocidades se siguen repitiendo. Están formándose como personas optimistas y quizá más adelante eso sea una cachetada para los académicos que se limitan a enseñar la guerra solo a partir de alias, fechas y datos fríos”, comenta el antropólogo.
Verdades ilustradas de Hernán Giraldo
El exjefe paramilitar Hernán Giraldo reúne 706 hechos criminales en Colombia, entre ellos asesinatos, violencias sexuales, secuestros y desapariciones forzadas. Su influencia en la Sierra Nevada, dicen desde la Mesa de Víctimas del Magdalena, además de registros de diferentes organizaciones sociales, sigue intacta. Su primogénita, Amparo Giraldo, está en cabeza de estructuras armadas que continúan su accionar delictivo en la zona, una pesadilla para los arhuacos y los wiwas, principalmente.
Aunque el profesor Fabio Silva conoce bien esos delitos, se quiere abstener de relatar las atrocidades de los paramilitares de Giraldo, que producen miedo y morbo en la gente, como las descuartizadas, el uso de hornos de llanta o violaciones sexuales. Para el autor, hay que buscar otras maneras de enseñar el conflicto armado a los menores de edad, respetando el dolor de las víctimas.
“El discurso de este tipo de temas se academizó demasiado y muchos quieren que los relatos de las víctimas terminen siendo morbosos y revictimizantes. Mi mensaje es que se puede hablar de conflicto con los más jóvenes, pero a través de un contexto que los invite a reflexionar. Los niños han sido botines de guerra y, a su vez, han sido excluidos como receptores de mensajes que les pueden servir para la vida. No intento ablandar hechos porque sí, sino para que ellos conozcan el impacto que eso causó en sus mismas comunidades”, dice el autor.
De hecho, a los paramilitares en ese libro se les dice “hombres de botas largas”. Y si bien se sabe que son la ilustración de Giraldo y sus hombres, Silva invita a que no siempre se le pongan nombres propios, sino que se entienda el fenómeno integralmente. “Al final del día, Giraldo Serna, Jorge 40 o Mancuso son lo mismo. Lo que importa es que los niños se pregunten por qué había personas que actuaban así y cómo se las ingeniarán para velar que ese tipo de violencias no se repliquen”.