Sexteto Tabalá de San Basilio de Palenque y la resistencia desde la música
Desde hace cinco generaciones, este sexteto ha heredado el saber musical del pueblo palenquero del Bolívar. Pese al impacto del conflicto armado en su pueblo e incluso directamente a sus músicos, ellos siguen creyendo que la paz se construye al son de una marimbula. En entrevista con Colombia+20, narraron su historia.
Valerie Cortés Villalba
“Esta tierra no es mía, esta tierra no es mía, esta tierra es de la nación, llegó la reforma agraria, con una cosa infinita y lo malo que ellos hicieron, que nos dejaron sin azúcar”, dice una de las canciones más emblemáticas del Sexteto Tabalá de San Basilio de Palenque. Y es que todas sus composiciones son la memoria palenquera. La memoria de la resistencia africana, de la libertad hecha a mano, de las juntas y del amor.
Pero también sus composiciones, como la vida misma, están atravesadas por la memoria del lumbalú, un rito que se lleva a cabo cuando fallece una persona en Palenque, y se celebra por medio de cantos y bailes alrededor del cadáver. Al son de una voz líder, un coro lo acompaña durante nueve días y nueve noches. Cuando llegó el conflicto armado a Palenque, dice Franklin Hernández Cassiani, se afectó espiritualmente el pueblo.
“En la comunidad palenquera todos somos víctimas del conflicto armado en Colombia. En nuestro grupo, el más cercano es el caso del hijo del maestro Manuel Valdés, quien fue víctima directa de esa gente. Eso nos afectó mucho a la comunidad espiritual y psicológicamente. El pueblo quedó lleno de miedo. Todos cerraban las puertas antes de las cinco de la tarde, la mayoría se fue hacia Barranquilla, Cartagena y Venezuela porque no sabían qué podía suceder. Fue un terror, porque nunca se había visto que Palenque tuviera que enterrar a cuatro personas, cuatro cajones al mismo tiempo”, cuenta Franklin, miembro del Sexteto y quien está detrás de los coros y de las claves.
Precisamente, el hijo del maestro Manuel Valdéz, Manuel Valdez Fruto, a quien le decían Niñón, fue una de las víctimas de la ‘masacre del billar’, perpetrada el 3 de febrero de 2001, según relatos de la comunidad, por militares vestidos de civil que se bajaron de una camioneta sin placas y asesinaron a cuatro jóvenes dentro del billar del pueblo. Las otras tres víctimas fueron Julián Herrera, Dilson Miranda, Senén Miranda. Todos eran estudiantes, trabajadores en la agricultura y dos de ellos, Senén y Julián, soñaban con ser como el rey de la tierra de Palenque, Kid Pambelé. Ambos eran integrantes oficiales de la selección de boxeo de Bolívar.
De acuerdo con el relato de Felipe Tejedor, habitante de San Basilio de Palenque y sobreviviente de la masacre, y de Isidora Miranda, madre de Dilson, una de las víctimas, esa camioneta sin placas que avanzó por el pueblo a toda velocidad era el vaticinio de la tragedia. “Esa camioneta ya la conocían por estos lados, algo horrible iba a pasar en Palenque, y así fue”, fueron sus palabras.
“La vida es muy bonita pero al fin siempre se acaba, ¡ay, madre linda! la vida no vale nada”, dice otra de las canciones del Sexteto Tabalá.
Las víctimas de esta masacre, del desplazamiento de La Bonga y otros hechos victimizantes contra la comunidad de San Basilio del Palenque fueron reconocidas como sujeto de reparación colectiva étnico. Ante la Unidad de Víctimas están registradas 4.000 sobrevivientes del conflicto armado, más del 95 % del total de la población de este corregimiento.
“Todos los palenqueros sentimos ese dolor. Hoy no se ve ese conflicto armado en Palenque, gracias a Dios. Estamos bien, tranquilos, los conflictos pequeños se median por medio de los sabedores, de los maestros y maestras. Nosotros seguimos en lucha, los desplazados volvieron al tiempo, se sanaron las heridas pero el recuerdo todavía está entonces nosotros como grupo hacemos música para aliviar el dolor”, relata Franklin.
El Sexteto Tabalá se fundó en 1930 y hasta hoy continúan cantando composiciones de aquella época. El maestro Juan Cañate Teherán, maraquero oficial del Sexteto Tabalá, relata: “En este tiempo llegó un ingenio azucarero a Bolívar que se llamaba Central Colombia, en ese entonces llegaron unos cubanos a trabajar. Ellos traían la cultura del sexteto y aquí se tomó esa música. La cultura y entonces los cubanos mandaron a hacer tambores de madera y aquí hacían todos los instrumentos, ellos hacían las maracas, las claves, la marimbula. Esos cubanos les enseñaron a nuestros ancestros y abuelos que se preocuparon por aprender”.
Allí empezó la primera generación del Sexteto Tabalá. Ya llegaron a la quinta y esperan seguir cultivando talentos en esta tierra para mantener el legado musical. De hecho, el Sexteto tiene un semillero para niños, niñas y jóvenes de San Basilio de Palenque. Allí enseñan a tocar los instrumentos, como las maracas, la guacharaca, la marimbula y las claves. “Nuestro cultura tiene una tradición oral que tenemos que preservar desde la música”, dicen sus miembros.
Quienes hacen parte de la actual generación del Sexteto Tabalá son: Rafael Cassiani Cassiani, voz líder; Juan Cañate Teherán, segunda voz y maracas; Manuel Valdez Cañate, timba o tumbadora y coro; Emiliano Herrera Reyes, marimbula y coro; Joao Salgado Julio, bongó y coro; Pedro Cassiani Cañete, guacharaca y coro; Rafael Santos Salgado Cassiani coro y maracas, y Franklin Hernández Cassiani, claves y coro.
Sus miembros trabajan en otros oficios aparte de la música, como la agricultura. Y es que la pandemia por el Covid-19 impactó su desarrollo musical y financiero. Por este motivo, desde hace un par de semanas atrás, empezaron una recolección de fondos para hacer un videoconcierto. “El covid nos quitó la oportunidad de seguir trabajando y entonces pensando en una forma para hacer videos lanzamos una campaña de crowdfunding. Cumplimos la meta estamos felices para poder hacer el video concierto mostrarle a la gente nuestra cultura, que el maestro a sus 87 años todavía está cantando y agradecerle a esas personas que nos apoyaron que sin ellos esto no fuera posible”, cuenta Franklin, con una sonrisa tan auténtica que aliviaría cualquier pena. Sobre la fecha del videoconcierto, Franklin ríe, vacila y dice:“´Pronto, pronto lo sabrás”.
Una de esas personas a las que ellos le agradecen es a la cantante colombiana, Lido Pimienta, de 35 años, oriunda de Barranquilla y quien vive actualmente en Canadá, también víctima de desplazamiento por el conflicto armado. Lido Pimienta y el Sexteto Tabalá realizaron la canción “Quiero que me salves”, que hizo parte de “Miss Colombia” el más reciente álbum de la artista.
El vínculo de Lido Pimienta y el Sexteto Tabalá se formó cuando ella era adolescente, hace 20 años. El maestro Juan Cañate recuerda este momento: “Lido Pimienta vino invitada por el Festival de Tambores y ahí era una niñita, ella no tenía estadía y me tocó llevarla pa’ mi casa. Desde ese entonces se ha apersonado y le ha gustado el Sexteto Tabalá y actualmente es la madrina del Sexteto. La queremos tanto como una hija”.
El legado que lleva con orgullo el Sexteto Tabalá busca preservar esa cultura del son cubano, de la música del caribe y africana. “Nosotros somos el primer pueblo libre de América, nosotros hemos mantenido nuestras tradiciones hace más de 400 años. Hablamos la misma lengua palenquera, las mismas costumbres de hace cincuenta años. Ese es el trabajo y el fruto de los maestros. Desde que uno nace hasta que uno se muere está la música en Palenque”, asegura Franklin.
Hoy se reúnen a practicar y ensayar sus canciones una vez a la semana. El evento más importante a nivel cultural y musical es el Festival de los Tambores, que se celebra en octubre cada año y que es una fiesta que también sirve de tarima y exposición musical al talento de Palenque. Sin embargo, este será el segundo año en que no se pueda realizar de manera presencial, sino virtual. Aún así, los maestros de las primeras dos generaciones que continúan tocando, sus familiares que están heredando el saber continúan entregando su energía a que en Palenque, el arte, el deporte y la tradición sigan en pie por un pueblo en paz.
Esperan que esos tiempos de guerra no vuelvan. “Aquí la reparación va lenta, que un camión, que una estructura para el colegio, pero nosotros seguimos apostándole a esto. Eso sí queremos que se recuerde nuestra historia, que se diga la verdad de lo que ha pasado en este pueblo”, relata un habitante.
“La gracia no se estudia, ni se compra, nadie te vende la gracia”, dice el maestro Cassiani. Eso está en la sangre. La comunidad palenquera está llena de esa gracia, la misma que sana los males del cuerpo y del alma. La que le canta al amor y a la guerra. La misma gracia que permite que en la sala de cualquier casa las maracas suenen a libertad.
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“Esta tierra no es mía, esta tierra no es mía, esta tierra es de la nación, llegó la reforma agraria, con una cosa infinita y lo malo que ellos hicieron, que nos dejaron sin azúcar”, dice una de las canciones más emblemáticas del Sexteto Tabalá de San Basilio de Palenque. Y es que todas sus composiciones son la memoria palenquera. La memoria de la resistencia africana, de la libertad hecha a mano, de las juntas y del amor.
Pero también sus composiciones, como la vida misma, están atravesadas por la memoria del lumbalú, un rito que se lleva a cabo cuando fallece una persona en Palenque, y se celebra por medio de cantos y bailes alrededor del cadáver. Al son de una voz líder, un coro lo acompaña durante nueve días y nueve noches. Cuando llegó el conflicto armado a Palenque, dice Franklin Hernández Cassiani, se afectó espiritualmente el pueblo.
“En la comunidad palenquera todos somos víctimas del conflicto armado en Colombia. En nuestro grupo, el más cercano es el caso del hijo del maestro Manuel Valdés, quien fue víctima directa de esa gente. Eso nos afectó mucho a la comunidad espiritual y psicológicamente. El pueblo quedó lleno de miedo. Todos cerraban las puertas antes de las cinco de la tarde, la mayoría se fue hacia Barranquilla, Cartagena y Venezuela porque no sabían qué podía suceder. Fue un terror, porque nunca se había visto que Palenque tuviera que enterrar a cuatro personas, cuatro cajones al mismo tiempo”, cuenta Franklin, miembro del Sexteto y quien está detrás de los coros y de las claves.
Precisamente, el hijo del maestro Manuel Valdéz, Manuel Valdez Fruto, a quien le decían Niñón, fue una de las víctimas de la ‘masacre del billar’, perpetrada el 3 de febrero de 2001, según relatos de la comunidad, por militares vestidos de civil que se bajaron de una camioneta sin placas y asesinaron a cuatro jóvenes dentro del billar del pueblo. Las otras tres víctimas fueron Julián Herrera, Dilson Miranda, Senén Miranda. Todos eran estudiantes, trabajadores en la agricultura y dos de ellos, Senén y Julián, soñaban con ser como el rey de la tierra de Palenque, Kid Pambelé. Ambos eran integrantes oficiales de la selección de boxeo de Bolívar.
De acuerdo con el relato de Felipe Tejedor, habitante de San Basilio de Palenque y sobreviviente de la masacre, y de Isidora Miranda, madre de Dilson, una de las víctimas, esa camioneta sin placas que avanzó por el pueblo a toda velocidad era el vaticinio de la tragedia. “Esa camioneta ya la conocían por estos lados, algo horrible iba a pasar en Palenque, y así fue”, fueron sus palabras.
“La vida es muy bonita pero al fin siempre se acaba, ¡ay, madre linda! la vida no vale nada”, dice otra de las canciones del Sexteto Tabalá.
Las víctimas de esta masacre, del desplazamiento de La Bonga y otros hechos victimizantes contra la comunidad de San Basilio del Palenque fueron reconocidas como sujeto de reparación colectiva étnico. Ante la Unidad de Víctimas están registradas 4.000 sobrevivientes del conflicto armado, más del 95 % del total de la población de este corregimiento.
“Todos los palenqueros sentimos ese dolor. Hoy no se ve ese conflicto armado en Palenque, gracias a Dios. Estamos bien, tranquilos, los conflictos pequeños se median por medio de los sabedores, de los maestros y maestras. Nosotros seguimos en lucha, los desplazados volvieron al tiempo, se sanaron las heridas pero el recuerdo todavía está entonces nosotros como grupo hacemos música para aliviar el dolor”, relata Franklin.
El Sexteto Tabalá se fundó en 1930 y hasta hoy continúan cantando composiciones de aquella época. El maestro Juan Cañate Teherán, maraquero oficial del Sexteto Tabalá, relata: “En este tiempo llegó un ingenio azucarero a Bolívar que se llamaba Central Colombia, en ese entonces llegaron unos cubanos a trabajar. Ellos traían la cultura del sexteto y aquí se tomó esa música. La cultura y entonces los cubanos mandaron a hacer tambores de madera y aquí hacían todos los instrumentos, ellos hacían las maracas, las claves, la marimbula. Esos cubanos les enseñaron a nuestros ancestros y abuelos que se preocuparon por aprender”.
Allí empezó la primera generación del Sexteto Tabalá. Ya llegaron a la quinta y esperan seguir cultivando talentos en esta tierra para mantener el legado musical. De hecho, el Sexteto tiene un semillero para niños, niñas y jóvenes de San Basilio de Palenque. Allí enseñan a tocar los instrumentos, como las maracas, la guacharaca, la marimbula y las claves. “Nuestro cultura tiene una tradición oral que tenemos que preservar desde la música”, dicen sus miembros.
Quienes hacen parte de la actual generación del Sexteto Tabalá son: Rafael Cassiani Cassiani, voz líder; Juan Cañate Teherán, segunda voz y maracas; Manuel Valdez Cañate, timba o tumbadora y coro; Emiliano Herrera Reyes, marimbula y coro; Joao Salgado Julio, bongó y coro; Pedro Cassiani Cañete, guacharaca y coro; Rafael Santos Salgado Cassiani coro y maracas, y Franklin Hernández Cassiani, claves y coro.
Sus miembros trabajan en otros oficios aparte de la música, como la agricultura. Y es que la pandemia por el Covid-19 impactó su desarrollo musical y financiero. Por este motivo, desde hace un par de semanas atrás, empezaron una recolección de fondos para hacer un videoconcierto. “El covid nos quitó la oportunidad de seguir trabajando y entonces pensando en una forma para hacer videos lanzamos una campaña de crowdfunding. Cumplimos la meta estamos felices para poder hacer el video concierto mostrarle a la gente nuestra cultura, que el maestro a sus 87 años todavía está cantando y agradecerle a esas personas que nos apoyaron que sin ellos esto no fuera posible”, cuenta Franklin, con una sonrisa tan auténtica que aliviaría cualquier pena. Sobre la fecha del videoconcierto, Franklin ríe, vacila y dice:“´Pronto, pronto lo sabrás”.
Una de esas personas a las que ellos le agradecen es a la cantante colombiana, Lido Pimienta, de 35 años, oriunda de Barranquilla y quien vive actualmente en Canadá, también víctima de desplazamiento por el conflicto armado. Lido Pimienta y el Sexteto Tabalá realizaron la canción “Quiero que me salves”, que hizo parte de “Miss Colombia” el más reciente álbum de la artista.
El vínculo de Lido Pimienta y el Sexteto Tabalá se formó cuando ella era adolescente, hace 20 años. El maestro Juan Cañate recuerda este momento: “Lido Pimienta vino invitada por el Festival de Tambores y ahí era una niñita, ella no tenía estadía y me tocó llevarla pa’ mi casa. Desde ese entonces se ha apersonado y le ha gustado el Sexteto Tabalá y actualmente es la madrina del Sexteto. La queremos tanto como una hija”.
El legado que lleva con orgullo el Sexteto Tabalá busca preservar esa cultura del son cubano, de la música del caribe y africana. “Nosotros somos el primer pueblo libre de América, nosotros hemos mantenido nuestras tradiciones hace más de 400 años. Hablamos la misma lengua palenquera, las mismas costumbres de hace cincuenta años. Ese es el trabajo y el fruto de los maestros. Desde que uno nace hasta que uno se muere está la música en Palenque”, asegura Franklin.
Hoy se reúnen a practicar y ensayar sus canciones una vez a la semana. El evento más importante a nivel cultural y musical es el Festival de los Tambores, que se celebra en octubre cada año y que es una fiesta que también sirve de tarima y exposición musical al talento de Palenque. Sin embargo, este será el segundo año en que no se pueda realizar de manera presencial, sino virtual. Aún así, los maestros de las primeras dos generaciones que continúan tocando, sus familiares que están heredando el saber continúan entregando su energía a que en Palenque, el arte, el deporte y la tradición sigan en pie por un pueblo en paz.
Esperan que esos tiempos de guerra no vuelvan. “Aquí la reparación va lenta, que un camión, que una estructura para el colegio, pero nosotros seguimos apostándole a esto. Eso sí queremos que se recuerde nuestra historia, que se diga la verdad de lo que ha pasado en este pueblo”, relata un habitante.
“La gracia no se estudia, ni se compra, nadie te vende la gracia”, dice el maestro Cassiani. Eso está en la sangre. La comunidad palenquera está llena de esa gracia, la misma que sana los males del cuerpo y del alma. La que le canta al amor y a la guerra. La misma gracia que permite que en la sala de cualquier casa las maracas suenen a libertad.
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