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‘Si Shottas y Espartanos cumplen su tregua, el próximo paso es definir la agenda’

Monseñor Rubén Darío Jaramillo, párroco de Buenaventura, habló con Colombia+20 acerca de la actualidad en el proceso de diálogo con las bandas criminales del puerto y dice que cree en el fin de una de las guerras urbanas más sangrientas del país.

Camilo Pardo Quintero
16 de agosto de 2023 - 12:30 p. m.
Jaramillo funge como acompañante del diálogo sociojurídico con las bandas en Buenaventura.
Jaramillo funge como acompañante del diálogo sociojurídico con las bandas en Buenaventura.
Foto: El Espectador

La Iglesia católica y las Naciones Unidas son los acompañantes de los diálogos sociojurídicos que se instalaron en el distrito de Buenaventura el pasado 18 de julio. Allí, las bandas criminales de Shottas y Espartanos buscan cesar la violencia, someterse a la justicia y aspirar a un futuro con posibilidades educativas, laborales y de reintegración plena a la sociedad.

Monseñor Rubén Darío Jaramillo, quien desde su rol como párroco del puerto ha vivido en carne propia los efectos de esta guerra urbana, habló con Colombia+20 para explicar los alcances de la extensión de la tregua entre bandas criminales que se anunció el pasado 10 de agosto y la inclusión del sector privado en la mesa de diálogos.

Está por cumplirse el primer mes de la instalación de la mesa con las bandas de Buenaventura. ¿Qué balance le merece esta etapa inicial? ¿Si ve una verdadera voluntad de paz?

Este espacio de diálogo lo comenzamos a partir de una premisa: le pedimos a los que serían los voceros de las bandas un filtro real en el que entraran solamente aquellos que sí se verían comprometidos con el fin de la violencia en Buenaventura. Tanto Shottas como Espartanos han mostrado muestras de paz y poco a poco se ven los avances en la disminución de robos, extorsiones y asesinatos por las fronteras invisibles. Hay síntomas de honestidad y respeto como no se veía hace rato.

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Además, con una tregua de no agresión que demoró poco tiempo en pactarse…

Ese gesto es hasta ahora el más significativo por parte de las bandas para alcanzar la paz. El hecho de que haya comenzado la semana pasada por al menos 30 días prorrogables no fue casualidad. Se dio en el marco de la visita del presidente de Suiza a Colombia. El Gobierno les pidió que evaluaran ese gesto para mostrar en la mesa, a los acompañantes y a la comunidad internacional, que hay seriedad en que las bandas se desarticulen. Además, que consecuentemente haya impactos sociales para las personas en el puerto que han vivido tanta violencia y para los muchachos que no han tenido oportunidades y que encontraron en esa guerra su única salida. Esta tregua ha sido un gesto de buena voluntad que esperamos sea el primero de muchos. Esto es de paciencia y de demostrar con acciones.

Lo que parece demorarse más es el hermetismo alrededor de la mesa de diálogo. ¿Cuándo se abrirá más el proceso a la sociedad civil participe?

Este espacio se está estructurando para que más adelante la sociedad en general haga parte de él. También estarán organizaciones sociales y gobiernos locales para hacer parte de mesas alternas paralelas con vocación social en las que se ejecuten programas y proyectos surgidos de la mesa central con las bandas. En este momento el Gobierno quiere blindar este espacio porque una imprudencia de los delegados o representantes podría dañar todo. Este es un modelo constructivo que va por etapas y apenas se está construyendo.

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¿Ese “blindaje” es solo para delegados que puedan ser imprudentes?

No. El hecho de guardar prudencia ahora es también porque no podemos poner en peligro a los muchachos (de las bandas) que están en la mesa. Ellos aún no tienen blindaje jurídico por así llamarlo y sin un marco así tienen miedo a hablar, como es de esperarse. Si estuviera vigente un marco jurídico sería más fácil el diálogo con ellos y hacia la comunidad de Buenaventura.

¿Es cierto que cada semana se encuentran los miembros de la mesa para hablar acerca de los adelantos que tienen?

Sí, lo hacemos para no perderle rastro ni vigor a lo que vamos acordando. Sin embargo, aunque inicialmente se habló de vernos cada semana, los encuentros pueden ser cada ocho o 15 días dependiendo de lo que vaya sucediendo en el camino. Estamos sujetos a los avances y compromisos… si se agilizan cosas puede ser cada semana, pero si hay que darles tiempo a otros acuerdos más largos, pues no habrá afán de esperar un poco más. Eso sí, podemos decir que estamos unidos; la Oficina del Alto Comisionado para la Paz coordina, ONU y nosotros acompañamos y la mesa se organiza con liderazgos de muchos sectores de interés en el puerto de Buenaventura. Creemos en la agenda y vamos para el mismo lado.

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¿Y esa agenda cómo va?

Apenas en las próximas reuniones se acordará la metodología, los temas centrales y los pasos a seguir, asumiendo que los compromisos de no agresión estarán en firme por más de esos 30 días prorrogables.

Semanas previas a la instalación de la mesa se habló de unas alianzas entre bandas pequeñas con las dos grandes (Shottas y Espartanos) para negociar. ¿Qué tanta verdad hay en que estos grupos se juntaron por conveniencia para hacer de estos diálogos un espacio más práctico y cerrado?

Desde siempre esta mesa del Gobierno ha tenido de frente solo dos partes: Shottas y Espartanos. Nunca se establecieron posibilidades para negociar con más estructuras y las bandas siempre supieron eso. Los Chiquillos, que son los herederos de alias Robert, hacen parte de los Espartanos y los Jalisco -a quienes en algún momento por un video se les entendió como una estructura independiente y sujeta a los grupos mexicanos- hacen parte de los Shottas. No hay más allá de eso, todos hacen parte de dos grupos y no existió posibilidad de otra cosa.

A las bandas se les está exigiendo gestos de buena voluntad con acciones como la tregua vigente de no agresión… ¿Pero del otro lado a qué se están comprometiendo?

Acá estamos ante una oportunidad para que los jóvenes puedan incidir en su sociedad al margen de una violencia estructural. Este tipo de violencia ha estado marcada por falta de empleo, educación, formación y acompañamiento. No es justificar la criminalidad ni mucho menos, pero se debe entender que toda la sociedad debe intervenir en estos espacios, porque es un asunto de todos. A los muchachos de las bandas no se les puede dejar solos, hay que acogerlos y cobijarlos para ir desescalando. La propuesta es seguir adelante, que se vean gestos de acción social y que por fin este sea un laboratorio verdadero para la paz.

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¿Y cree que la inclusión del sector industrial y comercial en el puerto sí alivie esas situaciones?

Sociedad Portuaria, Cámara de Comercio y empresariado están acá para formar parte de la diversificación de la mesa. Entendemos que no podemos llegar a ningún lado si no involucramos a todos. Los gremiales, la superintendencia y otras instituciones sociales en el diálogo sociojurídico cumplen ese mismo rol de ampliar las voces y las salidas para lo que será Buenaventura después del conflicto urbano. Entre más unidos estemos más alivios llegarán porque no es dejar la violencia o las armas por dejarlas y ya. Hay que pensar en el futuro.

Ese tema industrial no se ve en las negociaciones con las bandas de Medellín. ¿Se puede decir que desde ahí nacen las grandes diferencias entre ambos intentos de paz urbana?

La mesa de Buenaventura es más integral. En Medellín están sentados representantes y no todos son imagen o símbolo de las 14 bandas que están negociando allí. Allá se centran en diálogos desde la cárcel, acá es un diálogo más dinámico, de la gente y constructivo. Aunque hablar de participación en esta etapa es algo que no es responsable… lo cierto es que tanto en Buenaventura como en Medellín este problema de guerra urbana no es algo que resuelve un gobierno, lo resuelve la sociedad.

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