“Si incluye a las personas LGBT, la Comisión de la Verdad cambiará la historia”
Pensando en que esta entidad hasta ahora solo ha recibido tres informes sobre el impacto de la guerra en esta población, la organización Colombia Diversa documentó 28 casos de violencia por prejuicio en tres departamentos. Esperan que esta sea la primera Comisión en el mundo que expliqué qué pasó con las personas LGBT.
El mandato de la Comisión de la Verdad dice explícitamente que debe tener un enfoque que permita evidenciar “las formas diferenciales” y “el impacto humano y social” del conflicto en múltiples poblaciones, entre esas, a las personas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y trans). Es la primera Comisión de la Verdad en el mundo que tiene la misión de hacerlo. Sin embargo, la falta de guía por ser los primeros, el subregistro sobre estas violencias y la persistencia del conflicto armado, son algunos de los retos para cumplir con el Acuerdo de Paz.
A octubre de 2020, la Comisión había recibido tres informes que abordaban este tema y ha realizado diferentes entrevistas en profundidad con personas LGBT. Por eso, para aportar al tema, la organización Colombia Diversa documentó 28 casos de violencias contra población LGBT en Pasto y Tumaco (Nariño); en el departamento de Putumayo y en Chaparral (Tolima), y analizó las causas de estos hechos basándose en el concepto de “violencia por prejuicio”, es decir, “que se refiere a los actos violentos cometidos en contra de alguien por ser o parecer algo que el victimario considera como deleznable o inferior, o por creer que puede instrumentalizar a otros impunemente para favorecer sus intereses”, explicaron voceros de Colombia Diversa.
(Lea también: Casa Diversa y Crisálidas, los colectivos LGBT que la guerra no pudo eliminar)
El informe ¿Quién nos va a contar?, que fue una frase que una lideresa dijo en una entrevista, ahonda en las causas y consecuencias de esa violencia y cuáles prejuicios pudieron motivarla. Además, relata cómo resistió esta población, dando pistas sobre qué se debe hacer para garantizar la no repetición de los hechos de violencia.
A pesar de que el prejuicio está en todas partes, durante el conflicto armado se vio reforzado por los armados. María Susana Peralta, abogada de Colombia Diversa y coautora del informe, explica que, por ejemplo, en Tolima hubo afectaciones que tenían base en cuestiones políticas, mientras que en Tumaco la cuestión era el narcotráfico. En ambos territorios los mayores perpetradores fueron las Farc.
“Tolima es un territorio altamente politizado y es conocido como la cuna de las Farc. Entonces la violencia en Tolima es muy del guerrero, del nuevo hombre o del soldado. Así que pretendían crear estas masculinidades guerreras honorables. Una de las afectaciones que hubo era el trabajo forzado en solitario. Entonces veían a una persona que creían que era gay, porque no importaba si era o no era, y se lo llevaban a un territorio solo, asilado en el monte y lo ponían a trabajar, uno, dos o tres meses. A echar machete, a limpiar caminos, a recoger cosechas sin nadie con quien hablar. Todo bajo la idea de que eso les iba a hacer reflexionar sobre su “mala conducta” y a crear una persona solemne, reflexiva, campesina. Eso pasó porque a ellos allá les interesaba que la gente estuviera convencida, no que obedecieran y ya, porque el discurso político es muy importante”, narra Peralta.
Por el contrario, en Tumaco la misma guerrilla estaba mucho más interesada en controla las rutas del narcotráfico y “si hay alguien que me puede soplar mi empresa, pues tengo que deshacerme de esa persona a como dé lugar, y ahí entra el prejuicio de que como los gais son chismosos a mí me sirven o para que sean informantes míos, entonces los obligo a ser informantes, o a irse”, explica María Susana Peralta. Allí no importó convencer a nadie de un proyecto político.
(Le puede interesar: Comunidad LGBT de El Carmen de Bolívar: reconocida como sujeto de reparación colectiva)
Además, su suma lo que en Colombia Diversa leen como un rezago de la identidad colonial. Es decir, la idea de que los cuerpos de las personas negras son cosas apropiables e hipersexualizadas. Así que hubo una gran afectación de violencia sexual en Tumaco por parte de las Farc. También hubo casos que perpetró la Fuerza Pública, pero a las personas les da miedo hablar.
Este informe avanza en algo más que la importante documentación de los hechos. Intenta explicar también los porqués. "Los hombres gais y las personas trans son vistos como “cosas femeninas”, entonces me sirven para lo mismo que me sirven las “otras cosas”, que son las mujeres, que es para tener sexo, cocina, criar hijos y lavar ropa. Esto no ocurre porque son LGBT y ya, ocurre porque es lo que “más se parece a ser una mujer”. Claro, tiene otros componentes como el desprecio por la práctica sexual, pero el origen es el patriarcado", explica la investigadora.
Sin embargo, las personas LGBT no se quedaron calladas. En todos estos sitios hay organizaciones comunitarias y hubo prácticas de resistencia cultural, como el Reinado trans del río Tuluní, en Chaparral (Tolima), o grupos de danzas o espacios para reunirse y conversar. Otras personas resistieron yéndose.
(Lea también: Por la memoria de las “maricas” de Puerto Boyacá)
“A mí me han amenazado tantas veces, sino que yo tampoco no me dejo, yo tampoco no me dejo. Yo a veces también me les empalo, así me apunten. Si me van a matar pues que maten de una vez. Mi temperamento es lo que me tiene aquí, porque si no ya me habían matado. Eso es lo que me tiene viva, que yo no me dejo” dijo Gabriela, una mujer trans en Tumaco.
El desplazamiento también fue una forma de resistir. “No, en Bogotá. Me tocaba ayudar a empacar camarón en una pesquera, me tocaba levantarme a las 3 de la mañana, siendo un adolescente. Me tocó duro. No aguanté, me enfermé y me vine otra vez para mi tierra”, dice el testimonio de Baldomero, un hombre gay también de Tumaco.
Para Colombia Diversa analizar esas resistencias puede dar pistas para tres cosas: saber cuáles eran las afectaciones totales que estaba ocurriendo, para mostrar la dignidad de las personas y para que la Comisión de la Verdad encuentre pistas para hacer recomendaciones con miras a la no repetición de los hechos.
Durante la entrega de este informe a la Comisión hubo seis comisionados y comisionadas presentes. Uno de ellos fue el mayor (R) Carlos Ospina. Contó que al leer un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica hace algunos años sobre este mismo tema, su reacción fue: “¿cómo es posible que esto haya pasado en mi departamento (Tolima) y yo no haya hecho nada?”. Colombia Diversa espera que esa sea la reacción de toda la población colombiana.
“Lo más importante es que tras escuchar las voces de las víctimas la gente adquiera un compromiso personal: ¿Dónde estaba yo cuando todo esto estaba pasando? ¿Qué he hecho yo para que todo esto siga pasando y qué puedo hacer para evitarlo? Si no logramos este compromiso no vamos a lograr nada nunca”, finaliza Peralta.
El mandato de la Comisión de la Verdad dice explícitamente que debe tener un enfoque que permita evidenciar “las formas diferenciales” y “el impacto humano y social” del conflicto en múltiples poblaciones, entre esas, a las personas LGBT (lesbianas, gais, bisexuales y trans). Es la primera Comisión de la Verdad en el mundo que tiene la misión de hacerlo. Sin embargo, la falta de guía por ser los primeros, el subregistro sobre estas violencias y la persistencia del conflicto armado, son algunos de los retos para cumplir con el Acuerdo de Paz.
A octubre de 2020, la Comisión había recibido tres informes que abordaban este tema y ha realizado diferentes entrevistas en profundidad con personas LGBT. Por eso, para aportar al tema, la organización Colombia Diversa documentó 28 casos de violencias contra población LGBT en Pasto y Tumaco (Nariño); en el departamento de Putumayo y en Chaparral (Tolima), y analizó las causas de estos hechos basándose en el concepto de “violencia por prejuicio”, es decir, “que se refiere a los actos violentos cometidos en contra de alguien por ser o parecer algo que el victimario considera como deleznable o inferior, o por creer que puede instrumentalizar a otros impunemente para favorecer sus intereses”, explicaron voceros de Colombia Diversa.
(Lea también: Casa Diversa y Crisálidas, los colectivos LGBT que la guerra no pudo eliminar)
El informe ¿Quién nos va a contar?, que fue una frase que una lideresa dijo en una entrevista, ahonda en las causas y consecuencias de esa violencia y cuáles prejuicios pudieron motivarla. Además, relata cómo resistió esta población, dando pistas sobre qué se debe hacer para garantizar la no repetición de los hechos de violencia.
A pesar de que el prejuicio está en todas partes, durante el conflicto armado se vio reforzado por los armados. María Susana Peralta, abogada de Colombia Diversa y coautora del informe, explica que, por ejemplo, en Tolima hubo afectaciones que tenían base en cuestiones políticas, mientras que en Tumaco la cuestión era el narcotráfico. En ambos territorios los mayores perpetradores fueron las Farc.
“Tolima es un territorio altamente politizado y es conocido como la cuna de las Farc. Entonces la violencia en Tolima es muy del guerrero, del nuevo hombre o del soldado. Así que pretendían crear estas masculinidades guerreras honorables. Una de las afectaciones que hubo era el trabajo forzado en solitario. Entonces veían a una persona que creían que era gay, porque no importaba si era o no era, y se lo llevaban a un territorio solo, asilado en el monte y lo ponían a trabajar, uno, dos o tres meses. A echar machete, a limpiar caminos, a recoger cosechas sin nadie con quien hablar. Todo bajo la idea de que eso les iba a hacer reflexionar sobre su “mala conducta” y a crear una persona solemne, reflexiva, campesina. Eso pasó porque a ellos allá les interesaba que la gente estuviera convencida, no que obedecieran y ya, porque el discurso político es muy importante”, narra Peralta.
Por el contrario, en Tumaco la misma guerrilla estaba mucho más interesada en controla las rutas del narcotráfico y “si hay alguien que me puede soplar mi empresa, pues tengo que deshacerme de esa persona a como dé lugar, y ahí entra el prejuicio de que como los gais son chismosos a mí me sirven o para que sean informantes míos, entonces los obligo a ser informantes, o a irse”, explica María Susana Peralta. Allí no importó convencer a nadie de un proyecto político.
(Le puede interesar: Comunidad LGBT de El Carmen de Bolívar: reconocida como sujeto de reparación colectiva)
Además, su suma lo que en Colombia Diversa leen como un rezago de la identidad colonial. Es decir, la idea de que los cuerpos de las personas negras son cosas apropiables e hipersexualizadas. Así que hubo una gran afectación de violencia sexual en Tumaco por parte de las Farc. También hubo casos que perpetró la Fuerza Pública, pero a las personas les da miedo hablar.
Este informe avanza en algo más que la importante documentación de los hechos. Intenta explicar también los porqués. "Los hombres gais y las personas trans son vistos como “cosas femeninas”, entonces me sirven para lo mismo que me sirven las “otras cosas”, que son las mujeres, que es para tener sexo, cocina, criar hijos y lavar ropa. Esto no ocurre porque son LGBT y ya, ocurre porque es lo que “más se parece a ser una mujer”. Claro, tiene otros componentes como el desprecio por la práctica sexual, pero el origen es el patriarcado", explica la investigadora.
Sin embargo, las personas LGBT no se quedaron calladas. En todos estos sitios hay organizaciones comunitarias y hubo prácticas de resistencia cultural, como el Reinado trans del río Tuluní, en Chaparral (Tolima), o grupos de danzas o espacios para reunirse y conversar. Otras personas resistieron yéndose.
(Lea también: Por la memoria de las “maricas” de Puerto Boyacá)
“A mí me han amenazado tantas veces, sino que yo tampoco no me dejo, yo tampoco no me dejo. Yo a veces también me les empalo, así me apunten. Si me van a matar pues que maten de una vez. Mi temperamento es lo que me tiene aquí, porque si no ya me habían matado. Eso es lo que me tiene viva, que yo no me dejo” dijo Gabriela, una mujer trans en Tumaco.
El desplazamiento también fue una forma de resistir. “No, en Bogotá. Me tocaba ayudar a empacar camarón en una pesquera, me tocaba levantarme a las 3 de la mañana, siendo un adolescente. Me tocó duro. No aguanté, me enfermé y me vine otra vez para mi tierra”, dice el testimonio de Baldomero, un hombre gay también de Tumaco.
Para Colombia Diversa analizar esas resistencias puede dar pistas para tres cosas: saber cuáles eran las afectaciones totales que estaba ocurriendo, para mostrar la dignidad de las personas y para que la Comisión de la Verdad encuentre pistas para hacer recomendaciones con miras a la no repetición de los hechos.
Durante la entrega de este informe a la Comisión hubo seis comisionados y comisionadas presentes. Uno de ellos fue el mayor (R) Carlos Ospina. Contó que al leer un informe del Centro Nacional de Memoria Histórica hace algunos años sobre este mismo tema, su reacción fue: “¿cómo es posible que esto haya pasado en mi departamento (Tolima) y yo no haya hecho nada?”. Colombia Diversa espera que esa sea la reacción de toda la población colombiana.
“Lo más importante es que tras escuchar las voces de las víctimas la gente adquiera un compromiso personal: ¿Dónde estaba yo cuando todo esto estaba pasando? ¿Qué he hecho yo para que todo esto siga pasando y qué puedo hacer para evitarlo? Si no logramos este compromiso no vamos a lograr nada nunca”, finaliza Peralta.