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Por cuenta del conflicto armado, afros e indígenas en el Pacífico nariñense fueron desplazados de sus hogares, asesinados, desaparecidos, extorsionados y estigmatizados. Pero aún cuando una vida alegre y en paz parecía algo improbable, estas comunidades resurgieron. Allí nunca perdieron las sonrisas ni la recursividad para seguir adelante y luchar.
Los pueblos étnicos en lugares como Tumaco aprovecharon la oportunidad que brindaba la firma del Acuerdo de Paz con las extintas FARC para quedarse en el territorio, trabajar la tierra y consolidar proyectos de vida que ningún actor armado pudiera afectar. Lo último que querían era que las confrontaciones rompieran sus sueños.
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Para distintos consejos comunitarios y resguardos tumaqueños -ribereños por excelencia- actividades como la piscicultura eran ajenas a su economía y cotidianidad. Una práctica casi inexplorada y mirada con recelo. Los cultivos de plátano, yuca, arroz, cacao y coca, para desdicha de algunos que tenían en esta última opción su único recurso para subsistir, eran los que acaparaban la economía local tumaqueña y, consecuentemente, lo que marcaba su estilo de vida.
Sin embargo, es justamente allí en las estaciones piscícolas donde decenas de familias tumaqueñas están teniendo su sustento, forjando talento y trabajando en la seguridad alimentaria de sus comunidades. Tienen el anhelo de llevar el sabor de sus tilapias por toda Colombia, pero van paso a paso.
Llegamos hasta el corazón del Consejo Comunitario Unión Río Caunapí, una agrupación que no olvida sus tradiciones ni sus derechos territoriales para hacer de la actividad piscícola su forma de dignificar la tierra en la que viven. El líder en esta zona es Jhonifer Cuero Valencia, el ‘Príncipe’ para quienes lo conocen, una persona que no dudó en ponerle a su estación piscícola el nombre de “Ley 70”, un guiño a una lucha ganada a pulso por las comunidades negras, con la que obtuvieron hace 30 años el reconocimiento del derecho a la propiedad colectiva.
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El proyecto a orillas del Caunapí es sinónimo de resistencia y trabajo de sol a sol. “Acá estábamos acostumbrados al cultivo de cacao y palma, en medio de un déficit de acceso a tierra para más de 1.600 familias. Entre la violencia y la falta de oportunidades no podíamos seguir adelante. Ahora, con la Estación Piscícola Ley 70 podemos generar sustento que alcanza mensualmente para familias de seis miembros; nos han capacitado y queremos hacer nuestro propio concentrado para los peces. Aportamos a la economía local, pero queremos rebajar los costos de producción para aportar aún más a la economía local y la seguridad alimentaria de las poblaciones afro. Queremos vender el kilo de tilapia roja a $11.000. Hoy la vendemos a $13.000 y en el mercado nacional puede alcanzar los $17.000”, comenta Cuero Valencia.
En la estación Ley 70 hay cuatro estanques de engorde y dos de levantamiento para más de 7.000 peces. Cinco personas se dividen las actividades para cuidar a las tilapias, alimentarlas, optimizar el manejo del agua y aprender todos los días de este ciclo productivo que pinta como un boom en el negocio agrícola de Tumaco.
Quien organiza y gestiona el orden en ese espacio piscícola es Maritza Quiñones, una joven de 19 años que conoce a la perfección cómo es que hay que sembrar una buena tilapia para convertirla en un negocio rentable. “La inversión para una estación como la nuestra puede rondar los $200 millones. Si en un mes vendemos todo un lote de cerca de una tonelada, estamos hablando de un ingreso cercano a los $6 millones por mes. Para hacer un espacio así toca construir estanques, conseguir o producir alimento para los peces, comprar insumos, bombear, oxigenar el agua y amar lo que se hace. Ahí está el secreto”, asevera.
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Los proyectos piscícolas en Tumaco son iniciativas comunitarias que nacieron como un sueño ambicioso hace más de cuatro años cuando a lo largo de todo el país se estaba marcando la hoja de ruta de los Programas de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET). En este municipio nariñense hay seis estaciones piscícolas con cerca de 122.000 tilapias.
El ritmo y el aterrizaje de ideas en acciones aquí es producto de una alianza entre la Agencia de Renovación del Territorio (ART) y la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO). Esta unión ha impulsado la reactivación económica de los PDET en 16 Planes Maestros de Estructuración (PME), cuyo objetivo tanto en Tumaco como en otras zonas del país es el de priorizar inversiones relacionadas con la paz territorial en procesos asociativos.
Maya Takagi, representante de FAO en el país está convencida de la potencialización que afros e indígenas están generando en el mercado y el autoconsumo de productos locales de Tumaco. “La experiencia con los proyectos piscícolas aporta mensajes relevantes que pueden ser retomados y amplificados en todo el Pacífico colombiano y en otras regiones del país. Es de resaltar el hecho de vincular jóvenes como promotores que se capacitan para poder manejar de manera autónoma la producción en los estanques, la administración y la comercialización”, agrega.
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Seguimos viajando por Tumaco. Atravesamos Bajo Villarica, Alto Villarica, el corregimiento de Llorente y llegamos al Resguardo Indígena Inda Guacaray – territorio sagrado de los awá. Allí ha pasado toda su vida Wilfrido Marín, líder de este pueblo ancestral que en las tilapias encontró su nueva vocación.
“Vivíamos de la pesca, pero el derrame de crudo dañó nuestros ríos. Queríamos vivir de la yuca, pero es difícil de comercializar. A la mata de coca jamás la dejamos entrar al resguardo a pesar de las amenazas de la guerrilla. Entonces FAO y la ART nos llegaron con la propuesta de la estación piscícola. Cavamos para crear las piscinas. Para que no se filtrara el agua pusimos geomembranas y ahí vamos poco a poco por la seguridad alimentaria de la comunidad.
El Servicio Nacional de Aprendizaje (SENA) está comprometido con nosotros y con las demás estaciones piscícolas para que estemos en la capacidad de producir muy pronto nuestro propio concentrado para las tilapias rojas. Eso nos hará más robustos en el mercado. Este proyecto nos cambió el chip, nos está fomentando a superar la guerra que vivimos con trabajo. Muy pronto le diremos a Colombia que Inda Guacaray es orgullo de yuca, borojó y tilapia deliciosa”, sostiene.
En esta asociación hay 15 beneficiarios con un mando logístico de Johana Chamorro, indígena awá que invita a superar los traumas del pasado con resiliencia.
“Acá comenzamos sin saber nada acerca del cultivo de peces. Mecanizamos los horarios de cuido de los peces, de regulación del agua y de comercialización. Pudimos huir cuando los violentos nos quisieron afuera… pero nos quedamos para trabajar por los nuestros y ganarnos la vida honrando nuestra tierra Haremos concentrado, ganaremos experticia, llevaremos nuestros peces a un gramaje ideal y acabaremos la idea de algunos de que Tumaco es coca y guerra”, concluye.