‘Somos Líderes de Vida’: un libro homenaje a los héroes sin pedestal de Colombia
La obra, que se lanzó este martes 29 de noviembre, recopila las historias de 24 líderes sociales de seis departamentos y es el resultado de la investigación que durante dos años realizó el periodista Eccehomo Cetina junto al fotógrafo Juan Acosta. Un homenaje a los 1.349 defensores asesinados en el país desde septiembre de 2016.
Natalia Romero Peñuela
“Fui víctima de violencia sexual en la masacre de El Salado por parte de los paramilitares cuando tenía 13 años. A pesar de las cicatrices, un día pude decirles: Yo lo perdono a usted con el alma y no con el corazón porque el corazón algún día se detiene, el alma no. Y aunque el día de la masacre sentí que me mataron, hoy tengo muchas ganas de vivir y construyo paz en los Montes de María con las mujeres”. Ese es parte del testimonio que contó Yirley Velasco, lideresa social de Bolívar, el pasado martes durante el lanzamiento del libro ‘Somos Líderes de Vida’ del periodista Eccehomo Cetina.
De ese tono son las 24 historias de líderes y lideresas sociales que el periodista documentó en un trabajo investigativo que duró casi dos años y en el que recorrió seis departamentos del país, con apoyo de Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID) y por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad). “En esa búsqueda me encontré con gente que la sociedad colombiana ha ninguneado, gente que muchos creen que sobra, gente con una tenacidad tan grande… una fuerza que ya la quisiera Hércules para luchar. Encontré historias que me hablaron de dignidad, de honradez, de gente que no se ha rendido aunque los hayan invisibilizado”, explica Cetina.
Las historias van desde el norte hasta el suroccidente colombiano. Eccehomo Cetina y el fotógrafo Juan Acosta recorrieron el corregimiento de Villanueva, en Tierralta (Córdoba) y los corregimientos de la Enea y el Salado en Bolívar; las poblaciones de Chilví y Buchelli, de Tumaco (Nariño); Sardinata, la puerta del Catatumbo en Norte de Santander; la vereda Lomitas de Santander de Quilichao (Cauca) y el municipio de Cáceres, en el Bajo Cauca Antioqueño. En esos territorios, retrataron las historias de hombres y mujeres diversas que le apuestan a sueños colectivos: desde jóvenes indígenas y afro que reivindican la ancestralidad y el arraigo por el territorio o mujeres víctimas de violencia sexual que hacen pedagogía en acceso a derechos, hasta personas LGBTIQ+ que defienden la inclusión efectiva.
En el libro, el relato de Cetina va más allá de la mera biografía o reseña de una vida y le apunta, a través de crónicas, a sintetizar el sentir, las reflexiones y los símbolos que han marcado la trayectoria de los defensores y defensoras. “El libro es un artefacto de la palabra para reconocerles algo que se les ha arrebatado. Yo sé que es un granito de arena, pero este es un artefacto que les da poder narrativo y que les reconoce lo que durante tantos se les ha arrebatado”, aseguró el autor.
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Cada uno de los textos está acompañado por retratos de los líderes y lideresas en sus labores cotidianas, rodeados de las personas junto a las que trabajan o en lugares simbólicos para ellos.
A Carolina Mosquera, lideresa de 25 años, reclamante de tierras y de los derechos de las víctimas, se le quebró la voz cuando vio su foto impresa en el libro. Allí aparece ella en el agua, primero danzando y luego flotando, con los ojos cerrados y un gesto de calma. “Carolina Mosquera recordaría la entereza de su mamá Aidé y aprendería dos cosas: el liderazgo exige valentía y no hay fuerza más poderosa que la de una comunidad unida. Una fuerza que es como el agua, reposada pero constante, capaz de romper con sutileza el rigor de una piedra. Estos dos principios han marcado su trabajo con la comunidad de Lomitas, Cauca”, relata Cetina en una analogía.
Para Carolina, que por amenazas de hombres armados se desplazó y ha tenido que trabajar remotamente por su territorio, este reconocimiento es una motivación para continuar e, incluso, para regresar. “Formarme no ha sido fácil porque en este país un líder se forma desde la violencia, desde las carencias, desde ver cómo a tus hermanos y tus amigos, y en mi caso mi tío, los asesinan. Es un proceso difícil. Pero cuando pasan cosas como las que están pasando hoy yo digo: Debo regresar. Debo regresar más fuerte y debo hacer lo que tengo que hacer en mi territorio, y enfrentar el miedo”, señala.
(Lea también: Diálogos de paz con el Eln: lo que debe saber sobre las negociaciones)
Un reconocimiento a los jóvenes que resisten
“Existen pueblos de Colombia que la metrópoli solo oyó mencionar por primera vez a partir de una masacre. Pasado el tiempo, estos poblados no vuelven a existir, regresan a una cartografía del olvido, al mapa en menguante de un país de ausentes”, dice una de las reflexiones del poeta Juan Manuel Roca que complementan los relatos del periodista. El libro es a la vez un reconocimiento en vida a quienes permanecen en esos pueblos olvidados y un homenaje a los 1.349 líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados entre septiembre de 2016 y agosto de 2022. La mayoría de las historias contenidas en el libro son de jóvenes.
En Tumaco, al suroccidente, Arley Vergara trabaja para darle una esperanza a niños, niñas y jóvenes desde la danza y la educación. El liderazgo se lo heredó a su abuela Marina Vergara, una partera y sabedora, que le inculcó el trabajo por la comunidad. Pero una experiencia traumática lo terminó de convencer de que su trabajo era con y por los jóvenes. “Cuando tenía 15 años vi caer tres granadas en mi colegio, en medio de enfrentamientos entre grupos armados ilegales y la Policía. Allí murieron tres amigos y una maestra”, recuerda. Hoy, con solo 20 años y , como lo describe Cetina, “una melena alborotada y una sonrisa resplandeciente”, unifica su pasión por la danza con su trabajo en el Laboratorio de Paz, Convivencia y Seguridad Ciudadana y en el Consejo Distrital de Juventud de Tumaco para capacitar a más de 1.800 jóvenes de su municipio.
En Sardinata, en el costado nororiental del país, Carlos Omar Jiménez volvió a su pueblo después de estudiar Comunicación Social en Cúcuta y después de hacer un intercambio en Chile para contribuir a construcción de medios locales de comunicación inmediata “en los que la gente pudiera visibilizar temas que en los medios tradicionales no tienen espacio”. Aunque el conflicto lo tocó directamente, desplazó a su familia y le desapareció a dos tíos, Carlos Omar le apuesta a construir un contrarelato sobre su territorio desde la Corporación de Productores Multimedia Irradiarte. “El Catatumbo sigue siendo satanizado, estamos para hacerle el contrapeso. En ese trabajo le hemos quitado jóvenes al conflicto, jóvenes que se interesan por el periodismo, por contar historias, y con los que nos pensamos cómo vamos a superar la violencia”, relata.
Como las de Yirley en Bolívar, Carolina en Cauca, Arley en Nariño y Carlos en Norte de Santander, son 20 historias más en el libro y miles más en los territorios. El documento podrá ser consultado en el catálogo de la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá, BibloRed, en las alcaldías del país y en el formato digital que estará alojado en la página web del Programa Somos Comunidad de Fupad.
“Fui víctima de violencia sexual en la masacre de El Salado por parte de los paramilitares cuando tenía 13 años. A pesar de las cicatrices, un día pude decirles: Yo lo perdono a usted con el alma y no con el corazón porque el corazón algún día se detiene, el alma no. Y aunque el día de la masacre sentí que me mataron, hoy tengo muchas ganas de vivir y construyo paz en los Montes de María con las mujeres”. Ese es parte del testimonio que contó Yirley Velasco, lideresa social de Bolívar, el pasado martes durante el lanzamiento del libro ‘Somos Líderes de Vida’ del periodista Eccehomo Cetina.
De ese tono son las 24 historias de líderes y lideresas sociales que el periodista documentó en un trabajo investigativo que duró casi dos años y en el que recorrió seis departamentos del país, con apoyo de Agencia Internacional de Desarrollo de Estados Unidos (USAID) y por la Fundación Panamericana para el Desarrollo (Fupad). “En esa búsqueda me encontré con gente que la sociedad colombiana ha ninguneado, gente que muchos creen que sobra, gente con una tenacidad tan grande… una fuerza que ya la quisiera Hércules para luchar. Encontré historias que me hablaron de dignidad, de honradez, de gente que no se ha rendido aunque los hayan invisibilizado”, explica Cetina.
Las historias van desde el norte hasta el suroccidente colombiano. Eccehomo Cetina y el fotógrafo Juan Acosta recorrieron el corregimiento de Villanueva, en Tierralta (Córdoba) y los corregimientos de la Enea y el Salado en Bolívar; las poblaciones de Chilví y Buchelli, de Tumaco (Nariño); Sardinata, la puerta del Catatumbo en Norte de Santander; la vereda Lomitas de Santander de Quilichao (Cauca) y el municipio de Cáceres, en el Bajo Cauca Antioqueño. En esos territorios, retrataron las historias de hombres y mujeres diversas que le apuestan a sueños colectivos: desde jóvenes indígenas y afro que reivindican la ancestralidad y el arraigo por el territorio o mujeres víctimas de violencia sexual que hacen pedagogía en acceso a derechos, hasta personas LGBTIQ+ que defienden la inclusión efectiva.
En el libro, el relato de Cetina va más allá de la mera biografía o reseña de una vida y le apunta, a través de crónicas, a sintetizar el sentir, las reflexiones y los símbolos que han marcado la trayectoria de los defensores y defensoras. “El libro es un artefacto de la palabra para reconocerles algo que se les ha arrebatado. Yo sé que es un granito de arena, pero este es un artefacto que les da poder narrativo y que les reconoce lo que durante tantos se les ha arrebatado”, aseguró el autor.
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Cada uno de los textos está acompañado por retratos de los líderes y lideresas en sus labores cotidianas, rodeados de las personas junto a las que trabajan o en lugares simbólicos para ellos.
A Carolina Mosquera, lideresa de 25 años, reclamante de tierras y de los derechos de las víctimas, se le quebró la voz cuando vio su foto impresa en el libro. Allí aparece ella en el agua, primero danzando y luego flotando, con los ojos cerrados y un gesto de calma. “Carolina Mosquera recordaría la entereza de su mamá Aidé y aprendería dos cosas: el liderazgo exige valentía y no hay fuerza más poderosa que la de una comunidad unida. Una fuerza que es como el agua, reposada pero constante, capaz de romper con sutileza el rigor de una piedra. Estos dos principios han marcado su trabajo con la comunidad de Lomitas, Cauca”, relata Cetina en una analogía.
Para Carolina, que por amenazas de hombres armados se desplazó y ha tenido que trabajar remotamente por su territorio, este reconocimiento es una motivación para continuar e, incluso, para regresar. “Formarme no ha sido fácil porque en este país un líder se forma desde la violencia, desde las carencias, desde ver cómo a tus hermanos y tus amigos, y en mi caso mi tío, los asesinan. Es un proceso difícil. Pero cuando pasan cosas como las que están pasando hoy yo digo: Debo regresar. Debo regresar más fuerte y debo hacer lo que tengo que hacer en mi territorio, y enfrentar el miedo”, señala.
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Un reconocimiento a los jóvenes que resisten
“Existen pueblos de Colombia que la metrópoli solo oyó mencionar por primera vez a partir de una masacre. Pasado el tiempo, estos poblados no vuelven a existir, regresan a una cartografía del olvido, al mapa en menguante de un país de ausentes”, dice una de las reflexiones del poeta Juan Manuel Roca que complementan los relatos del periodista. El libro es a la vez un reconocimiento en vida a quienes permanecen en esos pueblos olvidados y un homenaje a los 1.349 líderes sociales y defensores de derechos humanos asesinados entre septiembre de 2016 y agosto de 2022. La mayoría de las historias contenidas en el libro son de jóvenes.
En Tumaco, al suroccidente, Arley Vergara trabaja para darle una esperanza a niños, niñas y jóvenes desde la danza y la educación. El liderazgo se lo heredó a su abuela Marina Vergara, una partera y sabedora, que le inculcó el trabajo por la comunidad. Pero una experiencia traumática lo terminó de convencer de que su trabajo era con y por los jóvenes. “Cuando tenía 15 años vi caer tres granadas en mi colegio, en medio de enfrentamientos entre grupos armados ilegales y la Policía. Allí murieron tres amigos y una maestra”, recuerda. Hoy, con solo 20 años y , como lo describe Cetina, “una melena alborotada y una sonrisa resplandeciente”, unifica su pasión por la danza con su trabajo en el Laboratorio de Paz, Convivencia y Seguridad Ciudadana y en el Consejo Distrital de Juventud de Tumaco para capacitar a más de 1.800 jóvenes de su municipio.
En Sardinata, en el costado nororiental del país, Carlos Omar Jiménez volvió a su pueblo después de estudiar Comunicación Social en Cúcuta y después de hacer un intercambio en Chile para contribuir a construcción de medios locales de comunicación inmediata “en los que la gente pudiera visibilizar temas que en los medios tradicionales no tienen espacio”. Aunque el conflicto lo tocó directamente, desplazó a su familia y le desapareció a dos tíos, Carlos Omar le apuesta a construir un contrarelato sobre su territorio desde la Corporación de Productores Multimedia Irradiarte. “El Catatumbo sigue siendo satanizado, estamos para hacerle el contrapeso. En ese trabajo le hemos quitado jóvenes al conflicto, jóvenes que se interesan por el periodismo, por contar historias, y con los que nos pensamos cómo vamos a superar la violencia”, relata.
Como las de Yirley en Bolívar, Carolina en Cauca, Arley en Nariño y Carlos en Norte de Santander, son 20 historias más en el libro y miles más en los territorios. El documento podrá ser consultado en el catálogo de la Red de Bibliotecas Públicas de Bogotá, BibloRed, en las alcaldías del país y en el formato digital que estará alojado en la página web del Programa Somos Comunidad de Fupad.