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¿Cómo inició el periodismo en los lugares más alejados de las grandes ciudades? ¿Cuáles medios de comunicación funcionaban hace 30 años y cuántos otros sobrevivieron a la guerra? ¿Qué tanto sabemos de ese periodismo de antaño y de los periodistas que en esas regiones defendieron la verdad con su vida?
Las respuestas van surgiendo a medida que avanza el recorrido por el museo virtual Memorias del Periodismo en Colombia, que se podrá consultar desde este martes.
De entrada, hay un mapa grande del país y sobre él están señalados los departamentos de Córdoba, Arauca y Caquetá. El o la visitante, podrá recorrer cada zona a través de cuatro ejes narrativos: el contexto del conflicto armado, los primeros medios de comunicación que allí se crearon y los casos de periodistas asesinados, la historia de un periodista recordado por su manera de informar y por el vacío que dejó su voz o su escritura y, finalmente, las iniciativas locales de comunicación que han sobrevivido o nacido a pesar de la violencia.
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Ese recorrido va acompañado de fotografías o archivos de los periódicos, retratos de los periodistas, grabaciones de las emisoras y videos que recogen historias particulares. Al darle clic en Córdoba, por ejemplo, encontrarán que el conflicto comenzó desde los 70 con la llegada del EPL y la posterior consolidación de las Farc; luego, desde 1988, hubo un incremento en la violencia con la llegada de los hermanos Castaño y la posterior conformación de las Autodefensas Unidas de Córdoba y Urabá. La guerra giró alrededor de la apropiación de la tierra y la lucha de los campesinos por reivindicar lo suyo.
Es así como empiezan a surgir estrategias de comunicación desde la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (Anuc). Los folletos ilustrados de ese entonces fueron la estrategia para propagar su lucha. Nacieron ilustraciones e historietas como El Boche: el campesino rebelde del Sinú, y Felicita Campos: la mujer campesina en la lucha por la tierra, dibujados por el artista Ulianov Charlarka, quien acompañó al sociólogo Orlando Fals Borda en sus investigaciones sobre la tenencia de la tierra en el Caribe.
Una de las ilustraciones del artista Ulianov Charlarka.
Otra de las estrategias con gran difusión fueron los noticieros grabados en casetes. En un video del museo, el investigador y periodista Víctor Negrete cuenta cómo cada líder se llevaba este casete para que la comunidad a la que iba escuchara las noticias del movimiento campesino.
“En el museo virtual desarrollamos un concepto que se llama paisaje-audiencia, es decir, la representación de la forma y el contexto en el que se informaban las audiencias llevado a lo visual. Es el caso de fotografías donde se puede ver cómo el campesino ordeña la vaca y mientras tanto pone la radio sobre ella para informarse”, explica Carolina Quintero, museóloga e integrante del equipo de la Fundación para la Libertad de Prensa (Flip) que realizó este proyecto.
Carolina también señala que el museo quiere resaltar esas iniciativas locales de comunicación que están todavía en esos territorios. Menciona a la Escuela Audiovisual Infantil de Belén de los Andaquíes en Caquetá, en la que niños y jóvenes de ese municipio realizan sus propios programas de televisión o películas. O el caso de la emisora Paujíl Stereo, también en Caquetá, que es de las juntas de acción comunal y está dirigida Rosemary Betancourt.
Desde 2019, este equipo de la Flip comenzó a trabajar en la iniciativa, que más que un sitio web estático lo que quiere es entrar en un diálogo y construcción constante con el público, por eso se pensó como un museo que podrá ir creciendo en la medida en que la gente participe. “Esta memoria tiene que estar en movimiento, tiene que ser un ejercicio de memoria viva. Si tienen historias de los medios de comunicación de sus comunidades, recuerdos o archivos, la idea es que nos los puedan compartir”, sostiene Daniel Chaparro, investigador de la Flip.
La razón detrás de esta invitación es que al investigar por los medios de comunicación de estas regiones, que ya no existen, como el Poder Costeño en Córdoba, Radio Caribabare o el semanario El Corredor Fronterizo en Arauca, notaron que había muy poco material de archivo conservado y que estaba fundamentalmente en manos de las familias o periodistas, pero no en archivos públicos de bibliotecas. Su fin es recuperar también esta memoria regional del periodismo a través de una plataforma digital.
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El museo Memorias del Periodismo en Colombia nació como insumo del informe: “La información como campo de batalla”, que la Flip y la Fundación Guillermo Cano Isaza le entregaron a la Comisión de la Verdad en febrero de este año. Ese informe recoge la violencia por parte de todos los grupos armados hacia periodistas de los tres departamentos, donde están los índices más altos de violencia contra estos profesionales, y el impacto a su ejercicio periodístico como la autocensura, los hostigamientos y obstrucciones a su trabajo, asesinatos, desplazamientos, amenazas o estigmatizaciones.
El museo iba a ser presentado en la versión 34 de la Feria Internacional del Libro de Bogotá, pero debido a la crisis mundial por el coronavirus y la cuarentena extendida hasta el 11 de mayo en Colombia, el lanzamiento se canceló. Aun así, se podrá consultar virtualmente desde este martes en la página: http://memoriasdelperiodismo.co/ mientras se define una nueva fecha.
“Hay que hacer esfuerzos por desjudicializar la memoria del periodismo en Colombia. Más allá del reclamo por los pocos avances en el esclarecimiento sobre el asesinato de periodistas, también podemos mirar al pasado desde muchas perspectivas, pero hacen falta contenedores de la memoria del periodismo. No solo es vital en términos de la violencia, también porque en los últimos años ha habido una transformación del ejercicio periodístico en Colombia y no tenemos muchas veces las posibilidades de saber cómo era el periodismo tiempo atrás”, añade Chaparro.
El primer desplazamiento
De acuerdo con el informe de la Flip, Callar y fingir. La censura de siempre, entre 2017 y 2019 fueron amenazados 583 periodistas. Solo el año pasado esta entidad documentó 515 ataques a la prensa en el país, entre ellos, dos homicidios. Ahí esta el caso de Mauricio Lezama, el cineasta asesinado por dos hombres armados el 9 de mayo en Arauquita (Arauca) mientras desarrollaba las audiciones para su cortometraje Mayo.
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Arauca es uno de los departamentos con mayor incremento de hechos violentos contra la prensa luego de la firma del Acuerdo de Paz con las Farc, sostiene el informe. “En 2017, la Flip registró nueve ataques contra medios y periodistas; en 2018 se documentaron 17 casos y en 2019 la cifra ascendió a 26”.
En el museo de memorias quedaron consignados los nombres de los siete periodistas o comunicadores que han sido asesinados en esa región desde 1991: Henry Rojas, Danilo Baquero, Iván Pelayo, Alfredo Matiz, Efraín Varela, Luis Eduardo Alfonso y Mauricio Lezama.
Este también fue el departamento donde se dio el primer desplazamiento masivo de periodistas en Colombia por cuenta del conflicto armado. 16 periodistas salieron de la región en 2003 porque las amenazas y el miedo no dieron tregua después del asesinato de Efraín Varela y Luis Eduardo Alfonso, directores de la emisora Meridiano 70. Llegaron a finales de marzo de ese año a Bogotá para protegerse.
Ángel María León, quien ya lleva 34 años en este oficio, hizo parte de ese grupo. A él lo amenazaron los paramilitares, a otros las Farc. Duró ocho meses en Bogotá, alejado de su familia y sin trabajo. “Nos tocó regresar sin garantías y hacer un periodismo con cuidado, autorregulado”, cuenta.
Lo mismo recuerda Carmen Rosa Pabón, pupila en ese entonces de Varela y Henry Rojas. “Nunca pensé que de escribir las historias de desplazamiento de la gente me tocara vivirlo en carne propia. El desarraigo y la soledad para mí fueron pruebas muy duras. Cada vez que cubro otro desplazamiento en las comunidades me conmuevo mucho, para mí es un mal síntoma de la sociedad araucana”, sostiene.
Para Carmen, una de las consecuencias más fuertes de ese desplazamiento fue la calidad de la información. Tuvieron que autocensurarse cuando volvieron, dejar de cubrir algunos temas. No hicieron más periodismo de investigación desde ese hecho. Ambos periodistas recuerdan que, para cuidarse, a todos les tocó trabajar unidos, casi literalmente. Si iban a hacer reportería a algún lugar tenían que ir juntos en la única camioneta blindada que les dieron a manera de protección.
Varios de ellos siguen trabajando en medios de comunicación de Arauca a pesar de la autocensura y el temor de otra amenaza. Siguen cubriendo los temas que los ponen en riesgo porque son parte de la cotidianidad en estas regiones: orden público y escándalos de corrupción de políticos locales.
Su relación con los políticos es otro frente por el que tienen que “autorregular” su trabajo, pues el político que van a denunciar muchas veces es el que autoriza el desembolso de la pauta publicitaria para su medio, la principal forma de sostenimiento para los medios locales.
En la actualidad, Ángel trabaja en la emisora Kapital Stereo y Carmen en Meridiano 70. Todavía, concuerdan, continúan las amenazas constantes hacia ellos y gran parte de sus colegas. Y sí, asistir a una rueda de prensa en Arauca (capital) es ver a un grupo de periodistas con sus escoltas detrás y algunos con sus carros blindados, un imagen que se repite en muchas regiones del país con sus periodistas. No por gusto, dicen, sino por protección a sus vidas.
También sigue pesando el estigma a pesar de que se habla de paz. En palabras de Ángel: “si uno saca la noticia de tal paro armado, el Ejército lo señala a uno de guerrillero. Y, al contrario, si uno saca una entrevista de algún militar, entonces las guerrillas dicen que uno es amigo del Ejército”.
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Creyeron que con el Acuerdo de Paz la situación iba a cambiar, como muchos colombianos. Habían bajado los hechos violentos y sentían la confianza de movilizarse tranquilamente por el departamento. Hoy, el temor de que se repita la historia de 2003 está de vuelta con la llegada de las disidencias de las Farc y la disputa del territorio con el ELN.
La historia se ha repetido con las generaciones más jóvenes de periodistas. Por mencionar dos casos: Phillip Moreno y Daniel Martínez. Los dos trabajan en sus propios medios digitales: Confidencial y El Círculo, y los dos también han sido amenazados por grupos armados. El caso de Phillip fue más reciente. Las disidencias de las Farc se llevaron a uno de sus reporteros y lo enviaron de vuelta con la razón de que se cuidara si seguía hablando de ellos; a raíz de la denuncia sobre el asesinato de un grupo de indígenas.
Cuando les pregunto cuáles son sus medidas de protección, más allá del esquema de seguridad, todos me dicen que es el autocuidado: no profundizar en ciertos temas, cambiar sus rutinas después de una amenaza, evitar salir a otros municipios o avisar si van y unirse mucho más como gremio.
“El grupo de periodistas que vivió el desplazamiento está mejor preparado”, resalta Carmen. “Acompañamos a los otros y hemos entendido que si estamos organizados, a pesar de las diferencias, somos menos frágiles. Ya sabemos qué organizaciones nos pueden ayudar y qué hacer”.