Una oración por la mesa de Quito

Los buenos oficios de la Iglesia católica y la comunidad internacional serán determinantes para destrabar este difícil momento que atraviesa el proceso de negociación con el Eln.  

Natalia Herrera Durán - @Natal1aH
14 de enero de 2018 - 10:00 a. m.
 El máximo comandante del Eln, Nicolás Rodríguez (leyendo), acompañado por los miembros del Comando Central de esta guerrilla. / Prensa Eln
El máximo comandante del Eln, Nicolás Rodríguez (leyendo), acompañado por los miembros del Comando Central de esta guerrilla. / Prensa Eln

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En una modesta sala de la iglesia Voto Nacional, en el centro de Bogotá, el padre Darío Echeverri recuerda esa vez en la que el presidente Hugo Chávez contó cuando le suplicó a Pablo Beltrán que no suspendiera la negociación de paz. Corría el año 2007.

“Le dije a Pablo que se quedara, que no se fuera, que yo propiciaba el viaje a Venezuela a quienes necesitara para que se hicieran aquí las consultas”, fueron las palabras del presidente Chávez, que en su voz dejaban asomar rabia y tristeza. Pero el comandante Pablo dijo que no. Dijo que era necesario ir hasta Colombia a consultar a las bases sobre lo que habían avanzado y en las consultas se esfumaron esos esfuerzos de paz.

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El padre Echeverri es un paisa claretiano que prometió trabajar sin descanso por la salida negociada al conflicto armado del país y en esa vocación ha estado muy cercano a los procesos de paz, en especial desde 2001, cuando aceptó esa tarea en el lecho de muerte de su gran amigo, el padre Jorge Martínez, conocido como “El artesano de la paz”, por el papel discreto que cumplió en los años 90 para acercar en una misma mesa de diálogos a la guerrilla y al Gobierno de turno.

Es por eso que el padre Echeverri tiene claro esos intentos de paz que se realizaron entre el gobierno del presidente Álvaro Uribe y esta guerrilla. Las conversaciones duraron casi dos años y se adelantaron entre La Habana (Cuba) y Venezuela. Los diálogos llegaron a su sexta ronda y a Cuba, por ejemplo, fueron con sus buenos oficios más de una decena de facilitadores; una comisión de obispos, otra de la Comisión de la Conciliación y otra de los representantes de los países amigos, que en esta ocasión eran Cuba, España, Suiza, Noruega y Francia.

Uno de los testigos de excepción de esos diálogos fue el embajador noruego, Tom Tyrihjell, quien, incluso, cuidó la espalda del comandante del Eln Antonio García, con autorización del Gobierno, para trasladarlo desde Venezuela hasta Casa de Paz en Medellín, que lideraba entonces Francisco Galán, que también había salido de la cárcel como gestor de paz. Allí se propició un diálogo con diferentes sectores de la sociedad. Luego el embajador Tyrihjell se encargaría de devolver a García a Venezuela.

“Queremos reafirmar públicamente la voluntad de paz del Gobierno. Se lo he manifestado así a los embajadores del Grupo de Países Amigos y esperamos que este grupo pueda adelantar una labor que nos permita retomar nuevamente las conversaciones con este grupo guerrillero”, dijo el entonces comisionado de paz de Uribe, Luis Carlos Restrepo”. Nada superó las desconfianzas mutuas.

“Muy doloroso eso”, dice el padre Echeverri con tanta seriedad que nadie se atrevería a desmentirlo. Y lo dice porque el episodio de Chávez y Beltrán, que relataba cómo fue el fin de ese intento de paz, se le vino a la mente hace un mes cuando el Eln levantó la mesa transitoria que se realizó en el país, entre el 5 y el 12 de diciembre, y que se extendió hasta el 15, sin mucho registro de los medios de comunicación.

Ese día, el padre Echeverri, secretario general de la Comisión de Conciliación Nacional, y uno de los responsables por parte de la Iglesia del seguimiento y monitoreo del cese, se atrevió a decirles a los comandantes guerrilleros que no sabían valorar el momento que estábamos viviendo. Habló duro, muy duro, y les dijo, por ejemplo, que no comprendían el significado de que Naciones Unidas y la Iglesia fueran los veedores y verificadores en ese proceso.

El espacio buscaba, entre otras gestiones de paz, prorrogar el cese al fuego bilateral, pero no tuvo éxito. Fue entonces cuando los miembros de la comisión negociadora del Gobierno y la guerrilla volvieron a Quito (Ecuador) hasta que terminó el plazo que se fijó para el cese, el pasado 9 de enero.

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Un alivio humanitario de 101 días que, aunque imperfecto, fue histórico e importante. En especial para las regiones de fuerte presencia elena, como lo son los departamentos de Arauca, Chocó, Norte de Santander y Nariño, cuya población no recordaba unas fiestas de fin de año tan tranquilas como las que acaban de celebrar.

Un alivio que se evaporó en la madrugada del 10 de enero, cuando el Eln reanudó sus acciones ofensivas, en especial en el departamento de Arauca. El presidente Juan Manuel Santos, a su turno, llamó a su nuevo jefe negociador, Gustavo Bell, a Bogotá a “consultas”, quien viajó acompañado de los principales miembros de la delegación, y desplegó su tropa.

Este es el escenario que encontró el secretario general de las Naciones Unidas, Antonio Guterres, de visita hasta hoy en nuestro país y quien se reunió con el presidente Juan Manuel Santos para tratar, entre otros asuntos, este difícil momento que atraviesa el diálogo de paz con el Eln.

Precisamente Naciones Unidas y la Iglesia Católica son quienes podrían ser fundamentales para destrabar el diálogo. Y hay quienes creen, incluso, que un representante del Vaticano o el propio Guterres podría ayudar a que la mesa retome su rumbo y se reactive el cese al fuego bilateral.

De hecho, Guterres hace un mes, en una carta dirigida al presidente Juan Manuel Santos, expresó su apoyo y su voluntad para que este proceso salga adelante. Como él, al entregar el informe de seguimiento al cese al fuego, monseñor Óscar Urbina Ortega manifestó la importancia de este proceso en la construcción de una Colombia distinta.

Sobre todo, antes de que los equipos de verificación, que se habían desplegado por la misión se desmonten. De hecho, el Eln ya envió a un delegado de su confianza para hablar con autoridades del más alto nivel en el Vaticano en Roma y con la Comunidad de Sant'Egidio, una asociación laica que se caracteriza por promover encuentros internacionales de oración por la paz.

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La mesa de Quito está parada en la recta final del Gobierno. Tiene seis meses de vida y deberá construir confianzas en medio del debate electoral que gravita sobre el apoyo o rechazo a los procesos de paz con las guerrillas. Es una realidad que la mesa de Quito no tendrá para el 7 de agosto de 2018 un acuerdo final de paz y, en el mejor de los casos, el presidente Santos podrá entregar una mesa de diálogos con un cese al fuego bilateral activado y un proceso maduro que el próximo gobierno vea como irreversible.

Sólo los días dirán si una vez más esta posibilidad de acuerdo de paz con el Eln se evaporó en el tiempo de las consultas.

Por Natalia Herrera Durán - @Natal1aH

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