Víctimas y exparamilitares se unen para sembrar cacao en el Magdalena Medio
En el Magdalena Medio florecen cultivos de cacao y proyectos asociativos impulsados por familias de víctimas junto a sus antiguos victimarios. Agroemprende Cacao ha generado ingresos para 750 familias de la región que impulsan a la asociación para que sea competitiva.
Antonio Núñez evoca la primera vez que intentó sembrar cacao en su finca. Fue en 2006, poco después de la desmovilización de los paramilitares; una fecha importante para él, porque era uno de los 750 hombres que dejaron sus armas el 28 de enero de aquel año en la vereda El Marfil, a una hora en carro desde Puerto Boyacá. En esa vereda se organizó en 1978 uno de los primeros grupos de autodefensas del país.
En 2006, Núñez compró 6.000 colinos de cacao, que sembró en su finca de la Serranía de los Quinchos. Las fincas vecinas eran cocaleras y tuvo la mala fortuna de que las aspersiones con glifosato destruyeron su cultivo de cacao. La segunda vez que intentó sembrar fue él mismo quien aplicó mal un herbicida para controlar las malezas y arrasó con 2.000 árboles recién plantados.
Trece años después, Núñez va por el tercer intento de sembrar cacao. Ahora por fin ha comenzado a cosechar los frutos, gracias al apoyo de la Asociación Regional de Cacaocultores del Magdalena Medio (Asorecamm), organización surgida en Puerto Boyacá que ha canalizado ayudas institucionales y de cooperación internacional para impulsar empresas familiares dedicadas a ese cultivo.
(Le puede interesar: Aún no sabemos toda la relación entre narcotráfico, conflicto y el poder regional: Estefanía Ciro)
“No queremos que nos regalen comida”, asegura Núñez y cuestiona las políticas asistencialistas. Para él, lo más importante es “que nos ayuden a crecer en el tema empresarial”, afirma.
Mirta López, representante legal de Asorecamm, explica que, en 2015, 150 familias de la región decidieron asociarse con un propósito claro: evitar a los intermediarios y volverse más competitivos haciendo de cada cultivo una empresa familiar.
López, víctima de los paramilitares porque su padrastro fue desaparecido en los años 80, trabaja codo a codo en la asociación con desmovilizados de las autodefensas que viven en la zona.
“La visión que teníamos era que en el 2022 ya tuviéramos nuestro centro de acopio para mejorar el precio del cacao y eso se logró en menos tiempo”, cuenta López cuando atiende a Colombia+20 en la sede de Asorecamm, una pequeña bodega en Puerto Boyacá que permanece abarrotada de sacos con el grano seco, lo que impregna el local con un aroma intenso a chocolate.
Lograr ese objetivo fue posible gracias al apoyo del proyecto Agroemprende Cacao, iniciativa de la Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Socodevi), apoyada por el gobierno de Canadá, que busca, en palabras de Sandra Pérez, su gerente regional, mejorar la calidad de vida de las familias planteando estrategias que incrementen sus rentas: “Cuando mejoran los ingresos, pueden mejorar la alimentación, la educación y sus cultivos”, explica.
(Le puede interesar: Así fracasó Gobierno Duque en su intento de regresar a la aspersión con glifosato)
El programa de apoyo al sector cacaotero de Colombia ha beneficiado a más de 4.200 empresas familiares agrupadas en 42 asociaciones de los departamentos de Putumayo, Meta, Boyacá, Antioquia, Santander y Cesar. También cuenta con aportes de empresas privadas como Mansarovar, Prodeco, Furatena Cacao, Gran Tierra Energy y Ecopetrol.
La regional del Magdalena Medio y occidente de Boyacá incluye a 750 familias cultivadoras en Puerto Nare (Antioquia), Bolívar, Cimitarra (Santander), Puerto Boyacá, Pauna, San Pablo de Borbur, Muzo, Quipama y Otanche (Boyacá).
Una de las metas del programa es generar procesos innovadores, que se mantengan en los territorios incluso cuando la financiación internacional se haya terminado.
“Llegamos a donde ya haya voluntad de personas en asociarse, donde ya haya asociaciones (...) nuestra visión es que sean sostenibles y autosuficientes, tanto económica como administrativamente. Por eso apoyamos para que la gobernanza de la asociación mejore: que haya asambleas y participación, que la parte contable sea transparente y sepan cuánto dinero les entra”, explica Pérez. Además, el proyecto contempla un fuerte componente de género que estimula que sean las mujeres quienes estén a la cabeza de las empresas, desarrollando su liderazgo. “Ya las mujeres sabemos hablar de cacao”, afirma con vehemencia Mirta López.
“Hacer patria”
La propuesta llegó a Puerto Boyacá a mediados del 2019 y apoyó a los productores con asistencia técnica, plántulas para sembrar, renovación de cultivos para quienes ya tenían cacao sembrado, capacitaciones y formación administrativa.
En 2020, Asorecamm compró, a campesinos asociados y no asociados, 55 toneladas del grano, que representaron $453 millones en la economía local. “Fue un gran apoyo para los campesinos durante la pandemia”, asegura López y explica que la asociación nunca dejó de comprar y brindar asistencia técnica, a pesar de las restricciones sanitarias por el covid-19.
Al año siguiente, la asociación duplicó la producción del grano y, por ende, las compras de cacao, que ascendieron a 89 toneladas, por un valor de $750 millones.
Para 2022 estiman producir 180 toneladas, producto de las siembras que se hicieron en 2019, cuando inició el proyecto, que ya están dando sus primeras cosechas. Una de ellas es la de Teófilo Hernández, un campesino y pastor evangélico que llega hasta la bodega de la asociación temprano en la mañana del 20 de enero con un saco de cacao que pesa 47 kilos. Actualmente en Colombia el grano se cotiza a $8.000 por kilo, un precio por encima del que pagan los intermediarios y que, según López, no podrían sostener si no estuvieran asociados.
(También puede ver: Los jóvenes de Quibdó escapan de la violencia con educación y saberes ancestrales)
El mercado del cacao en el país es controlado por dos grandes compañías: Casa Luker y la Nacional de Chocolates. No obstante, en cada región abundan los intermediarios que pagan el kilo muy por debajo de la cotización internacional del grano. La asociación busca sacarlos de la cadena.
Con 333 hectáreas intervenidas, 178 en siembra nueva y 155 en renovación, el proyecto de Agroemprende Cacao termina de consolidarse en la región, donde aspira a estar hasta el año 2025. Para ese entonces las asociaciones locales ya deben ser completamente sostenibles y autosuficientes.
En 2021 entregaron a los beneficiarios 75 unidades poscosecha, que incluyen cajones de fermentación y marquesinas de secado, para fortalecer la calidad del grano en todos los eslabones de la cadena de valor.
“Sabemos que ponemos nuestro granito de arena para que todo mejore”, concluye Sandra Pérez, gerente de Socodevi en la regional del Magdalena Medio: “Esta es una forma de hacer patria, de hacer paz”.
Las plantas de Alfonso y Maribel
A Alfonso Nova lo dieron por muerto después de chocar en su moto de frente con otro vehículo, cuando regresaba a su finca en la vereda La Ceiba. La Policía ya había acordonado el cuerpo con cinta amarilla, cuando una de sus hijas, que es enfermera, pasó por casualidad por el sitio y lo reconoció, les gritó a los policías que la dejaran acercarse porque el hombre que yacía en la carretera era su padre. Le quitó el casco roto y la corbata del uniforme de celador. También notó que, aunque muy débil, aún tenía pulso y de inmediato se lo llevó para el hospital del pueblo.
Nova perdió la movilidad del brazo izquierdo y también la memoria. “Le tuve que enseñar a caminar, a comer”, dice su esposa, Maribel Pérez, quien cree que es un milagro que ahora el mismo Alfonso sea quien pueda contar la historia con sus propias palabras. Alfonso y Maribel son miembros de la asociación, pero sembraban cacao desde antes. Gracias a Asorecamm, han recibido herramientas, abonos y asistencia técnica para su cultivo.
“El primer cacao fue del bolsillo de nosotros. En Puerto Pinzón había un auge grandísimo y nos conseguimos cincuenta plantas allá”, cuenta Maribel. Alfonso heredó un pequeño terreno entre las 80 hectáreas que su padre, un colono tolimense, le había arrebatado a la selva hace medio siglo.
Mientras recorre su cacaotera, Maribel detalla el trabajo que deben hacer con las plantas: tienen que “deschuponar” cuando salen brotes que le quitan fuerza al árbol. También podar ramas secas y sembrar plataneras junto a las cacaoteras más pequeñas, para conseguir la sombra que los proteja del sol.
“Él [Alfonso] mantiene con las maticas. Ese es el amor de él y mío también. Se siente muy contento con el cultivo, eso lo mantiene vivo”
Maribel Pérez
“Él [Alfonso] mantiene con las maticas. Ese es el amor de él y mío también. Se siente muy contento con el cultivo, eso lo mantiene vivo”, confiesa Maribel sobre su esposo, quien enfrenta la faena diaria con un solo brazo, porque el otro le quedó inmóvil desde el accidente. Con el cacao consiguen dinero para comprar la codeína y otros medicamentos que Alfonso debe tomar frecuentemente para controlar los dolores que le quedaron de secuela tras el choque.
El cacao, además, es un soporte a la economía familiar. “Yo pienso en mis nietos... que no aguanten hambre. Al menos ese cultivo dará para comprar arroz, panela, aceite”, afirma.
Antonio Núñez evoca la primera vez que intentó sembrar cacao en su finca. Fue en 2006, poco después de la desmovilización de los paramilitares; una fecha importante para él, porque era uno de los 750 hombres que dejaron sus armas el 28 de enero de aquel año en la vereda El Marfil, a una hora en carro desde Puerto Boyacá. En esa vereda se organizó en 1978 uno de los primeros grupos de autodefensas del país.
En 2006, Núñez compró 6.000 colinos de cacao, que sembró en su finca de la Serranía de los Quinchos. Las fincas vecinas eran cocaleras y tuvo la mala fortuna de que las aspersiones con glifosato destruyeron su cultivo de cacao. La segunda vez que intentó sembrar fue él mismo quien aplicó mal un herbicida para controlar las malezas y arrasó con 2.000 árboles recién plantados.
Trece años después, Núñez va por el tercer intento de sembrar cacao. Ahora por fin ha comenzado a cosechar los frutos, gracias al apoyo de la Asociación Regional de Cacaocultores del Magdalena Medio (Asorecamm), organización surgida en Puerto Boyacá que ha canalizado ayudas institucionales y de cooperación internacional para impulsar empresas familiares dedicadas a ese cultivo.
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“No queremos que nos regalen comida”, asegura Núñez y cuestiona las políticas asistencialistas. Para él, lo más importante es “que nos ayuden a crecer en el tema empresarial”, afirma.
Mirta López, representante legal de Asorecamm, explica que, en 2015, 150 familias de la región decidieron asociarse con un propósito claro: evitar a los intermediarios y volverse más competitivos haciendo de cada cultivo una empresa familiar.
López, víctima de los paramilitares porque su padrastro fue desaparecido en los años 80, trabaja codo a codo en la asociación con desmovilizados de las autodefensas que viven en la zona.
“La visión que teníamos era que en el 2022 ya tuviéramos nuestro centro de acopio para mejorar el precio del cacao y eso se logró en menos tiempo”, cuenta López cuando atiende a Colombia+20 en la sede de Asorecamm, una pequeña bodega en Puerto Boyacá que permanece abarrotada de sacos con el grano seco, lo que impregna el local con un aroma intenso a chocolate.
Lograr ese objetivo fue posible gracias al apoyo del proyecto Agroemprende Cacao, iniciativa de la Sociedad de Cooperación para el Desarrollo Internacional (Socodevi), apoyada por el gobierno de Canadá, que busca, en palabras de Sandra Pérez, su gerente regional, mejorar la calidad de vida de las familias planteando estrategias que incrementen sus rentas: “Cuando mejoran los ingresos, pueden mejorar la alimentación, la educación y sus cultivos”, explica.
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El programa de apoyo al sector cacaotero de Colombia ha beneficiado a más de 4.200 empresas familiares agrupadas en 42 asociaciones de los departamentos de Putumayo, Meta, Boyacá, Antioquia, Santander y Cesar. También cuenta con aportes de empresas privadas como Mansarovar, Prodeco, Furatena Cacao, Gran Tierra Energy y Ecopetrol.
La regional del Magdalena Medio y occidente de Boyacá incluye a 750 familias cultivadoras en Puerto Nare (Antioquia), Bolívar, Cimitarra (Santander), Puerto Boyacá, Pauna, San Pablo de Borbur, Muzo, Quipama y Otanche (Boyacá).
Una de las metas del programa es generar procesos innovadores, que se mantengan en los territorios incluso cuando la financiación internacional se haya terminado.
“Llegamos a donde ya haya voluntad de personas en asociarse, donde ya haya asociaciones (...) nuestra visión es que sean sostenibles y autosuficientes, tanto económica como administrativamente. Por eso apoyamos para que la gobernanza de la asociación mejore: que haya asambleas y participación, que la parte contable sea transparente y sepan cuánto dinero les entra”, explica Pérez. Además, el proyecto contempla un fuerte componente de género que estimula que sean las mujeres quienes estén a la cabeza de las empresas, desarrollando su liderazgo. “Ya las mujeres sabemos hablar de cacao”, afirma con vehemencia Mirta López.
“Hacer patria”
La propuesta llegó a Puerto Boyacá a mediados del 2019 y apoyó a los productores con asistencia técnica, plántulas para sembrar, renovación de cultivos para quienes ya tenían cacao sembrado, capacitaciones y formación administrativa.
En 2020, Asorecamm compró, a campesinos asociados y no asociados, 55 toneladas del grano, que representaron $453 millones en la economía local. “Fue un gran apoyo para los campesinos durante la pandemia”, asegura López y explica que la asociación nunca dejó de comprar y brindar asistencia técnica, a pesar de las restricciones sanitarias por el covid-19.
Al año siguiente, la asociación duplicó la producción del grano y, por ende, las compras de cacao, que ascendieron a 89 toneladas, por un valor de $750 millones.
Para 2022 estiman producir 180 toneladas, producto de las siembras que se hicieron en 2019, cuando inició el proyecto, que ya están dando sus primeras cosechas. Una de ellas es la de Teófilo Hernández, un campesino y pastor evangélico que llega hasta la bodega de la asociación temprano en la mañana del 20 de enero con un saco de cacao que pesa 47 kilos. Actualmente en Colombia el grano se cotiza a $8.000 por kilo, un precio por encima del que pagan los intermediarios y que, según López, no podrían sostener si no estuvieran asociados.
(También puede ver: Los jóvenes de Quibdó escapan de la violencia con educación y saberes ancestrales)
El mercado del cacao en el país es controlado por dos grandes compañías: Casa Luker y la Nacional de Chocolates. No obstante, en cada región abundan los intermediarios que pagan el kilo muy por debajo de la cotización internacional del grano. La asociación busca sacarlos de la cadena.
Con 333 hectáreas intervenidas, 178 en siembra nueva y 155 en renovación, el proyecto de Agroemprende Cacao termina de consolidarse en la región, donde aspira a estar hasta el año 2025. Para ese entonces las asociaciones locales ya deben ser completamente sostenibles y autosuficientes.
En 2021 entregaron a los beneficiarios 75 unidades poscosecha, que incluyen cajones de fermentación y marquesinas de secado, para fortalecer la calidad del grano en todos los eslabones de la cadena de valor.
“Sabemos que ponemos nuestro granito de arena para que todo mejore”, concluye Sandra Pérez, gerente de Socodevi en la regional del Magdalena Medio: “Esta es una forma de hacer patria, de hacer paz”.
Las plantas de Alfonso y Maribel
A Alfonso Nova lo dieron por muerto después de chocar en su moto de frente con otro vehículo, cuando regresaba a su finca en la vereda La Ceiba. La Policía ya había acordonado el cuerpo con cinta amarilla, cuando una de sus hijas, que es enfermera, pasó por casualidad por el sitio y lo reconoció, les gritó a los policías que la dejaran acercarse porque el hombre que yacía en la carretera era su padre. Le quitó el casco roto y la corbata del uniforme de celador. También notó que, aunque muy débil, aún tenía pulso y de inmediato se lo llevó para el hospital del pueblo.
Nova perdió la movilidad del brazo izquierdo y también la memoria. “Le tuve que enseñar a caminar, a comer”, dice su esposa, Maribel Pérez, quien cree que es un milagro que ahora el mismo Alfonso sea quien pueda contar la historia con sus propias palabras. Alfonso y Maribel son miembros de la asociación, pero sembraban cacao desde antes. Gracias a Asorecamm, han recibido herramientas, abonos y asistencia técnica para su cultivo.
“El primer cacao fue del bolsillo de nosotros. En Puerto Pinzón había un auge grandísimo y nos conseguimos cincuenta plantas allá”, cuenta Maribel. Alfonso heredó un pequeño terreno entre las 80 hectáreas que su padre, un colono tolimense, le había arrebatado a la selva hace medio siglo.
Mientras recorre su cacaotera, Maribel detalla el trabajo que deben hacer con las plantas: tienen que “deschuponar” cuando salen brotes que le quitan fuerza al árbol. También podar ramas secas y sembrar plataneras junto a las cacaoteras más pequeñas, para conseguir la sombra que los proteja del sol.
“Él [Alfonso] mantiene con las maticas. Ese es el amor de él y mío también. Se siente muy contento con el cultivo, eso lo mantiene vivo”
Maribel Pérez
“Él [Alfonso] mantiene con las maticas. Ese es el amor de él y mío también. Se siente muy contento con el cultivo, eso lo mantiene vivo”, confiesa Maribel sobre su esposo, quien enfrenta la faena diaria con un solo brazo, porque el otro le quedó inmóvil desde el accidente. Con el cacao consiguen dinero para comprar la codeína y otros medicamentos que Alfonso debe tomar frecuentemente para controlar los dolores que le quedaron de secuela tras el choque.
El cacao, además, es un soporte a la economía familiar. “Yo pienso en mis nietos... que no aguanten hambre. Al menos ese cultivo dará para comprar arroz, panela, aceite”, afirma.