Vigilia de confraternidad
Viaje al Magdalena Medio, al campamento de las Farc en los límites entre Antioquia y el sur de Bolívar, donde los guerrilleros de las Farc y las comunidades esperan que se concrete la paz.
Alfredo Molano Bravo
Al contrario de lo que hizo don Quijote al velar sus armas para ser caballero, las Farc andan velando las suyas para dejarlas. El 31 de octubre pasado tuvo lugar en un campamento de preconcentración un singular encuentro: las iglesias cristianas, protestantes y católica, presentes en la reunión del nordeste antioqueño se reunieron con el Bloque Central del Magdalena Medio de las Farc-Ep para llevar a cabo una homilía conjunta por la paz. La reunión era urgente después de los resultados del plebiscito del 2 de octubre, en el que la llamada “ideología de género” cumplió un destacado papel. Se dice que dos millones de los votos del No fueron puestos por los fieles de las iglesias evangélicas como reacción a los acuerdos de La Habana, que supuestamente consagraban la libertad de escoger libremente el sexo, o, como decía el uribismo, instalar el homosexualismo en el poder.
Para llegar al sitio de preconcentración se debe pasar por Remedios y Segovia, Cañaverales, Manila, Mina Rica y por fin el campamento. Toda la región es un enorme filón aurífero, explotado desde el comienzo de la Conquista. La vía hasta Segovia es pavimentada; hasta Cañaverales está destapada, pero los riñones no sufren. De ahí en adelante es una brecha abierta en los costados de un lomerío de tierra colorada, resbalosa en verano e imposible en invierno. Los caseríos son en realidad bocas de mina donde se respira la misma agitación de los pueblos en bonanza cocalera: bares ruidosos, casas en construcción, inmensas bodegas de remesa, ferreterías, tiendas y un par de salones de belleza. La única diferencia es que en las zonas de coca hay grameras para pesar la mercancía y en las de oro, balanzas para pesar el oro. En las dos hay también juntas de acción comunal que participan de las bonanzas y son el verdadero órgano de justicia. Toda queja y todo fallo pasan por ellas y tienen un enorme respaldo de la comunidad. Las decisiones se toman por aclamación mayoritaria y casi nadie se atreve a controvertirlas, aunque pueden ser impugnadas. Si no fuera por esas instituciones, verdaderamente populares, el auge de los cultivos ilícitos o de la explotación artesanal del oro serían verdaderas guerras a muerte. Las Farc, que tienen presencia desde los años 80 en la región, no pueden soslayar su poder ni tratar de sustituirlo.
La Unidad Centro Bloque Magdalena Medio, una denominación que parece casi una consigna, se extiende desde el Catatumbo hasta el noroeste de Antioquia y desde el sur de Bolívar hasta el occidente de Boyacá. Es la unión de varios frentes y hasta donde pude entender, de varias columnas móviles. Naturalmente el número de guerrilleros es un secreto militar que quizá ni el comandante del bloque, cuyo nombre de guerra es Alberto Cancharina, conoce. Se trata de un mestizo corpulento, nacido en Caquetá y quien fue escolta de Manuel Marulanda muchos años. Las cancharinas son unas deliciosas hojuelas hechas de harina de maíz y panela muy apreciadas por la guerrillerada, como se dice ahora. Con tinto en la madrugada saben a gloria.
El campamento de preconcentración está situado a varios kilómetros de Minanueva, en un resbaladero construido en madera al pie de la montaña. Tiene varias secciones: una, donde se reúne la comandancia y sus asistentes, tiene mesas y sillas de plástico, un computador, una mesita con tres termos para tinto y una pantalla de televisión. Otra sección contigua es un gran salón con techo de tela plástica verde; el suelo es de vara en tierra y tiene numerosas bancas de madera como en una escuela dando la cara a un escenario alto, donde se harían las homilías. Al lado hay un pequeño campamento para invitados especiales -yo entre ellos- y, por fin, los cambuches para los guerrilleros, que en la vigilia serían ocupados por los asistentes civiles. La tropa dormiría más lejos, al amparo de la selva.
El día 30 tuve la posibilidad de entrevistar a dos comandantes presentes más conocidos en el bloque, Alberto y Jairo. A Jairo lo conocí en la Sierra Nevada de Santa Marta por allá en el 85 cuando realizaba un recorrido para la Fundación de la Sierra. La guerrilla nos interceptó, nos condujo al comando y, después de interrogarnos, conversamos largamente con el comandante del frente, el malogrado Adán Izquierdo, y con Jairo, comandante de una columna móvil.
Me ahorro la transcripción de la larga entrevista en que Jairo me contó que había estado al borde de volar en átomos por una bomba descargada desde un avión que tiene pintados dientes de tiburón como los bombardeos gringos de la Segunda Guerra Mundial. Fue en la noche misma en que el presidente Santos había ordenado reanudar los bombardeos a las Farc tras la emboscada en Cauca a una patrulla del Ejército a mediados de abril de 2015. Cuenta Jairo que ya se había acostado en el cambuche, cuando de golpe sintieron el bombazo. La diferencia entre el sonido del avión y el de la bomba es mínimo. Jairo alcanzó a tirarse en la trinchera antes de caer la bomba. Quedó metido en la tierra que la explosión botó. Como pudo, logró correr descalzo y medio desnudo hacia la selva. El bombardeo mató a seis guerrilleros y a la mujer que llevaba consigo el localizador que guiaba a los aviones. El Ejército declaró que alias Jairo Mechas había muerto. Jairo usa el pelo a la cintura.
Declaración de “Jairo”
Participación política sin armas:
Confiamos en que nuestra gente actúa por convicción; la competencia electoral nos ayudará porque saldremos del monte a las calles. Existe el peligro de que los partidos institucionales se sientan amenazados, como en el caso de la UP, y vuelvan a usar el mismo método. Hace unos días, la guerrilla hizo una gira por la región y la gente salía a saludarnos y aplaudirnos. Esa gente ha sido víctima del Estado y no de las Farc.
El paramilitarismo:
Nos acogemos a lo que en la mesa se acordó: o los someten militarmente o los convencen. Confiamos también en los términos en que Kerry y Aronson dejaron sentados con el Secretariado: hay que encontrar una salida al problema de la droga para poder liquidar al paramilitarismo. Si ese desmonte se garantiza, el nuevo partido no tendrá esa preocupación. Participaremos en la lucha contra los cultivos ilícitos, pero la posibilidad de acabarlos depende del empeño económico para sustituirlos.
El plebiscito:
La abstención electoral de casi del 70 % nos ilusiona. Creemos que gran parte de ella se explica porque la gente no recibe nada del Estado, porque no se siente protegida, porque siente que todo programa beneficia a los que más tienen, cuando no a la elite económica y a los que hacen grandes negocios. Por eso creemos que nuestras banderas van a ser vistas y nuestros programas escuchados y apoyados. En el plebiscito el Gobierno no metió el “ficho”. La gente se movilizó a favor del Sí de manera espontánea y con las uñas, No hubo información sobre los acuerdos; las empresas que hicieron la propaganda desconocían al pueblo. Le dieron mensajes equivocados y no enfrentaron las mentiras de la derecha.
Los protestantes:
Los cristianos no católicos se convirtieron durante años en un refugio contra la violencia. Protegieron a mucha gente, le dieron confianza; le permitieron encontrarse consigo misma. En cambio, la Iglesia católica fue distante, ajena, soberbia y cerró sus puertas. En los acuerdos de La Habana no hay una línea de lo que se ha llamado ideología de género. Lo que hicimos fue revitalizar los derechos de las mujeres y de las minorías. La discusión sobre los derechos de los LGTBI los daremos en su momento.
La política minero-energética:
Sobre el tema no hubo acuerdos porque el gobierno trazo la línea roja alrededor de la política económica. Nosotros lo pelearemos cuando nos convirtamos en partido legal. Creemos que el asunto debe comenzar por revisar títulos que a todas luces son fraudulentos, como los de una familia Restrepo que nadie conoce, pero que reclama propiedad sobre 6.00 hectáreas en Remedios. Hay muchos temas que quedaron sin definir, como el de las circunscripciones especiales.
Tierras:
A las zonas de reserva campesina el Gobierno les hace una venia por ser una figura legal, pero que en realidad las desconoce. ¿Dónde quedaran los 7 millones de hectáreas para esas reservas campesinas? Sobre las zonas piloto de desarrollo rural integral no se ha avanzado nada. Hasta ahora meras menciones. En el tema de cultivos ilícitos la cosa va muy lenta. Hoy es un programa parapléjico. Tampoco se ha avanzado como se debería en el tema de minas quiebrapatas. Logros mínimos, tangenciales. Para acabar con la coca se necesitan cinco años y mucha plata y mucha voluntad política. Se necesitan vías para que los colonos saquen sus productos de los sitios alejados donde les ha tocado ir a rebuscarse; se necesitan escuelas, puestos de salud, facilidades para comercializar sus cosechas porque los campesinos no pueden competir con los productos de las grandes multinacionales de alimentos a las que los TLC les abrió las puertas. Se requiere crédito barato, que permita trabajar no sólo para el sistema financiero. Se necesitan programas de subsidio que le garanticen a los cultivadores de coca por lo menos 36 meses de salarios familiares equivalentes a dos salarios mínimos para 65.000 familias que viven de los cultivos de uso ilícito. Erradicar una hectárea de coca cuesta $70 millones y dicen que hay 165.000. Hay que multiplicar: unos $10 billones. ¿Y la gente que se beneficia indirectamente de la coca, los raspachines, por ejemplo, no cuentan en estos programas? Habrá que hacer una entidad mixta donde estén cultivadores. Nosotros y Gobierno para evitar que los programas terminen en manos de los políticos de siempre como sucedió con el PNR.
Alberto Cancharina
Zonas abiertas:
Nosotros abriremos estas zonas de pre agrupación a la gente autorizada que quiera venir. Con las vigilias ya lo estamos haciendo. Vendrán unas 300 personas entre evangélicos, católicos y juventudes. Estamos abiertos a toda discusión. Queremos que nos conozcan tal como somos. Nuestra idea es intercambiar con todo el mundo para prepararnos a salir a la vida civil. Es una enseñanza mutua. Aprenden de nosotros y nosotros de la gente con la que no hemos tenido contacto directo.
Guerrilla y partido:
Nosotros somos una organización armada, pero también un partido político interno de cuadros; somos comunistas y nos guiamos por sus principios de crítica y autocrítica, centralismo democrático y dirección colectiva. Veremos qué pasa con el Partido Comunista Colombiano más tarde. Buscamos la unidad de la izquierda, porque las divisiones nos debilitan. Tendrá que constituirse una dirección única así sea por el anhelo de paz. Fue un tema de discusión en la Décima Conferencia. En un futuro próximo la guerrillerada tendrá que definir muchas cosas; esperamos que nadie se abra y que lleguemos a ser un partido no armado. No es fácil. Unas cosas son ordenes aquí a los guerrilleros y otra cosa será orientaciones políticas a los cuadros. Nos estamos preparando no sólo para la vida civil, sino para la actividad política y electoral. Quizá para mayo del próximo año se convocará a un congreso de nuestro partido, donde los grados militares desaparecerán y dejarán sus responsabilidades para que sean ocupadas por los más capaces.
Alianzas:
Si con la derecha las cosas se polarizan muy fuertemente, podríamos pensar en alguna forma de colaboración mutua con el santismo. No tanto como una alianza, pero sí una forma de sacar adelante los acuerdos de La Habana.
Nos alegra mucho que el Eln entre al proceso de paz; es una decisión que ayuda al nuestro.
“Manuel Marulanda”:
Manuel Marulanda era un jefe supremamente respetado por los guerrilleros y por sus mandos. Nunca abusó de la autoridad contra nadie; siempre trataba de persuadir. Prefería aconsejar que ordenar. Cuando no estaba de acuerdo, preguntaba: ¿Y no será mejor de esta otra forma? Nunca reclamó ninguna preferencia en la vida guerrillera: ni un mejor cambuche, ni comida especial, ni caballo más brioso.
Al día siguiente en la noche fueron llegando los invitados a la homilía. Había llovido torrencialmente y no hubo uno de los 150 participantes que no se hubiera caído en un barrial. La ceremonia comenzó con un minuto de silencio por las víctimas de la guerra, por los caídos en combate, por los desaparecidos. Luego Alberto leyó su homilía: vamos todos por la reconciliación, dijo solemnemente, y agregó: el poder de la palabra de Cristo ayudará al apoyo y consolidación de los acuerdos de La Habana. Que el Señor bendiga esta confraternidad guerrillera. La representación de la Iglesia llamó a que los espíritus de Marulanda y de Alfonso Cano iluminara el proceso de paz. Pidió que, así como la guerrilla pedía perdón, el Estado colombiano y el Ejército Nacional debían también hacerlo. Las homilías de las 10 iglesias evangélicas presentes fueron muy emotivas e insistieron en el perdón, en la reconciliación y en el amor a Dios, juez de toda causa. Con cantos y aleluyas terminó la vigilia en la que no hubo ni armas ni uniformes de combate ni consignas de guerra. Más aun, doy fe de no haber oído una sola grosería ni una orden brusca en la guerrillerada.
Al contrario de lo que hizo don Quijote al velar sus armas para ser caballero, las Farc andan velando las suyas para dejarlas. El 31 de octubre pasado tuvo lugar en un campamento de preconcentración un singular encuentro: las iglesias cristianas, protestantes y católica, presentes en la reunión del nordeste antioqueño se reunieron con el Bloque Central del Magdalena Medio de las Farc-Ep para llevar a cabo una homilía conjunta por la paz. La reunión era urgente después de los resultados del plebiscito del 2 de octubre, en el que la llamada “ideología de género” cumplió un destacado papel. Se dice que dos millones de los votos del No fueron puestos por los fieles de las iglesias evangélicas como reacción a los acuerdos de La Habana, que supuestamente consagraban la libertad de escoger libremente el sexo, o, como decía el uribismo, instalar el homosexualismo en el poder.
Para llegar al sitio de preconcentración se debe pasar por Remedios y Segovia, Cañaverales, Manila, Mina Rica y por fin el campamento. Toda la región es un enorme filón aurífero, explotado desde el comienzo de la Conquista. La vía hasta Segovia es pavimentada; hasta Cañaverales está destapada, pero los riñones no sufren. De ahí en adelante es una brecha abierta en los costados de un lomerío de tierra colorada, resbalosa en verano e imposible en invierno. Los caseríos son en realidad bocas de mina donde se respira la misma agitación de los pueblos en bonanza cocalera: bares ruidosos, casas en construcción, inmensas bodegas de remesa, ferreterías, tiendas y un par de salones de belleza. La única diferencia es que en las zonas de coca hay grameras para pesar la mercancía y en las de oro, balanzas para pesar el oro. En las dos hay también juntas de acción comunal que participan de las bonanzas y son el verdadero órgano de justicia. Toda queja y todo fallo pasan por ellas y tienen un enorme respaldo de la comunidad. Las decisiones se toman por aclamación mayoritaria y casi nadie se atreve a controvertirlas, aunque pueden ser impugnadas. Si no fuera por esas instituciones, verdaderamente populares, el auge de los cultivos ilícitos o de la explotación artesanal del oro serían verdaderas guerras a muerte. Las Farc, que tienen presencia desde los años 80 en la región, no pueden soslayar su poder ni tratar de sustituirlo.
La Unidad Centro Bloque Magdalena Medio, una denominación que parece casi una consigna, se extiende desde el Catatumbo hasta el noroeste de Antioquia y desde el sur de Bolívar hasta el occidente de Boyacá. Es la unión de varios frentes y hasta donde pude entender, de varias columnas móviles. Naturalmente el número de guerrilleros es un secreto militar que quizá ni el comandante del bloque, cuyo nombre de guerra es Alberto Cancharina, conoce. Se trata de un mestizo corpulento, nacido en Caquetá y quien fue escolta de Manuel Marulanda muchos años. Las cancharinas son unas deliciosas hojuelas hechas de harina de maíz y panela muy apreciadas por la guerrillerada, como se dice ahora. Con tinto en la madrugada saben a gloria.
El campamento de preconcentración está situado a varios kilómetros de Minanueva, en un resbaladero construido en madera al pie de la montaña. Tiene varias secciones: una, donde se reúne la comandancia y sus asistentes, tiene mesas y sillas de plástico, un computador, una mesita con tres termos para tinto y una pantalla de televisión. Otra sección contigua es un gran salón con techo de tela plástica verde; el suelo es de vara en tierra y tiene numerosas bancas de madera como en una escuela dando la cara a un escenario alto, donde se harían las homilías. Al lado hay un pequeño campamento para invitados especiales -yo entre ellos- y, por fin, los cambuches para los guerrilleros, que en la vigilia serían ocupados por los asistentes civiles. La tropa dormiría más lejos, al amparo de la selva.
El día 30 tuve la posibilidad de entrevistar a dos comandantes presentes más conocidos en el bloque, Alberto y Jairo. A Jairo lo conocí en la Sierra Nevada de Santa Marta por allá en el 85 cuando realizaba un recorrido para la Fundación de la Sierra. La guerrilla nos interceptó, nos condujo al comando y, después de interrogarnos, conversamos largamente con el comandante del frente, el malogrado Adán Izquierdo, y con Jairo, comandante de una columna móvil.
Me ahorro la transcripción de la larga entrevista en que Jairo me contó que había estado al borde de volar en átomos por una bomba descargada desde un avión que tiene pintados dientes de tiburón como los bombardeos gringos de la Segunda Guerra Mundial. Fue en la noche misma en que el presidente Santos había ordenado reanudar los bombardeos a las Farc tras la emboscada en Cauca a una patrulla del Ejército a mediados de abril de 2015. Cuenta Jairo que ya se había acostado en el cambuche, cuando de golpe sintieron el bombazo. La diferencia entre el sonido del avión y el de la bomba es mínimo. Jairo alcanzó a tirarse en la trinchera antes de caer la bomba. Quedó metido en la tierra que la explosión botó. Como pudo, logró correr descalzo y medio desnudo hacia la selva. El bombardeo mató a seis guerrilleros y a la mujer que llevaba consigo el localizador que guiaba a los aviones. El Ejército declaró que alias Jairo Mechas había muerto. Jairo usa el pelo a la cintura.
Declaración de “Jairo”
Participación política sin armas:
Confiamos en que nuestra gente actúa por convicción; la competencia electoral nos ayudará porque saldremos del monte a las calles. Existe el peligro de que los partidos institucionales se sientan amenazados, como en el caso de la UP, y vuelvan a usar el mismo método. Hace unos días, la guerrilla hizo una gira por la región y la gente salía a saludarnos y aplaudirnos. Esa gente ha sido víctima del Estado y no de las Farc.
El paramilitarismo:
Nos acogemos a lo que en la mesa se acordó: o los someten militarmente o los convencen. Confiamos también en los términos en que Kerry y Aronson dejaron sentados con el Secretariado: hay que encontrar una salida al problema de la droga para poder liquidar al paramilitarismo. Si ese desmonte se garantiza, el nuevo partido no tendrá esa preocupación. Participaremos en la lucha contra los cultivos ilícitos, pero la posibilidad de acabarlos depende del empeño económico para sustituirlos.
El plebiscito:
La abstención electoral de casi del 70 % nos ilusiona. Creemos que gran parte de ella se explica porque la gente no recibe nada del Estado, porque no se siente protegida, porque siente que todo programa beneficia a los que más tienen, cuando no a la elite económica y a los que hacen grandes negocios. Por eso creemos que nuestras banderas van a ser vistas y nuestros programas escuchados y apoyados. En el plebiscito el Gobierno no metió el “ficho”. La gente se movilizó a favor del Sí de manera espontánea y con las uñas, No hubo información sobre los acuerdos; las empresas que hicieron la propaganda desconocían al pueblo. Le dieron mensajes equivocados y no enfrentaron las mentiras de la derecha.
Los protestantes:
Los cristianos no católicos se convirtieron durante años en un refugio contra la violencia. Protegieron a mucha gente, le dieron confianza; le permitieron encontrarse consigo misma. En cambio, la Iglesia católica fue distante, ajena, soberbia y cerró sus puertas. En los acuerdos de La Habana no hay una línea de lo que se ha llamado ideología de género. Lo que hicimos fue revitalizar los derechos de las mujeres y de las minorías. La discusión sobre los derechos de los LGTBI los daremos en su momento.
La política minero-energética:
Sobre el tema no hubo acuerdos porque el gobierno trazo la línea roja alrededor de la política económica. Nosotros lo pelearemos cuando nos convirtamos en partido legal. Creemos que el asunto debe comenzar por revisar títulos que a todas luces son fraudulentos, como los de una familia Restrepo que nadie conoce, pero que reclama propiedad sobre 6.00 hectáreas en Remedios. Hay muchos temas que quedaron sin definir, como el de las circunscripciones especiales.
Tierras:
A las zonas de reserva campesina el Gobierno les hace una venia por ser una figura legal, pero que en realidad las desconoce. ¿Dónde quedaran los 7 millones de hectáreas para esas reservas campesinas? Sobre las zonas piloto de desarrollo rural integral no se ha avanzado nada. Hasta ahora meras menciones. En el tema de cultivos ilícitos la cosa va muy lenta. Hoy es un programa parapléjico. Tampoco se ha avanzado como se debería en el tema de minas quiebrapatas. Logros mínimos, tangenciales. Para acabar con la coca se necesitan cinco años y mucha plata y mucha voluntad política. Se necesitan vías para que los colonos saquen sus productos de los sitios alejados donde les ha tocado ir a rebuscarse; se necesitan escuelas, puestos de salud, facilidades para comercializar sus cosechas porque los campesinos no pueden competir con los productos de las grandes multinacionales de alimentos a las que los TLC les abrió las puertas. Se requiere crédito barato, que permita trabajar no sólo para el sistema financiero. Se necesitan programas de subsidio que le garanticen a los cultivadores de coca por lo menos 36 meses de salarios familiares equivalentes a dos salarios mínimos para 65.000 familias que viven de los cultivos de uso ilícito. Erradicar una hectárea de coca cuesta $70 millones y dicen que hay 165.000. Hay que multiplicar: unos $10 billones. ¿Y la gente que se beneficia indirectamente de la coca, los raspachines, por ejemplo, no cuentan en estos programas? Habrá que hacer una entidad mixta donde estén cultivadores. Nosotros y Gobierno para evitar que los programas terminen en manos de los políticos de siempre como sucedió con el PNR.
Alberto Cancharina
Zonas abiertas:
Nosotros abriremos estas zonas de pre agrupación a la gente autorizada que quiera venir. Con las vigilias ya lo estamos haciendo. Vendrán unas 300 personas entre evangélicos, católicos y juventudes. Estamos abiertos a toda discusión. Queremos que nos conozcan tal como somos. Nuestra idea es intercambiar con todo el mundo para prepararnos a salir a la vida civil. Es una enseñanza mutua. Aprenden de nosotros y nosotros de la gente con la que no hemos tenido contacto directo.
Guerrilla y partido:
Nosotros somos una organización armada, pero también un partido político interno de cuadros; somos comunistas y nos guiamos por sus principios de crítica y autocrítica, centralismo democrático y dirección colectiva. Veremos qué pasa con el Partido Comunista Colombiano más tarde. Buscamos la unidad de la izquierda, porque las divisiones nos debilitan. Tendrá que constituirse una dirección única así sea por el anhelo de paz. Fue un tema de discusión en la Décima Conferencia. En un futuro próximo la guerrillerada tendrá que definir muchas cosas; esperamos que nadie se abra y que lleguemos a ser un partido no armado. No es fácil. Unas cosas son ordenes aquí a los guerrilleros y otra cosa será orientaciones políticas a los cuadros. Nos estamos preparando no sólo para la vida civil, sino para la actividad política y electoral. Quizá para mayo del próximo año se convocará a un congreso de nuestro partido, donde los grados militares desaparecerán y dejarán sus responsabilidades para que sean ocupadas por los más capaces.
Alianzas:
Si con la derecha las cosas se polarizan muy fuertemente, podríamos pensar en alguna forma de colaboración mutua con el santismo. No tanto como una alianza, pero sí una forma de sacar adelante los acuerdos de La Habana.
Nos alegra mucho que el Eln entre al proceso de paz; es una decisión que ayuda al nuestro.
“Manuel Marulanda”:
Manuel Marulanda era un jefe supremamente respetado por los guerrilleros y por sus mandos. Nunca abusó de la autoridad contra nadie; siempre trataba de persuadir. Prefería aconsejar que ordenar. Cuando no estaba de acuerdo, preguntaba: ¿Y no será mejor de esta otra forma? Nunca reclamó ninguna preferencia en la vida guerrillera: ni un mejor cambuche, ni comida especial, ni caballo más brioso.
Al día siguiente en la noche fueron llegando los invitados a la homilía. Había llovido torrencialmente y no hubo uno de los 150 participantes que no se hubiera caído en un barrial. La ceremonia comenzó con un minuto de silencio por las víctimas de la guerra, por los caídos en combate, por los desaparecidos. Luego Alberto leyó su homilía: vamos todos por la reconciliación, dijo solemnemente, y agregó: el poder de la palabra de Cristo ayudará al apoyo y consolidación de los acuerdos de La Habana. Que el Señor bendiga esta confraternidad guerrillera. La representación de la Iglesia llamó a que los espíritus de Marulanda y de Alfonso Cano iluminara el proceso de paz. Pidió que, así como la guerrilla pedía perdón, el Estado colombiano y el Ejército Nacional debían también hacerlo. Las homilías de las 10 iglesias evangélicas presentes fueron muy emotivas e insistieron en el perdón, en la reconciliación y en el amor a Dios, juez de toda causa. Con cantos y aleluyas terminó la vigilia en la que no hubo ni armas ni uniformes de combate ni consignas de guerra. Más aun, doy fe de no haber oído una sola grosería ni una orden brusca en la guerrillerada.