Yo estuve el día en el que se embolataron las curules de paz
50 es más que 49. Así se inició el debate sobre las mayorías necesarias para aprobar las circunscripciones especiales de paz, que hoy están en el limbo.
La plenaria del Senado es como un salón de colegio. Como un salón de 11°. Están los que llegan temprano, quienes nunca llegan; algunos son muy juiciosos, otros indisciplinados. Están quienes se vuelan a mitad de la clase. Otros gritan. Unos son amigos inseparables y otros, enemigos irreconciliables. Por muy aburrido que se vea en la transmisión por el Canal Institucional, lo cierto es que el debate en la plenaria del Senado es más divertido cuando se está presente, precisamente por todo lo que no se escucha a través de los micrófonos ni se ve en la pantalla. Por el bullicio, por el saboteo, por el golpe de las palmas contra los escritorios, por los alaridos, por los insultos, por las triquiñuelas, por las artimañas. Por la política a flor de piel.
Sin embargo, esa parafernalia escénica no es una cosa de todos los días. Es ocasional. Y uno de los momentos en los que el arte de la política se dejó ver en todo su esplendor, como si se tratase de un guion de House of Cards, fue el 30 de noviembre de 2017, el día en el que se embolataron las circunscripciones especiales de paz, cuando cayeron por la borda las curules destinadas a las víctimas del conflicto armado para los próximos dos períodos constitucionales.
Lea: Se confirma fallo de tutela a favor de las curules de paz
Todos lo dábamos por hecho. Con interesantes debates, pero la verdad sin muchos peros, el proyecto de acto legislativo había surtido su paso por el Congreso y estaba a nada de convertirse en realidad. Efraín Cepeda, presidente del Senado, abría el registro de asistencia y los periodistas empezaron a llenar sillas en las barras. Parecía un procedimiento sencillo. El Gobierno estaba confiado en tener los votos necesarios y los aliados estaban seguros de haber hecho el trabajo correcto. Tanto que el senador Luis Fernando Velasco, del Partido Liberal, había decidido irse ese día (¡sí, el día más importante para las circunscripciones de paz!) para el Pacífico, cuentan algunos que a dar una conferencia sobre el asunto.
Se anunció el proyecto. Se abrió el registro para la votación. Y empezó el contador a sumar. Unos para el sí, otros por el no. A las 11:50 de la mañana, faltaban 20 minutos para que se culminara la media hora reglamentaria para la votación y esta estaba estancada. 42 por el sí, ocho por el no. El ministro del Interior, Guillermo Rivera, recorría impaciente el recinto y no se despegaba del celular. Llamaba refuerzos. El legendario Roberto Gerlein, del Partido Conservador, levantaba la mano y votaba sí de forma manual, como casi siempre. Cuando faltaban 15 segundos, Cepeda abrió el micrófono para avisar, y Gregorio Eljach, secretario del Senado, pedía despejar los pasillos.
Al término del tiempo reglamentario la pantalla registraba 49 votos a favor y siete en contra de las curules de paz. “Sí, señor presidente, el resultado, según el registro electrónico, es el siguiente: por el sí, 49 votos electrónicos, un voto manual del senador Gerlein. 50 por el sí y siete por el no. No se cumplen los requisitos que exige la Constitución”, decía Eljach. Ernesto Macías, del Centro Democrático, golpeó con fuerza, en señal de júbilo, la madera de la mesa directiva. Carlos Felipe Mejía, también del uribismo, levantaba los brazos en victoria. Viviane Morales, del Partido Liberal, aplaudía el hundimiento de las curules para las víctimas. De nada sirvió la intervención de Odorico Guerra, presidente de la Mesa Nacional de Víctimas, en la que pedía, con la voz casi quebrada, que se aprobara su participación y la de sus pares.
El salón social del Senado se convirtió en un funeral. Que los conservadores, que el Centro Democrático. Iván Cepeda, Guillermo Rivera y Roy Barreras buscaban una justificación a la incapacidad del Gobierno para garantizar las mayorías. Fue ahí, en momentos en que las cámaras estaban sobre Cepeda, cuando Roy Leonardo dejó de ser médico y se convirtió en matemático para sacar las cuentas del quórum. “No es con 102, es con 99, hay tres suspendidos. 50 es más que 49. Ese proyecto se aprobó”, le dijo Barreras a un par de periodistas, al tiempo que escribía un tuit en mayúsculas: “¡OJO! ¡ALERTA! ¡EL QUÓRUM DE VÍCTIMAS NO ERA SOBRE 102 SINO SOBRE 99! ¡Sí se aprobaron las Curules de las Víctimas!”.
— Roy Barreras (@RoyBarreras) 30 de novembro de 2017 El Gobierno le compró al senador de la U una idea que, en la sala de prensa del Senado, algunos periodistas calificaban como una leguleyada sin importancia. Al poco tiempo, Rivera cruzaba desde el Palacio de Nariño con un documento en el que, citando sentencias de la Corte Constitucional, argumentaba cómo se conformaban las mayorías con un quórum impar cuando entra a funcionar la silla vacía. Allí pedía la remisión del proyecto a Presidencia para su promulgación. El resto empieza a ser historia.
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Hoy, después de un concepto favorable del Consejo de Estado y tutelas a favor de las circunscripciones, no se sabe a ciencia cierta si las víctimas tendrán curules en el próximo Congreso. Surgen varias preguntas, además, como por qué el secretario del Senado, que es el notario de lo que sucede en el recinto, no hizo la modificación del quórum si, como ya se ha confirmado, había tres sillas vacías; o por qué el ministro del Interior, el de la política, no tenía ni idea ni seguridad de cuántos votos eran necesarios para garantizar la aprobación de un proyecto que para el Gobierno parecía ser importante. Peor aún, las elecciones son el 11 de marzo, las listas para las curules ordinarias ya se cerraron y en caso de que resulten avaladas las de las víctimas no habrá mucho tiempo para la postulación de candidatos y su inscripción ante la organización electoral. A simple vista, las circunscripciones de paz están más muertas que vivas.
La plenaria del Senado es como un salón de colegio. Como un salón de 11°. Están los que llegan temprano, quienes nunca llegan; algunos son muy juiciosos, otros indisciplinados. Están quienes se vuelan a mitad de la clase. Otros gritan. Unos son amigos inseparables y otros, enemigos irreconciliables. Por muy aburrido que se vea en la transmisión por el Canal Institucional, lo cierto es que el debate en la plenaria del Senado es más divertido cuando se está presente, precisamente por todo lo que no se escucha a través de los micrófonos ni se ve en la pantalla. Por el bullicio, por el saboteo, por el golpe de las palmas contra los escritorios, por los alaridos, por los insultos, por las triquiñuelas, por las artimañas. Por la política a flor de piel.
Sin embargo, esa parafernalia escénica no es una cosa de todos los días. Es ocasional. Y uno de los momentos en los que el arte de la política se dejó ver en todo su esplendor, como si se tratase de un guion de House of Cards, fue el 30 de noviembre de 2017, el día en el que se embolataron las circunscripciones especiales de paz, cuando cayeron por la borda las curules destinadas a las víctimas del conflicto armado para los próximos dos períodos constitucionales.
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Todos lo dábamos por hecho. Con interesantes debates, pero la verdad sin muchos peros, el proyecto de acto legislativo había surtido su paso por el Congreso y estaba a nada de convertirse en realidad. Efraín Cepeda, presidente del Senado, abría el registro de asistencia y los periodistas empezaron a llenar sillas en las barras. Parecía un procedimiento sencillo. El Gobierno estaba confiado en tener los votos necesarios y los aliados estaban seguros de haber hecho el trabajo correcto. Tanto que el senador Luis Fernando Velasco, del Partido Liberal, había decidido irse ese día (¡sí, el día más importante para las circunscripciones de paz!) para el Pacífico, cuentan algunos que a dar una conferencia sobre el asunto.
Se anunció el proyecto. Se abrió el registro para la votación. Y empezó el contador a sumar. Unos para el sí, otros por el no. A las 11:50 de la mañana, faltaban 20 minutos para que se culminara la media hora reglamentaria para la votación y esta estaba estancada. 42 por el sí, ocho por el no. El ministro del Interior, Guillermo Rivera, recorría impaciente el recinto y no se despegaba del celular. Llamaba refuerzos. El legendario Roberto Gerlein, del Partido Conservador, levantaba la mano y votaba sí de forma manual, como casi siempre. Cuando faltaban 15 segundos, Cepeda abrió el micrófono para avisar, y Gregorio Eljach, secretario del Senado, pedía despejar los pasillos.
Al término del tiempo reglamentario la pantalla registraba 49 votos a favor y siete en contra de las curules de paz. “Sí, señor presidente, el resultado, según el registro electrónico, es el siguiente: por el sí, 49 votos electrónicos, un voto manual del senador Gerlein. 50 por el sí y siete por el no. No se cumplen los requisitos que exige la Constitución”, decía Eljach. Ernesto Macías, del Centro Democrático, golpeó con fuerza, en señal de júbilo, la madera de la mesa directiva. Carlos Felipe Mejía, también del uribismo, levantaba los brazos en victoria. Viviane Morales, del Partido Liberal, aplaudía el hundimiento de las curules para las víctimas. De nada sirvió la intervención de Odorico Guerra, presidente de la Mesa Nacional de Víctimas, en la que pedía, con la voz casi quebrada, que se aprobara su participación y la de sus pares.
El salón social del Senado se convirtió en un funeral. Que los conservadores, que el Centro Democrático. Iván Cepeda, Guillermo Rivera y Roy Barreras buscaban una justificación a la incapacidad del Gobierno para garantizar las mayorías. Fue ahí, en momentos en que las cámaras estaban sobre Cepeda, cuando Roy Leonardo dejó de ser médico y se convirtió en matemático para sacar las cuentas del quórum. “No es con 102, es con 99, hay tres suspendidos. 50 es más que 49. Ese proyecto se aprobó”, le dijo Barreras a un par de periodistas, al tiempo que escribía un tuit en mayúsculas: “¡OJO! ¡ALERTA! ¡EL QUÓRUM DE VÍCTIMAS NO ERA SOBRE 102 SINO SOBRE 99! ¡Sí se aprobaron las Curules de las Víctimas!”.
— Roy Barreras (@RoyBarreras) 30 de novembro de 2017 El Gobierno le compró al senador de la U una idea que, en la sala de prensa del Senado, algunos periodistas calificaban como una leguleyada sin importancia. Al poco tiempo, Rivera cruzaba desde el Palacio de Nariño con un documento en el que, citando sentencias de la Corte Constitucional, argumentaba cómo se conformaban las mayorías con un quórum impar cuando entra a funcionar la silla vacía. Allí pedía la remisión del proyecto a Presidencia para su promulgación. El resto empieza a ser historia.
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Hoy, después de un concepto favorable del Consejo de Estado y tutelas a favor de las circunscripciones, no se sabe a ciencia cierta si las víctimas tendrán curules en el próximo Congreso. Surgen varias preguntas, además, como por qué el secretario del Senado, que es el notario de lo que sucede en el recinto, no hizo la modificación del quórum si, como ya se ha confirmado, había tres sillas vacías; o por qué el ministro del Interior, el de la política, no tenía ni idea ni seguridad de cuántos votos eran necesarios para garantizar la aprobación de un proyecto que para el Gobierno parecía ser importante. Peor aún, las elecciones son el 11 de marzo, las listas para las curules ordinarias ya se cerraron y en caso de que resulten avaladas las de las víctimas no habrá mucho tiempo para la postulación de candidatos y su inscripción ante la organización electoral. A simple vista, las circunscripciones de paz están más muertas que vivas.