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La crisis en el proceso de paz entre el Gobierno y el Ejército de Liberación Nacional (ELN) se mantiene. Tras casi dos meses de tensiones, y en medio de una de las mayores pausas desde el inicio formal de los diálogos, las partes llegaron a Venezuela para una reunión extraordinaria con el objetivo de recomponer la negociación, pero un comunicado del grupo guerrillero caldeó los ánimos a menos de 24 horas del encuentro.
En el documento, la delegación del ELN dijo que estaba suspendido el séptimo ciclo de diálogos, previsto para este 12 de abril, y señaló al Gobierno de “no jugarle limpio” al proceso. En respuesta, el Ejecutivo llamó a “no perder tiempo” y concentrar los trabajos de la mesa de diálogos.
Por ahora, cada delegación está trabajando por aparte en Caracas, y aún hay dudas sobre si finalmente se van a encontrar este viernes. ¿Por qué es clave este encuentro para que el proceso avance y cómo están alineadas las cargas para dialogar?
El propósito de la reunión es buscar soluciones a la crisis en la que entró la negociación desde el pasado 20 de febrero, cuando el ELN expresó que las conversaciones se congelarían en rechazo a una iniciativa del Gobierno para dialogar en Nariño con el frente Comuneros del Sur. Esa estructura, apartándose de la Dirección Nacional de la guerrilla, pidió pista en la paz total del presidente Gustavo Petro.
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La tensión entre el grupo ilegal y el Ejecutivo se mantuvo por más de mes y medio, a tal nivel que en un principio se aplazó por tres días el inicio de la nueva ronda de diálogos, hasta que desembocó en la suspensión, según la delegación de la guerrilla.
En la tras escena de esa decisión, algunas fuentes cercanas al proceso le contaron a Colombia+20 que los elenos -tras semanas en consultas internas- le habrían pedido al Ejecutivo una reunión extraordinaria antes del séptimo ciclo para tratar el tema de Nariño. Una novedad, especialmente si se tiene en cuenta que en crisis pasadas (incluida la que desató el secuestro de Manuel Díaz) la delegación del ELN se ha negado a interciclos y reuniones de urgencia.
De hecho, se puso sobre la mesa un aplazamiento mayor, pero a raíz de la situación tensa que vive Venezuela, ad-portas de las elecciones, el gobierno insistió en la necesidad de mantener las fechas.
En efecto, tras el anuncio del ELN, la respuesta de la delegación del Gobierno reiteró la importancia de destrabar el proceso. “Consideramos que es imperativo concentrar los trabajos de la Mesa de Diálogos en avanzar en el proceso de paz, tomar decisiones que desarrollen la agenda y abordar temas de fondo del proceso (...) Venezuela nos ha facilitado un espacio donde dialogar para avanzar en la agenda acordada. La comunidad internacional también está acá, atenta, dispuesta a aportar cómo lo ha estado siempre. Es tiempo de concentrar las discusiones en la Mesa”, dice el comunicado.
La pugna por las peticiones en la mesa
De acuerdo con un miembro de la mesa de diálogos, ha sido muy difícil llegar a un entendimiento entre las delegaciones y la confianza está afectada tras el episodio de Nariño.
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Pese a que se esperaba que las partes limaran asperezas, lo cierto es que ambas delegaciones buscarían “tomar el sartén por el mango” y exigir peticiones difíciles a su contraparte.
“Creo que el Gobierno va a presionar para que el ELN se comprometa a ampliar su compromiso de no secuestrar (que vaya más allá del secuestro extorsivo e incluya todos los tipos), suspender el reclutamiento de menores y las acciones de confinamiento de la población civil. Mientras tanto, la guerrilla puede condicionar el avance de los diálogos a que el Gobierno suspenda los diálogos de Nariño, va a tratar de dilatar el proceso”, asegura el profesor de la Universidad del Norte Luis Fernando Trejos.
¿Qué hay detrás de la división con frente en Nariño?
El rifirrafe entre las partes por los acercamientos con el frente Comuneros del Sur estalló en febrero, pero tiene su origen mucho antes.
El comandante de esa estructura, Gabriel Yépez Mejía (conocido en la guerra como HH), tuvo acercamientos con delegados de la Oficina del Alto Comisionado para la Paz desde agosto del año pasado, con el fin de iniciar un proceso de diálogos (e incluso de dejación de armas). La idea era una conversación por aparte, sin la venia de la Dirección Nacional del ELN, que, para entonces, presuntamente, ya planeaba relevar o llevar a juicio a Yépez, ante el riesgo de rupturas.
De hecho, el pasado 9 de marzo, el comandante máximo de esta guerrilla, Antonio García, sugirió que detrás de los diálogos en Nariño hay una “operación de infiltración” y un “show con una supuesta desmovilización, para presentar a un ELN dividido”. Apenas once días después, el Comando Central de la guerrilla publicó un comunicado anunciando la crisis y advirtiendo que congelaría los diálogos si se continuaban los acercamientos en Nariño.
¿Efecto dominó?
Según conoció este diario, los acercamientos del Gobierno y el frente Comuneros del Sur están avanzando velozmente, e incluso ya se habrían puesto sobre la mesa temas como la reincorporación de combatientes de esa estructura (se calcula que tiene unos 200 miembros), apoyos en labores de desminado humanitario y propuestas para el desarme.
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El profesor Trejos no descarta que un eventual acuerdo con este frente en Nariño se replique en otras estructuras guerrilleras.
“En un escenario en el que el tema prospere y haya dejación de armas, eso puede producir efecto dominó en estructuras que hoy tienen condiciones similares de riesgo y seguridad, que están aisladas, van perdiendo guerras y no tienen posibilidades de recibir refuerzos, por lo que están más cerca de la derrota que de otra cosa, como ocurre con los frentes de Chocó, el nordeste antioqueño y sur de Bolívar”, plantea Trejos.
Un llamado a persistir
Desde la Iglesia Católica, que acompaña este proceso de paz junto a la comunidad internacional, aseguran que es importante mantener la esperanza en los diálogos y reconocer que, con más de 26 acuerdos, se ha llegado más lejos que nunca en las tres décadas de intentos de negociación con el ELN.
“Esperamos que un nuevo ciclo permita avanzar en la confianza entre las partes, reconstruirla, profundizarla y afirmar el camino para los procesos que están en marcha, como las acciones humanitarias, las ocho zonas críticas que están esperando resultados, porque las comunidades quieren ver transformaciones ya. Además, hay un avance muy grande en el proceso de participación de la sociedad. El país tiene que persistir en este esfuerzo”, dice monseñor Héctor Fabio Henao, delegado para las relaciones Iglesia – Estado.
En efecto, en medio de esta época tensa entre las partes, uno de los temas que ha dado pasos firmes es el de la participación de la sociedad civil, el primer punto de la agenda de negociación planteada en el Acuerdo de México en marzo de 2023.
En las últimas dos semanas, miembros de las delegaciones participaron en la mesa permanente de concertación de los pueblos indígenas; el encuentro sectorial de comunidades negras, afrodescendientes, raizales y palenqueras; el Encuentro Nacional de Mujeres, entre otros. Allí, cientos de pobladores de todo el país plantearon sus propuestas y visiones sobre cómo lograr la paz en sus territorios y los mecanismos para intervenir en los diálogos entre el ELN y el Gobierno.
Con la cuenta regresiva andando para un posible lejano inicio del nuevo ciclo, las expectativas están puestas en que la crisis se supere, no solo para aliviar las tensiones, sino para agilizar la negociación y entrar a las discusiones sobre temas de fondo, como la dejación de armas y el fin del conflicto, que se han ido postergando ante los constantes “focos de incendio” que aparecen en este proceso, el más estratégico del proyecto de paz total del presidente Petro.
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