Cultivando caña de la mano de la naturaleza, en El Cerrito, Valle del Cauca
Tras apostarle a la investigación, en la hacienda El Hatico se ha logrado cultivar de manera sostenible, aumentando la producción de biomasa y aplicando técnicas naturales para abonar y controlar las plagas.
Mónica Rivera Rueda
Entre cañaduzales, decenas de ovejas andan comiéndose los pastos que crecen alrededor de los cultivos. Son guiadas por Rambo, un perro pastor encargado de organizar al rebaño que tiene como tarea comerse la maleza, como alternativa para no usar herbicidas. Esta es tan solo una de las prácticas que se han incluido en la hacienda El Hatico, en el municipio de El Cerrito (Valle del Cauca), para hacer los cultivos de caña sostenibles.
La finca es propiedad de la familia Molina, desde los tiempos de la Colonia. Hoy, su octava generación se dedica a la ganadería y al cultivo de caña, y desde los años 90 a las posibilidades para recuperar los suelos y hacer más eficiente el uso del agua, al evidenciar que las prácticas tradicionales de cultivo los estaban condenando a desgastar rápidamente la tierra y acabar con un relicto boscoso y un bosque de guadua, que se resistía a morir dentro de la finca.
“Esta es una zona bastante seca, con un déficit fuerte del recurso hídrico, y lo que se hacía antes era usar tecnologías que no estaban adaptadas al trópico nuestro. Lo que se empezó a hacer desde los 90 fue iniciar una línea de investigación para establecer pasturas de altas densidades de arbustos, y se logró que el bosque quedara casi que inmerso en la matriz ganadera, mientras que en el componente agrícola tenemos diferentes variedades de caña para evitar la susceptibilidad de plagas y utilizamos los residuos de cosecha como dinamizador del suelo”, indicó Juan José Molina, de la novena generación de la familia.
En esencia, lo que se ha venido haciendo en los últimos 30 años son transiciones producto de investigaciones con universidades, el CIPAV y la Corporación Autónoma Regional de Valle (CVC), a través de las cuales han identificado que, por ejemplo, al incrementar la biomasa del suelo y materia orgánica, hay mayor captura del carbono del suelo, pero además mayor retención del agua. Asimismo, han dejado de quemar caña, lo que tradicionalmente se ha usado para facilitar la cosecha manual, pero que a la vez genera graves afectaciones en el ambiente y la fauna. Sumado a esto, dejaron de usar urea y han optado por el uso de macroinvertebrados para optimizar los residuos de la cosecha, que ofrecen grandes macronutrientes, junto con los abonos verdes.
“Ha dado un efecto grande y positivo, porque hemos estado conservando, pero manteniendo la productividad. Vamos de la mano de la naturaleza y nosotros lo identificamos en un edificio de biomasa, donde el sótano es toda una riqueza de macro y microfauna, que les dan dinámica a la tierra y a la disposición de minerales; un primer piso con pasturas y especies nativas, acompañado por arbustos forrajeros, que hace que el sistema se mantenga con una buena producción de biomasa; un tercer nivel con árboles maderables, y, por último, las palmas, que se encargan de embellecer el paisaje y son el hogar de muchas de las aves endémicas y que migran hasta acá”, manifestó Molina.
Para Carlos Hernando Molina, representante de la hacienda, también es importante resaltar que desde 2018 los ingenios grandes y pequeños han estado incursionando en la aplicación de varias de estas estrategias. “En 1994 llegó un investigador y nos dijo: ‘¡Ojo!, ustedes se están quedando sin finca, porque en 20 años de siembra de caña de azúcar quemaron el 50 % de la materia orgánica, entonces supimos que había que cambiar. Hoy conocemos los valores de la agricultura sostenible, como que se depende de menores insumos y se tienen mayores niveles de producción, mientras que en el sector agropecuario nos ha permitido salir al mercado con una leche orgánica a los mismos precios de la leche convencional”.
Sobre este aspecto, la CVC destaca que en la hacienda se hayan divido los potreros y se instalaron bebederos móviles para permitir la recuperación de la tierra, que junto con otras prácticas de ganadería sostenible han permitido aumentar en un 69 % la producción de leche y disminuir las emisiones de carbono y metano. “De las 240.000 hectáreas de caña en el Valle del Cauca, solo 20.000 usan métodos agroecológicos. Queremos que eso se triplique. Vamos a apoyar a nuestros campesinos, con la ayuda de los propietarios de El Hatico, que nos van a colaborar en todo ese conocimiento que tienen, y la CVC va a colocar los recursos para que todos utilicen la agricultura orgánica”, dijo Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director de la Corporación Autónoma.
Además de demostrar que se puede cosechar caña y hacer ganadería sostenible, El Hatico ha recuperado 14 hectáreas de bosque seco tropical que aún existe dentro del predio y que se convirtió en el más grande del departamento. Con un descenso de 18 puntos, a 5,62 la huella de carbono, su apuesta no solo es continuar la investigación, sino también acompañar a las demás industrias que les apuesten a los cultivos sostenibles.
Entre cañaduzales, decenas de ovejas andan comiéndose los pastos que crecen alrededor de los cultivos. Son guiadas por Rambo, un perro pastor encargado de organizar al rebaño que tiene como tarea comerse la maleza, como alternativa para no usar herbicidas. Esta es tan solo una de las prácticas que se han incluido en la hacienda El Hatico, en el municipio de El Cerrito (Valle del Cauca), para hacer los cultivos de caña sostenibles.
La finca es propiedad de la familia Molina, desde los tiempos de la Colonia. Hoy, su octava generación se dedica a la ganadería y al cultivo de caña, y desde los años 90 a las posibilidades para recuperar los suelos y hacer más eficiente el uso del agua, al evidenciar que las prácticas tradicionales de cultivo los estaban condenando a desgastar rápidamente la tierra y acabar con un relicto boscoso y un bosque de guadua, que se resistía a morir dentro de la finca.
“Esta es una zona bastante seca, con un déficit fuerte del recurso hídrico, y lo que se hacía antes era usar tecnologías que no estaban adaptadas al trópico nuestro. Lo que se empezó a hacer desde los 90 fue iniciar una línea de investigación para establecer pasturas de altas densidades de arbustos, y se logró que el bosque quedara casi que inmerso en la matriz ganadera, mientras que en el componente agrícola tenemos diferentes variedades de caña para evitar la susceptibilidad de plagas y utilizamos los residuos de cosecha como dinamizador del suelo”, indicó Juan José Molina, de la novena generación de la familia.
En esencia, lo que se ha venido haciendo en los últimos 30 años son transiciones producto de investigaciones con universidades, el CIPAV y la Corporación Autónoma Regional de Valle (CVC), a través de las cuales han identificado que, por ejemplo, al incrementar la biomasa del suelo y materia orgánica, hay mayor captura del carbono del suelo, pero además mayor retención del agua. Asimismo, han dejado de quemar caña, lo que tradicionalmente se ha usado para facilitar la cosecha manual, pero que a la vez genera graves afectaciones en el ambiente y la fauna. Sumado a esto, dejaron de usar urea y han optado por el uso de macroinvertebrados para optimizar los residuos de la cosecha, que ofrecen grandes macronutrientes, junto con los abonos verdes.
“Ha dado un efecto grande y positivo, porque hemos estado conservando, pero manteniendo la productividad. Vamos de la mano de la naturaleza y nosotros lo identificamos en un edificio de biomasa, donde el sótano es toda una riqueza de macro y microfauna, que les dan dinámica a la tierra y a la disposición de minerales; un primer piso con pasturas y especies nativas, acompañado por arbustos forrajeros, que hace que el sistema se mantenga con una buena producción de biomasa; un tercer nivel con árboles maderables, y, por último, las palmas, que se encargan de embellecer el paisaje y son el hogar de muchas de las aves endémicas y que migran hasta acá”, manifestó Molina.
Para Carlos Hernando Molina, representante de la hacienda, también es importante resaltar que desde 2018 los ingenios grandes y pequeños han estado incursionando en la aplicación de varias de estas estrategias. “En 1994 llegó un investigador y nos dijo: ‘¡Ojo!, ustedes se están quedando sin finca, porque en 20 años de siembra de caña de azúcar quemaron el 50 % de la materia orgánica, entonces supimos que había que cambiar. Hoy conocemos los valores de la agricultura sostenible, como que se depende de menores insumos y se tienen mayores niveles de producción, mientras que en el sector agropecuario nos ha permitido salir al mercado con una leche orgánica a los mismos precios de la leche convencional”.
Sobre este aspecto, la CVC destaca que en la hacienda se hayan divido los potreros y se instalaron bebederos móviles para permitir la recuperación de la tierra, que junto con otras prácticas de ganadería sostenible han permitido aumentar en un 69 % la producción de leche y disminuir las emisiones de carbono y metano. “De las 240.000 hectáreas de caña en el Valle del Cauca, solo 20.000 usan métodos agroecológicos. Queremos que eso se triplique. Vamos a apoyar a nuestros campesinos, con la ayuda de los propietarios de El Hatico, que nos van a colaborar en todo ese conocimiento que tienen, y la CVC va a colocar los recursos para que todos utilicen la agricultura orgánica”, dijo Marco Antonio Suárez Gutiérrez, director de la Corporación Autónoma.
Además de demostrar que se puede cosechar caña y hacer ganadería sostenible, El Hatico ha recuperado 14 hectáreas de bosque seco tropical que aún existe dentro del predio y que se convirtió en el más grande del departamento. Con un descenso de 18 puntos, a 5,62 la huella de carbono, su apuesta no solo es continuar la investigación, sino también acompañar a las demás industrias que les apuesten a los cultivos sostenibles.