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Las tradicionales mujeres palenqueras vendedoras de frutas y dulces ya no se observan en los barrios populares de Cartagena, sino en las zonas turísticas. El oficio se ha transformado debido a factores económicos, de salud y la pandemia. Estas mujeres tienen sus raíces en San Basilio de Palenque, el primer pueblo libre de América, declarado Patrimonio Oral e Inmaterial de la Humanidad, y el que durante años fue un centro de abastecimiento para la capital de Bolívar. Pero un año de sequía (1960) obligó a decenas de palenqueros a migrar a la ciudad en busca de trabajo, ya que habían perdido su ganado y sus cultivos. (Las palenqueras en los barrios populares, ¿en vía de extinción?)
Alfonso Cassiani, palenquero, historiador y rector de la escuela etnoeducativa Antonia Santos, explica que, debido a una fuerte sequía, desde 1960 las palenqueras llegaron de forma masiva a las calles de los barrios populares de la ciudad vendiendo frutas o dulces típicos, como la cocada y la alegría (hecha de millo, panela y coco). Lo más impactante para la sociedad fue verlas cargando sus productos en una palangana sobre su cabeza, una hazaña de equilibrio que fue replicada después por las mujeres cartageneras que salían con baldes de sus casas en busca de agua potable.
En diálogo con este diario, Alfonso Cassiani cuenta más de esos orígenes.
¿Cómo llegan las palenqueras a vender a las calles de Cartagena?
La comunidad de Palenque, ya libre, fue uno de los principales centros de abastecimiento agrícola para la provincia de Cartagena durante la época de la colonia. Los fines de semana, las diferentes familias iban hasta Palenque a adquirir productos de buena calidad y a bajo precio. Con la venida de la República, María la Baja y Montes de María también comenzaron a convertirse en proveedores, pero posteriormente, en el año 1960 no llovió, y eso significó la pérdida de ganado y cultivos, lo que obligó a muchos hombres y mujeres a salir de Palenque a buscar trabajo para poder garantizar la alimentación.
Ahí comienzan a generarse las ventas. Por eso, unos vienen a la ciudad a vender bollos, dulces, productos agrícolas, a emplearse y comienza esa dinámica en la cual se trasladan familias enteras a Cartagena, Barranquilla y Venezuela, a aprovechar la bonanza petrolera. Particularmente, para el caso de Cartagena, tiene lugar el proceso de ventas de frutas y dulces y la interacción cultural de las familias palenqueras y las familias cartageneras, que comenzaron a tener en la puerta de su casa frutas de todo tipo.
¿Qué impacto tiene la llegada de las palenqueras a la ciudad?
Estas mujeres comenzaron a impactar de tal forma que, antes de que llegaran las palenqueras, todo el mundo en Cartagena cargaba en el hombro las cosas y ellas comenzaron a cargar en la cabeza. Eso hizo que luego las mujeres cartageneras que iban a buscar agua potable también comenzaran a cargar en la cabeza.
Pero, además, las mujeres palenqueras empiezan a contar historias cuando bajan la porcelana, hablan con la compradora, es alguien que aconseja cómo se come platanito, explica que esta piña es la mejor, y de ahí en adelante viene una interacción que genera un proceso de interacción cultural que termina por penetrar la cultura cartagenera.
¿Por qué es la mujer, y no el hombre, la que sale con la palangana a vender en las calles?
El hombre buscaba trabajo en empresas públicas, acueducto, alcantarillado o la terminal. Pero la mujer prefería hacer uso de su plena autonomía, comprar una porcelana, ir al mercado, pedir fiadas las frutas o prestar para invertir y hacer dulces. Durante el día, los vendían recorriendo las calles y en la tarde regresaban con las ventas con las que muchas veces compraban la comida de la cena y el día siguiente.
Todo era producto de su iniciativa, era la autonomía de la mujer. No dependía de lo que hacía el marido, por el contrario, el marido y la familia dependían de lo que ella podía hacer.
¿Qué sucede en los barrios con la llegada de las familias palenqueras?
Desde 1960 se masificó la llegada de las familias palenqueras y se fundan los primeros barrios, como Amador, Nariño, San Francisco, 20 de julio, que comienzan a ser habitados por palenqueros. Las familias palenqueras fueron recibidas como lo negro de Cartagena, lo feo, los que hablaban maluco, los que no se vestían bien, los desaseados; había reticencia por su llegada en algunos sectores, sobre todo de las élites cartageneras.
Por eso, las instituciones educativas en las que estudiaban los niños palenqueros cuando llegaban en Cartagena estaban focalizadas en los barrios donde comenzaron a habitar, pero la reticencia cultural se fue rompiendo cuando fueron conociendo a la mujer vendedora de frutas y se fueron beneficiando de sus servicios. La calidez y amabilidad de las mujeres fueron abriendo puertas y barrios enteros de la ciudad, así que en un momento lo extraño es que no hubiese una mujer palenquera.
¿Las palenqueras siempre vistieron con vestidos coloridos, como hoy las vemos en el centro?
Esa es una invención de la corporación de turismo. La mujer palenquera andaba con sus trajes cotidianos, no tenía un uniforme para ir a vender, ese traje surgió de estas dinámicas comerciales. Desde ayer y hoy, los colores propios de las palenqueras eran el negro, blanco y beige, que correspondían a la imagen de luto, el tiempo que se guarda con la muerte de un familia o persona querida. Pero, de un momento a otro, se les ocurrió a la industria turística en Cartagena que había que ponerle colorido.
En algún momento hubo que pelear el permiso para vender en las calles de Cartagena, porque los vendedores ambulantes eran perseguidos por la Policía y en la negociación del permiso terminaron imponiendo los uniformes coloridos, que nunca han pasado del sector turístico. No nos deben obligar a usar esas cosas que no son representativos ni para nosotros ni las comunidades negras. El traje lo usan encima de su ropa, como si fuera un disfraz.
¿Por qué las palenqueras ya no se ven en el día a día en los barrios populares?
Ya no se ven en el día a día cartagenero. En efecto la comunidad palenquera ha sido dirigida por las mujeres vendedoras, que siempre hicieron un esfuerzo para que sus hijos estudiaran, y esto tiene un efecto y es que las hijas que debieran heredar la tradición comenzaron a soñar con ser profesionales, no vendedoras. Eso no quita que, quienes terminan el bachillerato o una carrera, por falta de oportunidades laborales, terminan el fin de semana haciendo masaje o vendiendo en la playa.
Estamos frente a la extinción, por razones, de cambio y perspectiva de vida comunitaria. Pero la comunidad palenquera, la venta de frutas y dulces no debe desaparecer, lo que se debe es tecnificar las formas y mecanismos, de tal forma que los dulces se siguen consumiendo, pero necesitamos ser garantes de que haya emprendimiento.