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“El cacao marcó el momento donde nosotros empezamos a transformar nuestras vidas como campesinos, porque empezamos la sustitución voluntaria de cultivos ilícitos. Nosotros venimos de territorios muy difíciles. Hay mucha violencia. Para nosotros, el cacao abrió una puerta para construir paz a diario”, dice Diana Rodríguez, cacaotera y directora de Chocolate Colombia, la primera empresa de cacao en recibir la certificación de comercio justo Fairtrade para ocho de las diez organizaciones cacaoteras que la conforman.
Esta certificación, que será entregada oficialmente en 2022 por la Organización Internacional de Comercio Justo, garantiza que los productores tengan mejores condiciones de comercialización y producción. Chocolate Colombia es una empresa fundada en 2014, que cobija a más de 1.200 familias cacaoteras en los departamentos de Bolívar, Córdoba y Antioquia. Con esto, más de 900 productores tendrán la certificación Fairtrade en los granos de sus fincas.
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Ante los compradores, este sello indica que el cacao es producido con ciertos estándares. Por ejemplo, que cumple con un proceso de control de calidad estricto, tiene un impacto ambiental reducido y garantiza el aumento de participación de mujeres en los espacios de producción. A cambio de esto, los cacaoteros que están certificados en comercio justo obtienen unos beneficios: se les paga un precio base de US$2.400 por tonelada de cacao y tienen una prima Fairtrade de US$240 por cada tonelada que vendan.
Las diez organizaciones campesinas cacaoteras que hoy hacen parte de Chocolate Colombia existían mucho antes de la conformación de la empresa, algunas incluso desde 2004; sin embargo, como pequeños productores, enfrentaban dificultades. “Era muy difícil para nosotros comercializar por nuestra parte. Era imposible que nos aprobaran un crédito”, explica José Silvestre Sánchez, cacaotero y representante legal de la Asociación de Productores Agropecuarios Cacaocultores (Aproaca), del municipio de Cáceres , Antioquia. “Como pequeños productores, no nos daban los números” . Por eso decidieron unirse a Chocolate Colombia, como una organización de segundo nivel.
En 2019, la empresa aplicó a una convocatoria del Fondo Multidonante de las Naciones Unidas para el Sostenimiento de la Paz. Con la inversión de esta entidad, IC Fundación, Fundación Citi y Asomicrofinanzas, Chocolate Colombia adelantó el proceso para conseguir la certificación de comercio justo. A partir de la obtención del certificado, los productores tienen 795 toneladas con el sello Fairtrade y recibirán US$22 millones de prima por las 25 toneladas que exportarán para el final de año.
“Es un logro gigante, porque nos permitirá acceder a más mercados, mejorar la calidad de nuestro cacao y garantizarles a las organizaciones campesinas más beneficios”, explica Diana Rodríguez. Desde el 2014, la empresa ha producido más de 3.000 toneladas de cacao para el mercado nacional e internacional. Hasta octubre de este año, tuvieron ventas por más de $2.000 millones.
Elmer Zapata, cacaotero y representante de Asovaldivia (de Valdivia, Antioquia), cuenta que cultivar cacao y dedicarse a su producción no es un asunto fácil. El árbol de cacao demora cinco años en madurar y por eso es un cultivo de rendimiento tardío. Los cultivos empiezan a dar sus frutos al segundo año, pero solo alcanzan un mejor rendimiento productivo desde el quinto año, cuando el árbol de cacao termina de madurar. “Es un proceso lento, que requiere dedicación, recursos y mucha perseverancia. Aun así, nosotros le apostamos al cacao, porque creemos en él, es el fruto de la paz”, dice Elmer. La organización que representa nació en 2009, bajo un proceso de sustitución voluntaria de cultivos de uso ilícito, que es el eje común de la mayoría de las organizaciones de Chocolate Colombia.
Por ejemplo, hace más de diez años, en Cáceres, de donde es José Silvestre Sánchez, muchas de las familias se dedicaban a cultivar coca. “Había laboratorios clandestinos por ahí y se producía mucha coca. Estando en ese negocio uno ganaba plata fácil, pero vivía con miedo”, indica. En 2008, a raíz de esta preocupación, la producción de cacao empezó a surgir como una opción de subsistencia para los productores de Valdivia. Desde entonces, a pesar de las difíciles condiciones, por la presencia de actores armados en el municipio y los obstáculos para producir y comercializar el cacao, Aproaca le ha seguido apostando al proyecto.
Escoger el cultivo de cacao tampoco ha sido fácil para muchas de las familias que hoy se dedican a él. José Sánchez empezó en esto en 2008, cuando comenzó la iniciativa de sustitución de cultivos en el municipio de Cáceres. Sin embargo, hace dos años, en 2019, salió desplazado de la parcela en la que producía, por la presencia de grupos armados. En el municipio de Cáceres hay gente del Clan del Golfo y Los Caparros, que quieren controlar los cultivos de coca y tener el dominio territorial de enclaves de economía ilegal y corredores estratégicos para el narcotráfico.
Muchos de los campesinos que siguen cultivando coca, explica José, no es porque quieran colaborar, sino porque están asustados. “He visto a compañeros y asociados ser asesinados, por ser inconvenientes para estos grupos, y me han dado ganas de tirar la toalla. Pero de nada vale volver a los cultivos ilícitos”, cuenta Sánchez, quien no ha vuelto a su tierra por miedo a que le pase algo, pero sigue trabajando en el proceso ahora como presidente de Chocolate Colombia y desarrollando nuevos proyectos.
La apuesta por el cacao, aunque riesgosa, le ha dado a familias de quince municipios de Colombia una alternativa de vida, señala Diana Rodríguez. “Con los Acuerdos de Paz, soñábamos que nuestros territorios iban a tener una tranquilidad, pero lo que estamos viendo ahora en el bajo Cauca y sur de Córdoba es que la violencia se ha incrementado. Nosotros, en medio de todo ese conflicto y ese panorama incierto, hemos logrado romper las barreras y escoger el cacao todos los días”, destaca Elmer Zapata.