El Espectador le explica cómo arrancó el gobierno de Petro: ¿a toda velocidad?
La visión del nuevo presidente es clara: las grandes reformas que tiene en mente debe aprobarlas en su primer año de mandato, de lo contrario no cree que las pueda llevar a la realidad.
Thomas Blanco
Es miércoles, día de El Espectador le explica. El primero del primer gobierno de izquierda. Toda la vida de Gustavo Petro se condensó en su posesión presidencial. Y él sabía, más que nadie, que los símbolos tienen poder. Lo primero: María José Pizarro, hija de su compañero de lucha Carlos Pizarro, excandidato presidencial y exlíder del M19 asesinado, fue quien, entre lágrimas, con tantos sentimientos encontrados, mientras las gentes gritaban “¡Pizarro, Pizarro!”, le impuso la banda presidencial al nuevo presidente de Colombia. Unos zapatos tan grandes de calzar: los de Gaitán, de Pizarro y tantos otros luchadores políticos asesinados por desafiar al establecimiento.
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Es miércoles, día de El Espectador le explica. El primero del primer gobierno de izquierda. Toda la vida de Gustavo Petro se condensó en su posesión presidencial. Y él sabía, más que nadie, que los símbolos tienen poder. Lo primero: María José Pizarro, hija de su compañero de lucha Carlos Pizarro, excandidato presidencial y exlíder del M19 asesinado, fue quien, entre lágrimas, con tantos sentimientos encontrados, mientras las gentes gritaban “¡Pizarro, Pizarro!”, le impuso la banda presidencial al nuevo presidente de Colombia. Unos zapatos tan grandes de calzar: los de Gaitán, de Pizarro y tantos otros luchadores políticos asesinados por desafiar al establecimiento.
Es por eso que en este texto les contaremos las grandes reformas que propuso, los retos e inconvenientes que tiene por delante y sus primeras movidas como presidente. Que, hasta el momento, comenzando, ha cumplido casi al pie de la letra con respecto a lo que prometió en campaña. Pero Petro lo sabe, lo ha dicho en público: las grandes reformas que no haga en el primer año de su gobierno no las podrá hacer. Una contrarreloj que encaró con varios movimientos en su primera semana al frente del país.
Pero antes... el otro gran símbolo fue la espada de Bolívar. Los planes de caminar con su familia hasta llegar a la plaza se truncaron porque la noche antes, de manera desafiante, Iván Duque decretó su última orden: no autorizar su salida. Lo que se convirtió en la primera de Petro: solicitar, en frente de los diplomáticos, políticos, invitados especiales y la ciudadanía presente, que llevaran a la tarima al emblemático acero que representa no solo la historia de la República, sino también una parte de la memoria del M-19, el grupo guerrillero al que perteneció durante doce años de su juventud y que robó el objeto.
En ese contexto, el símbolo de la espada se amplificó mientras todos los presidentes invitados se pararon al verla llegar. Menos uno: el Rey Felipe VI de España. Un gesto reprobado en su país por parte del partido Podemos y por hombres como el exvicepresidente Pablo Iglesias: “Fue una falta de respeto a un símbolo de la libertad de América Latina”.
Y las prendas de los asistentes también gritaron un mensaje político. Hasta las esposas de Duque y Petro comunicaron con su atuendo: mientras una abandonaba la Casa de Nariño completamente vestida de negro, la otra entraba llena de blanco. Contrastes. Y en su discurso, Petro reconoció que el Estado ha causado crímenes, que la seguridad no se debe contar en bajas sino en vidas, habló de la guerra perdida contra las drogas, de un país que se preocupe por darle más oportunidades a los más pobres y de una de sus principales banderas: cuidar al medio ambiente. Un discurso, a todas estas, revolucionario del gobierno que se ha proclamado el del cambio y que cambiará el enfoque de seguridad por el del respeto a los derechos humanos.
Lo primero: ¿quiénes lo van a acompañar? A falta de confirmar a su ministro de Ciencia, Petro contará con un gabinete ministerial paritario con nueve mujeres y ocho hombres.
Y en el día uno de su gobierno se caracterizó porque José Antonio Ocampo, ministro de Hacienda, radicó la reforma tributaria, en la que la carga estará sobre las personas con ingresos superiores a los $10 millones de pesos. En palabras suyas en esta entrevista con El Espectador, una reforma que asumirá solo el 2% de la población.
La iniciativa fiscal espera un recaudo de $25,8 billones en el primer año, explicó el ministro de Hacienda, José Antonio Ocampo al momento de presentar el proyecto en la Cámara de Representantes. La idea es que escale a los $50 billones con el correr de los años. Por renta a las personas naturales se espera un recaudo de $8,1 billones; las empresas pagarán un tributo de $5,5 billones, por el impuesto del 10 % a las exportaciones de carbón y petróleo.
Los impuestos a bebidas azucaradas, alimentos ultra procesados y plásticos generarán $2,5 billones y otras medidas de carácter tributario y reducción del gasto dejarán ingresos por $3,7 billones.
Pero este no fue un punto final. Una cosa es la reforma que presenta el gobierno y otra es la que se aprueba en el Congreso, en donde ya tiene varios contradictores. Por ello, el ministro Ocampo sostuvo que “estamos dispuestos a discutir cada uno de los elementos de esta reforma, siempre y cuando el propósito sea mejorar el sistema tributario, no reproducir los beneficios tributario que a nuestro juicio son injustos”. Los impuestos a las bebidas azucaradas, con todo el lobby que tienen detrás, no son una tarea fácil de alcanzar. Y el país ha fracasado en todos sus intentos.
Todo eso sumado a uno de los últimos cambios económicos que ha ordenado el nuevo gobierno. Luis Carlos Reyes, director de la DIAN, confirmó que habrá reforma del 4x 1000: las personas que hagan movimientos menores a los $13.3 millones al mes no tendrán que pagar el impuesto.
Y mientras más de 80 congresistas radicaron un nuevo proyecto de ley para intentar prohibir el fracking en Colombia, surge a flote la otra gran bandera de su campaña: la transición energética. Y frente a esto, sus primeros 100 días serán vitales para dictar el resto de su gobierno. Aunque sus principios son claros, también es realista con respecto al impacto ambiental que Colombia produce en el mundo. “Nosotros estamos dispuestos a transitar a una economía sin carbón y sin petróleo, pero poco ayudamos a la humanidad con ello. No somos nosotros los que emitimos los gases efecto invernadero. Son los ricos del mundo quienes lo hacen, acercando al ser humano a su extinción, pero nosotros sí tenemos la mayor esponja de absorción de estos gases después de los océanos: la selva amazónica”, señaló en su discurso de posesión.
Durante su candidatura, Petro dijo que su primera decisión sería “el cese de la contratación de exploración de petróleo en Colombia”, una idea que se repite en su plan de gobierno. Y, desde el punto de vista de varios expertos, empezar a buscar la salida de los combustibles fósiles, sobre todo del carbón y el petróleo, tiene coherencia con lo que ha pedido hacer la ciencia frente al cambio climático. El reto está en para cuándo y cómo hacerlo.
Aunque no hay datos o algún ejercicio que pueda estimar una fecha exacta sobre cuándo ocurrirá eso, Jéssica Arias, parte del equipo de energía de Transforma y PhD en transición energética, da unos años claves. “Ya que somos parte de la OCDE y tenemos unos compromisos de carbono neutralidad, esto implica que las plantas de carbón deben salir entre el 2030 y 2035″, asegura. Mientras que el gas, sin tecnologías de captura de emisiones, deberá dejar de usarse entre 2040 y 2045. “Una recomendación, por ejemplo, es que para 2035 no se vendan más vehículos de combustión interna, lo que también le pone una vida límite al petróleo”, asegura.
Destacado: Energías renovables necesitan minería: ¿pero cómo hacerla sin repetir los errores?
Colombia tiene una particularidad en su transición energética. Algo que, para muchos, implica un dilema: alrededor del 56 % de las exportaciones son de carbón y petróleo. “Es un balance complicado, porque no nos podemos quedarnos sin ingresos, no solo para el presupuesto del país, sino para las regiones, ya que el Fondo Nacional de Regalías se alimenta de esto”, cuentan desde Camino Hacia Carbono Neutral.
Sin embargo, Antonio Hill, asesor del Natural Resource Governance Institute, en una interesante entrevista aseguró que la transición energética en el mundo en los próximos años será una realidad, no tanto por la buena voluntad de quienes gobiernan al mundo sino porque la demanda irá bajando. Por eso, los ingresos de Colombia no pueden seguir dependiendo tanto del carbón y petróleo. Tarde o temprano será una realidad con la cual nos vamos a tener que estrellar.
“Es importante recalcar que las reservas que tiene Colombia en gas y petróleo no son significantes, entonces si la excusa es que emprender una transición energética va a implicar un hueco fiscal, hay que saber que ese hueco fiscal igual se va a dar. Incluso, en el mismo plazo que una transición justa debería darse. Las ganancias del petróleo no van a ser para siempre y la lógica de pensar una transición justa, precisamente, es ver las posibilidades que existen”.
Sobre la “Paz Total” que propone habla de una lección de los errores del pasado. En su visión, Colombia necesita una arquitectura de paz diferente. Una en la que la paz ya no se debe hacer de manera secuencial, es decir primero con un grupo armado, luego con otro y así sucesivamente. Porque mientras el país centra sus esfuerzos en esa negociación resurgen en los territorios nuevos actores armados y aparecen disidencias de personas que no se vincularon al proceso o lo abandonaron. Y la espiral de la violencia continúa.
Esta es la razón por la cual ya hay una puerta del diálogo con los actores armados. Como lo confirmó el canciller, Álvaro Leyva, “ya hay un camino abierto con el ELN”. Y hasta con el Clan del Golfo, la banda criminal más grande del país, que el pasado domingo anunció un cese al fuego con la intención de tener diálogos con el gobierno de Petro.
“Frente a las estructuras de criminalidad organizada, como el Clan del Golfo o la Oficina de Envigado, no hay una agenda política ni de inversión social, sino una agenda más centrada en el intercambio: a cambio de verdad, reparación a las víctimas, y no repetición en negocios del narcotráfico, se dan beneficios judiciales. Por lo general, la política de guerra con esas estructuras sigue fracasando: hoy extraditamos a Otoniel, pero mañana surge otro como él”, apuntó el investigador Max Yuri.
Incluso, las disidencias de las Farc se sumaron a esa posible negociación. Néstor Gregorio Vera, Iván Mordisco, jefe del frente primero de esa estructura criminal, reapareció en un video manifestando estar dispuesto a negociar un acuerdo y un cese el fuego bilateral. En esta nota les contamos cómo se daría esa negociación sin meter a la Jurisdicción Especial para la Paz ni reformar la Constitución. Se sienten los vientos de paz.
Y para ir cerrando, es importante hablar del país que recibe Gustavo Petro. Durante su posesión, las palabras repetidas de los senadores y gobierno entrante fue calcada: “Duque no dejó la olla raspada, se la llevó”. Las arcas del país viven un momento crítico y ese será un condicionante para sus grandes reformas.
Duque se fue con un desempleo de dos dígitos y sin volver siquiera a las cifras que se registraban antes de la pandemia en este aspecto. Tras la pandemia, los índices de hambre y pobreza aumentaron, es por eso que estas son dos de las máximas prioridades del gobierno.
A falta de saber si este será el gobierno del cambio, lo claro es que este sí será el de las grandes reformas. También están en fila las de salud, a la espera del futuro de las EPS, la pensional, entre otras. Como le dijo Petro a su gabinete, son tiempos en los que “no podemos fallar”.