El pueblo Kankuamo como muralla de la Sierra Nevada
El pueblo Kankuamo de la Sierra Nevada de Gonawindúa es uno de los guardianes del conocimiento antiguo que preserva el equilibrio y el sistema de vida que se guarda en lo alto de la montaña. Para cumplir con su misión de vida, los Kankuamos han resistido a la colonización y al conflicto, renaciendo en su gobierno propio como lo pensaron los mamos y las sagas. “Los ancestros nos enseñaron a cuidar y vivir en hermandad y colectividad”, es la enseñanza que deja el Gobernador Jaime Luis Arias.
Paulo Ilich Bacca (*) Dayanna Palmar Uriana (**)
En lo profundo de la imponente Sierra Nevada de Gonawindúa se resguarda un saber ancestral que ha perdurado a través de los milenios. Los custodios de este conocimiento son los Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos, cuatro pueblos que velan por preservar un sistema de vida único que se encuentra en las alturas de estas montañas. En reconocimiento a su invaluable legado, en 2022, la Unesco reconoció a su Sistema de Conocimiento Ancestral como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
El pueblo Kankuamo, que es el primer guardián de esta geografía ritual, habita al pie de la montaña y es conocido como Kakatukua que en lengua propia significa “El hombre fuerte de la Sierra Nevada”. A lo largo de la historia han demostrado merecer este título con creces.
Jaime Enrique Arias, gobernador del pueblo Kankuamo por más de 25 años, explica: “Nuestros padres creadores nos dejaron una misión, que fue cuidar los elementos que fundamentan la vida y le dan permanencia. Esos son los elementos del territorio que se encuentran en la tierra: las plantas, animales, el agua, el aire, el fuego, nosotros”.
Sin lugar a dudas, esta misión no ha sido sencilla, considerando los desafíos que han enfrentado a lo largo del tiempo. Han sobrevivido tanto a la guerra física, que los arrebató de su tierra ancestral y los obligó a desplazarse forzosamente; como a la guerra identitaria, en la que perdieron su lengua y vieron diezmados sus conocimientos propios. Ambos hechos fueron reconocidos oficialmente por la Corte Constitucional, que en su Auto 004 de 2009, los incluyó dentro de los pueblos indígenas en riesgo de exterminio físico y cultural.
Justicia propia y derechos bioculturales
De acuerdo con la cosmología de los cuatro pueblos, la Línea Negra o Seshizha es el lugar asignado para la protección, cuidado y conservación del mundo. Es la representación terrenal del cosmos que está delimitada por un perímetro circunferencial y se encuentra atada por hilos invisibles que se interconectan entre sí y se dirigen hacia el centro de la Sierra de Gonawindúa.
Seshizha es la jurisdicción de los cuatro pueblos y se compone por puntos geográficos que contribuyen a la armonía del orden territorial interconectando lo físico con lo espiritual. Internamente es el territorio de los ancestros o de los llamados hermanos mayores y externamente es el espacio que acoge a todos los aprendices o hermanos menores.
En la Ley de Origen Kankuama, el conjunto de principios que ordenan el mundo de la naturaleza y la cultura, debe existir una gestión adecuada del territorio. Para esta labor, y por mandato ancestral, sus autoridades tienen la responsabilidad de asegurar que las acciones humanas que desestabilizan el equilibrio social sean contrarrestadas mediante pagamentos en los sitios sagrados de Seshizha. Se trata de una economía ritual de ofrendas a las madres y padres del mundo para potenciar la justicia entre los humanos, los no-humanos y los espíritus.
Así, cuando no se mantiene activa la interconexión entre los puntos sagrados de este espacio el corazón del mundo queda desprotegido. Esta situación no solo representa una grave afrenta a las prácticas culturales de los Kankuamos sino también una violación a sus derechos fundamentales. La noción ancestral del territorio Kankuamo es social y ecológicamente compleja, pues en la conexión cotidiana que sus comunidades establecen con las dimensiones humanas y no-humanas de su hábitat, están en juego realidades que producen visiones particulares del mundo.
De este modo, Seshizha es más que el espacio territorial compartido por los cuatro pueblos: es el ámbito ecológico, espiritual y social que engloba su cosmología. Allí se define la relación con el mundo material e inmaterial y con quienes habitan más allá de sus coordenadas.
“En esta pluriculturalidad que hay, el gobierno debe entender que tenemos que participar bajo nuestros usos y direccionamiento tradicional, que es diferente pero no choca con lo que está afuera”, dice el Mayor Isaac Gutiérrez, Coordinador de Justicia del pueblo Kankuamo, y quien ha liderado la formulación del protocolo de coordinación interjurisdiccional con el apoyo de Dejusticia.
En la búsqueda del pueblo Kankuamo por fortalecer su identidad y gobierno propio se está tejiendo tanto la justicia propia como el relacionamiento con entidades del Estado, por ejemplo, con el Ministerio del Interior, la Fiscalía General de la Nación y Bienestar Familiar. Es una apuesta que se presenta como un referente para otros pueblos indígenas que buscan fortalecer su derecho y el diálogo intercultural.
Un gobierno intercultural pensado en unidad kankuama
Los mamos (abuelo/sol) y las sagas (abuela/luna) de la Sierra Nevada pensaron en el renacer del pueblo Kankuamo y lo procuraron, porque para ellos “la Sierra Nevada es como una mesa con cuatro patas, y le faltaba una”. De estos pensamientos y esfuerzos nació el primer Congreso Kankuamo en 1993 que tuvo como objetivos el fortalecimiento de la cultura y la consolidación territorial para la preservación de la montaña sagrada. Este objetivo se vio cumplido en 2003 con la constitución del Resguardo Kankuamo con un área aproximada de 25 mil hectáreas.
En 2018, después de haber mantenido un diálogo fluido con el gobierno de Juan Manuel Santos, los cuatro pueblos lograron la expedición del Decreto 1500 que redefinió el territorio ancestral de la Sierra Nevada, expresado en el sistema de espacios sagrados de la Línea Negra, como ámbito tradicional, de especial protección, valor espiritual, cultural y ambiental, conforme a los principios de la Ley de Origen.
“Hay un ejercicio muy importante que hemos planteado y es poder gobernar en unidad, como un principio que fundamenta el deber ser de los pueblos indígenas”, cuenta como clave de su gobierno Jaime Luis Arias, actual gobernador del pueblo Kankuamo.
Este ejercicio no es individual, insiste, sino que involucra a las familias, comunidades y estructuras de gobierno de los pueblos que habitan la Sierra Nevada. “De alguna forma la imposición cultural y el colonialismo, nos ha llevado al individualismo y ver las cosas diferentes a lo que nos han enseñado los ancestros, que es cuidar y vivir en hermandad y colectividad”.
Hoy el gobierno Kankuamo es intercultural y tiene como fundamento tanto su ley de origen como las normas de derechos humanos que reconocen la autodeterminación de los pueblos indígenas. En este contexto, los mamos, las sagas y el Consejo de Mayores enseñan que el orden espiritual fundamenta su derecho propio, que, a su vez, fortalece a sus instancias políticas representadas por el Gobernador y los Cabildos de las quince comunidades que conforman el resguardo.
Las mujeres también son parte del gobierno a través de la Comisión de Mujeres y Familias Kankuamas. Entre sus labores se encuentra el fortalecimiento de los componentes político, económico y jurídico; y al mismo tiempo, de asistencia psicosocial y de fortalecimiento del componente artístico, como el tejido, que les genera ingresos a las mujeres.
Luego de estar al borde del exterminio físico y cultural, el pueblo Kankuamo ahora cuenta con una población de 35 mil personas autoreconocidas como kankuamas y con la pervivencia de su misión de vida más fuerte que nunca: ser la muralla que debe preservar el territorio de la Sierra Nevada de Gonawindúa.
“Hay que ser como el sol”, solía decir, Luis Fernando Arias, líder Kankuamo y Consejero Mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia, “hay que brillar para todos”.
Y es para todos, hermanos mayores y menores, que brillan los esfuerzos del gobierno Kankuamo en favor de la vida del planeta y el corazón del mundo.
(*) Subdirector de Dejusticia y profesor de la Universidad Javeriana
(**) Escritora y activista Wayuu
Este artículo hace parte del especial #TejidoVivo, producto de una alianza periodística entre Dejusticia y El Espectador.
En lo profundo de la imponente Sierra Nevada de Gonawindúa se resguarda un saber ancestral que ha perdurado a través de los milenios. Los custodios de este conocimiento son los Koguis, Arhuacos, Wiwas y Kankuamos, cuatro pueblos que velan por preservar un sistema de vida único que se encuentra en las alturas de estas montañas. En reconocimiento a su invaluable legado, en 2022, la Unesco reconoció a su Sistema de Conocimiento Ancestral como patrimonio cultural inmaterial de la humanidad.
El pueblo Kankuamo, que es el primer guardián de esta geografía ritual, habita al pie de la montaña y es conocido como Kakatukua que en lengua propia significa “El hombre fuerte de la Sierra Nevada”. A lo largo de la historia han demostrado merecer este título con creces.
Jaime Enrique Arias, gobernador del pueblo Kankuamo por más de 25 años, explica: “Nuestros padres creadores nos dejaron una misión, que fue cuidar los elementos que fundamentan la vida y le dan permanencia. Esos son los elementos del territorio que se encuentran en la tierra: las plantas, animales, el agua, el aire, el fuego, nosotros”.
Sin lugar a dudas, esta misión no ha sido sencilla, considerando los desafíos que han enfrentado a lo largo del tiempo. Han sobrevivido tanto a la guerra física, que los arrebató de su tierra ancestral y los obligó a desplazarse forzosamente; como a la guerra identitaria, en la que perdieron su lengua y vieron diezmados sus conocimientos propios. Ambos hechos fueron reconocidos oficialmente por la Corte Constitucional, que en su Auto 004 de 2009, los incluyó dentro de los pueblos indígenas en riesgo de exterminio físico y cultural.
Justicia propia y derechos bioculturales
De acuerdo con la cosmología de los cuatro pueblos, la Línea Negra o Seshizha es el lugar asignado para la protección, cuidado y conservación del mundo. Es la representación terrenal del cosmos que está delimitada por un perímetro circunferencial y se encuentra atada por hilos invisibles que se interconectan entre sí y se dirigen hacia el centro de la Sierra de Gonawindúa.
Seshizha es la jurisdicción de los cuatro pueblos y se compone por puntos geográficos que contribuyen a la armonía del orden territorial interconectando lo físico con lo espiritual. Internamente es el territorio de los ancestros o de los llamados hermanos mayores y externamente es el espacio que acoge a todos los aprendices o hermanos menores.
En la Ley de Origen Kankuama, el conjunto de principios que ordenan el mundo de la naturaleza y la cultura, debe existir una gestión adecuada del territorio. Para esta labor, y por mandato ancestral, sus autoridades tienen la responsabilidad de asegurar que las acciones humanas que desestabilizan el equilibrio social sean contrarrestadas mediante pagamentos en los sitios sagrados de Seshizha. Se trata de una economía ritual de ofrendas a las madres y padres del mundo para potenciar la justicia entre los humanos, los no-humanos y los espíritus.
Así, cuando no se mantiene activa la interconexión entre los puntos sagrados de este espacio el corazón del mundo queda desprotegido. Esta situación no solo representa una grave afrenta a las prácticas culturales de los Kankuamos sino también una violación a sus derechos fundamentales. La noción ancestral del territorio Kankuamo es social y ecológicamente compleja, pues en la conexión cotidiana que sus comunidades establecen con las dimensiones humanas y no-humanas de su hábitat, están en juego realidades que producen visiones particulares del mundo.
De este modo, Seshizha es más que el espacio territorial compartido por los cuatro pueblos: es el ámbito ecológico, espiritual y social que engloba su cosmología. Allí se define la relación con el mundo material e inmaterial y con quienes habitan más allá de sus coordenadas.
“En esta pluriculturalidad que hay, el gobierno debe entender que tenemos que participar bajo nuestros usos y direccionamiento tradicional, que es diferente pero no choca con lo que está afuera”, dice el Mayor Isaac Gutiérrez, Coordinador de Justicia del pueblo Kankuamo, y quien ha liderado la formulación del protocolo de coordinación interjurisdiccional con el apoyo de Dejusticia.
En la búsqueda del pueblo Kankuamo por fortalecer su identidad y gobierno propio se está tejiendo tanto la justicia propia como el relacionamiento con entidades del Estado, por ejemplo, con el Ministerio del Interior, la Fiscalía General de la Nación y Bienestar Familiar. Es una apuesta que se presenta como un referente para otros pueblos indígenas que buscan fortalecer su derecho y el diálogo intercultural.
Un gobierno intercultural pensado en unidad kankuama
Los mamos (abuelo/sol) y las sagas (abuela/luna) de la Sierra Nevada pensaron en el renacer del pueblo Kankuamo y lo procuraron, porque para ellos “la Sierra Nevada es como una mesa con cuatro patas, y le faltaba una”. De estos pensamientos y esfuerzos nació el primer Congreso Kankuamo en 1993 que tuvo como objetivos el fortalecimiento de la cultura y la consolidación territorial para la preservación de la montaña sagrada. Este objetivo se vio cumplido en 2003 con la constitución del Resguardo Kankuamo con un área aproximada de 25 mil hectáreas.
En 2018, después de haber mantenido un diálogo fluido con el gobierno de Juan Manuel Santos, los cuatro pueblos lograron la expedición del Decreto 1500 que redefinió el territorio ancestral de la Sierra Nevada, expresado en el sistema de espacios sagrados de la Línea Negra, como ámbito tradicional, de especial protección, valor espiritual, cultural y ambiental, conforme a los principios de la Ley de Origen.
“Hay un ejercicio muy importante que hemos planteado y es poder gobernar en unidad, como un principio que fundamenta el deber ser de los pueblos indígenas”, cuenta como clave de su gobierno Jaime Luis Arias, actual gobernador del pueblo Kankuamo.
Este ejercicio no es individual, insiste, sino que involucra a las familias, comunidades y estructuras de gobierno de los pueblos que habitan la Sierra Nevada. “De alguna forma la imposición cultural y el colonialismo, nos ha llevado al individualismo y ver las cosas diferentes a lo que nos han enseñado los ancestros, que es cuidar y vivir en hermandad y colectividad”.
Hoy el gobierno Kankuamo es intercultural y tiene como fundamento tanto su ley de origen como las normas de derechos humanos que reconocen la autodeterminación de los pueblos indígenas. En este contexto, los mamos, las sagas y el Consejo de Mayores enseñan que el orden espiritual fundamenta su derecho propio, que, a su vez, fortalece a sus instancias políticas representadas por el Gobernador y los Cabildos de las quince comunidades que conforman el resguardo.
Las mujeres también son parte del gobierno a través de la Comisión de Mujeres y Familias Kankuamas. Entre sus labores se encuentra el fortalecimiento de los componentes político, económico y jurídico; y al mismo tiempo, de asistencia psicosocial y de fortalecimiento del componente artístico, como el tejido, que les genera ingresos a las mujeres.
Luego de estar al borde del exterminio físico y cultural, el pueblo Kankuamo ahora cuenta con una población de 35 mil personas autoreconocidas como kankuamas y con la pervivencia de su misión de vida más fuerte que nunca: ser la muralla que debe preservar el territorio de la Sierra Nevada de Gonawindúa.
“Hay que ser como el sol”, solía decir, Luis Fernando Arias, líder Kankuamo y Consejero Mayor de la Organización Nacional Indígena de Colombia, “hay que brillar para todos”.
Y es para todos, hermanos mayores y menores, que brillan los esfuerzos del gobierno Kankuamo en favor de la vida del planeta y el corazón del mundo.
(*) Subdirector de Dejusticia y profesor de la Universidad Javeriana
(**) Escritora y activista Wayuu
Este artículo hace parte del especial #TejidoVivo, producto de una alianza periodística entre Dejusticia y El Espectador.