Es hora de escuchar a las Organizaciones de Sociedad Civil, en Colombia
En el país hay un total de 208.230 OSC, que pertenecen a diferentes sectores y actúan en diferentes regiones y territorios.
Claudia Cristina Garcés García
Zully Nayibe Uribe es venezolana, y llegó a Colombia a principios de 2021, pero no en las mejores condiciones. Una noche de marzo, mientras dormía en su casa, vivió uno de los episodios más espeluznantes de su vida, cuando en plena madrugada, una docena de aviones lanzaban bombas que explotaban con fuerza, generando zozobra y un ruido intimidante; pero a la vez, amenazaban las vidas de las familias que allí pernoctaban en paz, incluyendo la suya. Todo sucedía tan rápido, que solo tuvieron tiempo de montarse a una canoa y atravesar el río con agite, con la idea de abandonar Venezuela. Este camino los condujo al departamento de Arauca, en Colombia y, desde entonces, no han regresado.
“Estábamos en una situación caótica, en medio del hambre y la miseria, hasta cuando recibimos la visita de una Organización no Gubernamental (ONG) que, de forma desinteresada, nos dio la mano. Fue como ver al mismo Dios, porque no solo nos ofreció el respaldo y el afecto que por meses esperábamos, sino que también nos ayudó con recursos económicos, durante un tiempo, mientras nos orientaba a crear una fuente de ingresos, en la parte rural. Hoy le doy gracias a esas entidades que van hasta los lugares más inhóspitos y ofrecen esperanza y un mejor porvenir a gente, como nosotros”, dice Zully Nayibe.
Y así como esta venezolana y su familia, hay millones de personas en Colombia que hoy reciben el acompañamiento de la mayor parte de las 208.830 organizaciones de sociedad civil (OSC), existentes en el país, que son diversas y se enfocan a diferentes sectores y regiones. Entre ellas se destacan las 270 que participan en la iniciativa de rendición social pública de cuentas, de las que 72 pertenecen a la Asociación de Fundaciones Familiares y Empresariales (AFE) y 198 a la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales (CCONG) que, en conjunto, ayudan a más de 10 millones y medio de personas en lugares de difícil acceso en el país y generan 37.810 empleos, pese a que solo el 25 por ciento de los recursos con los que trabajan, representan las donaciones que reciben.
Los grandes aportes
Y es que en Colombia, en donde las oportunidades se vuelven esquivas para la mayor parte de la población, especialmente la vulnerable o la que vive bajo extremos de pobreza, sin servicios públicos, sin infraestructura y, muchas veces, sin la completa presencia del Estado; en donde la educación se agrieta frente a la falta de presupuestos y la infancia crece con hambre, bajo la amenaza de grupos armados y del abandono de sus padres; en donde los migrantes son estigmatizados y los desplazados, afrocolombianos, grupos indígenas y campesinos víctimas del conflicto no son escuchados y sus necesidades se hacen cada vez más sentidas, es en donde actúan la mayor parte de las OSC que, por años, han logrado implementar iniciativas de desarrollo social en medio de ambientes hostiles, pese a la falta de seguridad, de soporte político y recursos.
Estas entidades representan, para esas y otras poblaciones, una luz de esperanza y de dignidad, además de ser las que intervienen en la creación de mejores políticas públicas, la transparencia en la gobernanza y la búsqueda de paz y de justicia para las víctimas.
“Definitivamente somos los voceros de aquellas comunidades en donde el Estado no llega o brinda una atención muy precaria. Nosotros construimos puentes para crear un vínculo y ofrecerles la atención que requieren. Pero hay que tener en cuenta que hay diferentes tipos de organizaciones, particularmente hablo de las fundaciones, cuyo principal aporte es estar en los territorios, en donde se generan relaciones de confianza, se entienden las necesidades y se buscan los mecanismos para atenderlas, ya sea a través de alianzas o donaciones que puedan respaldarlas”, explica Aura Lucía Lloreda, directora ejecutiva de la Asociación de Fundaciones Familiares y Empresariales de Colombia (AFE).
Sin embargo, conseguir el apoyo económico no siempre es fácil para la mayor parte de OSC. “Esto depende de las iniciativas, de las temáticas y del área geográfica que atienden. Por eso las que se enfocan en la parte educativa, casi siempre cuentan con el respaldo de entidades internacionales. Pero las que se dedican a otros frentes, especialmente en la defensa y exigibilidad de los derechos humanos, la promoción de los derechos de las mujeres, las poblaciones étnicas, LGBTIQ+ y aquellas que luchan por una mayor transparencia, viven una ‘batalla’ diaria en la búsqueda de presupuesto que permita sostener sus programas”, agrega Lloreda Mera.
Razón suficiente por la que hoy estas organizaciones aplauden la decisión que tomó el Gobierno, y el Congreso de la República, de no incluir el tema de las donaciones en los límites a las deducciones a la renta, que había sido contemplada en la nueva reforma tributaria, la cual ya fue aprobada. Y es que los recursos de las donaciones son vitales para el fortalecimiento del trabajo de estas entidades en el país, especialmente cuando son tan escasos para lograr esta labor, que no siempre cuenta con el apoyo crediticio de la banca tradicional.
Trabajar en sociedad
Ante esto, se hace urgente que Colombia entienda que una de sus grandes fortalezas como nación es la de contar con una sociedad civil, diversa y multisectorial que, por décadas, ha venido estimulando a aquellas organizaciones y movimientos que impulsan el empoderamiento social, el desarrollo sostenible y la paz, en toda la geografía nacional.
Particularmente, las 270 OSC pertenecientes a la AFE y la CCONG vienen ejecutado un rol esencial en el desarrollo económico y social. Gracias a su acción solidaria y oferta de valor, se atienden las necesidades de las poblaciones más vulnerables y se contribuye al logro de las metas establecidas para los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con los que el país se ha comprometido.
“Por eso mismo es importante que el Gobierno nos vea como un par, como un socio trascendental que tiene toda la experiencia, especialmente para contribuir e incidir en las políticas públicas, para así lograr una mejor democracia. En Colombia hay más de 130 espacios de participación ciudadana en los que valdría la pena que se tuviera en cuenta nuestro conocimiento y mensaje, ya que somos quienes recogemos las voces de las comunidades, con cuyo aporte se puede hacer un control social, un monitoreo ciudadano y vigilar el cumplimiento de los derechos civiles de las poblaciones”, enfatiza Liliana Rodríguez, directora ejecutiva de la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales (CCONG).
Desde hace más de 10 años, en el marco de las agendas internacionales de desarrollo sostenible, cambio climático, cooperación al desarrollo y diversas instancias bilaterales y multilaterales como la OCDE, la USAID y la Unión Europea, vienen reconociendo la labor de las OSC, justamente por su rol en el apoyo como actor de desarrollo y de autonomía en los países. “Razón suficiente para decirle al Gobierno que genere ambientes habilitantes en los que se logre empoderar más el trabajo de las OSC, y que las trate como socias complementarias a la labor que él mismo debe desarrollar, ya que son éstas las que conocen las realidades y lógicas locales, dan el primer paso en la identificación de las problemáticas sociales y ambientales, se adelantan a los retos del futuro y proponen soluciones innovadoras; por eso mismo, se hace urgente avanzar en un relacionamiento con el gobierno entrante y con el Legislativo, en la que se determinen responsabilidades y se consolide el respaldo del estado a esta esencial acción”, culmina la Directora Ejecutiva de la CCONG.
Zully Nayibe Uribe es venezolana, y llegó a Colombia a principios de 2021, pero no en las mejores condiciones. Una noche de marzo, mientras dormía en su casa, vivió uno de los episodios más espeluznantes de su vida, cuando en plena madrugada, una docena de aviones lanzaban bombas que explotaban con fuerza, generando zozobra y un ruido intimidante; pero a la vez, amenazaban las vidas de las familias que allí pernoctaban en paz, incluyendo la suya. Todo sucedía tan rápido, que solo tuvieron tiempo de montarse a una canoa y atravesar el río con agite, con la idea de abandonar Venezuela. Este camino los condujo al departamento de Arauca, en Colombia y, desde entonces, no han regresado.
“Estábamos en una situación caótica, en medio del hambre y la miseria, hasta cuando recibimos la visita de una Organización no Gubernamental (ONG) que, de forma desinteresada, nos dio la mano. Fue como ver al mismo Dios, porque no solo nos ofreció el respaldo y el afecto que por meses esperábamos, sino que también nos ayudó con recursos económicos, durante un tiempo, mientras nos orientaba a crear una fuente de ingresos, en la parte rural. Hoy le doy gracias a esas entidades que van hasta los lugares más inhóspitos y ofrecen esperanza y un mejor porvenir a gente, como nosotros”, dice Zully Nayibe.
Y así como esta venezolana y su familia, hay millones de personas en Colombia que hoy reciben el acompañamiento de la mayor parte de las 208.830 organizaciones de sociedad civil (OSC), existentes en el país, que son diversas y se enfocan a diferentes sectores y regiones. Entre ellas se destacan las 270 que participan en la iniciativa de rendición social pública de cuentas, de las que 72 pertenecen a la Asociación de Fundaciones Familiares y Empresariales (AFE) y 198 a la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales (CCONG) que, en conjunto, ayudan a más de 10 millones y medio de personas en lugares de difícil acceso en el país y generan 37.810 empleos, pese a que solo el 25 por ciento de los recursos con los que trabajan, representan las donaciones que reciben.
Los grandes aportes
Y es que en Colombia, en donde las oportunidades se vuelven esquivas para la mayor parte de la población, especialmente la vulnerable o la que vive bajo extremos de pobreza, sin servicios públicos, sin infraestructura y, muchas veces, sin la completa presencia del Estado; en donde la educación se agrieta frente a la falta de presupuestos y la infancia crece con hambre, bajo la amenaza de grupos armados y del abandono de sus padres; en donde los migrantes son estigmatizados y los desplazados, afrocolombianos, grupos indígenas y campesinos víctimas del conflicto no son escuchados y sus necesidades se hacen cada vez más sentidas, es en donde actúan la mayor parte de las OSC que, por años, han logrado implementar iniciativas de desarrollo social en medio de ambientes hostiles, pese a la falta de seguridad, de soporte político y recursos.
Estas entidades representan, para esas y otras poblaciones, una luz de esperanza y de dignidad, además de ser las que intervienen en la creación de mejores políticas públicas, la transparencia en la gobernanza y la búsqueda de paz y de justicia para las víctimas.
“Definitivamente somos los voceros de aquellas comunidades en donde el Estado no llega o brinda una atención muy precaria. Nosotros construimos puentes para crear un vínculo y ofrecerles la atención que requieren. Pero hay que tener en cuenta que hay diferentes tipos de organizaciones, particularmente hablo de las fundaciones, cuyo principal aporte es estar en los territorios, en donde se generan relaciones de confianza, se entienden las necesidades y se buscan los mecanismos para atenderlas, ya sea a través de alianzas o donaciones que puedan respaldarlas”, explica Aura Lucía Lloreda, directora ejecutiva de la Asociación de Fundaciones Familiares y Empresariales de Colombia (AFE).
Sin embargo, conseguir el apoyo económico no siempre es fácil para la mayor parte de OSC. “Esto depende de las iniciativas, de las temáticas y del área geográfica que atienden. Por eso las que se enfocan en la parte educativa, casi siempre cuentan con el respaldo de entidades internacionales. Pero las que se dedican a otros frentes, especialmente en la defensa y exigibilidad de los derechos humanos, la promoción de los derechos de las mujeres, las poblaciones étnicas, LGBTIQ+ y aquellas que luchan por una mayor transparencia, viven una ‘batalla’ diaria en la búsqueda de presupuesto que permita sostener sus programas”, agrega Lloreda Mera.
Razón suficiente por la que hoy estas organizaciones aplauden la decisión que tomó el Gobierno, y el Congreso de la República, de no incluir el tema de las donaciones en los límites a las deducciones a la renta, que había sido contemplada en la nueva reforma tributaria, la cual ya fue aprobada. Y es que los recursos de las donaciones son vitales para el fortalecimiento del trabajo de estas entidades en el país, especialmente cuando son tan escasos para lograr esta labor, que no siempre cuenta con el apoyo crediticio de la banca tradicional.
Trabajar en sociedad
Ante esto, se hace urgente que Colombia entienda que una de sus grandes fortalezas como nación es la de contar con una sociedad civil, diversa y multisectorial que, por décadas, ha venido estimulando a aquellas organizaciones y movimientos que impulsan el empoderamiento social, el desarrollo sostenible y la paz, en toda la geografía nacional.
Particularmente, las 270 OSC pertenecientes a la AFE y la CCONG vienen ejecutado un rol esencial en el desarrollo económico y social. Gracias a su acción solidaria y oferta de valor, se atienden las necesidades de las poblaciones más vulnerables y se contribuye al logro de las metas establecidas para los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), con los que el país se ha comprometido.
“Por eso mismo es importante que el Gobierno nos vea como un par, como un socio trascendental que tiene toda la experiencia, especialmente para contribuir e incidir en las políticas públicas, para así lograr una mejor democracia. En Colombia hay más de 130 espacios de participación ciudadana en los que valdría la pena que se tuviera en cuenta nuestro conocimiento y mensaje, ya que somos quienes recogemos las voces de las comunidades, con cuyo aporte se puede hacer un control social, un monitoreo ciudadano y vigilar el cumplimiento de los derechos civiles de las poblaciones”, enfatiza Liliana Rodríguez, directora ejecutiva de la Confederación Colombiana de Organizaciones no Gubernamentales (CCONG).
Desde hace más de 10 años, en el marco de las agendas internacionales de desarrollo sostenible, cambio climático, cooperación al desarrollo y diversas instancias bilaterales y multilaterales como la OCDE, la USAID y la Unión Europea, vienen reconociendo la labor de las OSC, justamente por su rol en el apoyo como actor de desarrollo y de autonomía en los países. “Razón suficiente para decirle al Gobierno que genere ambientes habilitantes en los que se logre empoderar más el trabajo de las OSC, y que las trate como socias complementarias a la labor que él mismo debe desarrollar, ya que son éstas las que conocen las realidades y lógicas locales, dan el primer paso en la identificación de las problemáticas sociales y ambientales, se adelantan a los retos del futuro y proponen soluciones innovadoras; por eso mismo, se hace urgente avanzar en un relacionamiento con el gobierno entrante y con el Legislativo, en la que se determinen responsabilidades y se consolide el respaldo del estado a esta esencial acción”, culmina la Directora Ejecutiva de la CCONG.