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La ley de origen del pueblo arhuaco

A propósito de sus protestas de esta semana en Bogotá, un escritor ecuatoriano que ha estudiado los derechos de las culturas indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta les rinde homenaje.

Ramón Torres Galarza * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR
14 de noviembre de 2021 - 02:38 a. m.
Los mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta fueron el viernes el santuario de Monserrate, dentro de su gira de protesta de esta semana en Bogotá.  / Óscar Pérez
Los mamos de la Sierra Nevada de Santa Marta fueron el viernes el santuario de Monserrate, dentro de su gira de protesta de esta semana en Bogotá. / Óscar Pérez
Foto: El Espectador - Óscar Pérez

Memoria del origen

Cuentan los manos que, en el principio, todo existía solamente en el pensamiento, que no había día, ni noche, ni nada y que todo vivía solamente en el espíritu. Cuentan que en aquel entonces los Padres Espirituales discutían sobre la posibilidad de materializar la existencia del mundo en relación con la existencia de los otros mundos hacia arriba y los otros mundos hacia abajo. La tierra y la existencia de los arhuacos nacen en el intermedio de los mundos. (Recomendamos: La historia de los indígenas que protestas en el Parque Nacional de Bogotá).

Dicen los manos que las Madres y los Padres Espirituales organizaron la existencia humana en formas y niveles de entendimiento, que están determinadas por nueve dimensiones, ellas a su vez, existen en relación con los nueve planetas y los nueve meses de gestación de la mujer y que en dualidad complementaria constituyen las formas de relación y conjunción entre los mundos material y espiritual. Cada uno de los mundos, en su orden cosmogónico y espiritual, fue concebido desde el origen, a partir de cargas de energía positiva y negativa, generados como necesarios para garantizar el equilibrio entre todas aquellas formas de vida que cobraron existencia material.

Algunos de los padres, en ejercicio de su potestad espiritual, no estaban de acuerdo con la materialización de lo espiritual a lo físico, decían que el hacerlo conllevaría el riesgo del desorden y el caos de todo aquello que se había creado y guardado celosamente durante miles de años. Mientras que otro grupo de Padres Espirituales, que sí querían la materialización del mundo, no habían pensado cómo el orden y la armonía serían conservados. Así se pasaron pensando mucho tiempo hasta que llegaron a un consenso espiritual, a un punto de comprensión común y por tanto de acuerdo, al concebir que el problema no era que el mundo se materializara, sino que una vez creado, este debería tener normas de cuidado para su mantenimiento y preservación original, de ese pensamiento y conocimiento ancestral surgieron los principios de protección y conservación contenidos en la Ley de Origen.

La Ley de Origen es la norma mayor de los arhuacos, basada en pensamiento propio, es mandato sagrado que contiene los principios de relación y existencia en armonía universal al regular la totalidad de lo que existe. Es un conjunto de códigos de enseñanza-aprendizaje; derecho-obligación, estructurado en su conjunto como un sistema integral e integrado de conocimiento y sabiduría ancestral conservado-transmitido - intergeneracionalmente. Contiene principios que han de ser respetados para garantizar la convivencia social, la armonía y el equilibrio entre todos los componentes naturales que constituyen el cuerpo y el espíritu de la Madre Tierra.

Los mandatos contenidos en la Ley de Origen rigen un sistema propio de autogobierno en coexistencia y convivencia con la naturaleza. Se basa en los contenidos del conocimiento ancestral como una integralidad sistémica, que no se puede entender o concebir de manera fragmentada, sino como un tejido articulado, entrelazado e indivisible, que da forma y contenido a la estructura y sentido de la totalidad, de la vida en plenitud.

La Ley de Origen gobierna y direcciona el orden de las comunidades en todos los ámbitos de su vida cotidiana: agricultura, medicina tradicional, ceremonias, ritos, celebraciones, fiestas, bautizos, matrimonios, entierros, siembras, cosechas, entrega del poporo, tejidos, construcción de viviendas y manejo de sitios sagrados, transmisión y conservación de conocimientos, manejo del territorio, conocimiento del cosmos, conocimiento y uso de plantas sagradas. Toda esta normativa sustentada en la tradición oral y sus lenguas propias y relacionadas con su existencia en el territorio concebido como “la superficie terrestre con sus ríos, piedras, lagunas, mares, montañas, plantas y animales, el espacio aéreo y el subsuelo, que son partes interdependientes de una unidad, por donde circulan nuestras vidas. Debajo de la superficie terrestre se encuentran los órganos vitales de la Tierra, sus líquidos y sus huesos, que le permiten vivir y generar vida”.

La significación del territorio

La concepción del territorio ancestral indígena va mucho más allá de la concepción de limitación física, de una porción de tierra, o de propiedad individual, hace referencia al espacio concebido como Madre dadora y protectora de la existencia y la vida de todos los seres. El territorio, más que un espacio físico, es entonces la confluencia de todo lo que existe, tanto en su estado espiritual como material, conformándose así un solo mundo de convivencia recíproca, simultánea, integral, colectiva y complementaria; es un patrimonio común; es donde se recrean la cultura y la integridad de las relaciones sociales, culturales y espirituales, que constituyen el fundamento de la existencia y permanencia como pueblos.

El territorio no es un lugar, una línea divisoria o una frontera, entendida como línea política o como propiedad, el territorio es el espacio material y espiritual para la creación, el encuentro y el desenvolvimiento de la vida de un pueblo y su cultura y está en directa dependencia y relación con la vida universal.

El territorio es también el espacio-tiempo donde se encuentra y desarrolla el conocimiento ancestral en que se sustenta y en donde se ejercen las normas establecidas en la Ley de Origen. El conocimiento surge de la tierra, en correlación con ella, no es ajeno a sus determinaciones y necesidades, por el contrario, es un conocimiento que se genera no sobre la tierra, sino desde la tierra. El conocimiento se expresa en la totalidad de la vida, en el pensamiento, en el sentimiento, en la lengua, en el canto, la danza, los tejidos, los rituales, las ceremonias, en el trabajo, es decir, el conocimiento se crea, se transforma y se adapta en todos las actividades materiales o espirituales. Por tanto no es un conocimiento fragmentado sobre una parte, es un conocimiento sobre la totalidad de la vida.

Los sitios sagrados, ceremoniales, de culto, adoración, contemplación y ofrenda, están ordenados y distribuidos en el territorio en Geografía Sagrada, así mismo el orden en que se construyen las viviendas y donde están los cultivos, responden a un orden de Geometría Sagrada. Este orden universal está alineado y articulado para conservar la energía espiritual necesaria para el mantenimiento de la vida. Se determina su posición en el espacio en relación con los puntos cardinales, los movimientos de las constelaciones, de las estrellas, los movimientos de los planetas en cada época del año.

La Línea Negra es un sistema interconectado e interrelacionado de hitos o espacios terrestres, marinos y aéreos. Cada uno de los ejes o nudos de esta red, de este tejido, esta articulado en campos magnéticos y de energía, al igual que el cuerpo humano, el territorio es un cuerpo vivo y de energía sagrada. Desde los picos nevados, los lagos y lagunas, los páramos, pasando por las llanuras hasta el mar, constituyen un sistema integrado de vidas en complemento y codependencia. En este sentido la Línea Negra (definida por los arhuacos) no es una demarcación, sino la identificación de un espacio integral de existencia de pueblos y culturas encargados por la Ley de Origen para cuidar la vida de todas las vidas. Son el conocimiento ancestral y la fuerza espiritual los componentes primordiales para mantener el orden de su existencia.

Cada uno de los espacios y sitios sagrados establecidos en las partes altas, medias y bajas de sus territorios reciben una denominación en lengua propia, cuyos significados contienen las normas de uso y manejo, así como las obligaciones y deberes para cuidar de los nacimientos y las desembocaduras de los ríos, los cerros, las lagunas, las cuevas, rocas, árboles y otros paisajes y/o elementos. No es un gobierno que vela y representa solamente las formas de organización social, económica o política, sino que busca corresponder y relacionar en el territorio todas las formas de existencia de la vida. Por eso el ejercicio de autoridad se fundamenta en la función y en el orden natural de la vida y tiene que ver con el territorio y el territorio se gobierna en relación con el conocimiento. Y la autoridad se la ejerce siempre desde la identidad y la cultura, que nutren el pensamiento, sustentan la organización y el desenvolvimiento de las comunidades.

La lucha por existir

A partir de la década del setenta, en la Sierra Nevada en general, y en particular en el territorio arhuaco, se inició un proceso de ocupación, de limitado reconocimiento legal y de recuperación de espacios territoriales, sin embargo cuatro décadas después los arhuacos solo ocupan aproximadamente un 38 % del territorio ancestral y sólo un 28 % del mismo es territorio titulado.

Durante todos estos años han sucedido un conjunto de hechos concurrentes que desde los intereses del Estado, las empresas, las guerrillas, los paramilitares y el narcotráfico han buscado intervenir, usar indebidamente, sobreexplotar, y ocupar el territorio, la cultura, la identidad y la espiritualidad de los arhuacos.

Para facilitar y/o consolidar el interés extractivo de empresas y el potencial turístico, no solamente se violenta, manipula o simula el derecho a consulta previa, sino que se generan hechos de división y violencia entre comunidades, familias y personas del pueblo arhuaco y adicionalmente se desconoce el ejercicio de la autoridad tradicional de los mamos y las normas de convivencia y paz dictadas por la Ley de Origen. Estas formas de injerencia, intervención y violación de derechos fundamentales afectan la integridad étnica, cultural, social, ambiental y económica de los pueblos y comunidades.

Los derechos vulnerados

De conformidad con el régimen jurídico colombiano, sus normas constitucionales y legales, algunas de sus políticas públicas y en consideración al Derecho Internacional y en relación con los fallos, dictámenes y sentencias en el Sistema Interamericano, tanto la Corte, cuanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, en la situación actual del pueblo arhuaco, el Estado colombiano debe considerar y respetar los siguientes derechos vigentes: el derecho a la propiedad colectiva sobre los territorios; el derecho de participación y consulta previa; el derecho a la diversidad e identidad cultural y el derecho de autodeterminación.

La indebida injerencia, la violación de la autonomía, el irrespeto de la autoridad tradicional, las formas de enfrentamiento entre hermanos del mismo pueblo, la división y la violencia, la falta de consulta previa, sin duda que violan los derechos fundamentales del pueblo arhuaco y desacatan evidentemente las normas legales y constitucionales colombianas; irrespetan flagrantemente las normas del derecho internacional y los tratados internacionales (OIT, Unesco, entre otros) al no aplicar los fallos, la doctrina y la jurisprudencia de la Corte Constitucional Colombiana y las sentencias de la Corte Interamericana de Derechos Humanos y los informes de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.

La vida de todas las vidas

Hoy vivimos un tiempo en que antes, durante y después de la pandemia, el desate de la codicia neoliberal devastó la mayoría de ecosistemas frágiles y buena parte de los territorios indígenas en todo el planeta, generando el exterminio de pueblos, culturas, conocimientos y comunidades, para promover, consolidar o iniciar proyectos extractivos o ampliar la frontera agrícola.

Hoy la ciencia occidental, la academia y algunos organismos de conservación, luego de muchos años e investigaciones, han reconocido, por fin, que son los territorios indígenas y sus conocimientos en donde de mejor y mayor forma se conserva la naturaleza y por tanto la vida en el planeta. Sin embargo, no son los pueblos ni sus comunidades los que reciben recursos, sino que, al contrario, es en las tierras y los territorios indígenas donde mayores impactos tienen la pandemia y el crecimiento de la pobreza.

El conocimiento, la espiritualidad, la cosmovisión, las formas de organización social, económica y política del pueblo arhuaco representan, sin duda, una de las culturas más emblemáticas del mundo en la coexistencia pacífica entre todas las formas de vida. Durante más de cuatro décadas este pueblo ha sido capaz de enfrentar y sobrellevar los impactos y la presencia del paramilitarismo, las guerrillas, el narcotráfico. Sin embargo hoy, frente a la política de la muerte, del desplazamiento, de la exclusión, de la violencia y el miedo, se encuentran en una suerte de laberinto, en más de 14 meses de conflicto, creado por la acción u omisión del propio Estado colombiano, cuyos efectos e impactos tienen que ver con el mantenimiento del orden espiritual, material y cultural de estos pueblos, cuya guía espiritual la ejercen los mamos. El Estado, al desconocerlos, dividirlos o enfrentarlos, afecta la visión y acción integral e integrada de su pueblo, que es precisamente la que ha permitido la continuidad de la vida en la Sierra Nevada.

No puede, no debe existir, no es posible o viable una solución del conflicto existente sin considerar, valorar y respetar a sus autoridades propias, sus instituciones y sus normas de convivencia en paz. Por eso, solamente son los mamos desde el ejercicio de su sabiduría para representar los intereses del todo y no solo los de una parte, los que deben preservar la autonomía, la identidad, la continuidad de la existencia de modos de vida sostenibles. Y también y complementariamente son los mamos desde el autogobierno y la autonomía, los que deben definir las formas y mecanismos del diálogo, y de los procesos y modalidades de la participación y la consulta entre el Estado, las empresas y las comunidades, con una agenda para un diálogo sustantivo, determinado por los derechos y las obligaciones mutuas pero diferenciadas. Son las propias instituciones y autoridades legítimas y ancestrales las que deben dirimir el conflicto de intereses, pues en ellas está el mandato y la visión para preservar la vida y la cultura.

La humanidad y el planeta viven la más profunda crisis civilizatoria, la posibilidad de superarla, nos convoca de modo emergente a concebir la centralidad de la vida y la imprescindible espiritualidad con que asignamos a la vida un valor y no un precio. La corresponsabilidad sobre la sostenibilidad de la vida nos obliga a transformar la economía extractiva hacia una economía para la vida. La Ley de Origen constituye una de las evidencias más maravillosas del Orden de la Diversidad, de la Vida en Plenitud, de la Defensa de la Vida de todas las Vidas, por ello son los arhuacos un pueblo destinado por la Madre Tierra para existir por siempre y cuidarla.

Guápulo, Ecuador, octubre 2021.

* Escritor y académico ecuatoriano. Autor de varios libros sobre derechos de los pueblos indígenas frente a políticas de Estado y frente a las constituciones de América Latina.

Por Ramón Torres Galarza * / ESPECIAL PARA EL ESPECTADOR

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