“La reconciliación es difícil sin voluntad política”: Oliver Dalichau
El nuevo representante de la Friedrich-Eber- Stiftung en Colombia (Fescol), el alemán Oliver Dalichau, experto en democracia, seguridad y justicia, habla -a partir de su experiencia en Ruanda- de los avances y retos en asuntos de capital importancia para el país, como la justicia transicional, la reconciliación y el enfoque étnico en la implementación de la paz.
Después de su experiencia en Ruanda asumió como representante de la Friedrich-Eber- Stiftung en Colombia (Fescol). ¿Qué expectativas tiene frente a nuestro país?
Es mi primera vez en Latinoamérica, y todo es muy intenso y nuevo para mí, pero mi primer sentido es muy bueno, me gusta mucho (sonrisas). Trabajo hace 20 años con la FES y mis expectativas son la continuación de nuestro proyecto y el apoyo continuo de nuestras contrapartes. Estoy sorprendido sobre los contactos que tenemos en Colombia y será un placer continuar el proyecto de mi predecesora (Kristina Birke Daniels), con el apoyo de mi equipo.
¿Qué proyectos está interesado en trabajar, de entrada, para fortalecer la democracia en Colombia?
La fundación tiene un conocimiento grande en Colombia y quiero seguir trabajando con nuestras contrapartes en áreas como la democracia y el apoyo de la paz en Colombia y en la región, a través de nuestro proyecto de seguridad pública; nuestros proyectos de género, feminismo, de desarrollo sostenible y también con nuestras estrategias de comunicación y de desarrollo sostenible.
¿Qué significa este relevo en la dirección de Fescol?
Los cambios tienen ventajas y desventajas, pero en general son necesarios para todas las organizaciones, por eso es importante la incorporación de nuevas ideas que puedan abrir nuevas posibilidades, y espero con mis experiencias con países un poco lejanos apoyar el diálogo en Colombia.
El plebiscito de la paz en Colombia construyó fuertes posturas contra el Acuerdo, que hacen que la paz aún sea un tema controversial. ¿Cuáles aciertos de las políticas de reconciliación en Ruanda podría retomar Colombia en este contexto?
Cada país tiene su propia historia, por supuesto. En la Ruanda precolonial, los diferentes grupos sociales, que en aquella época se dividían en tutsis, hutus y twas, vivían en mutua dependencia y convivencia. Era posible pasar de un grupo social a otro, la gente se casaba y convivía.
Las potencias coloniales alemanas, y más tarde las belgas, transfirieron los grupos sociales en grupos étnicos y destruyeron así el tejido social del país: quien era alto y poseía más de 10 cabezas de ganado era considerado en adelante un tutsi; quien tenía menos, un hutu. Más tarde, esta clasificación se incluyó también en los documentos de identidad.
Ruanda ha conocido excesos violentos contra la minoría tutsi desde la década de 1950, donde miles de personas tuvieron que huir a los países vecinos, especialmente a Uganda.
Fue hasta finales de la década de 1980 cuando un ejército de voluntarios, dirigido por el actual presidente, Paul Kagame, comenzó a derrocar al gobierno. A esto le siguieron años de guerra civil, negociación y luego la catástrofe del genocidio: el 7 de abril de 1994, las fuerzas extremistas hutus, apoyadas desde las más altas esferas del gobierno, comenzaron a asesinar brutalmente a los miembros de la minoría tutsi.
En los 100 días siguientes, más de 800.000 personas fueron víctimas de esta violencia desatada, ante los ojos de sus vecinos y de la opinión pública mundial.
La Justicia Especial para la Paz (JEP) se ha enfrentado a una campaña de deslegitimación que asocia con impunidad las penas restaurativas y la participación política de las antiguas Farc (hoy Partido Comunes), ¿cómo transformar la idea de que la justicia solo es posible con cárcel? ¿Cómo lo han hecho en Ruanda?
Ruanda tenía una jurisdicción especial: los llamados tribunales Gacaca. A nivel local, los habitantes de los pueblos se convirtieron en los que juzgaron a los autores. Esta institución también tiene sus orígenes en el periodo precolonial. Un factor importante fue que los autores tuvieron que confesar sus actos. Solo así podría iniciarse un proceso de reconciliación. Entonces se decidía a nivel local qué hechos podían ser expiados sin prisión.
Por supuesto, también se criticó la forma de los tribunales Gacaca, ya que, como en todos los lugares en los que se trabaja, se cometieron errores y no siempre -por lo que se reprocha- se trabajó con limpieza.
Sin embargo, algunos actos fueron tan terribles, que muchos de sus autores siguen en prisión. Hoy en día Ruanda se considera uno de los países más seguros del continente, también por causa de los fuertes órganos de control del gobierno.
Y los derechos individuales, incluidos los derechos humanos, están menos protegidos: esto es lo que los grupos de la sociedad civil siguen advirtiendo.
Pero aquí no hay que engañarse: el gobierno se basa en su propia definición de democracia.
Los partidos políticos y también las organizaciones de la sociedad civil actúan, sólo se les permite actuar, dentro de un marco estrecho y están sujetos a regulaciones que recibirían poca aprobación de los demócratas comprometidos en Alemania o incluso en Colombia.
La implementación del enfoque étnico del Acuerdo de Paz en Colombia es aún muy limitada, ¿qué podemos aprender de Ruanda en este aspecto?
Han pasado 28 años desde este genocidio, y Ruanda ha encontrado su propio camino: el país está gobernado por Paul Kagame desde el año 2000, es el hombre fuerte del país y actualmente no se habla de cambiar nada. Ha pacificado el país -y tiene la firme voluntad política de unir el país y superar la división étnica-, por lo que hoy no se puede preguntar si alguien es twa, tutsi o hutu, hay una estrategia del gobierno: Yo soy Ruanda, que es promover la cohesión.
Por lo tanto, en mi opinión, la reconciliación es difícilmente posible sin una fuerte voluntad política.
Ruanda también intenta aprovechar sus propias experiencias precoloniales: hay un servicio nacional de trabajo una vez al mes. Las tareas comunitarias, como la construcción de una carretera, se realizan entonces en el barrio. Se supone que esto promueve la cohesión. Pero, una vez más, Ruanda solo puede compararse con Colombia de forma limitada. El sistema político sigue su propia lógica, el país es el más densamente poblado de África: su superficie es unas 43 veces menor que la de Colombia.
Estamos “ad portas” de una elección presidencial en Colombia. ¿Cuál debería ser el papel de los medios de comunicación en ese proceso para no caer en la tentación de la polarización política que tiene dividido al país?
El ejemplo de El Espectador es importante por ser un observador de la realidad y también por acompañar a la población en sus decisiones e informar a la gente sobre la realidad, eso para mí es importante. Tenemos el ejemplo de la guerra en Ucrania, en donde la información falsa influencia negativamente el proceso de paz, y por eso el papel de los periodistas es crucial y los medios de comunicación son una clave democrática para una sociedad.
Después de su experiencia en Ruanda asumió como representante de la Friedrich-Eber- Stiftung en Colombia (Fescol). ¿Qué expectativas tiene frente a nuestro país?
Es mi primera vez en Latinoamérica, y todo es muy intenso y nuevo para mí, pero mi primer sentido es muy bueno, me gusta mucho (sonrisas). Trabajo hace 20 años con la FES y mis expectativas son la continuación de nuestro proyecto y el apoyo continuo de nuestras contrapartes. Estoy sorprendido sobre los contactos que tenemos en Colombia y será un placer continuar el proyecto de mi predecesora (Kristina Birke Daniels), con el apoyo de mi equipo.
¿Qué proyectos está interesado en trabajar, de entrada, para fortalecer la democracia en Colombia?
La fundación tiene un conocimiento grande en Colombia y quiero seguir trabajando con nuestras contrapartes en áreas como la democracia y el apoyo de la paz en Colombia y en la región, a través de nuestro proyecto de seguridad pública; nuestros proyectos de género, feminismo, de desarrollo sostenible y también con nuestras estrategias de comunicación y de desarrollo sostenible.
¿Qué significa este relevo en la dirección de Fescol?
Los cambios tienen ventajas y desventajas, pero en general son necesarios para todas las organizaciones, por eso es importante la incorporación de nuevas ideas que puedan abrir nuevas posibilidades, y espero con mis experiencias con países un poco lejanos apoyar el diálogo en Colombia.
El plebiscito de la paz en Colombia construyó fuertes posturas contra el Acuerdo, que hacen que la paz aún sea un tema controversial. ¿Cuáles aciertos de las políticas de reconciliación en Ruanda podría retomar Colombia en este contexto?
Cada país tiene su propia historia, por supuesto. En la Ruanda precolonial, los diferentes grupos sociales, que en aquella época se dividían en tutsis, hutus y twas, vivían en mutua dependencia y convivencia. Era posible pasar de un grupo social a otro, la gente se casaba y convivía.
Las potencias coloniales alemanas, y más tarde las belgas, transfirieron los grupos sociales en grupos étnicos y destruyeron así el tejido social del país: quien era alto y poseía más de 10 cabezas de ganado era considerado en adelante un tutsi; quien tenía menos, un hutu. Más tarde, esta clasificación se incluyó también en los documentos de identidad.
Ruanda ha conocido excesos violentos contra la minoría tutsi desde la década de 1950, donde miles de personas tuvieron que huir a los países vecinos, especialmente a Uganda.
Fue hasta finales de la década de 1980 cuando un ejército de voluntarios, dirigido por el actual presidente, Paul Kagame, comenzó a derrocar al gobierno. A esto le siguieron años de guerra civil, negociación y luego la catástrofe del genocidio: el 7 de abril de 1994, las fuerzas extremistas hutus, apoyadas desde las más altas esferas del gobierno, comenzaron a asesinar brutalmente a los miembros de la minoría tutsi.
En los 100 días siguientes, más de 800.000 personas fueron víctimas de esta violencia desatada, ante los ojos de sus vecinos y de la opinión pública mundial.
La Justicia Especial para la Paz (JEP) se ha enfrentado a una campaña de deslegitimación que asocia con impunidad las penas restaurativas y la participación política de las antiguas Farc (hoy Partido Comunes), ¿cómo transformar la idea de que la justicia solo es posible con cárcel? ¿Cómo lo han hecho en Ruanda?
Ruanda tenía una jurisdicción especial: los llamados tribunales Gacaca. A nivel local, los habitantes de los pueblos se convirtieron en los que juzgaron a los autores. Esta institución también tiene sus orígenes en el periodo precolonial. Un factor importante fue que los autores tuvieron que confesar sus actos. Solo así podría iniciarse un proceso de reconciliación. Entonces se decidía a nivel local qué hechos podían ser expiados sin prisión.
Por supuesto, también se criticó la forma de los tribunales Gacaca, ya que, como en todos los lugares en los que se trabaja, se cometieron errores y no siempre -por lo que se reprocha- se trabajó con limpieza.
Sin embargo, algunos actos fueron tan terribles, que muchos de sus autores siguen en prisión. Hoy en día Ruanda se considera uno de los países más seguros del continente, también por causa de los fuertes órganos de control del gobierno.
Y los derechos individuales, incluidos los derechos humanos, están menos protegidos: esto es lo que los grupos de la sociedad civil siguen advirtiendo.
Pero aquí no hay que engañarse: el gobierno se basa en su propia definición de democracia.
Los partidos políticos y también las organizaciones de la sociedad civil actúan, sólo se les permite actuar, dentro de un marco estrecho y están sujetos a regulaciones que recibirían poca aprobación de los demócratas comprometidos en Alemania o incluso en Colombia.
La implementación del enfoque étnico del Acuerdo de Paz en Colombia es aún muy limitada, ¿qué podemos aprender de Ruanda en este aspecto?
Han pasado 28 años desde este genocidio, y Ruanda ha encontrado su propio camino: el país está gobernado por Paul Kagame desde el año 2000, es el hombre fuerte del país y actualmente no se habla de cambiar nada. Ha pacificado el país -y tiene la firme voluntad política de unir el país y superar la división étnica-, por lo que hoy no se puede preguntar si alguien es twa, tutsi o hutu, hay una estrategia del gobierno: Yo soy Ruanda, que es promover la cohesión.
Por lo tanto, en mi opinión, la reconciliación es difícilmente posible sin una fuerte voluntad política.
Ruanda también intenta aprovechar sus propias experiencias precoloniales: hay un servicio nacional de trabajo una vez al mes. Las tareas comunitarias, como la construcción de una carretera, se realizan entonces en el barrio. Se supone que esto promueve la cohesión. Pero, una vez más, Ruanda solo puede compararse con Colombia de forma limitada. El sistema político sigue su propia lógica, el país es el más densamente poblado de África: su superficie es unas 43 veces menor que la de Colombia.
Estamos “ad portas” de una elección presidencial en Colombia. ¿Cuál debería ser el papel de los medios de comunicación en ese proceso para no caer en la tentación de la polarización política que tiene dividido al país?
El ejemplo de El Espectador es importante por ser un observador de la realidad y también por acompañar a la población en sus decisiones e informar a la gente sobre la realidad, eso para mí es importante. Tenemos el ejemplo de la guerra en Ucrania, en donde la información falsa influencia negativamente el proceso de paz, y por eso el papel de los periodistas es crucial y los medios de comunicación son una clave democrática para una sociedad.