Raza, reconocimiento e integración
Una distinción basada en la “raza”, realizada por el periódico más antiguo del país (134 años) y además de filosofía liberal, difícilmente podría sustraerse de debates que moldean la autocomprensión de la nación colombiana. El pararrayos que usan los otorgantes (el periódico y la Fundación Color de Colombia) es el carácter temporal de la distinción o premio como acción afirmativa de inclusión simbólica.
En lugar de adentrarse en si es una renuncia al sueño liberal de “ninguna distinción” que está en la Constitución, se dice que “trabajamos para que este premio no sea necesario”, esto es, que la discriminación positiva anule la discriminación negativa en el imaginario social y podamos volver al ideal liberal.
Ese ideal tiene esta formulación en la Constitución de 1991 (artículo 13): “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”.
(Le sugerimos leer: Afrocolombianos del Año 2021, un orgullo nacional)
No es una aspiración nueva. Por ella se hizo la guerra de independencia contra la Corona española. Abolir el régimen de castas, la discriminación legal por el color de la piel (la “mancha de sangre africana”), fue la promesa de la causa de la república a los “libres de todos los colores” que se enrolaban en el ejército libertador. La “igualdad ante la ley”, distinta de la libertad, la promesa para los esclavizados.
Tanto era el agobio con la adscripción por el color de piel, que después de la guerra de independencia los veteranos “descendientes de africanos” evitaban ponerla en la ficha para reclamar gratificaciones del naciente Estado. Querían salir de las clasificaciones de casta y entrar al estatus de ciudadanos iguales ante la ley, lo que ciertamente les había costado vidas y sangre.
(Lo invitamos a leer: Las quince preguntas del foro afro con los precandidatos presidenciales)
Cincuenta años después el tema retumbaría en el Congreso de la República. Un representante le gritó “negro” como insulto a Luis Antonio Robles, mientras este intervenía. Hubo un silencio.
“Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también en la guerra magna para fecundar el árbol de la libertad. En la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos el yugo secular”, respondió (arrancando atronadores aplausos, un hecho relevante) el guajiro Robles, que había sido colegial del Rosario y sería el primer ministro negro que sepamos (secretario del Tesoro, 1876).
(Lea también: Último grupo de nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Esa es una “narrativa” que hemos tenido de los negros en la Independencia y el nacimiento de la República de Colombia. ¿Cómo, entonces, llegamos a que los afrocolombianos sean eximidos del servicio militar en nombre de la diferencia? Si hace dos siglos largos se metieron al ejército en busca de la igualdad (de hecho, décadas atrás habían tenido la primera experiencia de “igualdad” en las milicias disciplinadas de la Corona), que ahora se los aparte de las armas de la república es un cambio que apunta a la concepción que tenemos de nuestra nación.
También es un cambio que hace 200 años los “manchados de sangre africana” huyeran de la clasificación racial y ahora tengamos “Afrocolombianos del Año”. ¿Están en la misma línea la decisión de la Corte Constitucional sobre el servicio militar y la distinción que otorgan El Espectador y la Fundación Color de Colombia? Aparentemente sí, hijas ambas de una deriva de la Constitución de 1991.
(Primeros nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Es como si el reconocimiento solo se pudiera hacer a partir de la diferencia, y no en el plano de la igualdad. Se pasa por alto que una cosa es una diferencia dada, innata, como la racial, y otra una diferencia que se aprende, se crea o se inventa, como la étnica o cultural. La diferencia racial, el color de la piel, no lleva automáticamente a una diferencia étnica o cultural, pues esta depende del entorno y la socialización, que en el caso de los negros o afrocolombianos se ha dado en el marco de la modernidad.
(Terceros nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Esto ayuda a entender que en Afrocolombianos del Año una de las 13 categorías sea Fuerza Pública y que, por otro lado, la Corte los exima del servicio militar al considerarlos un pueblo étnico como los grupos indígenas. En una distinción, basada en la “raza”, pulsa el reclamo de por qué no hay generales negros (si, por ejemplo, el héroe naval de la Independencia, Padilla, reconocido por la Armada Nacional, fue un “vil pardo o zambo”); en la otra distinción, de índole étnico-cultural, se pidió no ingresar forzosamente a las Fuerzas Militares, como los demás, alegando una diferencia que no ha existido u operado históricamente y que se ha estado creando en las últimas décadas.
En otras palabras, una distinción jala hacia la integración (queremos generales, científicos, gerentes, etc. en esencia, agentes de modernidad para toda la sociedad que nos producirán más orgullo y dignidad), y la otra jala hacia el aislamiento y la huida de la sociedad (no medidas afirmativas temporales para aproximarse a la igualdad, sino, en esencia, definitivamente reglas distintas en la relación con la nación colombiana).
(Segundos nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
La diferencia expresiva de nuestra identidad cultural afro no da para que nos saquen del proyecto moderno colombiano (al que le aportamos diversidad), pero eso está difícil de explicarles a un Estado y a una cooperación de activistas de un solo lado.
* Director de la Fundación Color de Colombia.
En lugar de adentrarse en si es una renuncia al sueño liberal de “ninguna distinción” que está en la Constitución, se dice que “trabajamos para que este premio no sea necesario”, esto es, que la discriminación positiva anule la discriminación negativa en el imaginario social y podamos volver al ideal liberal.
Ese ideal tiene esta formulación en la Constitución de 1991 (artículo 13): “Todas las personas nacen libres e iguales ante la ley, recibirán la misma protección y trato de las autoridades y gozarán de los mismos derechos, libertades y oportunidades sin ninguna discriminación por razones de sexo, raza, origen nacional o familiar, lengua, religión, opinión política o filosófica”.
(Le sugerimos leer: Afrocolombianos del Año 2021, un orgullo nacional)
No es una aspiración nueva. Por ella se hizo la guerra de independencia contra la Corona española. Abolir el régimen de castas, la discriminación legal por el color de la piel (la “mancha de sangre africana”), fue la promesa de la causa de la república a los “libres de todos los colores” que se enrolaban en el ejército libertador. La “igualdad ante la ley”, distinta de la libertad, la promesa para los esclavizados.
Tanto era el agobio con la adscripción por el color de piel, que después de la guerra de independencia los veteranos “descendientes de africanos” evitaban ponerla en la ficha para reclamar gratificaciones del naciente Estado. Querían salir de las clasificaciones de casta y entrar al estatus de ciudadanos iguales ante la ley, lo que ciertamente les había costado vidas y sangre.
(Lo invitamos a leer: Las quince preguntas del foro afro con los precandidatos presidenciales)
Cincuenta años después el tema retumbaría en el Congreso de la República. Un representante le gritó “negro” como insulto a Luis Antonio Robles, mientras este intervenía. Hubo un silencio.
“Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también en la guerra magna para fecundar el árbol de la libertad. En la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos el yugo secular”, respondió (arrancando atronadores aplausos, un hecho relevante) el guajiro Robles, que había sido colegial del Rosario y sería el primer ministro negro que sepamos (secretario del Tesoro, 1876).
(Lea también: Último grupo de nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Esa es una “narrativa” que hemos tenido de los negros en la Independencia y el nacimiento de la República de Colombia. ¿Cómo, entonces, llegamos a que los afrocolombianos sean eximidos del servicio militar en nombre de la diferencia? Si hace dos siglos largos se metieron al ejército en busca de la igualdad (de hecho, décadas atrás habían tenido la primera experiencia de “igualdad” en las milicias disciplinadas de la Corona), que ahora se los aparte de las armas de la república es un cambio que apunta a la concepción que tenemos de nuestra nación.
También es un cambio que hace 200 años los “manchados de sangre africana” huyeran de la clasificación racial y ahora tengamos “Afrocolombianos del Año”. ¿Están en la misma línea la decisión de la Corte Constitucional sobre el servicio militar y la distinción que otorgan El Espectador y la Fundación Color de Colombia? Aparentemente sí, hijas ambas de una deriva de la Constitución de 1991.
(Primeros nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Es como si el reconocimiento solo se pudiera hacer a partir de la diferencia, y no en el plano de la igualdad. Se pasa por alto que una cosa es una diferencia dada, innata, como la racial, y otra una diferencia que se aprende, se crea o se inventa, como la étnica o cultural. La diferencia racial, el color de la piel, no lleva automáticamente a una diferencia étnica o cultural, pues esta depende del entorno y la socialización, que en el caso de los negros o afrocolombianos se ha dado en el marco de la modernidad.
(Terceros nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
Esto ayuda a entender que en Afrocolombianos del Año una de las 13 categorías sea Fuerza Pública y que, por otro lado, la Corte los exima del servicio militar al considerarlos un pueblo étnico como los grupos indígenas. En una distinción, basada en la “raza”, pulsa el reclamo de por qué no hay generales negros (si, por ejemplo, el héroe naval de la Independencia, Padilla, reconocido por la Armada Nacional, fue un “vil pardo o zambo”); en la otra distinción, de índole étnico-cultural, se pidió no ingresar forzosamente a las Fuerzas Militares, como los demás, alegando una diferencia que no ha existido u operado históricamente y que se ha estado creando en las últimas décadas.
En otras palabras, una distinción jala hacia la integración (queremos generales, científicos, gerentes, etc. en esencia, agentes de modernidad para toda la sociedad que nos producirán más orgullo y dignidad), y la otra jala hacia el aislamiento y la huida de la sociedad (no medidas afirmativas temporales para aproximarse a la igualdad, sino, en esencia, definitivamente reglas distintas en la relación con la nación colombiana).
(Segundos nueve nominados en Afrocolombianos del Año 2021)
La diferencia expresiva de nuestra identidad cultural afro no da para que nos saquen del proyecto moderno colombiano (al que le aportamos diversidad), pero eso está difícil de explicarles a un Estado y a una cooperación de activistas de un solo lado.
* Director de la Fundación Color de Colombia.