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                                                                                                                                17 de diciembre de 1986: el aciago día

                                                                                                                                Antonio Andraus fue editor nacional y periodista deportivo de El Espectador por casi 30 años. Hoy recuerda el último día de vida del director de este diario.

                                                                                                                                Antonio Andraus Burgos, Especial para El Espectador

                                                                                                                                Portada de la edición del 18 de diciembre de 1986. / Archivo.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Don Guillermo Cano Isaza, inolvidable director, llegó ese día más temprano de lo acostumbrado, un poco antes de las nueve y treinta de la mañana, para afrontar con sus bríos de siempre, aunque compungido por el suceso, una nueva jornada al frente de El Espectador. Como siempre lo hacía, tomó una de las máquinas de escribir de la redacción y se sentó a escribir la nota editorial de homenaje a la memoria de Amparo Hurtado, que salió publicada en la sección Día a Día de la edición del jueves. Al mediodía fue a almorzar a su casa y regresó al periódico hacia las tres de la tarde.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “A lo mejor se da”, respondí. Y él replicó con suficiente conocimiento futbolero: “Es difícil porque ambos equipos se conocen, creo que será muy cerrado el marcador”. “Tiene razón, don Guillermo”, admití, y luego agregué: “En el deporte no hay nada escrito”. “¿Y ya se va?”, expresó sonriendo, cambiando de tema. “Sí señor”, respondí. “Entonces hasta mañana, porque yo también me voy en unos minutos”. Fueron las últimas palabras que escuché directamente de don Guillermo Cano y también los últimos segundos en que lo vi antes de la terrible noticia de ese miércoles 17 de diciembre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando llegamos allá, Alfonso Convers nos recibió pesimista: “Lo vi muy mal, creo que no se salva”. Adentro, Rodolfo Rodríguez ya tenía la noticia: don Guillermo Cano había llegado sin signos vitales y los esfuerzos de los galenos de la Caja Nacional fueron inútiles. Nos dimos un prolongado abrazo y luego regresé a la “chiva” para dar por el radioteléfono la noticia que jamás hubiese querido dar en el periódico: “¡Don Guillermo está muerto!”. Nadie respondió. Después de un silencio interminable, Luis Palomino comentó escueto: “Le acabo de informar a Juan Guillermo”.

                                                                                                                                Para los asesinos, la “vuelta fue fácil”, como lo confesó años después uno de ellos. El director de El Espectador nunca utilizó guardaespaldas y jamás tuvo un arma en sus manos. Ni siquiera un cortaúñas. Su valor fue escribir sin temor a nada ni a nadie, porque, como muchas veces nos lo hizo saber, “la verdad se ilumina por sí sola”. Esa noche salió del periódico al timón de su carro, cien metros adelante frenó para hacer la U en la avenida 68 rumbo al norte, y allí lo esperaban los criminales. Mientras el compinche lo aguardaba en una moto, el homicida le descargó una ráfaga de ametralladora.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Lo demás son recuerdos. Su verticalidad moral inversa a la corva física que evidenciaba su espalda. Su cabellera canosa y su figura paterna que siempre acogió a quienes trabajamos a su lado. Sus consejos y su don de gentes que jamás serán olvidados por quienes pasamos por esa memorable época en “el mejor periódico del mundo’’, como lo definió alguna vez Eduardo Zalamea Borda, el gran Ulises, cuando superaba en circulación, favorabilidad y lectura a todos los medios escritos de Colombia. Todo gracias a su ejemplo de periodista a toda prueba cuando se trataba de encarar la verdad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Nunca sé qué puede pasar cuando salgo del periódico para mi casa’’, dijo horas antes de su asesinato en una de las pocas entrevistas que concedió en su vida, porque siempre fue alérgico a ellas y, hasta donde pudo, evitó cámaras y micrófonos. La timidez congénita que todos le conocimos. A cambio, nos quedamos con su coraje. Su última sentencia, 30 años después, sigue vigente: “Así como hay fenómenos que compulsan el desaliento y la desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante colombiano será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue un ejemplo de vida como hijo, hermano, esposo, padre y abuelo. Y todavía más como periodista, amigo o jefe. Un inigualable director de cuyos sabios consejos, sus alumnos de ayer en El Espectador, siempre nos sentiremos orgullosos. Las nuevas generaciones tienen el deber de conservar su legado personal y recobrar su obra, no solo para constatar qué significa hacer periodismo con la verdad por delante, sino para que la historia nunca olvide lo que hicieron don Guillermo Cano, su familia y su periódico por defender a Colombia de un enemigo común que continúa su desafío.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Portada de la edición del 18 de diciembre de 1986. / Archivo.
                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Don Guillermo Cano Isaza, inolvidable director, llegó ese día más temprano de lo acostumbrado, un poco antes de las nueve y treinta de la mañana, para afrontar con sus bríos de siempre, aunque compungido por el suceso, una nueva jornada al frente de El Espectador. Como siempre lo hacía, tomó una de las máquinas de escribir de la redacción y se sentó a escribir la nota editorial de homenaje a la memoria de Amparo Hurtado, que salió publicada en la sección Día a Día de la edición del jueves. Al mediodía fue a almorzar a su casa y regresó al periódico hacia las tres de la tarde.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                “A lo mejor se da”, respondí. Y él replicó con suficiente conocimiento futbolero: “Es difícil porque ambos equipos se conocen, creo que será muy cerrado el marcador”. “Tiene razón, don Guillermo”, admití, y luego agregué: “En el deporte no hay nada escrito”. “¿Y ya se va?”, expresó sonriendo, cambiando de tema. “Sí señor”, respondí. “Entonces hasta mañana, porque yo también me voy en unos minutos”. Fueron las últimas palabras que escuché directamente de don Guillermo Cano y también los últimos segundos en que lo vi antes de la terrible noticia de ese miércoles 17 de diciembre.

                                                                                                                                PUBLICIDAD

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                                                                                                                                Read more!

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                                                                                                                                Cuando llegamos allá, Alfonso Convers nos recibió pesimista: “Lo vi muy mal, creo que no se salva”. Adentro, Rodolfo Rodríguez ya tenía la noticia: don Guillermo Cano había llegado sin signos vitales y los esfuerzos de los galenos de la Caja Nacional fueron inútiles. Nos dimos un prolongado abrazo y luego regresé a la “chiva” para dar por el radioteléfono la noticia que jamás hubiese querido dar en el periódico: “¡Don Guillermo está muerto!”. Nadie respondió. Después de un silencio interminable, Luis Palomino comentó escueto: “Le acabo de informar a Juan Guillermo”.

                                                                                                                                Para los asesinos, la “vuelta fue fácil”, como lo confesó años después uno de ellos. El director de El Espectador nunca utilizó guardaespaldas y jamás tuvo un arma en sus manos. Ni siquiera un cortaúñas. Su valor fue escribir sin temor a nada ni a nadie, porque, como muchas veces nos lo hizo saber, “la verdad se ilumina por sí sola”. Esa noche salió del periódico al timón de su carro, cien metros adelante frenó para hacer la U en la avenida 68 rumbo al norte, y allí lo esperaban los criminales. Mientras el compinche lo aguardaba en una moto, el homicida le descargó una ráfaga de ametralladora.

                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

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                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Lo demás son recuerdos. Su verticalidad moral inversa a la corva física que evidenciaba su espalda. Su cabellera canosa y su figura paterna que siempre acogió a quienes trabajamos a su lado. Sus consejos y su don de gentes que jamás serán olvidados por quienes pasamos por esa memorable época en “el mejor periódico del mundo’’, como lo definió alguna vez Eduardo Zalamea Borda, el gran Ulises, cuando superaba en circulación, favorabilidad y lectura a todos los medios escritos de Colombia. Todo gracias a su ejemplo de periodista a toda prueba cuando se trataba de encarar la verdad.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                “Nunca sé qué puede pasar cuando salgo del periódico para mi casa’’, dijo horas antes de su asesinato en una de las pocas entrevistas que concedió en su vida, porque siempre fue alérgico a ellas y, hasta donde pudo, evitó cámaras y micrófonos. La timidez congénita que todos le conocimos. A cambio, nos quedamos con su coraje. Su última sentencia, 30 años después, sigue vigente: “Así como hay fenómenos que compulsan el desaliento y la desesperanza, no vacilo un instante en señalar que el talante colombiano será capaz de avanzar hacia una sociedad más igualitaria, más justa, más honesta y más próspera”.

                                                                                                                                No ad for you

                                                                                                                                Fue un ejemplo de vida como hijo, hermano, esposo, padre y abuelo. Y todavía más como periodista, amigo o jefe. Un inigualable director de cuyos sabios consejos, sus alumnos de ayer en El Espectador, siempre nos sentiremos orgullosos. Las nuevas generaciones tienen el deber de conservar su legado personal y recobrar su obra, no solo para constatar qué significa hacer periodismo con la verdad por delante, sino para que la historia nunca olvide lo que hicieron don Guillermo Cano, su familia y su periódico por defender a Colombia de un enemigo común que continúa su desafío.

                                                                                                                                 

                                                                                                                                Por Antonio Andraus Burgos, Especial para El Espectador

                                                                                                                                Ver todas las noticias
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