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35 años de la toma del Palacio de Justicia: “Mi versión del holocausto”

Un exmiembro de la exguerrilla M-19 explica, no justifica, detalles del ataque ocurrido el 6 de noviembre de 1985, según él “un acto que se instala entre el delirio y la desmesura”.

Diego Arias * / Especial para El Espectador
01 de noviembre de 2020 - 02:00 a. m.
Palacio de Justicia
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Foto: aRCHIVO
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Durante la guerra, estar cerca de la comandancia del M-19, como parte de sus esquemas de seguridad, era una especie de distinción especial que traía aparejadas enormes responsabilidades militares, pero en mi caso, la excepcional oportunidad de estar cerca y conocer (incluso detalles) de eventos de los que nuestra antigua guerrilla hizo parte o fue de alguna forma protagonista: la tregua firmada en tiempos de Belisario Betancur (agosto de 1984), la batalla de Yarumales (diciembre de 1984), la toma del Palacio de Justicia (noviembre de 1985) y la masacre de Tacueyó (diciembre de 1985), entre otros acontecimientos.

El mío no era un lugar de dirigencia, pero tampoco era modesto. Yo fui uno de los miembros de una fuerza especial instruida en técnicas de operaciones complejas, y a esa estructura se llegaba luego de un riguroso proceso de selección en el que contaban, sobre todo, la valentía, la preparación (política y militar) y la confianza. Y fueron estos atributos los que me permitieron estar bastante tiempo al lado de Iván Marino Ospina, Álvaro Fayad y Carlos Pizarro, estos dos últimos como primer y segundo comandante del M-19, cuando desde las montañas del Cauca estuvieron al frente del antes, durante y después de la toma del Palacio de Justicia. (Oiga aquí cómo fue el ataque).

Entender lo que pasó

Se ha escrito e investigado ya bastante sobre este hecho trágico, a pesar de lo cual, 35 años después permanecen aún lugares de incertidumbre, oscuridad y manipulación sobre muchas de las dimensiones que gravitan a su alrededor.

No voy a extenderme en las consideraciones que explican (no justifican) este acto del M-19 que se instala entre el delirio y la desmesura, pero es bueno remarcar que no se le hace ningún favor a la verdad, al reconocimiento ni la reconciliación cuando se despoja el hecho de su sentido político. Y esto remite, inevitablemente, a los reiterados intentos de algunos sectores que con ingenuidad o mala intención quieren que se instale la narrativa de que la guerrilla del M-19 perpetró esta toma por encargo del narcotráfico.

Seamos honestos. Es muy difícil negar que miembros de nuestra guerrilla tuvieran vínculos con figuras del narcotráfico. De hecho, recuérdese que Jaime Bateman Cayón, el fundador de esta guerrilla, murió en un accidente aéreo (1983) como pasajero de una avioneta piloteada por Antonio Escobar Bravo, dirigente político al que se atribuían actividades de comercio de marihuana desde el norte del país. Pero de mi larga permanencia en el M-19 (desde los catorce años), tengo claro que nunca existió una relación funcional ni de alianza con el narcotráfico. De lo contrario, no hubiésemos sido siempre una guerrilla con tantas limitaciones materiales. (La tragedia de los desaparecidos).

De hecho, si de algo mantuvo distancia el M-19 y puede decirse que incluso apresuró los tiempos de una paz pactada, fue la claridad sobre el factor de degradación que suponía vincular un proyecto político-militar por la democracia con los caminos turbulentos del narcotráfico.

Voy a contar aquí una anécdota para reafirmar lo dicho. Poco después de la firma de la tregua en Corinto (Cauca), en 1984, Iván Marino Ospina y Álvaro Fayad llegaron en mi compañía a un encuentro con Gilberto Rodríguez Orejuela. Ocurrió en un pequeño caserío (Quebraditas) entre la zona urbana de Corinto y las montañas de Yarumales, en donde la fuerza militar de la guerrilla construía su campamento mientras tenía lugar la tregua acordada. Eran tiempos de gran simpatía y apoyo político a la causa del M-19, pero seguían siendo momentos muy difíciles en términos de nuestra economía de guerra.

Iván Marino Ospina era un viejo conocido de los hermanos Rodríguez Orejuela; de hecho, compartieron infancia en barrios populares de Cali. Ospina y Fayad subieron a un campero donde los esperaba Gilberto Rodríguez, sentado en la parte de atrás. Hablaron cerca de una hora a “puerta cerrada” y, obviamente, yo estaba afuera garantizando la seguridad. Al final hubo una despedida y recuerdo que Fayad me mostró una subametralladora checoslovaca (muy difícil de adquirir) que recibió como obsequio. De regreso me fue inevitable escuchar la conversación entre Iván Marino y Fayad refiriendo que era preferible que nos muriéramos de hambre a recibirle un solo peso a los narcos. Ese día supe que Rodríguez Orejuela debió regresarse con una gran cantidad de dinero que también llevaba como “obsequio”.

La mentira sobre Pablo Escobar

Que se sepa, nunca ha aparecido la “prueba reina” de que el M-19 se tomó el Palacio de Justicia por encargo de Pablo Escobar para quemar expedientes relacionados con narcotráfico y extradiciones. Y no viene al caso si quiera considerar como serias las versiones de su lugarteniente, John Jairo Vásquez Velásquez (alias Popeye). Pero hay dos argumentos, uno de sentido común y otro no tanto, que desdicen de la veracidad de ese supuesto “encargo”.

Para empezar, y aun no siendo aquellos los tiempos de la digitalización, es bastante absurdo pensar que quemando unos expedientes en un lugar como el Palacio de Justicia no los pudiesen reconstruir con copias que, de forma voluminosa, existían en otros despachos judiciales y en manos de abogados.

El segundo argumento remite a un tema de la planeación militar. Un poco antes de llegar el día de la toma del Palacio, Álvaro Fayad me preguntó si estaba dispuesto a hacer parte de una “gran operación” que estaba en curso. Sin mencionar el objetivo, estaba pensando en una acción urgente que permitiera llevar a Bogotá unas pocas armas antitanque que teníamos en la montaña para poder apoyar la toma.

Se trataba de no más de diez o quince armas de un único disparo (desechables) y de dotación extendida en el Ejército colombiano (Law-72). Al final, ni yo ni esas armas pudieron llegar a su destino y claramente establecieron un desbalance a favor del Ejército, en sus intentos de retoma del Palacio con medios de caballería mecanizada y blindada.

¿Será que con US$3 millones que supuestamente dio Pablo Escobar al M-19 no se hubieran conseguido estas o mejores armas antitanque, para hacer prácticamente inviable una operación de liberación de rehenes?

Delirio y desmesura

No es fácil traer al tiempo presente la consideración sobre un episodio de una guerra para nosotros concluida, pero que aún habita con enorme dolor en lo más profundo del alma de la nación. Salvar esta enorme dificultad solo es posible dando cuenta con honestidad, humildad y espíritu crítico sobre lo que se hizo y lo que no es bueno que sea olvidado (menos aun imitado), enalteciendo siempre el repudio por la violencia y la desmesura que la guerra (toda guerra) conlleva.

He dicho que esta acción raya también con el delirio, porque el M-19 no solo sobreestimó su capacidad militar, especialmente luego de la llamada batalla de Yarumales de la que salió “triunfante”, sino porque erró de forma grave en la consideración política sobre el mejor curso de acción para recomponer un maltrecho proceso de paz que nació de una cita casi clandestina de Álvaro Fayad e Iván Marino Ospina con Belisario Betancur en una residencia privada en Madrid (España). Como para nuestra guerrilla la paz no era una decisión, sino una bandera de lucha, nuestros dirigentes subordinaron la política a lo militar y, de paso, creyeron que la toma del Palacio de Justicia era la antesala de la toma del Palacio de Nariño.

¿Gobierno de transición?

Recuerdo muy bien las horas aciagas del desenlace cruento de la toma, luego del intento de retoma del Palacio, en medio de ese feroz incendio y la incursión de tanques de guerra. En medio de una neblina espesa y un frío intenso, desde lo alto de las montañas del Cauca, Álvaro Fayad y Carlos Pizarro intentaban mantener una comunicación muy difícil con el grupo que estaba en Palacio y otras estructuras urbanas vinculadas a la operación.

Entre el desconcierto por el resultado (nadie manda a una operación militar a muy buena parte de sus mejores combatientes y dirigentes pensando en el fracaso), escuché una expresión sentida, con la voz quebrantada, de Pizarro diciendo en voz alta: “Nos equivocamos”.

Mientras tanto, Álvaro Fayad, no menos afectado, movía múltiples contactos (vía radial) con políticos, líderes sociales, dirigentes gremiales, periodistas y otras figuras con las que el M-19 mantenía una interlocución fluida, para promover la conformación de una especie de “gobierno de transición”, seguro de que pese al fracaso de la toma, el gobierno de Belisario Betancur (vacilante frente a la paz y en tensión con el estamento militar), finalmente, se iba a caer. Luego, apenas unos días después, vino la tragedia de Armero y esa posibilidad también se diluyó.

Epílogo

De entre los escombros y las cenizas de esa devastación y desastre que fue la toma del Palacio de Justicia, la dirigencia del M-19, dos días después de los acontecimientos, dio la cara públicamente para asumir su responsabilidad. En el documento “El M-19 sí responde” se lee: “Asumimos claramente nuestra responsabilidad por esta acción, y lo hacemos con una mirada limpia, con dignidad y, sobre todo, con un dolor profundo por las vidas de todos los hombres y mujeres sacrificados...”.

Pactar la paz fue parte de una decisión valiente de rectificación de nuestra guerrilla en relación con la opción de la violencia para tomar el poder, y a lo largo de todos estos años, en distintos momentos y de diferentes maneras, se han aceptado las responsabilidades, se ha pedido perdón y se está aportando a la verdad y el esclarecimiento. Que ese esfuerzo honesto convoque a otros actores para hacer lo propio, como aporte necesario para sanar la herida.

* Promotor de paz. Excombatiente del M-19, el FMLN (El Salvador) y el FSLN (Nicaragua). Autor de Memorias de abril (Planeta 2010).

Por Diego Arias * / Especial para El Espectador

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Javier Dairo(17568)01 de noviembre de 2020 - 03:55 p. m.
EXCELENTE, PRECISA Y CONTUNDENTE DENUNCIA No. obstante Cocientes de que estamos en tiempos de: La KGB,La Gestapo, El III Reich, o sea en LaCosaNostraColombiana del Exsenador y ExpresidarioAUV toca, ESPERAR, no salgan los: Tontos de Capirote Mal Pagos Operarios de la BODEGUITAFURIBESTIA a Insultar y tergiversar la OPINIÓN y COMENTARIOS cierto Señores del DEMOCRÁTICO FORO?.
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