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Para decirlo con letra de bolero “parece que fue ayer” y no hace cincuenta años que Fernando González, el Brujo de Otraparte, en Envigado, fue recogido por el silencio. Sus fans, que lo admiramos mucho y lo leemos poco, ya empezamos a echar voladores para celebrar su vida y obra. Nunca hubo luto por su muerte sino alegría por su travesía.
La Corporación Otraparte, que cuida y multiplica su legado, y la Universidad Eafit, de rector fernandólogo, Juan Luis Mejía, tirarán la casa por puertas y ventanas estos días para pregonar que hay licencia para meterse una dosis personal de fernandología.
La conmemoración se puede seguir en www.otraparte.org —, la mejor web personal, según la Cámara de Informática y Tecnología (allí aparece la película del hombre que en 1954 fue candidatizado al Nobel de Literatura por un grupo de intelectuales).
Uno de ellos, Jean-Paul Sartre, conocía la traducción al francés de Viaje a pie. Otro promotor, el estadounidense Thornton Wilder, empezó a familiarizarse con su obra cuando en 1941 lo visitó en su refugio de Otraparte.
Viaje a pie (1929) tuvo el privilegio de ser prohibido por la arquidiócesis de Medellín. Lo mismo que Don Mirócletes (1932), dedicado a las ceibas de la plaza de Envigado.
Fue un autor prohibido para todo católico, pese a que en una de sus cartas a su hijo Simón se definía como “yo, el mismo bobo protegido por Dios”. A raíz de los baculazos eclesiásticos comentó: “A mí me han llamado ateo los jerarcas, y fui beato”. Con su veto, la arquidiócesis contribuyó a que se leyera más. Tardías gracias.
Para indemnizarlo por los exabruptos contra él y su obra, el presbítero Daniel González escribió el libro San Fernando González, doctor de la Iglesia. Y el cura catalán Andrés Ripol, que en los 25 años de la muerte de González estuvo en una velada que contó con la presencia de Carlos Lleras Restrepo y Belisario Betancur, prometió no descansar hasta llevarlo a los altares. El editor Alberto Aguirre prologó el libro que recoge las cartas del dueto González-Ripol. Editó el gigantesco australiano Joe Broderick.
En sus días de fecunda actividad el Maestro, con mayúscula, hizo méritos para el baculazo. No se paró en pelos para denunciar el “punible ayuntamiento” entre el Estado y la Iglesia y la explotación del hombre por la religión. En El hermafrodita dormido arremete sin miramientos, con crudeza de panfletario. Trinó contra el comercio que se hace de la religión con fines económicos. Y lo hizo desde su estilo originalísimo, franco, claro, contundente, directo, sin concesiones, elegante. ¡Qué banquete se daría en estos tiempos!
La política colombiana fue blanco predilecto de su demoledora prosa, cargada de un fino humor que no era para arrancar sonrisas sino para denunciar. Manejaba como nadie el idioma, su herramienta de trabajo. En Cartas a Estanislao no deja títere con cabeza.
Filósofo de la autenticidad
El menú del cincuentenario de su partida incluye la sexta reedición de “Fernando González, filósofo de la autenticidad”, del exmagistrado Javier Henao, su único biógrafo. El libro lleva en la carátula la foto del Brujo a sus 40 años y acaba de salir del horno editorial (Invest Marketing SAS). La primera edición corrió por cuenta de la U. de Antioquia. La Pontificia Bolivariana editó bella y finamente su obra en tiempos de Luis Carlos Molina. Lo mismo la U. de Antioquia, ni más faltaba.
La biografía de Henao Hidrón fue presentada “nochemente” en la casa museo Otraparte, ayer, tres días antes de la fecha exacta del “ocultamiento”, como lo denominó el Teatro Matacandelas que prepara una velada metafísica en su memoria. Lugar, teatro Pablo Tobón Uribe.
El propio González fue certero biógrafo de Bolívar, Santander y del venezolano Juan Vicente Gómez. De las biografías decía que las “verdaderas universidades son los hombres”, recuerda Henao Hidrón, quien siendo estudiante de derecho, se armó de audacia y visitó a González en su refugio, subyugado por el fondo y la forma de su pensamiento.
“No le gustaba ser biografiado, ni considerado maestro o filósofo consagrado, ni tener discípulos, sino arrojar a cada uno en brazos de sí mismo para que se autoexpresara y adquiriera una definida personalidad, capaz de contribuir a la formación de una patria, social, política e ideológicamente auténtica”, precisó Henao.
El joven abogado se ganó invitación a repetir visita. Sobre su oficio de biógrafo dijo que a éste le corresponde “ser sincero, imparcial, ubicar al personaje en el contexto histórico en que vivió y resaltar su mensaje hacia el porvenir. Fernando González entendía que la tarea del biógrafo consistía en revivir el personaje por el procedimiento de la autosugestión, hasta identificarse con él; de ahí que llamara emocional a su método”. En esos encuentros ‘los temas centrales eran la juventud, Colombia y la necesidad de ‘no imitar, de abandonar lo simulado y de autoexpresarse’, en lo cual hacía consistir la cultura y la formación de la personalidad’.
Cuenta que aprendió de su biografiado la “lección consistente en no mentir, en encontrarse a uno mismo, en no pretender ser otro”. Y cita de uno de sus libros: “La grandeza nuestra llegará el día en que aceptemos con inocencia (orgullo) nuestro propio ser”.
Explica lo que se trae con su biografía: “Hacer conocer a uno de los grandes de la literatura colombiana y latinoamericana. Y, con ello, a un maestro de aquella juventud que tiene ansias de superación”.
Otro habitual en esos predios era el poeta Gonzaloarango, quien se proclamó a sí mismo “viajero de Otraparte”. Cuando los domingos tardaba en aparecer, la esposa del escritor, doña Margarita, hija del presidente Carlos E. Restrepo, lo rescataba de entre las cobijas para recordarle la cita.
El hijo espiritual del abuelo Fernando obedecía mansamente. En esas idas y venidas pulió el movimiento nadaísta que creó y descreó. Solía aparecer con el resto de la tribu, incluido el poeta Eduardo Escobar, paisano y pupilo del gurú González y quien acaba de repetir el Viaje a pie del maestro. El testimonio lo presentó Teleantioquia.
No hace mucho, en una velada en Otraparte, la familia de Gonzaloarango anunció que donaba a la corporación los derechos de autor de la obra del escritor. La noticia fue recibida con bombos y platillos. Pero como leemos poco, a las arcas de la corporación seguirá entrando más platica por ventas en el Café Otraparte, un concurrido parche que produce más recursos en un fin de semana que años de ventas de libros de González y Arango juntos. Las ventas en el bar restaurante alcanzan para alimentar la caja menor, porque no son autores que reciban el honor de ser vendidos, pirateados, en el semáforo.
Menos mal el municipio, con el alcalde Héctor Londoño a la cabeza, se mete la mano al dril para pagar el agua, la luz y yerbas afines. La corporación tiene la casa museo en comodato, participa en un convenio cultural anual y en los proyectos del presupuesto participativo. Se ve venir el parque cultural Otraparte. Hay guardián en la heredad.
Siempre he creído que el Brujo debería ser de obligatoria lectura. Es un escritor de alta peligrosidad porque obliga a pensar, incita a ser íntegros, éticos, vivir sin temor al qué dirán. Nada de prosa acartonada; es festiva, castiza y contundente como un nocaut. Que no los coja la noche sin haberse enriquecido a sus costillas. Su literatura es una fiesta, su pensamiento un paseo de día entero. González no tiene desperdicio.