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La paciencia es una virtud que Martha Elena Toledo, habitante del Guainía, aprendió a cultivar con maestría. Más de una década dedicada a la siembra de la flor de Inírida le ha enseñado la importancia de trabajar por la productividad sostenible de los territorios y el aprovechamiento responsable de los cultivos y recursos de la región, para beneficio de las propias comunidades.
Ella es la fundadora de la Asociación para el Desarrollo Integral Humano y Sostenible, AKAYÚ. El nombre abreviado de su organización es un vocablo indígena que sirve para designar el fruto del marañón; sin embargo, su organización no se dedica a este cultivo. Nació en el año 2003 como una iniciativa de la sociedad civil dedicada al reciclaje para disminuir la contaminación en el municipio de Inírida.
En 2006, junto a su esposo y sus hijos, abrió la puerta de un proyecto en el que combina la sostenibilidad ambiental, el conocimiento ancestral, la transformación social y el aprovechamiento de la productividad de la tierra: la siembra y comercialización de la flor de Inírida. De esa forma, esta planta ha dejado de estar solo en la bandera del municipio y el escudo del Guainía, llegando a países como Estados Unidos, Holanda, Alemania, España, China, y Arabia Saudita. Pero siempre con una intención: beneficiar a las comunidades del lugar en el que se produce.
Si bien los cálculos oficiales aún se quedan cortos y a diciembre de 2023, según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo, las flores no hacían parte de los principales productos de exportación del Guainía, cálculos de LIWI Flores Eternas, una marca que nació del trabajo de AKAYÚ, indican que en los picos altos de producción llegan a la recolección de 6.000 flores semanales. Además, tienen licencia del Instituto Colombiano Agropecuario (ICA) para la exportación anual de 170.400 unidades, de las cuales en enero de este año cubrían 120.000.
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Mientras que Martha Elena se despierta con los primeros rayos del sol y se toma en familia el café de la mañana, viendo las aves que llegan hasta su finca en Inírida, Adriana Bueno se pone en disposición de gestionar todas las actividades que se pueden presentar en una de sus jornadas.
Ella lidera el proyecto Hábitat Sur, en Leticia, capital del Amazonas. Esta es una iniciativa que trabaja por la conservación ambiental, el fomento cultural y el turismo responsable, generando desde sus acciones un alto impacto social y ambiental positivo.
Desde 2014 trabaja en actividades e iniciativas como el proyecto Salva tu Selva, enfocado a reducir el impacto de los plásticos flexibles y rígidos en el departamento de Amazonas. Al ver que a Leticia todos los productos que llegaban desde el centro del país iban empacados en plásticos que luego no tenían buena disposición, se dio a la tarea de hacer pedagogía para su recolección y convertirlos en materiales de construcción amigables con el medio ambiente.
Según cifras del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, en Leticia el promedio de uso de envolturas plásticas supera con ventaja a la media nacional. Mientras que en Colombia cada persona usa al menos 24 bolsas al mes, en esa ciudad cada uno de sus cerca de 50.000 habitantes usa 36 bolsas. Los 1.4 kilogramos de basura que produce cada persona en promedio, hacen que diariamente en la ciudad se generen al menos 30 toneladas de residuos sólidos. De estos, según las cifras oficiales, solo el 4% es aprovechado.
Sin embargo, a través de iniciativas como Salva tu Selva, los habitantes de uno de los departamentos más importantes de ese eje geográfico del país avanzan en la construcción de la cultura de conservación, protección y aprovechamiento.
No en vano, Adriana y su equipo de trabajo han logrado la recolección de al menos 20 toneladas de plásticos flexibles que ahora están en estudios de laboratorio para convertirse en productos como gravilla de construcción y tablones de madera plástica responsables con los ecosistemas.
Al tiempo que Martha Elena y Adriana trabajan en sus proyectos en la Amazonía, Zulay Linares recorre calles y oficinas en Bogotá para gestionar asuntos relacionados con la titulación y protección de tierras de campesinos que viven en los límites entre Guainía y Vichada. Ella es la fundadora de la Asociación de Campesinos para la Sostenibilidad Zona RAMSAR EFI (ACEFIN).
Desde el año 2014 lidera actividades y proyectos relacionados con la convivencia de campesinos e indígenas en el área de influencia de la Estrella Fluvial de Inírida, trabaja por la defensa de sus derechos y busca recursos para el ejercicio del agro sostenible y responsable con el medio ambiente.
En la primera semana de abril de 2024, Zulay viajó a la capital del país, una distancia de más de 688 kilómetros que se cruzan en hora y media de vuelo, porque en los años que lleva ejerciendo su liderazgo ha aprendido que a los derechos de las comunidades y del ambiente se les debe poner el rostro para defenderlos.
Su organización inició con la participación de 35 campesinos preocupados por las implicaciones de que la Estrella Fluvial de Inírida se convirtiera en un sitio Ramsar; es decir, que fuera declarada como un humedal de importancia internacional, protegido bajo el Convenio de Ramsar de la Convención sobre Humedales de la UNESCO, que se firmó en 1971 y entró en vigor en 1975. Hoy, su organización está integrada por 65 familias de la región.
Las tres mujeres que lideran estos proyectos hacen parte de los 148.177 habitantes que reúnen los departamentos de Amazonas, Guainía y Vaupés. Esto, según cifras del censo nacional realizado en 2018 por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE). Las tres han tejido sus vidas con caminos y trayectorias distintas. Pero, al final, todas se encontraron en el mismo lugar y en un propósito común: la protección, conservación y productividad consciente de la Amazonía colombiana.
Zulay nació en la zona rural de Guainía y allí ha trabajado durante toda su vida con campesinos de un territorio en el que se confunden los límites con el Vichada. Adriana es oriunda de Leticia, estudió en Bogotá y en Londres; luego regresó a su departamento para trabajar por el medio ambiente y las comunidades. Martha Elena nació en Bogotá y se graduó como filósofa de la Universidad Nacional; llegó en 1994 a Inírida mientras trabajaba con el Ministerio de Educación y terminó casándose allí, formado una familia y haciendo parte de la población en la que vive desde hace tres décadas.
Pero, además de esos caminos cruzados, las une la Amazonía y su cuidado como una causa común. Según la Comisión Económica para América Latina y el Caribe, la porción colombiana de la selva amazónica es de 476.000 kilómetros cuadrados. Estos representan el 6.4% de la extensión total del Bioma Amazónico y el 41.8% del territorio nacional. Los departamentos de Caquetá, Guaviare y Putumayo también hacen parte de esta región natural en la que se contienen entre 90 y 140 millones de toneladas métricas de carbono.
Según información del Ministerio del Interior y la Organización de los Pueblos Indígenas de la Amazonía Colombiana (OPIAC), los pueblos Yuri y Passé son los únicos en aislamiento voluntario que se encuentran en esa selva.
Solo en Amazonas hay 25 pueblos indígenas, a los que se suman 12 de Putumayo y 16 de Caquetá. Estos reúnen al menos a 300 comunidades que se caracterizan por tener sus propios sistemas tradicionales de autoridad, enseñanza y aprendizaje, medicina tradicional y manejo ambiental. Se destacan pueblos como los Nukak, Kamentsa y Yurutí.
Desarrollo con responsabilidad ambiental
En el año 2022, el departamento de Amazonas recibió en total 1.5 millones de turistas internos, según el Ministerio de Comercio, Industria y Turismo. Esta cifra presentó una tendencia a la baja respecto a las cifras de 2019, que alcanzaron 2.1 millones de visitantes internos. En los años 2020 y 2021, los efectos de la pandemia por Covid-19 llevaron a una reducción del flujo de turistas que para esos años estuvo por el orden de los 500.000 visitantes, como lo indican cifras de la misma entidad.
Sin embargo, en ese departamento y en toda la región Amazonía existen organizaciones que trabajan en la promoción de la conservación ambiental, sin dejar de lado el turismo. Tal es el caso de Hábitat Sur, que además de las iniciativas culturales y de cuidado ambiental tiene una zona de reserva natural. Adriana Bueno, líder del proyecto, explicó que su iniciativa está dividida en distintas líneas.
La primera está relacionada con conservación y turismo; su eje principal es la zona de reserva natural del proyecto que alcanza las 650 hectáreas en las que la administración forestal y el sostenimiento ambiental se hace de la mano de sabedores de la región. “Lo hacemos a través de una estrategia de turismo responsable y restauración agroecológica”, explicó Adriana.
Además, en Leticia y Puerto Nariño tienen dos centros culturales. El segundo está dedicado a “la transmisión intergeneracional de los saberes indígenas de los abuelos a los niños de las comunidades Tikuna, Yagua y Cocama”, explicó su fundadora. La dinámica se basa en una programación anual de talleres dictados por los sabedores a los niños, en horarios extracurriculares.
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En el caso del centro cultural de Leticia, inició en el año 2017 “como un mercado de las pulgas y de productos locales del Amazonas, con un espacio de conciertos”. En ese sitio surgió en 2019 el Festival Salva tu Selva, “una iniciativa que busca movilizar a la comunidad de Leticia y del país por el cuidado de la Amazonía”.
Para su desarrollo hacen una convocatoria de artistas locales y nacionales conectados con el mensaje de protección de la Amazonía y les entregan las boletas a los habitantes de Leticia a cambio de botellas PET con plásticos reciclados. El festival lo preceden talleres y actividades en colegios, universidades y empresas de la población, para reducir la contaminación por plásticos. La programación se complementa con otros espacios culturales como el cine ambiental.
“La gente durante todo el año recoge y separa sus plásticos en ecobotellas. Tenemos once puntos de recolección en la ciudad y las personas deben entregar al menos diez ecobotellas para reclamar sus boletas para el festival, que tiene lugar en el segundo semestre del año”, explicó Adriana. Solo en la primera versión del evento recolectaron cerca de ocho toneladas de plásticos que, de lo contrario, estarían contaminando la Amazonía colombiana.
La responsabilidad de Salva tu Selva respecto a la recolección de plásticos se amplió con el apoyo de organizaciones como la Fundación Coca-Cola. Así, ahora no solo los habitantes de Leticia reciclan y entregan los plásticos a Salva tu Selva y Hábitat Sur. También lo hacen las doce empresas que tienen vinculadas para la disposición de plásticos postindustriales.
Empresas privadas y familiares han apoyado el trabajo de Salva tu Selva, todos relacionados con la generación de residuos en el departamento de Amazonas. El objetivo de aliarse con estos actores específicos, como indicó Adriana, es “generar una responsabilidad extendida del productor”.
En la actualidad, Salva tu Selva se encuentra en la primera fase de su proyecto de producción de maderas plásticas y materiales de construcción a partir de plásticos reciclados. Ya cuentan con una máquina aglutinadora que les permitió convertir material reciclado en pequeñas piedras que podrían reemplazar la gravilla extraída del lecho de los ríos y de algunas montañas, actividad que genera un importante impacto ambiental negativo.
Solo en 2021, según cifras oficiales del sector, la extracción de grava experimentó un crecimiento del 40% y una proyección de extracción de 144 millones de toneladas. Ese negocio mueve al menos $3.5 billones cada año y está relacionado con el comportamiento del sector de la construcción.
La gravilla plástica producida por Hábitat Sur se encuentra en este momento en estudios de laboratorio que darán vía libre a su uso. Mientras tanto, trabajan en la segunda fase de su proyecto, que consiste en adquirir los sistemas necesarios para la producción de tablas y vigas de madera plástica. “El desarrollo futuro de Colombia debería estar centrado en la valoración de su riqueza natural y meter dentro del Presupuesto General de la Nación esa valoración”, concluyó la líder ambiental.
Amazonía: una región entre árboles y flores
La porción colombiana del Bioma Amazónico reúne gran parte de la biodiversidad del planeta. Allí conviven comunidades indígenas, campesinos, fauna, flora, selva y río. Según la Fundación WWF, la selva amazónica del país reúne 674 especies de aves, 158 de anfibios, 195 de reptiles, 212 de mamíferos, 753 de peces y más de 6.300 especies de flora.
El cálculo aproximado de la cantidad total de árboles del Amazonas es de 390.000 millones, lo que corresponde al 10% de la biodiversidad mundial. De los 35 millones de personas que habitan los nueve países de su jurisdicción, 2.6 millones son indígenas.
En los casos de los departamentos de Amazonas, Guainía y Vaupés las comunidades de campesinos e indígenas, así como gobernaciones y organizaciones nacionales e internacionales, trabajan por enfrentar amenazas como la deforestación, la minería, la cacería ilegal, la sobrepesca, la urbanización y la expansión de la frontera agrícola.
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Justo en el departamento del Vaupés, la comunidad indígena de Tapurucuara, una de las más grandes en el territorio cercano a Mitú, desarrolla junto a la organización de conservación Wildlife Works un proyecto con el que se busca la conservación de bosques a través del tejido de canastas y artesanías bajo un modelo sostenible.
La iniciativa llegó al departamento a inicios de 2023 y trabaja con 470 familias de la Asociación de Autoridades Tradicionales Indígenas del Querarí (ASATIQ). El apoyo al desarrollo de un modelo sostenible de generación de ingresos, que permita desincentivar la tala ilegal de bosques, busca mitigar las consecuencias de la pérdida de al menos 28 mil hectáreas de selva entre los años 2001 y 2021 en Vaupés.
Con el acompañamiento en la producción de canastos de bejuco y artesanías, se promueve la autonomía económica y la conservación de 391 hectáreas de bosque susceptibles de tala. También se asegura una fuente de ingresos para las personas beneficiadas, especialmente las mujeres dedicadas a las artesanías.
En el departamento del Guainía, el DANE registró en su Encuesta Nacional Agropecuaria de 2019 la existencia de 376 unidades de producción agropecuaria. La mayoría de ellas (355) a cargo de personas naturales. Allí, según el Ministerio de Comercio Industria y Turismo, el plátano el cacao y la piña suman el 65.4% de los cultivos permanentes. Por su parte, la yuca representa el 97% de los cultivos transitorios.
En ese departamento, en su límite con el Vichada, las comunidades campesinas e indígenas se ordenaron desde hace casi una década para impulsar proyectos de apoyo a la producción agrícola, la protección de la propiedad, el acceso a derechos básicos y la conservación del medio ambiente.
La organización fue llamada ACEFÍN y tiene lugar en un sitio estratégico para el Guainía y el Bioma Amazónico: la Estrella Fluvial de Inírida. Zulay Linares lideró su creación y fue su presidenta hasta hace poco, siempre guiada por un interés creciente en estudiar, aprender y conocer cómo hacer la vida más digna y el ambiente más sostenible en su territorio.
La designación del sitio Ramsar de la Estrella Fluvial de Inírida, se dio “sin tenernos en cuenta a los campesinos, solo a las comunidades indígenas”, dijo la líder. Explicó además que en el departamento del Guainía la minoría de la población son campesinos, por lo que antes de la legislación campesina y de su reciente reconocimiento como sujeto especial de protección constitucional, la promoción de sus derechos era aún más difícil.
Fue entonces cuando 35 campesinos se unieron con el apoyo de la Fundación WWF y del Ministerio de Ambiente, pues “una de las maneras de hacernos sentir era organizándonos”, explicó. “Nos ha visibilizado, porque ni siquiera en los censos agropecuarios aparecíamos (…). También en el sitio RAMSAR logramos hacer un trabajo articulado con las comunidades indígenas”.
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En julio de 2017 tuvieron una de sus actividades más importantes: el conversatorio de acción ciudadana. Allí se lograron 23 acuerdos con diferentes instituciones, relacionados con pesca de consumo y ornamental, gobierno propio de comunidades indígenas y alternativas económicas pertinentes con el ambiente. ACEFIN logró uno de esos acuerdos con el Instituto SINCHI para la conservación de recursos y el desarrollo de proyectos productivos sostenibles.
Zulay reconoció el apoyo permanente de la institución y la persistencia del proyecto hasta la fecha, lo que ha permitido mejorar las condiciones de productividad y vida de los campesinos, al tiempo que trabajan en la sostenibilidad y la conservación ambiental. Continúan adelantando proyectos como inventarios forestales, cartografías sociales e identificación de especies.
“Ahora podemos evaluar y conocer el territorio, el potencial que podemos tener; conocer al campesino y ayudar con sus derechos, así como con los de la Amazonía. (…) El mensaje es ser responsables con nuestras prácticas y sentarnos a hablar sobre las cosas que nos unen”, expresó la líder comunitaria.
Martha Elena Toledo, fundadora de AKAYÚ y de LIWI Flores Eternas, también en Guainía, coincidió con Zulay en la importancia de reconocer que son un departamento con vocación forestal, así como tener presente la relevancia “del aprovechamiento sostenible y responsable de la biodiversidad”.
Desde su trabajo con la flor de Inírida, “que no es nuestra, es del departamento”, ella y su familia no solo lograron dar a conocer esta planta a nivel nacional e internacional. Pese a ser una empresa familiar, como lo explicó, fomentan las dinámicas económicas en torno a la flor.
En Guainía generan siete empleos de base y contratan a más personas en los tiempos de cosecha. En Bogotá generan tres puestos de trabajo permanentes y siete más temporales. En ambos sitios contratan a indígenas de la región o jóvenes de Guainía que viajan para estudiar y tiene allí una fuente de sustento.
Actualmente, las dos organizaciones que lidera tienen 7.9 hectáreas de tierra sembradas de forma sostenible y sin uso de agroquímicos, con cultivos de flor de Inírida. De esta se producen dos especies, la Guacamaya superba, de color rojo vivo y cultivada en invierno, y la Schoenocephalium teretifolium, un poco más opaca, cultivada en verano y resistente a las altas temperaturas. Ambas se siembran regando al aire la semilla, la práctica más común descrita por Martha Elena.
La líder concluyó hablando sobre la cumbre de las Naciones Unidas que se realizará en octubre de 2024 en Cali y cuya imagen oficial es la flor de Inírida. “Lo que esperamos en la COP16 es que haya un ordenamiento territorial acorde a lo ecosistémico y legislación que proteja la diversidad, permitiendo que los locales podamos producir sin deteriorar”.
Al final, las comunidades y organizaciones que han encontrado en administraciones y entes nacionales e internacionales un apoyo para vivir y sostenerse sin deteriorar la selva y su posibilidad de generación de servicios ecosistémicos solo tienen un objetivo: proteger la vida que representa el bosque tropical más grande del mundo, cuyo territorio se extiende entre Bolivia, Colombia, Guyana Francesa, Venezuela, Ecuador y Surinam.
*Este es un contenido desarrollado en el marco de la iniciativa Construyendo Regiones de Progreso, de la Federación Nacional de Departamentos, y apoyado por El Espectador.