El proyecto que con bicicletas lleva electricidad y cine a zonas rurales
Generando su propia electricidad, la Fundación Cine en las Montaña lleva películas colombianas comunidades alejadas en el país, con pocas posibilidades de acceder a una sala de cine de gran formato. Además del componente ambiental, el proyecto incluye pedagogía en los territorios.
Mónica Rivera Rueda
A la vereda Rionegro, en Puerto Rico (Caqueta) llegaron cerca de 50 niños en bicicleta a seguir pedaleando. Eran otras ciclas, estáticas, que les darían la posibilidad de ver una película en el mismo formato que en una sala de cine, a la que no tendrían acceso a menos que viajaran decenas de kilómetros a una de las ciudades capitales.
Juan Bautista estaba junto a su compañera Silvia Llorente, junto con quien creó el Festival de Cine en las Montaña en Filandia y Salento (Quindío) alistando las cosas para la proyección, cuando vieron a los niños llegar entusiasmados. “Eso no nos había pasado”, dice Juan, quien lleva seis años llevando cine a comunidades pequeñas y aisladas del país.
¿Ha visto las bicicletas con las que hacen jugos? La técnica es similar. Usted se monta y pedalea, la máquina aprovecha la fuerza de las piernas, que genera energía cinética, para convertirla, con un alternador, en energía mecánica, capaz de hacer funcionar una licuadora. La diferencia para proyectar una película es que se requiere de una batería para conservar la energía durante la proyección.
“Al inicio era muy sencillo. Teníamos una bicicleta, que carga un alternador y una batería, con la que llegábamos con unos pocos equipamientos a comunidades de 10 personas. Con el tiempo empezamos a llegar a lugares con cerca de 50 personas y a festivales, por lo que hoy andamos con baterías de litio limpias, para no andar con las de carros llenas de químicos. Hemos podido mejorar la maquinaria y cargar con un kit, que nos cabe en un carro y con el que podemos andar a todo lado”, indicó Bautista.
El camino ha sido de prueba y error. Además de las baterías, han tenido que sortear con variables inesperadas como el largo de los cables y hasta el computador que utilizan. Se han apoyado, de lo técnico, de amigos de la Universidad Nacional, mientras que con el tiempo les ha tocado aprender de electricidad.
Esto se debe a todo lo que hay detrás. Antes de iniciar la función están todos los preparativos. Una hora antes se ponen a funcionar las dos bicicletas para contar con la energía necesaria para la proyección. “Comienza siendo una excusa para tener una actividad de integración con los papás y los niños, quienes se esmeran por algo que los sorprende”, manifiesta Bautista, quien añade que junto a esto se hace un taller de Stop Motion previo con los niños presentes para también enseñarles algo del cine.
“Hoy son dos bicicletas que están solventando una proyección al aire libre gigante. Podemos tener una pantalla grande de gran formato, videobeam, cabinas de sonido y la máquina de maíz pira. Con eso se demuestra que no es algo tan pequeño sino que con la energía y el pedaleo de todos se puede lograr una proyección para todo el mundo”, asegura Juan.
El proceso también se ha tratado de perfeccionar la curaduría de las películas que se llevan a las comunidades. En noviembre pasado estuvieron en los 12 municipios de Quindío con la película Te busco, de Dago García, así como con parte del catálogo del Festival de La Montaña y una maleta audiovisual cargada de proyectos nacionales, como Tundama, la película animada basada en los muiscas.
“A veces fallamos por traer películas muy sofisticadas, que al final a la población no le gustan, no son para ellos, ni sienten nada aunque sea la película que ganó un festival internacional. Siempre buscamos tener una amplia variedad que nos pueda funcionar: si son niños debe ser animación, si son adolescentes ponerles algo de terror, que sabemos que les va a gustar, y desde ese punto ya tenemos un aprendizaje y una ruta trazada de la población. También ya nos conocen en las veredas, entonces hay una expectativa y uno ya conoce sus gustos”, afirmó Bautista.
Proyectos similares se han replicado en lugares como Cali, mientras que en Uruguay se desarrolló una propuesta similar, llamada Efecto Pedal y con una propuesta más enfocada en lo ambiental, que cuenta con un montaje mucho más visual y entre cinco y diez bicicletas, pero con una inversión mucho mayor a la que realiza hoy el Festival de la Montaña, pero que les ha servido de inspiración, pues con el tiempo se han dado cuenta que con una bicicleta más grande o tableros en los que se indique qué tanta energía se aporta pedaleando, se llama más la atención de quienes participan en las actividades.
Por ahora, la meta es seguir llevando cine por el país y encontrando sorpresas como los niños que llegaron en bicicleta al punto de encuentro en Caquetá. “Hemos hecho asesorías, como al proyecto de Cali, pero lo que queremos es poder mostrar el proyecto a gobernaciones y que se pueda dotar con una bicicleta a las juntas de acción en las veredas, para que también puedan hacer música, teatro y sus reuniones, el propósito es que pueda servirle a quienes les queda”, concluye Bautista.
A la vereda Rionegro, en Puerto Rico (Caqueta) llegaron cerca de 50 niños en bicicleta a seguir pedaleando. Eran otras ciclas, estáticas, que les darían la posibilidad de ver una película en el mismo formato que en una sala de cine, a la que no tendrían acceso a menos que viajaran decenas de kilómetros a una de las ciudades capitales.
Juan Bautista estaba junto a su compañera Silvia Llorente, junto con quien creó el Festival de Cine en las Montaña en Filandia y Salento (Quindío) alistando las cosas para la proyección, cuando vieron a los niños llegar entusiasmados. “Eso no nos había pasado”, dice Juan, quien lleva seis años llevando cine a comunidades pequeñas y aisladas del país.
¿Ha visto las bicicletas con las que hacen jugos? La técnica es similar. Usted se monta y pedalea, la máquina aprovecha la fuerza de las piernas, que genera energía cinética, para convertirla, con un alternador, en energía mecánica, capaz de hacer funcionar una licuadora. La diferencia para proyectar una película es que se requiere de una batería para conservar la energía durante la proyección.
“Al inicio era muy sencillo. Teníamos una bicicleta, que carga un alternador y una batería, con la que llegábamos con unos pocos equipamientos a comunidades de 10 personas. Con el tiempo empezamos a llegar a lugares con cerca de 50 personas y a festivales, por lo que hoy andamos con baterías de litio limpias, para no andar con las de carros llenas de químicos. Hemos podido mejorar la maquinaria y cargar con un kit, que nos cabe en un carro y con el que podemos andar a todo lado”, indicó Bautista.
El camino ha sido de prueba y error. Además de las baterías, han tenido que sortear con variables inesperadas como el largo de los cables y hasta el computador que utilizan. Se han apoyado, de lo técnico, de amigos de la Universidad Nacional, mientras que con el tiempo les ha tocado aprender de electricidad.
Esto se debe a todo lo que hay detrás. Antes de iniciar la función están todos los preparativos. Una hora antes se ponen a funcionar las dos bicicletas para contar con la energía necesaria para la proyección. “Comienza siendo una excusa para tener una actividad de integración con los papás y los niños, quienes se esmeran por algo que los sorprende”, manifiesta Bautista, quien añade que junto a esto se hace un taller de Stop Motion previo con los niños presentes para también enseñarles algo del cine.
“Hoy son dos bicicletas que están solventando una proyección al aire libre gigante. Podemos tener una pantalla grande de gran formato, videobeam, cabinas de sonido y la máquina de maíz pira. Con eso se demuestra que no es algo tan pequeño sino que con la energía y el pedaleo de todos se puede lograr una proyección para todo el mundo”, asegura Juan.
El proceso también se ha tratado de perfeccionar la curaduría de las películas que se llevan a las comunidades. En noviembre pasado estuvieron en los 12 municipios de Quindío con la película Te busco, de Dago García, así como con parte del catálogo del Festival de La Montaña y una maleta audiovisual cargada de proyectos nacionales, como Tundama, la película animada basada en los muiscas.
“A veces fallamos por traer películas muy sofisticadas, que al final a la población no le gustan, no son para ellos, ni sienten nada aunque sea la película que ganó un festival internacional. Siempre buscamos tener una amplia variedad que nos pueda funcionar: si son niños debe ser animación, si son adolescentes ponerles algo de terror, que sabemos que les va a gustar, y desde ese punto ya tenemos un aprendizaje y una ruta trazada de la población. También ya nos conocen en las veredas, entonces hay una expectativa y uno ya conoce sus gustos”, afirmó Bautista.
Proyectos similares se han replicado en lugares como Cali, mientras que en Uruguay se desarrolló una propuesta similar, llamada Efecto Pedal y con una propuesta más enfocada en lo ambiental, que cuenta con un montaje mucho más visual y entre cinco y diez bicicletas, pero con una inversión mucho mayor a la que realiza hoy el Festival de la Montaña, pero que les ha servido de inspiración, pues con el tiempo se han dado cuenta que con una bicicleta más grande o tableros en los que se indique qué tanta energía se aporta pedaleando, se llama más la atención de quienes participan en las actividades.
Por ahora, la meta es seguir llevando cine por el país y encontrando sorpresas como los niños que llegaron en bicicleta al punto de encuentro en Caquetá. “Hemos hecho asesorías, como al proyecto de Cali, pero lo que queremos es poder mostrar el proyecto a gobernaciones y que se pueda dotar con una bicicleta a las juntas de acción en las veredas, para que también puedan hacer música, teatro y sus reuniones, el propósito es que pueda servirle a quienes les queda”, concluye Bautista.