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Petronio Álvarez siempre viajó con el cupo completo. Mientras en una mano cargaba un estuche rústico con las herramientas para arreglar cualquier avería que pudiera tener su locomotora, en la otra portaba la guitarra para hacer más amenos los desplazamientos sobre las líneas paralelas del ferrocarril. Al ser el comandante del tren y el encargado de marcar el paso rumbo al horizonte, el único público que tenían sus interpretaciones era el viento, que durante varios años se llevó sus melodías sin sospechar que eran parte esencial del folclor de la región del Pacífico colombiano y que además registraban la idiosincrasia de una población afro que insistía en la conservación de su identidad.
Por seguirle los pasos a su padre (José Joaquín Álvarez Micolta), Cuco, como se conoció siempre al músico, ejerció como primer maquinista de la locomotora La Palmera, perteneciente a los Ferrocarriles Nacionales, hoy en conservación como monumento insignia de Cali. De su madre, Juana Francisca Quintero Asprilla, heredó la facilidad y la magia para inventar versos de la nada, para improvisar, y para que esas composiciones espontáneas fueran documentos sonoros en los que se consignaron sentimientos y pálpitos de una comunidad en situación marginal. Vespertina, Bochinche en el cielo, Coja la pareja, Felisa, Cali, ciudad sultana, El Cauca, La caña de azúcar y, por su puesto, Mi Buenaventura, su canción más popular, hicieron de Petronio Álvarez un cronista de su región.
Bambucos, merengues, huapangos, sones, abozaos y jugas fueron los ejes transversales en la vida musical del compositor nacido en la Isla Cascajal (Valle del Cauca). Sin embargo, sus piezas a ritmo de currulao marcaron la pauta, y por eso durante la década del 90 se creó un festival de música del Pacífico al que se le otorgó el nombre de Petronio Álvarez, una competencia anual que incluye modalidades tradicionales como la chirimía, la marimba y el violín caucano. A pesar de la importancia que hoy tiene el autor en poblaciones del Valle, del Cauca, de Chocó y de Nariño, buena parte de su música está inédita y pocos artistas se atreven a interpretarla debido al temor a ser inferiores al compromiso con lo que consideran un legado.
Sus composiciones siempre marcaron una clara tendencia hacia los ritmos colombianos, especialmente hacia las manifestaciones cercanas a los sones del Pacífico, pero la música argentina fue una de sus grandes influencias. Petronio Álvarez creó y cantó tangos, milongas y demás expresiones del arrabal, inspirado principalmente en su admiración por Carlos Gardel. Incluso en algún momento fue llamado El Gardel del Puerto, denominación con la que nunca se sintió cómodo y por eso no tuvo la trascendencia para inmortalizarse. El suicida, Con mi guitarra, El pecho me está doliendo, Recordación, El cortito y Canto en arrabal, fueron algunas de sus invenciones en el estilo tradicional del 2x4.
Petronio Álvarez murió en Cali en 1966, pero revive por esta época durante el Festival de Música del Pacífico, aunque también se manifiesta cada vez que alguien ejecuta Mi Buenaventura o cuando a un currulao le da por indagar sobre su esencia. Ahí aparece Petronio Álvarez.