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Cartagena 2022: a regular las fiestas y el uso del espacio público

Cada asistente a las fiestas de fin de año en los espacios públicos de la ciudad pagó desde $ 250 mil pesos y hubo casos de más de $ 1.500.000. El alquiler de estos lugares cuesta en promedio un millón de pesos, por lo que es más rentable para los organizadores. La Alcaldía buscará incrementar la tarifa. Habitantes se quejan del ruido. ¿Deberían o no regularse?

Luisa Fernanda Orozco / Pedro Mendoza
18 de enero de 2022 - 02:20 p. m.
El centro histórico de Cartagena es la zona más visitada de La heroica.
El centro histórico de Cartagena es la zona más visitada de La heroica.
Foto: Cortesía: Fundación Salvi
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Las cenas y fuegos artificiales por el nuevo año se llevaron a cabo en diversos lugares de la ciudad, entre ellos algunos hoteles tradicionales, baluartes y plazas. En el caso de los espacios públicos, su ocupación está regulada por el Acuerdo 010 del 4 de agosto del 2014, que reglamenta su uso temporal y eventual, así como su aprovechamiento económico.

Uno de los propósitos para 2022 es modificar ese Acuerdo. El secretario del Interior del Distrito de Cartagena, David Múnera, expresa que “el decreto que ya está termina ofreciendo un espacio público en una ciudad tan turística por unos precios irrisorios. ¿Cómo es posible que arrendar cueste alrededor de un millón de pesos, cuando resulta que los organizadores están cobrando 1.500.000 pesos para el ingreso de cinco o seis personas?”.

Al terminar el año, Cartagena es uno de los lugares preferidos para la fiesta. Sus escenarios, considerados patrimonio histórico de la humanidad, representan una atracción para los turistas.

Por ejemplo, entre el 20 de diciembre y el 10 de enero, Múnera afirma que avaló la realización de 18 eventos que festejaron la llegada de 2022 “sin contar las ceremonias en hoteles, bares y clubes hechas por privados”.

Pero el precio de arrendamiento de estos lugares no es el único problema en torno a las celebraciones que suceden en la ciudad. El sacerdote Jorge Eduardo Serrano Ordóñez, Superior de los Jesuitas en Cartagena y director del Santuario San Pedro Claver, afirma que los decibeles de las fiestas, entre ellas las de fin de año, son uno de los principales inconvenientes. “Es un ruido insoportable por la pólvora que se quema, además de los equipos de sonido y los cantantes callejeros”, cuenta Serrano.

En parte, esto podría explicarse por el incremento del turismo para la época de fin de año con su puente de reyes.

Según cifras de Cotelco Cartagena, entre el 7 y el 10 de enero los hoteles de la ciudad reportaron una ocupación del 87,69%, siendo el sábado el día de mayor índice con 89,89%.

El ruido, entre otras situaciones, son problemáticas que deben mejorarse. El secretario Múnera cuenta que “siempre hemos tenido muchas quejas de los vecinos del centro histórico. Debemos que tener un mayor control. Hay algunos lugares en los que no se está prestando servicio, como en la fortificación de la muralla y en San Pedro Claver, porque los religiosos deben conservar su tranquilidad”.

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Música, playa y DJ internacionales

Las fiestas no se realizaron únicamente en el centro sino también en algunas de las playas. En una de ellas, en el norte de Cartagena, se desarrolló el festival “Buena Vida Beach” del 7 al 9 de enero, que contó con la participación de DJ’s reconocidos a nivel internacional. Uno de sus organizadores, Javier Alfonso Guevara Sabogal, hace parte de los empresarios que realizan eventos de gran formato en la ciudad.

Tras 18 meses de cierre por la pandemia, realizar nuevamente este tipo de celebraciones ha creado interés en visitantes nacionales y extranjeros, junto a los propios cartageneros. Según la Cámara de Comercio de Cartagena, en el primer semestre del 2021 el motivo principal de viaje fueron las vacaciones, ocio y recreación con el 76,8%, mientras que trabajo y negocio tuvieron un 20,3%.

Respecto a las cuentas aproximadas de cuánto se invierte y se gana en un evento de gran formato, Guevara es cauteloso y recuerda que no es como la gente se lo imagina. “Se pueden estar invirtiendo no menos de 1.000 millones de pesos y por ahí pasan las cuentas de gastos. Ojo, no es que se recoja el triple en ganancias, los pagos de impuestos son de más del 30% además de los sobrecostos de producción local, o sea el pago al talento que nos colabora”. A esa logística se suma la producción con los artistas: establecer fechas disponibles, garantizar el cumplimiento de contratos, y demás.

Sobre el permiso de las autoridades, Guevara considera que la administración del Distrito en cabeza del alcalde debería ser la mayor aliada. “Ojalá miren de otra manera a los empresarios y productores de entretenimiento. Somos el mejor socio estratégico que pueden tener si trabajamos en equipo. Creamos trabajo, inversión, dinámica económica, y que se hable bien de la ciudad en cualquier parte del mundo”.

Frente a los eventos que se tienen proyectados para el resto del año, Guevara afirma que “sostener un negocio en temporada baja es muy difícil a pesar de que podría ser mejor si se implementan algunas políticas de protección a los establecimientos y se limita el ingreso a los de temporada”.

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El baile de los que sobran

Como defensor de la calidad de vida de los ciudadanos que todavía permanecen en el centro histórico, el sacerdote jesuita Jorge Eduardo Serrano reitera que las condiciones de los habitantes se deterioran más simplemente porque “ni esta ni las otras administraciones han tomado en serio que la mejor forma de defender el patrimonio histórico y el turismo de calidad es haciendo que se respeten las normas de convivencia”, no priorizando al turista que “viene en busca de sexo y droga”.

El padre Serrano vive con los otros sacerdotes jesuitas en el Santuario de San Pedro. Adentro se encuentran su museo de arte colonial y uno de los balcones más grandes de América Latina. Serrano también forma parte de un colectivo del centro de la ciudad.

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El sacerdote cuenta que a veces, como consecuencia del ruido de las celebraciones, no puede conciliar el sueño. “Las fiestas suntuosas de grandes precios como las del Hotel Las Américas o aquí en la Plaza de San Pedro, donde la gente puede pagar uno o dos millones de pesos, son el último eslabón de la cadena de la desigualdad”, y agrega que la solución no puede empezar por acabar las fiestas.

“Esto debe empezar por políticas de empleo y de capacitación que se deben estar  dando en las empresas que surgen en Cartagena.  La posibilidad que tenemos para que alguien del barrio Olaya, en la zona suroriental, de los pueblitos del norte de Cartagena tengan acceso a capacitarse, que le permita meterse en el sistema  productivo legal para  que pueda aportar”.

Y recuerda lo desigual que es la ciudad.  “Es también encontrar el problema de fondo.  No va cambiar acabando las fiestas el microtráfico, el tipo con un arma para que le tengan miedo, la prostitución.  Eso va cambiar cuando los que generan y controlan el capital dejen de vivir haciendo lucubraciones”.

Es escéptico a los desarrollos políticos, pues asuntos como el racismo y la segregación son problemas que difícilmente se solucionan “en un periodo de cuatro años, y menos con ese inmediatismo de nuestra clase política”, argumenta Serrano.

Pese al ruido que generan las fiestas de final de temporada, no debe olvidarse que el índice de pobreza monetaria (cuando los ingresos no son suficientes para cubrir los gastos básicos y de primera necesidad)  de la ciudad fue del 47,8% en 2020, y que en 2021, según el DANE, siete de cada diez cartageneros tenían menos de tres comidas diarias.

Cartagena siempre será lugar de celebraciones. Aunque las vallas que promocionaron los eventos de fin de año ya no están, es cuestión de tiempo para que once meses pasen y las fiestas de diciembre y enero retornen. Muchos esperan que el cambio en su regulación brinde crecimiento económico para más sectores de la población.

Por Luisa Fernanda Orozco / Pedro Mendoza

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