Habitantes del Pacífico buscan el progreso a través del agro y el desarrollo vial
En los departamentos de Cauca, Chocó, Nariño y Valle del Cauca, donde según cifras oficiales viven al menos 6.8 millones de personas, la inversión y experiencia en proyectos agroindustriales, el desarrollo del turismo y conectividad vial, prometen ser la clave del progreso regional.
Gustavo Montes Arias
A las 5:00 de la mañana, Alirio Portocarrero, pescador de Buenaventura, sale en su lancha para emprender labores. Durante todo el día sortea las aguas del Pacífico en época de faena y regresa a la playa entre las 3:00 y las 4:00 de la tarde, cuando el sol cae y la cava de icopor llena de peces lo motivan a buscar la orilla.
Sin embargo, desde el 15 de enero de 2024 no visita el mar, pues es época de veda y los pescadores de la región respetan el ciclo de la naturaleza. Durante ese tiempo las especies marinas renuevan sus ciclos de reproducción y crecimiento. De no ser así, se pondría en peligro la posibilidad de permanencia de un renglón económico que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), empleó en 2021 al 5,8% de la población del Valle del Cauca.
Alirio es el secretario de la Asociación de Pescadores Artesanales Juntos por un Mejor Vivir, una organización que durante trece años ha agrupado a los pescadores de Buenaventura en un modelo de cooperación para la pesca y comercialización de productos del mar. La organización tiene su propia lancha, comprada y sostenida con los recursos del fondo de asociados. El objetivo es mejorar las condiciones de trabajo de las personas de la ciudad portuaria.
A la misma hora en que el mar de Buenaventura recibe a los primeros marineros, en el municipio de Policarpa, suroccidente de Nariño, Esperanza García y Dimas Meneses se preparan para iniciar labores. Los esperan los cultivos y la planta de producción de Asocacao, organización a la que pertenecen desde su fundación, en el año 2007.
“Los campesinos nos levantamos al primer canto del gallo y yo madrugo a tomarme un buen cafecito o un chocolate”, narró Dimas sobre la forma en la que inicia sus labores. Durante el resto de la jornada, igual que Esperanza, se dedica a visitar los cultivos de cacao, desarrollar las labores propias de su mantenimiento, recoger la cosecha, hacer seguimiento al secado de la almendra y acompañar el proceso de transformación del chocolate de mesa.
Así ha sido su jornada desde que llegó el segundo Laboratorio de Paz al departamento de Nariño. Las 275 familias que se dedicaron inicialmente al cultivo de cacao adquirieron un compromiso con la sustitución de los terrenos dispuestos a cosechar hoja de coca. Regresaron a la tradición agrícola de una región destacada por la producción de limón Tahití, maíz, fríjol, plátano, entre otros productos.
Lea también: Diálogo regional de Nariño: anuncian inversión por $237 mil millones para el departamento
Esperanza, Alirio y Dimas, son tres de los más de 15,2 millones de campesinos censados hasta el primer semestre de 2023 en Colombia. Los une la característica de habitar el Pacífico colombiano, una región conformada por los departamentos de Valle, Cauca, Chocó y Nariño, bordeada por el Océano Pacífico y limítrofe con Ecuador.
La suma de su población, según el censo realizado en 2018 por la citada institución, es de 6′826.310 habitantes, cifra que puede ser mayor por la proyección de crecimiento anual poblacional. En el caso del Valle del Cauca, por ejemplo, la entidad estima que el crecimiento poblacional puede situarla en los 4′638.029 habitantes, en contraste con las 3′789.874 personas registradas en 2018. Este es el departamento más densamente poblado de la región.
En el Pacífico prevalecen las actividades relacionadas con el sector agrícola y la pesca. Sin embargo, otros renglones económicos como la actividad portuaria en Buenaventura y el turismo, le hacen una fuerte competencia a la incidencia de economías ilícitas como la de algunos cultivos y la minería ilegal, o el contrabando.
La Región Administrativa y de Planificación (RAP) Pacífico tiene en su registro que, al cierre de 2022, los cuatro departamentos sumaban un total de 3.272 prestadores de servicios turísticos, correspondientes al 11,8% del sector a nivel nacional. De ese modo, destinos como Punta Ardita, en Juradó, las playas de Choncho, en el Litoral de San Juan (Chocó), y la Reserva Natural La Planada, en Ricaurte (Nariño), se han potenciado en los últimos años como destinos de alto interés turístico y puntos de transformación económica y social.
Un departamento de mar y tierra
La Bocana es un poblado litoral del departamento del Valle del Cauca, conocido por la belleza de su playa y su alto potencial pesquero. Un trayecto de aproximadamente 25 minutos en lancha separa a Buenaventura de esta población de pescadores. Por esa razón, Alirio Portocarrero y otros integrantes de la Asociación de Pescadores Artesanales Juntos por un Mejor Vivir decidieron empezar a vender su pesca allí mismo y no llevarla al puerto.
Hacer esto no solo les ahorra tiempo de los traslados en lancha. Alirio, secretario de la organización desde hace un par de años, comentó que también es mejor en términos de seguridad. La asociación a la que pertenece estuvo conformada inicialmente por 70 pescadores de la región, de los que hoy quedan 42 activos, por cambios de residencia y la muerte de pescadores de generaciones anteriores.
A pesar de la disminución en su número de asociados, Alirio destacó que el objetivo de la organización sigue siendo el mismo de su fundación, lo cual es motivo de orgullo para él, al recordar las dificultades de los trámites administrativos para su constitución legal. “Creamos el proyecto porque queríamos ser unos pescadores unidos; desde que hicimos la asociación tenemos fuerza para sentarnos, reclamar y que nos reconozcan”, comentó.
En la zona rural y urbana de Buenaventura hay aproximadamente 18 asociaciones de pescadores y platoneras. Solo en La Bocana hay al menos doce organizaciones similares, con vínculos entre sí y compuestas por jóvenes, mujeres y adultos mayores de unas 167 familias, que buscan fortalecer la economía comunitaria, sustituir las economías ilícitas y fomentar la seguridad alimentaria.
En el caso de la organización de la que hace parte Alirio, su patrimonio se resume en “una lancha en marea, algunos trasmallos, dos motores y el sueño de un centro de acopio”. Al momento no han logrado concretar este último, pero siguen trabajando y presentando la iniciativa ante las instituciones del orden departamental y nacional. La persistencia en lo asociativo es el ejemplo que quieren dar desde su labor, “porque en este tiempo trabajar unidos es muy complicado”, concluyó.
Le puede interesar: ¿Cómo proteger los bosques naturales de Colombia? Estas son cinco claves
A casi cuatro horas de viaje desde Buenaventura, en el norte del Valle del Cauca, se encuentra el Distrito de Riego de Roldanillo, La Unión y Toro (RUT), uno de los proyectos de ordenamiento agrícola más importantes de la región y del país, en cuyos terrenos se producen al menos 32 variedades de alimentos que surten a gran parte del mercado nacional.
Este proyecto es gestionado por la Asociación de Usuarios del Distrito de Adecuación de Tierras de los Municipios de Roldanillo, La Unión y Toro (Asorut) desde el año 1989. Sin embargo, lleva más de medio siglo al servicio de los vallunos. Su proyección y desarrollo inició a finales de los años cincuenta, como una estrategia de prevención y control de la zona inundable del río Cauca.
A diferencia del proyecto del Distrito de Aguablanca, que cumple la función de contener el aumento en el nivel de este importante afluente, el distrito RUT está enriquecido por un complejo diseño que permite surtir de agua a los 1.200 productores agrícolas (unas 8.000 familias) que ocupan 10.250 hectáreas de la región. Además, garantiza la menos 40.00 empleos indirectos, como señaló Leonardo Castillo Sánchez, su gerente desde 2010.
“Esta es una copia de la forma de manejar los valles de inundación del río Mississippi (…). Es el distrito más importante y ordenado del país, según el Ministerio de Agricultura, con un alto reconocimiento a nivel nacional e internacional”, explicó el ingeniero. Si bien la infraestructura es propiedad de la mencionada cartera de Gobierno, los terrenos les pertenecen a los usuarios, quienes a la vez hacen parte de la entidad administradora.
Recientemente, el distrito RUT recibió una inversión de al menos $11.000 millones, destinados a la rehabilitación de canales y carreteras, así como a la reposición de maquinaria amarilla para su operación. Cada año, este sistema agrícola extrae al menos 35 millones de metros cúbicos de agua del río Cauca, sin causar efectos negativos en su cauce, aún en épocas de sequía, protegiendo a la comunidad de posibles inundaciones y potenciando el agro en la región.
Sobre la importancia del Pacífico para el desarrollo nacional, el ingeniero destacó “su ubicación agroclimática privilegiada”, el buen estado de la red vial y la conectividad, que permite hacer de esta una “despensa para muchos países”. Reconoció la importancia de los cultivos de caña, sin dejar de lado otros como el maíz y los frutales. “El futuro es mucho mejor de lo que fue el pasado y de lo que está siento el presente”, resaltó.
Coco y cacao para la paz
A 287 kilómetros de distancia del distrito RUT, en la Universidad del Cauca (Popayán), el profesor José Fernando Grass trabaja en el diseño de la segunda etapa del proyecto COPACÍFICO. Desde 2016 se dedicó a pensar en una alternativa para mejorar los términos de producción, transformación y comercialización de coco en la costa pacífica caucana. Entre 2021 y 2023 implementó la primera etapa de la iniciativa en los municipios de Guapi, Timbiquí y López de Micay.
José Fernando es profesor de esa institución desde hace 25 años. Allí identificó que en el Cauca, el segundo departamento productor de coco del país luego de Nariño, solo el 1% de este producto se transformaba. La investigación lo llevó a identificar a 1.171 productores de coco, organizados en al menos 676 familias de núcleos de cuatro y cinco personas en promedio.
Según cifras del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en 2018 el departamento de Nariño tuvo la mayor producción de coco del país, con 52.584 toneladas y un rendimiento de 7 toneladas por hectárea. Seguido por el departamento del Cauca, donde se produjeron 27.042 toneladas de coco, con un rendimiento de 9,6 toneladas por hectárea. Luego se posicionaron Valle del Cauca (3.384 toneladas) y (Chocó 9.408 toneladas).
Los procesos de investigación y capacitación a la comunidad, para los cuales el profesor José Fernando y su equipo consiguieron una inversión superior a los $5.800 millones del Fondo de Ciencia Tecnología e Innovación, dejaron abierta la puerta al desarrollo de una segunda etapa del proyecto. En esta oportunidad, con el apoyo de los ministerios de Agricultura e Igualdad, y de la administración departamental a través de la universidad.
El objetivo de su iniciativa no solo es mejorar la productividad del coco en la región, sino acompañar a los campesinos del Cauca en todo el proceso para que la cadena productiva del coco les sea rentable y se manifieste en una mejor calidad de vida. “La investigación tiene sentido siempre y cuando tenga impacto social en las comunidades”, señaló.
Para la segunda etapa, el objetivo ampliará la capacidad de transformación: buscan construir una planta industrial de nivel intermedio, con espacios de capacitación para los hijos y nietos de los campesinos, además de un acompañamiento social y empresarial. La inversión requerida está entre los 10 y 12 mil millones de pesos, con participación de la Secretaría de Desarrollo Económico del Cauca.
Al final, la visión de COPACÍFICO se teje en dos vías que el profesor José Fernando tiene claras desde que empezó a trabajar en la costa pacífica caucana: “cambiar la historia de lo que ha sido el coco para los territorios (…) y proponerles a ellos [los campesinos] una forma distinta de cómo han visto el mundo en las últimas décadas”.
Mientras que el profesor José Fernando sortea en una canoa pequeña, llamada potrillo, “el oleaje del Pacífico que es una incertidumbre total”, Esperanza García viaja durante cuatro o cinco horas que separan a Pasto, capital de Nariño, del municipio de Policarpa.
El trayecto tiene un tramo importante pavimentado, por hacer parte de la Vía Panamericana, pero tiene otros kilómetros de carretera destapada. “Depende del conductor y del carro”, comentó ella con una risa sonora. Esta mujer cabeza de hogar y líder comunitaria es una de las fundadoras de Asocacao, una organización que le hace frente a los cultivos de uso ilícito y el negocio del contrabando en el departamento de Nariño.
Según cifras del último estudio de incidencia de cigarrillos ilegales en Colombia, realizado en 2023 por la firma Invamer para la Federación Nacional de Departamentos (FND), en Nariño la participación del mercado de cigarrillos ilegales bajó del 12% al 11%. Una disminución importante si se tiene en cuenta que en casos como el de seis departamentos de la región Caribe, igual que en Chocó, la cifra fue superior al 35%.
Sin embargo, las 150 familias que se reúnen actualmente en Asocacao le apuestan a la producción, transformación y comercialización de cacao a través de La Hoz, su marca de chocolate de mesa. Si bien en sus inicios eran cerca de 300 familias, la caída de precios de la almendra entre los años 2008 y 2009 desmotivó a varios asociados que se decantaron por otras alternativas productivas.
“En 17 años que llevamos ha sido sostenible”, dijo Esperanza. Tiene la satisfacción de que el cacao que producen en el municipio de Policarpa ahora no se enfrenta a las incertidumbres del mercado, pues su aliado comercial es la Nacional de Chocolates.
Lea también: El transporte marítimo verde gana velocidad
Desde 2019 las actividades de la organización, que tiene una planta de transformación moderna e integral, son apoyadas por la Cooperación Internacional de España, a través de Ayuda en Acción. La inversión de esta entidad les permitió también alcanzar los estándares de capacitación y asistencia técnica para la certificación por parte del INVIMA.
Según Fedecacao, en 2022 se sustituyeron 47 mil hectáreas de cultivos de uso ilícito por cacao, que se sumaron a las 190 mil hectáreas de tierra cultivadas con este producto en el país. En los casos de los departamentos de Chocó y Nariño, este representó el 0,7% y el 0,6% del total de cultivos permanentes.
Dimas Meneses, quien acompañó a Esperanza en la fundación de Asocacao, vive en el corregimiento de Madrigal. Constantemente recorre los 26 kilómetros que separan su casa del casco urbano de Policarpa, para estar en contacto con la líder del proyecto y hacer seguimiento de las obligaciones que demanda su labor.
“Somos la orquesta completa, de todo hemos aprendido”, dijo Dimas para explicar que no tiene un rol específico en el proyecto. La clave, según él, está en aprender a cooperar en todo, con un único objetivo: “le apostamos a la transformación del territorio y a la paz”.
En la misma línea opina Adolfo Pepinosa, ingeniero egresado de la Universidad de Nariño y quien desde el 2010 acompaña los procesos de Asocacao en Policarpa. “El tejido social que se construye en el territorio es impresionante, se ve la diferencia entre las comunidades que no están asociadas y nosotros”, comentó.
Si bien el conflicto armado, la incidencia de las economías ilícitas, entre otros factores, han sido el talón de Aquiles de esta región, las comunidades hacen un esfuerzo importante para asociarse y conseguir apoyo de la administración departamental, entes nacionales y cooperación internacional. Todo con el objetivo de sacar adelante un territorio que concentra en total a 4.823 empresas de los sectores agrícola y pecuario del país.
*Este es un contenido desarrollado en el marco de la iniciativa Construyendo Regiones de Progreso, de la Federación Nacional de Departamentos, y apoyado por El Espectador.
A las 5:00 de la mañana, Alirio Portocarrero, pescador de Buenaventura, sale en su lancha para emprender labores. Durante todo el día sortea las aguas del Pacífico en época de faena y regresa a la playa entre las 3:00 y las 4:00 de la tarde, cuando el sol cae y la cava de icopor llena de peces lo motivan a buscar la orilla.
Sin embargo, desde el 15 de enero de 2024 no visita el mar, pues es época de veda y los pescadores de la región respetan el ciclo de la naturaleza. Durante ese tiempo las especies marinas renuevan sus ciclos de reproducción y crecimiento. De no ser así, se pondría en peligro la posibilidad de permanencia de un renglón económico que, según el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), empleó en 2021 al 5,8% de la población del Valle del Cauca.
Alirio es el secretario de la Asociación de Pescadores Artesanales Juntos por un Mejor Vivir, una organización que durante trece años ha agrupado a los pescadores de Buenaventura en un modelo de cooperación para la pesca y comercialización de productos del mar. La organización tiene su propia lancha, comprada y sostenida con los recursos del fondo de asociados. El objetivo es mejorar las condiciones de trabajo de las personas de la ciudad portuaria.
A la misma hora en que el mar de Buenaventura recibe a los primeros marineros, en el municipio de Policarpa, suroccidente de Nariño, Esperanza García y Dimas Meneses se preparan para iniciar labores. Los esperan los cultivos y la planta de producción de Asocacao, organización a la que pertenecen desde su fundación, en el año 2007.
“Los campesinos nos levantamos al primer canto del gallo y yo madrugo a tomarme un buen cafecito o un chocolate”, narró Dimas sobre la forma en la que inicia sus labores. Durante el resto de la jornada, igual que Esperanza, se dedica a visitar los cultivos de cacao, desarrollar las labores propias de su mantenimiento, recoger la cosecha, hacer seguimiento al secado de la almendra y acompañar el proceso de transformación del chocolate de mesa.
Así ha sido su jornada desde que llegó el segundo Laboratorio de Paz al departamento de Nariño. Las 275 familias que se dedicaron inicialmente al cultivo de cacao adquirieron un compromiso con la sustitución de los terrenos dispuestos a cosechar hoja de coca. Regresaron a la tradición agrícola de una región destacada por la producción de limón Tahití, maíz, fríjol, plátano, entre otros productos.
Lea también: Diálogo regional de Nariño: anuncian inversión por $237 mil millones para el departamento
Esperanza, Alirio y Dimas, son tres de los más de 15,2 millones de campesinos censados hasta el primer semestre de 2023 en Colombia. Los une la característica de habitar el Pacífico colombiano, una región conformada por los departamentos de Valle, Cauca, Chocó y Nariño, bordeada por el Océano Pacífico y limítrofe con Ecuador.
La suma de su población, según el censo realizado en 2018 por la citada institución, es de 6′826.310 habitantes, cifra que puede ser mayor por la proyección de crecimiento anual poblacional. En el caso del Valle del Cauca, por ejemplo, la entidad estima que el crecimiento poblacional puede situarla en los 4′638.029 habitantes, en contraste con las 3′789.874 personas registradas en 2018. Este es el departamento más densamente poblado de la región.
En el Pacífico prevalecen las actividades relacionadas con el sector agrícola y la pesca. Sin embargo, otros renglones económicos como la actividad portuaria en Buenaventura y el turismo, le hacen una fuerte competencia a la incidencia de economías ilícitas como la de algunos cultivos y la minería ilegal, o el contrabando.
La Región Administrativa y de Planificación (RAP) Pacífico tiene en su registro que, al cierre de 2022, los cuatro departamentos sumaban un total de 3.272 prestadores de servicios turísticos, correspondientes al 11,8% del sector a nivel nacional. De ese modo, destinos como Punta Ardita, en Juradó, las playas de Choncho, en el Litoral de San Juan (Chocó), y la Reserva Natural La Planada, en Ricaurte (Nariño), se han potenciado en los últimos años como destinos de alto interés turístico y puntos de transformación económica y social.
Un departamento de mar y tierra
La Bocana es un poblado litoral del departamento del Valle del Cauca, conocido por la belleza de su playa y su alto potencial pesquero. Un trayecto de aproximadamente 25 minutos en lancha separa a Buenaventura de esta población de pescadores. Por esa razón, Alirio Portocarrero y otros integrantes de la Asociación de Pescadores Artesanales Juntos por un Mejor Vivir decidieron empezar a vender su pesca allí mismo y no llevarla al puerto.
Hacer esto no solo les ahorra tiempo de los traslados en lancha. Alirio, secretario de la organización desde hace un par de años, comentó que también es mejor en términos de seguridad. La asociación a la que pertenece estuvo conformada inicialmente por 70 pescadores de la región, de los que hoy quedan 42 activos, por cambios de residencia y la muerte de pescadores de generaciones anteriores.
A pesar de la disminución en su número de asociados, Alirio destacó que el objetivo de la organización sigue siendo el mismo de su fundación, lo cual es motivo de orgullo para él, al recordar las dificultades de los trámites administrativos para su constitución legal. “Creamos el proyecto porque queríamos ser unos pescadores unidos; desde que hicimos la asociación tenemos fuerza para sentarnos, reclamar y que nos reconozcan”, comentó.
En la zona rural y urbana de Buenaventura hay aproximadamente 18 asociaciones de pescadores y platoneras. Solo en La Bocana hay al menos doce organizaciones similares, con vínculos entre sí y compuestas por jóvenes, mujeres y adultos mayores de unas 167 familias, que buscan fortalecer la economía comunitaria, sustituir las economías ilícitas y fomentar la seguridad alimentaria.
En el caso de la organización de la que hace parte Alirio, su patrimonio se resume en “una lancha en marea, algunos trasmallos, dos motores y el sueño de un centro de acopio”. Al momento no han logrado concretar este último, pero siguen trabajando y presentando la iniciativa ante las instituciones del orden departamental y nacional. La persistencia en lo asociativo es el ejemplo que quieren dar desde su labor, “porque en este tiempo trabajar unidos es muy complicado”, concluyó.
Le puede interesar: ¿Cómo proteger los bosques naturales de Colombia? Estas son cinco claves
A casi cuatro horas de viaje desde Buenaventura, en el norte del Valle del Cauca, se encuentra el Distrito de Riego de Roldanillo, La Unión y Toro (RUT), uno de los proyectos de ordenamiento agrícola más importantes de la región y del país, en cuyos terrenos se producen al menos 32 variedades de alimentos que surten a gran parte del mercado nacional.
Este proyecto es gestionado por la Asociación de Usuarios del Distrito de Adecuación de Tierras de los Municipios de Roldanillo, La Unión y Toro (Asorut) desde el año 1989. Sin embargo, lleva más de medio siglo al servicio de los vallunos. Su proyección y desarrollo inició a finales de los años cincuenta, como una estrategia de prevención y control de la zona inundable del río Cauca.
A diferencia del proyecto del Distrito de Aguablanca, que cumple la función de contener el aumento en el nivel de este importante afluente, el distrito RUT está enriquecido por un complejo diseño que permite surtir de agua a los 1.200 productores agrícolas (unas 8.000 familias) que ocupan 10.250 hectáreas de la región. Además, garantiza la menos 40.00 empleos indirectos, como señaló Leonardo Castillo Sánchez, su gerente desde 2010.
“Esta es una copia de la forma de manejar los valles de inundación del río Mississippi (…). Es el distrito más importante y ordenado del país, según el Ministerio de Agricultura, con un alto reconocimiento a nivel nacional e internacional”, explicó el ingeniero. Si bien la infraestructura es propiedad de la mencionada cartera de Gobierno, los terrenos les pertenecen a los usuarios, quienes a la vez hacen parte de la entidad administradora.
Recientemente, el distrito RUT recibió una inversión de al menos $11.000 millones, destinados a la rehabilitación de canales y carreteras, así como a la reposición de maquinaria amarilla para su operación. Cada año, este sistema agrícola extrae al menos 35 millones de metros cúbicos de agua del río Cauca, sin causar efectos negativos en su cauce, aún en épocas de sequía, protegiendo a la comunidad de posibles inundaciones y potenciando el agro en la región.
Sobre la importancia del Pacífico para el desarrollo nacional, el ingeniero destacó “su ubicación agroclimática privilegiada”, el buen estado de la red vial y la conectividad, que permite hacer de esta una “despensa para muchos países”. Reconoció la importancia de los cultivos de caña, sin dejar de lado otros como el maíz y los frutales. “El futuro es mucho mejor de lo que fue el pasado y de lo que está siento el presente”, resaltó.
Coco y cacao para la paz
A 287 kilómetros de distancia del distrito RUT, en la Universidad del Cauca (Popayán), el profesor José Fernando Grass trabaja en el diseño de la segunda etapa del proyecto COPACÍFICO. Desde 2016 se dedicó a pensar en una alternativa para mejorar los términos de producción, transformación y comercialización de coco en la costa pacífica caucana. Entre 2021 y 2023 implementó la primera etapa de la iniciativa en los municipios de Guapi, Timbiquí y López de Micay.
José Fernando es profesor de esa institución desde hace 25 años. Allí identificó que en el Cauca, el segundo departamento productor de coco del país luego de Nariño, solo el 1% de este producto se transformaba. La investigación lo llevó a identificar a 1.171 productores de coco, organizados en al menos 676 familias de núcleos de cuatro y cinco personas en promedio.
Según cifras del Ministerio de Agricultura y Desarrollo Rural, en 2018 el departamento de Nariño tuvo la mayor producción de coco del país, con 52.584 toneladas y un rendimiento de 7 toneladas por hectárea. Seguido por el departamento del Cauca, donde se produjeron 27.042 toneladas de coco, con un rendimiento de 9,6 toneladas por hectárea. Luego se posicionaron Valle del Cauca (3.384 toneladas) y (Chocó 9.408 toneladas).
Los procesos de investigación y capacitación a la comunidad, para los cuales el profesor José Fernando y su equipo consiguieron una inversión superior a los $5.800 millones del Fondo de Ciencia Tecnología e Innovación, dejaron abierta la puerta al desarrollo de una segunda etapa del proyecto. En esta oportunidad, con el apoyo de los ministerios de Agricultura e Igualdad, y de la administración departamental a través de la universidad.
El objetivo de su iniciativa no solo es mejorar la productividad del coco en la región, sino acompañar a los campesinos del Cauca en todo el proceso para que la cadena productiva del coco les sea rentable y se manifieste en una mejor calidad de vida. “La investigación tiene sentido siempre y cuando tenga impacto social en las comunidades”, señaló.
Para la segunda etapa, el objetivo ampliará la capacidad de transformación: buscan construir una planta industrial de nivel intermedio, con espacios de capacitación para los hijos y nietos de los campesinos, además de un acompañamiento social y empresarial. La inversión requerida está entre los 10 y 12 mil millones de pesos, con participación de la Secretaría de Desarrollo Económico del Cauca.
Al final, la visión de COPACÍFICO se teje en dos vías que el profesor José Fernando tiene claras desde que empezó a trabajar en la costa pacífica caucana: “cambiar la historia de lo que ha sido el coco para los territorios (…) y proponerles a ellos [los campesinos] una forma distinta de cómo han visto el mundo en las últimas décadas”.
Mientras que el profesor José Fernando sortea en una canoa pequeña, llamada potrillo, “el oleaje del Pacífico que es una incertidumbre total”, Esperanza García viaja durante cuatro o cinco horas que separan a Pasto, capital de Nariño, del municipio de Policarpa.
El trayecto tiene un tramo importante pavimentado, por hacer parte de la Vía Panamericana, pero tiene otros kilómetros de carretera destapada. “Depende del conductor y del carro”, comentó ella con una risa sonora. Esta mujer cabeza de hogar y líder comunitaria es una de las fundadoras de Asocacao, una organización que le hace frente a los cultivos de uso ilícito y el negocio del contrabando en el departamento de Nariño.
Según cifras del último estudio de incidencia de cigarrillos ilegales en Colombia, realizado en 2023 por la firma Invamer para la Federación Nacional de Departamentos (FND), en Nariño la participación del mercado de cigarrillos ilegales bajó del 12% al 11%. Una disminución importante si se tiene en cuenta que en casos como el de seis departamentos de la región Caribe, igual que en Chocó, la cifra fue superior al 35%.
Sin embargo, las 150 familias que se reúnen actualmente en Asocacao le apuestan a la producción, transformación y comercialización de cacao a través de La Hoz, su marca de chocolate de mesa. Si bien en sus inicios eran cerca de 300 familias, la caída de precios de la almendra entre los años 2008 y 2009 desmotivó a varios asociados que se decantaron por otras alternativas productivas.
“En 17 años que llevamos ha sido sostenible”, dijo Esperanza. Tiene la satisfacción de que el cacao que producen en el municipio de Policarpa ahora no se enfrenta a las incertidumbres del mercado, pues su aliado comercial es la Nacional de Chocolates.
Lea también: El transporte marítimo verde gana velocidad
Desde 2019 las actividades de la organización, que tiene una planta de transformación moderna e integral, son apoyadas por la Cooperación Internacional de España, a través de Ayuda en Acción. La inversión de esta entidad les permitió también alcanzar los estándares de capacitación y asistencia técnica para la certificación por parte del INVIMA.
Según Fedecacao, en 2022 se sustituyeron 47 mil hectáreas de cultivos de uso ilícito por cacao, que se sumaron a las 190 mil hectáreas de tierra cultivadas con este producto en el país. En los casos de los departamentos de Chocó y Nariño, este representó el 0,7% y el 0,6% del total de cultivos permanentes.
Dimas Meneses, quien acompañó a Esperanza en la fundación de Asocacao, vive en el corregimiento de Madrigal. Constantemente recorre los 26 kilómetros que separan su casa del casco urbano de Policarpa, para estar en contacto con la líder del proyecto y hacer seguimiento de las obligaciones que demanda su labor.
“Somos la orquesta completa, de todo hemos aprendido”, dijo Dimas para explicar que no tiene un rol específico en el proyecto. La clave, según él, está en aprender a cooperar en todo, con un único objetivo: “le apostamos a la transformación del territorio y a la paz”.
En la misma línea opina Adolfo Pepinosa, ingeniero egresado de la Universidad de Nariño y quien desde el 2010 acompaña los procesos de Asocacao en Policarpa. “El tejido social que se construye en el territorio es impresionante, se ve la diferencia entre las comunidades que no están asociadas y nosotros”, comentó.
Si bien el conflicto armado, la incidencia de las economías ilícitas, entre otros factores, han sido el talón de Aquiles de esta región, las comunidades hacen un esfuerzo importante para asociarse y conseguir apoyo de la administración departamental, entes nacionales y cooperación internacional. Todo con el objetivo de sacar adelante un territorio que concentra en total a 4.823 empresas de los sectores agrícola y pecuario del país.
*Este es un contenido desarrollado en el marco de la iniciativa Construyendo Regiones de Progreso, de la Federación Nacional de Departamentos, y apoyado por El Espectador.