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Después de dos años de búsqueda por parte de la policía federal de los Estados Unidos, Tommy Thompson fue capturado esta semana en un hotel de Palm Beach junto con su compañera, Alison Antekeier. No lo perseguían por ser el cazatesoros más reconocido de la historia, fama consolidada tras haber rescatado en 1989 al menos 20 toneladas de oro del naufragio colonial del SS Central America, sino por una orden de captura en la que lo acusan de quedarse con la mayoría de la fortuna sin darle la parte que les correspondía a sus compañeros de exploración, a firmas aseguradoras e, incluso, a la famosa casa de subastas Christie’s.
Tanto en Florida como en Ohio las autoridades habían instalado vallas gigantes pidiendo información sobre su paradero y la detención fue objeto de cubrimiento especial de cadenas televisivas como Fox. Además de las aventuras de esta leyenda del océano, el caso de Thomas Gregory Thompson, de 62 años de edad, tiene un capítulo colombiano, pues en 1993 fue contratado por el Gobierno Nacional, administración de César Gaviria Trujillo, para que verificara si en aguas cercanas a las Islas del Rosario estaba hundido el galeón San José junto con su tesoro.
En los archivos de la Presidencia de la República está el contrato firmado en el mes de octubre de ese año por US$817.203,30 con la empresa fundada y presidida por Thompson, la Columbus Exploration Inc., registrada en Columbus, Ohio, y representada entonces en Colombia por el empresario Fabio Echeverri Correa. Era “para llevar a cabo labores correspondientes a la localización e identificación de antigüedades y valores náufragos que pudieran hallarse dentro de un área cuyo centro se fijó con base en las coordenadas que entregó la Nación, ubicadas en cercanías de Cartagena de Indias”, en resumen, “una verificación de las coordenadas del lugar donde se supone que yace el galeón San José”.
Desde los años 80, Thompson tenía dos obsesiones: localizar y rescatar los metales preciosos del SS Central America y del San José. Primero vino a Colombia, pero se le habían adelantado los buscadores de Glocca Morra Company (hoy Sea Search Armada), que había denunciado en 1982 el hallazgo del barco con bandera española, hundido en 1708 por los ingleses con un cargamento avaluado en el Congreso en más de US$10.000 millones, cifra exagerada para algunos pero que ayudó a que la leyenda se volviera mundial. La Dirección Marítima de la Armada colombiana reconoció a esa empresa como descubridora.
Thompson prefirió dedicarse a la búsqueda del Central America, el Titanic de su época (1875), y logró el que hasta hoy es considerado el mayor hallazgo de un tesoro colonial sumergido: se habló de hasta 21 toneladas de lingotes y monedas que eran transportados desde Panamá hacia Nueva York. Nunca llegaron porque un huracán arrasó la nave y la hundió con 425 pasajeros, de los que se registraron 155 sobrevivientes. La fortuna de empresarios y mineros que regresaban desde California, en plena fiebre del oro, quedó a 8.000 pies de profundidad en aguas cercanas a Carolina del Norte, hasta cuando el estadounidense logró “la hazaña” tecnológica de localizarla y rescatarla.
Cuando llegó con la carga al puerto de Norfolk se convirtió en héroe nacional: miles de curiosos lo esperaban, lo recibieron al ritmo de los acordes del himno Stars and Stripes Forever, interpretado por una banda militar, mientras desde el barco expedicionario Bob Evans, uno de los ayudantes del cazatesoros, gritaba: “¡Oro! ¡Oro! ¡Montones de oro!”. De inmediato, una guardia armada bloqueó el acceso y se acercó un camión de la transportadora de valores Brinks. Todos los periódicos y noticieros hablaron de “un tesoro nacional para ser resguardado y compartido”. Thompson escribió la historia del hallazgo del SS Central America en el libro ‘Nave de oro en el mar azul profundo’. Sobre él se escribió también ‘El navío de oro’ y se rodaron películas.
Esa hoja de vida fue la que trajo al aventurero y, según Fabio Echeverri, la que lo llevó a recomendarlo para el concurso público que se le adjudicó a la Columbus para que verificara lo que Glocca supuestamente había descubierto una década atrás. Fue presentado como “pionero en la investigación de los océanos” y “doctor en ingeniería científica, con conocimiento de ingeniería mecánica, oceanográfica y diseño de máquinas”. Una vez terminó la misión, su sentencia dejó sorprendidos a los periodistas y al gobierno de César Gaviria, que lo consignó así en un comunicado: “después de nueve días de trabajos en el mar bajo interventoría designada por la Nación, la expedición regresó a Cartagena el pasado 3 de julio (1994) y presentó un informe verbal a la Presidencia de la República”. Con base en él, “el Gobierno ha concluido que no existe allí ninguna especie náufraga y por supuesto tampoco hay rastro alguno del galeón San José”.
A El Espectador, Thompson le dijo entonces que su conclusión no tenía “margen de error científico, porque repetimos el procedimiento dos veces seguidas y comprobamos que no hay ni la menor seña de él”. Explicó que estuvo asesorado por diez expertos en electrónica y hasta por historiadores. “Fueron nueve días con sus noches, porque casi no había tiempo para dormir. La jornada comenzaba a las 5:30 a.m.”. Dijo haber utilizado tecnología de última generación: “programamos y sincronizamos una serie de aparatos especiales para observar el fondo del mar, los cuales bajamos hasta la profundidad exigida a través de kilómetros y kilómetros de cable. Para ello utilizamos un aparato llamado Side Can, que envía señales de sonido que ayudan a crear una fotografía que nos indica si en el fondo hay algo de importancia, hasta objetos más pequeños a los 30 centímetros”.
El Gobierno justificó la operación y el costo como un tema de Estado. La detalló así en el expediente que también está en la Procuraduría General de la Nación: “Se utilizó un sistema de navegación de alta precisión doblemente redundante, integrando sistemas de posicionamiento por satélite y en tierra, y se emplearos transponders acústicos sobre el fondo marino para la navegación submarina de los instrumentos. Todo esto permitió integrar el fondo del mar con la posición de los vehículos submarinos y el buque, con respecto a la tierra y los satélites, y tener posibilidad ínfima de error en la posición en el mar”.
Thompson dejó los siguientes interrogantes contra su competencia, Glocca Morra, en la entrevista con este diario: “Creo que pudo ser que efectivamente encontraron el galeón y se guardaron el secreto o no lo encontraron y también se lo guardaron. Si fue lo primero, fue por razones de seguridad o motivos confidenciales, pero si lo que aconteció fue lo segundo, creo que dijeron lo contrario por orgullo profesional y para no reconocer que no habían encontrado nada”.
Añadió que su exploración demostraba que lo dicho por Glocca tenía “muchas inconsistencias”, por ejemplo, que no coincidía en la profundidad por un margen de 30 pies. Luego se certificó que el madero presentado en los 80 por ellos para certificar el hallazgo del galeón no correspondía a la época sino al siglo XX. Más misterio para alimentar el gran mito del mar Caribe.
Esto fue desmentido por Glocca, que al no serle reconocidos sus derechos empezó un litigio contra el Estado colombiano que terminó en un fallo de la Corte Suprema de Justicia de julio de 2007 en el que otorgó a SSA derechos sobre la mitad de lo que sea considerado tesoro entre los restos del galeón. A pesar de esa decisión, los gobiernos de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos no le han permitido a la empresa estadounidense ir por los restos del San José, razón por la que el Estado colombiano permanece demandado ante la Corte del Distrito de Columbia y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. Además, por este caso Colombia fue incluida a finales de 2014 en el reporte del Departamento de Estado al Congreso de EE.UU. sobre países que habrían expropiado sin indemnización bienes de norteamericanos.
Se completan 35 años de versiones sobre la ubicación del San José y 407 años desde su naufragio sin que se haya comprobado la existencia del tesoro y qué pasó con él. Circulan versiones de su posible saqueo a pesar de que la Armada dice patrullar regularmente la zona en cuestión.
Curiosamente, uno de quienes firmaron el año pasado el decreto 1698, que por primera vez reglamenta en Colombia la búsqueda, localización y conservación de patrimonio sumergido, es el hijo del expresidente Gaviria, Simón Gaviria, en calidad de director del Departamento Nacional de Planeación, basado en la primera ley sobre el tema, la 1675 de 2013. A partir de estas normas, este año se abrirán licitaciones para exploraciones en busca de los 1.200 galeones coloniales que estarían en el lecho marino del Caribe colombiano.
En la Procuraduría General de la Nación se investiga una queja disciplinaria contra el empresario Fabio Echeverri Correa por un presunto conflicto de intereses surgido de que el expresidente de la Asociación Nacional de Industriales fue contratista de firmas como la Columbus y luego, durante las administraciones de Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos, fue designado por ambos presidentes como miembro de la Comisión de Antigüedades Náufragas, entidad que asesora al Gobierno en la materia.
La queja fue interpuesta por Danilo Devis, abogado en Colombia de SSA. El procurador auxiliar para Asuntos Disciplinarios, Carlos Enrique Valdivieso Jiménez, acaba de remitir la demanda a la Procuraduría Delegada para la Vigilancia Administrativa para que decida si amerita una indagación formal. Devis lo señala como la persona que a través de los años ha impedido que su empresa haga efectivos los derechos norteamericanos sobre el galeón, que, insiste, yace en coordenadas que ellos conservan. Echeverri rechaza los señalamientos (ver recuadro abajo).
Mientras aquí y en Estados Unidos sigue el eterno litigio por el desaparecido San José, el legendario Tommy Thompson deberá enfrentar un juicio ante un tribunal federal de Ohio y tal vez allí recuerde sus aventuras en el que llamó un país “bello y mágico”.
npadilla@elespectador.com
“Nunca he hecho nada a efectos del San José”
El empresario Fabio Echeverri Correa ya se había pronunciado en El Espectador sobre sus antiguos contratos de asesoría internacional con la Columbus y la firma Northwest Energy, y su papel en la Comisión de Antigüedades Náufragas. Señaló que “es falso que yo haya sido intermediario de alguien. Yo representé a Tommy Thompson y a Columbus American Group para una licitación que costaba US$1 millón. Eso se acabó. No tengo representaciones, no llevo porcentajes en nada, no soy socio de nadie, nunca he hecho nada a efectos del San José. ¿Sé del tema? Sí. ¿Soy estudioso del tema? Sí. Porque lo tengo por hobbie y he tenido la oportunidad de estar en algunas operaciones y rescates de ese tipo. Nada más”. “Soy (fue) miembro de la Comisión y sé que a la SSA la Corte le reconoció el derecho a sacar la mitad del tesoro en las coordenadas que ellos habían denunciado, pero ahora ellos pretenden que les autoricen el rescate no sólo ahí, sino en zonas aledañas”. Preguntado por la acusación de fraude para favorecer a otros posibles interesados dijo: “No me sorprende ni tengo problema con lo que digan esos señores de SSA. Que digan lo que quieran porque son terribles. A mi edad nunca he demandado a nadie ni me han demandado”.