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Las miradas están puestas sobre lo que se ha considerado un milagro: el hallazgo con vida de los cuatro niños indígenas uitoto, que desaparecieron el pasado primer de mayo tras la caída de la aeronave en la que se movilizaban, hacia San José del Guaviare, junto a su madre y un líder indígena.
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Sobrevivieron en medio de la selva virgen, en el municipio de Solano, en Caquetá, en los últimos días, con parte de los kits que el Ejército lanzó en la zona con víveres de primera necesidad, pero principalmente, como lo han indicado familiares e indígenas de la zona donde vivían, por las enseñanzas que desde pequeños se le da a los hijos sobre sobrevivencia en la selva y que incluye diferenciar plantas comestibles, construir cambuches y reconocer los peligros de la zona.
Pero la historia de supervivencia de Lesly (13 años), Soleiny (9), Tien Noriel (4) y Cristin Neriman (11 meses) comienza antes, desde el momento en que la aeronave en la que se movilizaban cae tras presentar fallas en el motor.
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“…Mayday, Mayday, Mayday, 2803, 2803, el motor me volvió a fallar….”, fue una de las últimas cosas que se escuchó del piloto Hernán Murcia antes de que la aeronave tipo Cessna HK2803 desapareciera del radar sobre la selva que se forma entre los departamentos de Caquetá y Guaviare.
Indicó que haría un acuatizaje. Murcia tenía cerca el río Apaporis, que nace en el Amazonas y termina bordeando los departamentos antes mencionados, pero lo que demuestra el punto de caída y los últimos reportes del radar, es que en último momento cambió de decisión: el piloto hizo un viraje e intentó arborizar, pero la maniobra no salió como lo esperaba.
De acuerdo con el informe preliminar del accidente, hecho por la Dirección Técnica de Investigación de Accidentes, “durante el arborizaje, se produjo un primer impacto contra los árboles (de cerca de 50 metros de altura); este golpe ocasionó la separación del motor con su cubierta y hélice de la estructura de la aeronave, a partir de la pared de fuego”.
Esto provocó una fuerte desaceleración, que sumada al primer golpe contra los árboles, hizo que la aeronave cayera de forma vertical y chocará contra el suelo (como se ve en la imagen) “disipándose la energía principalmente en el panel de instrumentos y en el borde de ataque del plano derecho”.
Por este tipo de caída, se determinó que los ocupantes en las sillas 1, 2 y 3, es decir, el piloto Hernan Murcia, el líder indígena Herman Mendoza y la madre de los menores de edad Magdalena Mucutuy, sufrieron lesiones mortales, por determinar en los análisis forenses, pero en el caso de las sillas 4, 5 y 6, donde irían los niños de 13, 11 y 4 años se evidenció que no hubo desprendimiento de las sillas de los rieles de la estructura de la aeronave a excepción de la silla 5, que se encontró con el espaldar inclinado.
“La evidencia disponible preliminar indica que, probablemente, una posible evacuación de la aeronave se realizó por la parte frontal izquierda, a través de la puerta de la posición del Piloto al mando”, indicó el informe.
Lo que vino después aún está por conocerse. Los niños finalmente fueron encontrados con vida a cinco kilómetros del lugar donde se registró el siniestro, pero el camino que recorrieron fue mucho más largo, de acuerdo con las pistas halladas en el último mes por los comandos especiales de las Fuerzas Militares e indígenas, que incluyeron mantas, partes de teteros, cambuches y huellas en el camino.
Por lo pronto se espera tener un parte de salud de los cuatro menores de edad, que en la noche del viernes 9 de junio fueron trasladados al Hospital Militar, en Bogotá, donde reciben asistencia médica de especialistas y sabedores tradicionales de su comunidad.