Conductor de bus en el que murieron 32 niños se habría entregado a las autoridades
Jaime Gutiérrez Pino no tenía licencia de conducción y debía más de 400 mil pesos en multas.
Redacción Nacional
La muerte de 32 niños que regresaban a sus casas tras participar en un culto religioso en la Iglesia Pentecostés en Fundación, Magdalena, estremeció al país. Murieron calcinados en el interior de un bus afiliado a la empresa Coficonortin Ltda., con placa UVS 556 de Barranquilla.
De inmediato las familias de las víctimas y las autoridades apuntaron a buscar las causas del fatídico accidente, que al parecer se habría tratado de una imprudencia del conductor, Jaime Gutiérrez Pino de 56 años, quien además – según indicaron las autoridades, no contaba con licencia de conducción, debía multas por un valor de 405.889 pesos y no tenía al día revisión tecno mecánica del autobús.
Según fuentes preliminares, después de que se difundieran los rumores de la presunta culpabilidad de Gutierrez, quien escapó del lugar de los hechos, familiares de los menores fallecidos atacaron su vivienda y salieron en su búsqueda , hecho que habría llevado a que el hombre se entregara a las autoridades.
Lo increíble de esta tragedia es un testimonio de un hombre que asegura que vio a los niños tratando de tanquear el automotor con gasolina. Cuenta Evaristo León que “cuando en una de esas que el carro está ahí el chofer les dijo a los niños ‘échenle un poquito de gasolina al carro mientras yo me voy a tomar gaseosa’ (...). Los niños le echaron gasolina y entonces prendió el carro”. De confirmarse que la tragedia ocurrió por esta imprudencia del conductor, el hombre podría ser acusado de homicidio y afrontaría una condena de por lo menos 40 años de prisión.
La declaración también descartaría la primera hipótesis del fatal accidente, según la cual una aparente falla mecánica habría originado una fuga de combustible que en cuestión de segundos se convirtió en una incontrolable llamarada que devoró el bus. El testimonio de León demostraría, además, que irresponsablemente en el automotor se transportaban pimpinas con gasolina que sería de contrabando, cuyo deficiente almacenamiento facilitó la propagación del fuego.
La muerte de 32 niños que regresaban a sus casas tras participar en un culto religioso en la Iglesia Pentecostés en Fundación, Magdalena, estremeció al país. Murieron calcinados en el interior de un bus afiliado a la empresa Coficonortin Ltda., con placa UVS 556 de Barranquilla.
De inmediato las familias de las víctimas y las autoridades apuntaron a buscar las causas del fatídico accidente, que al parecer se habría tratado de una imprudencia del conductor, Jaime Gutiérrez Pino de 56 años, quien además – según indicaron las autoridades, no contaba con licencia de conducción, debía multas por un valor de 405.889 pesos y no tenía al día revisión tecno mecánica del autobús.
Según fuentes preliminares, después de que se difundieran los rumores de la presunta culpabilidad de Gutierrez, quien escapó del lugar de los hechos, familiares de los menores fallecidos atacaron su vivienda y salieron en su búsqueda , hecho que habría llevado a que el hombre se entregara a las autoridades.
Lo increíble de esta tragedia es un testimonio de un hombre que asegura que vio a los niños tratando de tanquear el automotor con gasolina. Cuenta Evaristo León que “cuando en una de esas que el carro está ahí el chofer les dijo a los niños ‘échenle un poquito de gasolina al carro mientras yo me voy a tomar gaseosa’ (...). Los niños le echaron gasolina y entonces prendió el carro”. De confirmarse que la tragedia ocurrió por esta imprudencia del conductor, el hombre podría ser acusado de homicidio y afrontaría una condena de por lo menos 40 años de prisión.
La declaración también descartaría la primera hipótesis del fatal accidente, según la cual una aparente falla mecánica habría originado una fuga de combustible que en cuestión de segundos se convirtió en una incontrolable llamarada que devoró el bus. El testimonio de León demostraría, además, que irresponsablemente en el automotor se transportaban pimpinas con gasolina que sería de contrabando, cuyo deficiente almacenamiento facilitó la propagación del fuego.