Cuando Fundación (Magdalena) era la cuna del vallenato
El municipio fue el eje central del vallenato, por lo menos desde la bonanza de la zona bananera hasta que en Valledupar se comenzaron a realizar los festivales de la música vallenata.
Ricardo López Solano
Fundación, denominada como “La esquina del progreso” del Magdalena, fue el eje central de la música vallenata, por lo menos, sino antes, por lo de la bonanza de la zona bananera, desde la década de los años 40 hasta finales de los años 60, cuando Valledupar organizó, en 1968, el primer Festival de la música vallenata. De ahí en adelante, como imagen, por el realce en este sentido de Valledupar, Fundación empezó a perder el protagonismo que tejió alrededor de nuestro querido folclor, que, a bien, había cimentado, por lo menos, en estas tres largas décadas de prosperidad ganadera, comercial, social y cultural. Cabe aclarar, que la afluencia de acordeoneros solo empezó a decaer en los estertores de la siguiente bonanza, la algodonera, que trascurrió entre finales de la década de los años 70 y comienzos de la de los 80, y con el florecimiento de la guerrilla, que con los secuestros azotó a los ganaderos de esta región.
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Fundación, denominada como “La esquina del progreso” del Magdalena, fue el eje central de la música vallenata, por lo menos, sino antes, por lo de la bonanza de la zona bananera, desde la década de los años 40 hasta finales de los años 60, cuando Valledupar organizó, en 1968, el primer Festival de la música vallenata. De ahí en adelante, como imagen, por el realce en este sentido de Valledupar, Fundación empezó a perder el protagonismo que tejió alrededor de nuestro querido folclor, que, a bien, había cimentado, por lo menos, en estas tres largas décadas de prosperidad ganadera, comercial, social y cultural. Cabe aclarar, que la afluencia de acordeoneros solo empezó a decaer en los estertores de la siguiente bonanza, la algodonera, que trascurrió entre finales de la década de los años 70 y comienzos de la de los 80, y con el florecimiento de la guerrilla, que con los secuestros azotó a los ganaderos de esta región.
Al respecto, me comentaba en una oportunidad Chema Martínez, hermano de Luis Enrique Martínez, “El pollo Vallenato”, que, radicado por ese entonces en El Copey, Cesar, todos los fines de semana, a no ser que tuviera compromisos en otras poblaciones, viajaba a Fundación, muchas veces con Luis Enrique para regresar a su sede, El Copey, permaneciendo en Fundación, cuando menos hasta el lunes siguiente. Pero si las parrandas se animaban el regreso podría volverse casi que indefinido¿Cuánto? Todo dependía de los que los contrataran, en especial los grandes hacendados, las personalidades prestantes de esta región y uno que otro político, los que solían sumergirse en parrandas sin fecha definida, como quien dice, hasta donde el cuerpo aguante.
Y es que a Fundación todos los fines de semana, para las fiestas patrias, patronales u otros festejos y acontecimientos, no solo llegaba Chema y Luis Enrique, sino lo más granado de los acordeoneros de la época de oro de la música vallenata. Y para que se formen una idea de los personajes del acordeón, incluidos sus acompañantes, que hacían acto de presencia en la “Esquina del Progreso”, voy a enumerar todos aquellos nombres que he podido recopilar en mis investigaciones y en los recuerdos que conservo desde mi arribo a esta pujante ciudad del Magdalena, en 1955, con 8 años cumplidos.
Además de Luis Enrique, Rey Vallenato (1973) y de Chema Martínez, Rey Vallenato aficionado (1974), cabe destacar a figuras como Alejandro Durán, primer Rey Vallenato (1968); Colacho Mendoza, visitas puntuales, Rey Vallenato (1969) y Rey de Reyes (1987); Alberto Pacheco, Rey Vallenato (1971); Julio de la Ossa, Rey Vallenato (1975); Nafer Durán, Rey Vallenato (1976); Francisco, Pachito, Rada Ortiz, Rey Vallenato (1993); Enrique Díaz, Rey Sabanero (1986); Andrés Landero, Abel Antonio Villa, Pacho Rada Batista, Emiliano Zuleta Baquero y Lorenzo Morales, estos dos últimos de presencia menos frecuente que los restantes acordeoneros, quienes fueron nombrados Reyes Vitalicios del Festival de la Leyenda Vallenata, reconocimientos muy merecidos por cierto.
Igualmente, cabe resaltar a otras figuras legendarias de nuestro folclor como lo fueron Juancho Polo Valencia, Luis Gabriel Villa Martínez, conocido como “El Negrito” Villa, hijo de Abel Antonio Villa, David Oviedo, el papá del acordeoneros Gregorio Oviedo, Chelo Rojano del conjunto San Fernando de Fundación; los cantautores Armando Zabaleta, Adriano Salas, Rafael Valencia, Orlando Nola Maestre, Camilo Namén, Esteban Montaño, este último, autor de “Por ella”, que además de cantar y tocar la guitarra, integró, por ese entonces, el exitoso conjunto “Los Campesinos del Magdalena”, agrupación conformada, además de Montaño, por Alberto Pacheco, acordeón, Juan Madrid, guitarra y primera guitarra eléctrica del vallenato, Carlos Vélez, guacharaca, autor del “Jardín de Fundación”; y Carlos Perdomo, “Come cuero”, caja, considerado como el mejor cajero por esa época, de ahí su apelativo, “Come Cuero”. Agrupación que además de formarse en Fundación, fue tomada como su sede, y que terminó convirtiéndose en el conjunto base de mi papá, Ricardo López Paternina, con quienes parrandeaba casi todos los fines de semana, así como en todas las festividades cívicas y religiosas que por esa época se daban en este municipio. También eran frecuentes a esta población, las visitas de Luis Felipe Duran, hermano de Alejo, los hermanos “Pata pel’á”, Erasmo y Manuel Vega, Mario Manco, y Rafael Villa.
Fundación por esos tiempos era un hervidero de compositores, acordeoneros, cajeros, guacharaqueros y guitarristas que solían hospedarse en los hoteles “Buenos Aires” de Don Tulio Barrera en donde Julio de la Ossa, según recuerda Chema, cuando no tenia toques se la pasaba jugando dominó con sus compañeros de habitación. Y el otro hotel, de los preferidos por estos intérpretes del acordeón, era “La Piragua” de Doña Edilia Barrero. Hoteles, que además de hospedajes, cumplían una función muy por el estilo al de la Calle 72 de Barranquilla, donde los interesados se acercaban para contratarlos.
En cuanto al hotel Buenos Aires, me comentaba, un hijo de Chema, Mauricio Enrique Argote, “Pipe”, que las mejores habitaciones, las internas, se las reservaban a sus consentidos, Luis Enrique, Chema Martínez, Armando Zabaleta y a Alejandro y Luis Felipe Duran. Y que las habitaciones que se encontraban ubicadas alrededor del patio, alojaban, entre otros, a Rafael Valencia, a los cajeros, guitarreros y a guacharaqueros.
Pero ¿a qué podría deberse esta afluencia de tantos conjuntos vallenatos en Fundación? Porque el municipio gozaba de una posición geográfica estratégica, ya que por tierra y por ferrocarril se conectaba con Santa Marta y con todas las poblaciones de la Zona Bananera, y por aire, hasta que se inauguró la carretera Ciénaga Barranquilla, se comunicaba con Barranquilla y Valledupar, y por supuesto, con las poblaciones circundantes, lo que le favoreció enormemente para impulsar su comercio que terminó siendo pujante, como el que más. A lo anterior le podemos sumar la fertilidad de sus tierras que bañadas por el rio que lleva su nombre, la hacen óptima tanto para la ganadería como para la agricultura. Por tanto, podríamos decir que “La esquina del progreso”, contaba con mucho dinero, a raudales, lo que les permitió en especial a los hacendados, dedicarse sin preocupación alguna a sus interminables parrandas.
En la lista de los mecenas se puede nombrar, incluido a su padre, a Cardenio Andrade, a sus hijos Toño, Toribio y Génito, a quien Luis Enrique Martínez le compusiera el paseo, un éxito rotundo por ese entonces, “Tres hermanos”, 1966; le siguen, Andrés Gamarra, el ganadero más rico del Magdalena por esa época, e igualmente su hijo José Rosario a quien se le conoció como “Camargo” Gamarra; Francisco Sierra y su hijo Nepo; Toño y Juancho Meléndez; Alberto, Arturo y Rafael Zambrano, Manuel María Avendaño, el dueño de la fábrica de mantequilla “La Idea”; Dionisio de la Cruz, padre e hijo; Juan Lara Aguancha quien en su residencia frente a la “Casa George” del libanes Camilo George, su hijo Edgar, ex Alcalde de Barranquilla, me comentó que Juancho Lara solía parrandear con Tobías Enrique Pumarejo acompañado de Luis Enrique y su hermano Chema; Ricardo López Paternina, mi padre; Clemente y Víctor Rada, Julio Berrío, Dionisio Jaraba, Pablo Hernández, Luis Mariano Bornacely, Sinforiano Restrepo, Jaime, Clemente y Guillermo Bornacely; Guillermo Sánchez, Mauricio Portnoy y Daniel Robayo, y otros más que se me quedan fuera del tintero.
La época de estos suntuosos bacanales era muy diferente a la de la época actual. Ya que, por un lado, a los acordeoneros no se les contrataban por horas, por toques o por un tiempo determinado. Así como podían tocar una tarde o una noche, un día con su noche, o una semana de corrido o mucho más, y por igual, podían contar con uno o más acordeoneros. Tengo conocimiento de parrandas en la que participaron varios acordeoneros que duraron sin parar más de 15 días. A los que los cogía el sueño, el cansancio o los tragos, se acostaban en una hamaca. Y los que ya habían dormido o descansado lo suficiente, seguían en la juerga, y así sucesivamente, hasta cuando el deber los llamaba para, de nuevo, tomar las riendas de sus negocios. Por supuesto, en estos bacanales las mujeres no faltaban, y de sobra.
A los acordeoneros y a sus integrantes, lo único que les interesaba era poder disfrutar de buena y abundante comida, y de trago a la lata. Y en cuanto a la marca y calidad de las bebidas, la que estuviera disponible en el mercado. El ron Caña, el más popular entre los parranderos de ese entonces, lo llevaban por sacos, muchas veces transportados en bestias, cuando no en Jeep o camionetas. Otros rones que se hicieron populares fue el Centenario, y a partir de finales de los años 70, se abrió paso el Old Parr, un Whisky escoces que también se popularizó en toda la provincia de Padilla.
En cuanto al pago de los acordeoneros quedaba a voluntad del dueño de la parranda, en las que muchas veces les regalaban casas, parcelas, novillas, toros, carneros, chivos o acordeones. En este sentido los hermanos Andrade eran muy generosos, quizás los que más. Alejandro Durán, entre otros acordeoneros, recibió por parte de Toño varios acordeones de regalo, a los que le compuso canciones de agradecimiento a su donante, las que tituló, al igual que sus acordeones, como “El pechichón” y “El niño bonito”.
Pero la gran ventaja respecto a sus mecenas es que se convertían en compadres, ya que solían nombrarlos padrinos de bautizo de sus hijos, como también de padrinos de sus matrimonios, cuando no lo contrario. Por ejemplo, entre otros casos, Luis Enrique fue padrino de bautizo de Toribio Andrade Navarro, hijo de Toño. Y, además, eran a los primeros a los que en caso de una urgencia o una calamidad domestica. Con solo presentarles una fórmula médica, de vuelta tenían en su manos ese valor y algo más. En la casa de El Copey de Tobías Pumarejo, recuerdo que en varias oportunidades vi a Luis Enrique Martínez, muy temprano por la mañana, sentado en un mecedor, esperando a que Don Toba se levantara para pedirle un cuadre. Los acordeoneros por su parte retribuían estos favores rutinarios dedicándoles canciones o enviándoles saludos o mensajes sentidos en sus grabaciones.
Esta conjunción entre acordeoneros y parranderos desembocó, no podría ser de otra manera, en el primer concurso de acordeones que se dio en Colombia, entre los cuales he podido registrar siete. Concursos estos que fueron organizados, con el apoyo de Sinforiano Restrepo, por Camilo George Chams, un libanés que se radicó en Fundación en 1944, y que el 11 de octubre próximo, cumple 54 años de su fallecimiento. Camilo que era propietario del almacén, “Casa George”, una especie de Sears de la época, en el que vendía electrodomésticos, muebles, bicicletas, motos, motocicletas, máquinas de escribir y de cocer, llantas de carro y de bicicletas, radios, radiolas televisores, discos y acordeones, entre otros artículos de punta.
En el auge de las parrandas de la “Esquina del Progreso”, se le ocurrió la genial idea de organizar un concurso de acordeones. Concursos que se celebraron en Fundación entre los años 50 y 59, y que dieron como ganadores a Dionisio Martínez, en 1950; a Chema Martínez y como Niño Prodigio del Acordeón, de 8 años, a Alfredo Gutiérrez, 1951; a Francisco “Pachito” Rada, 1955; de momento se desconoce el ganador del concurso de 1958, y Luis Enrique Martínez que fue el triunfador en 1959. Falta precisar la fecha y el ganador de uno de ellos, y que Don Camilo llevó a cabo en Buenos Aires, que, aunque figura como corregimiento de Aracataca, en la práctica funciona como un barrio más de Fundación. Pero de lo que estoy convencido, aunque no lo he podido corroborar, es que Camilo debió organizar concursos ininterrumpidos desde 1950 a 1959.
Fundación una fiesta
Fundación por ese entonces era una verdadera fiesta. En el caso de las parrandas que organizaba el hacendado Jaime Bornacelly, me contó “Pipe”, en su camioneta solía recoger a Chema y a su agrupación en su hospedaje. Agrupación, que, por ese entonces, la conformaban Chema Martínez, acordeón, Víctor Amarís el famoso “Cachete de pan”, guacharaca, Antonio Toño Pérez, caja y voz y también guacharaca, el cantautor Armando Zabaleta. Y en cuanto a su hijo “Pipe”, aunque no de manera frecuente, hacia sus pinitos como cantante. Esta agrupación se acomodaba en el platón de la camioneta, y desde el hotel tocaban lo mejor de su repertorio, con paradas donde los amigos y compadres, los cuales, además de invitarlos para que se integrarán al grupo, se tomaban con ellos uno o más tragos, para finalizar el recorrido, ya sea en su residencia o en su finca “Bolivia”, ubicada en las cercanías de Algarrobo, Magdalena.
Anécdotas
De Jaime Bornacelly, “Pipe” me contó algunas de las anécdotas que acontecieron con la agrupación en el desarrollo de estas parrandas. Una de ellas, se dio antes de regresar a El Copey, cuando muy temprano, Chema con Abelito García Villa, el guacharaquero por ese entonces de su agrupación, llegaron a la residencia de Jaime para que les cancelara lo del último toque. Cuando levantaron a Jaime para informarle que Chema lo necesitaba, energúmeno se levantó lanzando improperios a diestra y siniestra, entre los cuales resaltaba “que estos músicos lo iban a arruinar”, además de un buen número de palabrotas y groserías de alto calibre que se le vinieron a la cabeza. La reacción de Chema fue decirle a Abelito, que Jaime había amanecido bravo y que ya se le pasaría el mal genio. Y acto seguido, regañados, se dirigieron hacia el hotel Buenos Aires que quedaba bastante cerca de la casa de Jaime. Ya en el hotel, pasado un largo rato, Jaime se les presentó de improviso, y después de excusarse por su mal genio, les pagó compartiendo con la agrupación unos tragos, y acto seguido los mandó a buscar los instrumentos para que se subieran a la camioneta, ya que la parranda iba a seguir, y de largo.
Y lo del arrepentimiento, después de despilfarrar un dineral en parrandas, de acuerdo con la información que de momento he podido recopilar, no solo se dio con Jaime Bornacelly, si no, por lo menos, con un buen número de los parranderos de ese entonces.
Al respecto, me comentó en una entrevista que le hice a Nepo Sierra en Fundación, que después de parrandear con Enrique Díaz, le dijo que el lunes fuera por su pago. Nepo, ya arrepentido por la plata que había despilfarrado, se dijo, a Enrique esta vez le voy a demorar su pago. Pero, Enrique Díaz que era un gallo jugado en estas lides, este tipo de ardides se las cogía al vuelo. Así que desde la noche del domingo le hizo guardia desde un parque aledaño a la casa de Nepo. Ese lunes, Nepo se levantó bien temprano, y para sorprender a Enrique Díaz, ya que sabía que había pasado la noche en el parque, sin prenderla, hizo rodar la camioneta para dejarla lo más cerca posible de la puerta del garaje. Con mucho sigilo, abrieron el portón, prendió la camioneta, y en el momento de arrancarla ya tenía al lado de la puerta del conductor a Enrique Díaz. A Nepo no le quedó otra opción que la de pagarle a Enrique lo que le adeudaba.
Otro caso notable de arrepentimiento, pero con otro tipo de manifestación, tal como me lo contó uno de sus trabajadores, Plutarco Herrera, fue algo frecuente en Tobías Pumarejo. Al respecto, me contó Plutarco, que Don Toba, después de una de sus interminables parrandas en su finca “El Otoño” o en “Cuatro Bocas”, un caserío cercano a su hacienda, parrandas en las que él era quien costeaba con todos los gastos, que cuando se levantaba, ya pasado el guayabo, atormentado por lo desbocado de su despilfarro, tomaba un machete, y con el en la mano, se dirigía a uno de sus potreros. Y mientras cortaba con rabia la maleza, se decía en voz alta, esto te lo mereces por pendejo y botarate. Y así seguía recriminándose bajo el sol abrazador del medio día. Pero tanto arrepentimiento, autocastigo y reproches, desaparecían a los pocos días, cuando como por arte de magia, llegaban a “El Otoño” o a su casa en El Copey, Luis Enrique, Chema, “El negrito” Villa u otro acordeonero, o cuando recibía como visita a su hermano Tito o a su sobrino, compadre y ahijado Luis Joaquín Pumarejo, El Negro Quin, o cuando uno de sus amigos parranderos lo iba a visitar. Y por igual, cuando se encontraba a punto de concretar una nueva conquista amorosa.
Otro caso que me contó “Pipe” el hijo de Chema Martínez, aconteció en Barranquilla con Camilo Namén en una parranda que se realizó en la casa de un hermano de Jaime Bornacelly, Enrique. Camilo en una de sus famosas rifas, debió ser una camioneta de cien boletas, se había ganado $ 600.000, que era un platal por aquella época. Como parrandero pernicioso que era, ya Jaime, Enrique y otros invitados más se habían ido a dormir. Camilo por su parte se quedó en la juerga con Chema y sus músicos. Después de gastar un buen dinero en Whisky de pagarle a los músicos, les mandó a comprar chicharrón. Camilo se durmió, y cuando se despertó lo que vio fue a los integrantes de la agrupación, desaforados y contentos, comiendo chicharrón con la grasa que les chorreaba por la boca. Camilo se metió la mano en el bolsillo, y cuando se dio cuenta que no le quedaba un peso, todo se lo había gastado en la parranda, descontrolado se levantó, cogió un asiento de cuero que tenía a la mano, y con él se fue hacia su compadre Chema gritando “estos hp me dejaron pelado”. Abelito, oportuno, le gritó a Chema que corriera que Camilo le iba dar con la silla en la cabeza. Controlado Camilo por los integrantes del conjunto, ya calmado le pidió excusas a Chema y al resto de la agrupación, y como si nada, siguió inmerso en la parranda.
Imposible descansar
En una oportunidad me comentó Chema, que eran tantos los toques en los que participaba, fines y entre semanas, fiestas patronales, cívicas, navidades y de fin de año, que por varios años seguidos no contó con un rato de reposo, como para compartirlo con su familia. Por lo que, para un 31 de diciembre, se hizo el enfermo. Pero, sin embargo, en esa oportunidad tampoco lo dejaron tranquilo, ya que los parranderos que llegaban a su casa, muy a pesar de que lo encontraban tendido en la cama con compresas de agua tibia en su frente, con ruegos insistían en contratarlo. Pero resignados, ante sus reiteradas negativas, tras aducir que se encontraba muy mal de salud, en efectivo, frustrados le dejaban, aunque con cierto retraso, sus aguinaldos. Ese fue el único año nuevo que por ese entonces, pudo pasar con sus seres queridos.
Otro anécdota que me comentó “Pipe” sobre su padre, aconteció después de amenizar en Fundación varios días de parrandas seguidas. En esa oportunidad al llegar a su casa con buena plata en el bolsillo, le dijo a su señora y a los hijos que se encontraba muy agotado que lo que quería era descansar. Así que haciéndose nuevamente el enfermo, tomó un pedazo de una hoja de plátano a la que le agregó varios ungüentos y algunas plantas medicinales, emplasto que se colocó sobre la nariz asumiendo que con esa patraña iba a tramar a los parranderos que vinieran por él. Así que, en la hamaca que tenía colgada en un quiosco de madera y palma que en el patio le habían construido sus amigos de farra se acostó cuan largo era. Pero no pasó mucho tiempo cuando por el portón del patio, que se encontraba abierto, entró una camioneta en la que venían varios amigos parranderos encabezados por su compadre Camilo Namén, cuya intención era la de llevárselo para que les amenizara una parranda en Algarrobo, Magdalena. Pero tan pronto como la comitiva se le acercó a la hamaca de una se disculpó por no poder acompañarlos en esta oportunidad ya que se su estado de salud era de cuidado. Por supuesto que Camilo y su corte empezaron a rogarle para que los acompañará, aduciendo que ese malestar se le iba pasar con el primer trago. Pero ante la insistente negativa por parte de Chema, no creyendo de a mucho sobre la veracidad de su malestar, Camilo le pidió a su compadre que le dejara ver el grano que tenía en la nariz. Chema le dijo que no, ya que la nariz la tenía muy inflamada y le dolía mucho. Pero a pesar de su reiterada negativa su compadre siguió insistiendo, y en un descuido de Chema le quitó el vendaje, corroborando, sea de paso, que no tenía absolutamente nada. Descubierto lo del engaño, a Chema no le quedó más remedio que acompañar a su compadre y a los otros amigos que vinieron con él desde Algarrobo. Así estaban las cosas por ese entonces, cuando la cantidad de toques que le salían a Chema no lo dejaban descansar en paz.
Tres hermanos
Comentaba al comienzo de este ensayo, es mi opinión, que una de las canciones que más me gustan de Luis Enrique Martínez, es el paseo que le dedicó a los hermanos Andrade. La siguiente es la letra de este bonito tema:
Letra del paseo Tres hermanos
Este son es para Antonio Andrade
para Toribio y Génito
que placer para mi compadre
cuando se lo toque bonito
Que bonita es una parranda
cuando lo hacen los tres hermanos
ya Toño la tiene anunciada
cuando Toribio haya regresado
Con mi compadre Toño yo me voy a pasar
un lindo rato en “El Tambor”
a visitar al “Niño” que está allá
para que invite a Nito a parrandear
Como Toribio está en España
sus estudios aprovechando
para disipar estás ganas nosotros vamos practicando
Hay que practicar esta parranda
en Monterrubio es la atención
o si no vamos a “El Tambor”
que es el sitio donde más agrada
Tres hermanos – Luis Enrique Martínez
Interesado de conocer algunos detalles más precisos de “El Nene” y de Nito, así como de “El Tambor”, la finca de Toribio y Génito donde se llevó a cabo tan anunciada parranda, además de otros pormenores sobre estos hermanos y de su padre, llamé a un amigo que vive en Fundación, Clímaco Torres, quien a su vez me puso en contacto con Tulio González, un reconocido personaje fundanense quien además de las parrandas qué él organizaba, participó en la mayoría de las parrandas que organizaron estos hermanos.
De “El Nene” Tulio me comentó que se llamaba Miguel Bermúdez y que además de, por ese entonces, administrar a “El Tambor”, también era primo en segundo grado de los Andrade. Y en cuanto a Nito, era hermano de Miguel, quien al igual que “El Niño”, vivía en Bosconia.
De los hermanos Andrade, me contó Toribio Andrade Navarro, que el que más extensiones de tierra y ganado poseía era Génito, que en su haber contaba con siete fincas ganaderas con amplias extensiones de tierra. Les seguían en su orden, Toño con siete fincas, pero menos extensas. Y Toribio, con tres fincas en su haber.
Las ventajas de estas tierras, ubicadas ya sea cerca de Fundación, Monterrubio y Bosconia yendo hacia San Ángel, Magdalena, era que nunca conocieron los estragos de verano. Ya que colindaban o las cruzaban, ya sea el río Ariguaní, el río Fundación, el río Cesar y cuando menos, una quebrada.
El azote del ELN
Al comienzo de este texto, comentaba que la puntilla para la continuidad de estas parrandas, muchas de ellas realizadas en sus fincas ganaderas, se vinieron a la baja, aunque no se acabaron, por acción de la guerrilla que se ensañó con el gremio de los ganaderos de esta zona. Bueno, uno de esos ganaderos afectados por partida doble, fue Toño Andrade, quien estuvo secuestrado por el ELN, al igual que uno de sus hijos menores. Otro de los Andrade que secuestró el ELN fue a Génito. Sin embargo, todos fueron liberados tras cancelar rescates considerables. Esta angustia y tensión vivida por parte de estos grupos insurgentes, mermó considerablemente la salud de Toño, quien con 59 años, sufrió un infarto que le causó la muerte. Génito murió años después. Y Toribio se encuentra radicado en España, donde vive felizmente con su familia.
Sobre los hermanos Andrade y sus aportes al folclor vallenato, en especial por parte de Toño, que fue un parrandero por excelencia, podemos seguir escribiendo páginas tras páginas, así como de tantos otros ganaderos e industriales y políticos de la región, como los Meléndez, Los Jaraba, los Gamarra, los de La Cruz, así como también, Manuel María Avendaño Acosta. Pero creo, que, de momento, es suficiente con lo que he descrito, como para situar a Fundación, Magdalena, como a bien se lo merece, dentro del contexto de nuestro folclor vallenato.
Reconocimiento no tenido en cuenta
En mi concepto, y con esto doy por terminado este texto, aunque muy poco recordado por los descendientes de sus protagonistas, por las nuevas generaciones de fundanenses y por los investigadores de nuestro querido folclor, es que en la declaratoria de la Unesco en la que se incluyó la música vallenata tradicional del Magdalena Grande en la lista de Patrimonio Cultural Inmaterial, Fundación, tuvo mucho que ver con tan importante reconocimiento. Lo más seguro es que el municipio no debió hacer parte integral del contenido de la propuesta elevada a tan importante ente, sin embargo, muy a pesar de ello, Fundación si significó, y demasiado, para el desarrollo y florecimiento de la música vallenata, por lo menos en las décadas antes referenciadas, como para que esta declaratoria hubiese llegado a feliz término, eso sí, como salvaguarda urgente.