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De mascotas ilegales en Bogotá a vivir en su hábitat natural

Un centenar de animales decomisados en Bogotá fueron liberados este fin de semana en la reserva natural Yurumí en el Meta.

23 de septiembre de 2024 - 03:35 p. m.
Uno de los cinco micos maiceros liberados en la Reserva Natural Yurumí en el Meta, justo después de salir de la jaula corriendo a subirse a la copa de los árboles.
Uno de los cinco micos maiceros liberados en la Reserva Natural Yurumí en el Meta, justo después de salir de la jaula corriendo a subirse a la copa de los árboles.
Foto: Fidel Cano Correa
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Loros, tortugas y micos maiceros, rescatados de vivir en cautiverio en Bogotá y sus alrededores, fueron liberados por la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca (CAR) este fin de semana en su hábitat natural en la reserva de la sociedad civil Yurumí, en zona rural de Puerto López, Meta.

Decomisados a bandas de tráfico ilegal de fauna o en hogares que todavía creen que está bien tener como mascotas y domesticar animales silvestres y también algunos entregados voluntariamente, los animales liberados este fin de semana pasaron por un proceso de recuperación previo en el Centro de Atención y Valoración de Fauna Silvestre (CAV) de la CAR, ubicado en el municipio de Tocaima.

Desde allí partieron a las 2 a.m. de este sábado 21 de septiembre, en jaulas y estivas acomodadas en un camión, cien animales rumbo a Puerto López, Meta, acompañados por veterinarios y zootecnistas de la CAR. Diversos contratiempos retrasaron el viaje y apenas sobre las 2 de la tarde entraron a la reserva, localizada en una zona de serranía llanera bordeando el río Yucao.

A pesar de varias escalas en el camino para mantener bien hidratados a los animales, el largo viaje les había generado un mayor estrés no previsto, razón por la cual la caravana se dirigió de inmediato al lugar donde se daría la liberación de la mayoría de los animales, una laguna al borde de un morichal, ideal para las tortugas acuáticas, que tiene un extenso bosque aledaño, ideal para las aves.

Un grupo de la corporación autónoma regional local, Cormacarena, también acompañó la operación y sumó otra veintena de tortugas terecay a las 6 chiquitinas que traía el equipo de la CAR. Si bien a algunas pocas tuvieron que ubicarlas, la mayoría de terecays salieron veloces en busca del agua, se sumergieron y desaparecieron en el agua.

Luego llegó el turno de las loras: 9 loras frentiazul, 23 loras frentiamarilla, y viajando en una solitaria jaula, una hermosa cotorra carisucia. Ella fue la primera convidada a su retorno a un ambiente natural, y voló a un arbusto desde donde siguió toda la faena.

Luego fueron liberadas las demás, algunas volaron lejos, otras a los arbustos cercanos, unas más al piso y se subieron a los árboles caminando.

“Lo más difícil del proceso para rehabilitar sus costumbres silvestres en las loras es la imitación de voces, el “¿quiere cacao?”. Pero igual todos los animales que liberamos están preparados para vivir en la vida silvestre”, explica Andrés Panesso, del equipo de la CAR.

Al poco rato, cuando los equipos ya se preparaban a ir a otro lugar y continuar con la liberación de otros animales, se encendió una algarabía que no incluía “quierecacaos” ni imitaciones humanas, a lo sumo algunos silbidos.

Faltaban los cinco micos y las tortugas morrocoy, 57 traídas por la CAR y más de 15 aportadas por Cormacarena.

Para los micos maiceros, que eran los más nerviosos con el trajín, se escogió un bosque lejano de los sitios habitados que cubre un pequeño caño que nace en la propia reserva natural, y donde las cámaras trampa han detectado la presencia de ejemplares de la misma especie.

La liberación de los cinco micos maiceros fue la más emocionante del día.

-“Los micos son rabones. Aléjense un poco, es posible que ataquen si están en el camino para donde salen”, advirtió Andrés.

Con algo de nerviosismo, los dos veterinarios de la CAR que habían estado a cargo de su readaptación abrieron la puerta de la jaula, y los micos salieron disparados al árbol que tenían en frente y en un santiamén estaban en lo más alto. De las caras de angustia que mostraban en la jaula ahora se sentía la emoción de la libertad.

El más pequeño no salió en un primer momento, con ayuda de los veterinarios, salió a toda velocidad y se sumó al grupo. Sus entrenadores para el regreso a la vida silvestre no pudieron evitar que un par de lágrimas se escurrieran por su rostro.

El resto de día, cuando ya asomaba un chaparrón de agua, se fue liberando cantidades de tortugas morrocoy por la sabana, cuidando que no hubiera una concentración mayor en pocos lugares.

El destino de estos animales, que era el cautiverio en la fría y desconocida Bogotá o sus alrededores, cambió este sábado para nutrir la fauna que puebla esta reserva natural de la sociedad civil que en sus 12 años de vida ha restaurado lo que hace años era una finca ganadera, sometida a quemas periódicas y a la caza y pesca sin control.

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Watasabi(56195)24 de septiembre de 2024 - 12:10 a. m.
Que hermosa labor, felicitaciones
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